jueves, 31 de mayo de 2012

Viaje al Norte Argentino Anecdotario: Episodio 1

Alberto y Marisa, "50 de casados y 6 de novios"


En la´"ultima cena" se destaca en primer plano, la parejita estelar
Hacía mucho tiempo que no hacía viajes largos.  El año pasado,  cuando murió mi esposo, me propuse seguir adelante como a él le hubiera gustado que lo hiciera. Puse toda mi voluntad en lograrlo, lógicamente, con altibajos. Los proyectos de viajes juntos estaban –y están aún- encarpetados. Vale la pena recordar que la vida también es un viaje con principio y final. Él tuvo que emprender la última etapa  sin mí. Como vivió siempre procurando mi felicidad estoy segura de  que me alentaría a realizar sola los viajes que planeábamos juntos. Por eso dediqué a esta primera excursión de once días, una delicada preparación que comenzó hace meses. En primer lugar invité a mi hermana y a mi cuñado para que me acompañaran. Felizmente aceptaron.
Un par de amigos entrañables, con los cuales tengo en muchos aspectos, gustos similares, me recomendaron este viaje con la empresa Elpidio Campos. Sin embargo, a pesar de que me habían “aleccionado” con total entrega, todo lo que  me escribieron y dijeron quedó empequeñecido por la experiencia propia. Vi paisajes de una belleza inigualable y aterradora. Los precipicios -a medida que subíamos-, cortaban el aliento. Di profundamente gracias a la vida, o a la divinidad que fuera por concederme esta oportunidad única de  llegar a una altura increíble y poder hacerlo con  una relativa salud, sin excesivas zozobras ni malestares. Me convertí por unos cuantos días en una india de ojos azules, con el “acuyico” de coca para disminuir el “mal de altura” que –dichosamente- apenas me produjo un cansancio mayor que el que siento en el llano. Partimos el sábado 19 desde la agencia misma, acompañados por un guía coordinador y dos conductores. Los tres demostraron una excelente eficiencia y una paciencia infinita para atender los reclamos de todos los pasajeros.  Los treinta y seis viajeros-que quedamos en treinta y cuatro- constituimos un microcosmos humano tan multicolor como las montañas; y, por supuesto, con todas sus virtudes y defectos fuimos una sociedad en miniatura, que reflejó la variopinta humanidad. Los entusiastas parlanchines de potentes voces que no dejaban dormir en la noche, los quejosos que encontraban incómodo el ómnibus o cualquier otra cosa, los más jóvenes que querían pachanga, y los veteranos -  que éramos la mayoría- con sus manías y resistencias diversas. En mi la más notoria fue la de negarme a acercarme demasiado a los precipicios  por  el miedo a la endeblez de mis piernas hinchadas. Como buena tozuda que soy, me asomé hasta donde quise- y no más de eso- con sumo cuidado. Tuvimos unos guías y conductores sensacionales, pero el escarpado camino sembrado de pequeñas capillitas-con cruces indicadoras de muertes- llamaba a la prudencia.
Quiero empezar este anecdotario contándoles  un episodio-que no es el primero-  pero  involucra  a una especial y simpática pareja con la cual compartí el ascenso al cerro de la  milagrosa Virgen de Salta  el domingo 27 de mayo, previo a la partida hacia Paraná.
Ustedes ya saben que yo soy un cronopio y que, como a todo cronopio, me ocurren cosas insólitas.
Esta vez, mis amigos ocasionales fueron Alberto y Marisa. Son una pareja que cumplió cincuenta años de casados y seis de novios-como afirman sin vacilar- y por ese motivo la hija les regaló la excursión al Norte Argentino. Marisa me comento  que planeaban ir al cerro de la Virgen en las últimas horas en Salta, -de paso me invitó- porque su hermana menor iba todos los años, y Alberto, aceptó complacerla. El plan era: ir al cerro de la Virgen en taxi, luego me regresarían a mí al hotel porque ellos querían ir también al teleférico.  Desde el hotel nos procuraron un taxi. Ahí hubo una lamentable confusión. Cuando llegamos al cerro preguntamos al primero que vimos, dónde estaba la Virgen, nos contestó que allí no había ninguna Virgen, pues era el lugar del teleférico. Volvimos al taxi-que nos esperaba- Alberto se contuvo a duras penas y marchamos-esta vez sí- al Cerro de la Virgen. En esas vueltas perdimos más de media hora. Al llegar al verdadero cerro, nos encontramos con la novedad de que no se podía subir hasta la cima en taxi. El aire húmedo y frío de la mañana se había transformado al mediodía en un agradable calorcillo. Ante nuestra vista, se nos presentó un camino escarpado, de no sé cuántos metros con dos opciones: el pavimentado y el de monte. Nos aconsejaron el camino del monte que era más largo pero menos empinado. Emprendimos el ascenso por el abrupto pasaje con Alberto-esta vez sí- bajo  protesta total.  Allí marchaba, afanoso, “rezando” su rosario personal de puteada tras puteada mientras Marisa trataba de calmarlo. A su vez,  desde el camino pavimentado, nos seguían fieles guardianes- que como todos los guardianes del mundo son severísimos- exhortándonos al silencio.
“¡Silencio!”, -nos decían en susurros- “¡Están perturbando la meditación!”
–“¡Qué meditación ni meditación!”- Les gritaba Alberto enfurecido.
Árbol florecido con rosarios de colores
 Marisa había ido con unas coquetas medias blancas, que, a medida que avanzábamos iban perdiendo su blancura entre el barro y las rocas. A su elegante atuendo de paseo-no nos olvidemos que estábamos listos para irnos rumbo a Paraná- se le sumaban unos incómodos suecos resbaladizos que la hacían patinar una vez sí y otra también. Pese a las protestas, Alberto-que  a estas alturas sudaba a la gota gorda- extendía-entre puteada y puteada- su mano salvadora para auxiliar a su esposa. Yo era la que cerraba la marcha con mis pies hinchados enfundados en mis poderosos championes Puma que respondieron fantásticamente al esfuerzo. En medio del fragor le preguntamos a un hombre que descendía si nos faltaba mucho; nos contestó que “nos faltaba menos que cuando habíamos empezado y que tuviéramos fe”. Alberto es ateo, Marisa creyente, y yo que dejé mis oraciones en la infancia, empecé a sacarlas a luz para poder llegar hasta el santuario. Al parecer la Virgen me escuchó porque después de un rato de  resbalones, búsquedas de accesos y lucha general, llegamos. El santuario es humilde-como todos los santuarios milagrosos- y la devoción de los fieles ha hecho que los árboles florezcan con rosarios de colores colocados en sus ramas. la Virgencita es de una belleza inigualable. El espectáculo es  realmente conmovedor.
Para descender tomamos el camino pavimentado, que, en bajada, nos resultó facilísimo. No nos resbalamos ni nos caímos y encontramos al taxi firme en su puesto de espera. A Marisa y a Alberto  no les quedó ánimo ni tiempo disponible para ir al teleférico. Regresamos al hotel a “prolijearnos” a lo gato- ya no teníamos derecho a habitación- quisimos comer en lo de Luisito-restaurante chino a media cuadra- pero estaba cerrado. Por consejo de la recepcionista, fuimos  al restaurante “Cuatro Siglos” donde unos exquisitos refuerzos  de queso y jamón crudo acompañados por unos refrescos nos devolvieron el alma al cuerpo. La foto de “la pareja estelar” es de ese momento. Alberto prometió volver al cerro únicamente en helicóptero. ¡Felicidades, Marisa y Alberto! ¡No pueden negar que fue un  vía crucis con un final feliz!

4 comentarios:

  1. Querida Alfa supiera cuanto me enterneció tu cuento del viaje, del episodio de la subida al santuario… Fue indeciblemente bien descriptiva tu frase “”y yo que dejé mis oraciones en la infancia, empecé a sacarlas a luz para poder llegar hasta el santuario” Una pincelada delicadísima de tu estado de ánimo…y de cuerpo,agregaria también… Fuiste muy delicada con la pareja de los 50 + seis. Y a mí personalmente produjo algo de envidia, nostalgia quizás hasta tristeza porque me acerquè mucho a los 50 años de matrimonio con Gabriella, o como quizás dirías tú, con casi 50 + tres meses de noviazgo. Pero los eché a perder; mi carácter, mi temperamento, mi manera de ser. Me soportó por largos años y yo sin darme cuenta por mi superficialidad de hombre. “Acqua passata”, se dice en italiano....lo que pasó, ya pasó....
    Te felicito. Escribiste muy bien. Menos bien, no muy bien enfocada, la foto del grupo de comedores de quesos y serrano… ay ay ay con frescos y no con vino!Imperdonable.
    …Y donde no pude localizarte. Quizas fuiste la fotografa.
    Ciao bella amica….sigas contando aventuras de viaje.
    Besos Aldo

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    1. Querido Aldo: Lamentablemente, nuncas se nos da todo en la vida. Jamás. Tú estuviste cerca de los 50 años con Gabriella y tu temperamento-según tus propias palabras- no te dejó llegar a disfrutar del festejo de las Bodas de Oro. Yo llegué a los 44 años y 7 meses. Aunque éramos bien diferentes, nunca tuve ni un sí ni un no con mi esposo. Era un ser excepcional de espíritu absolutamente conciliador, que me mimaba, me toleraba, me comprendía de maravillas y- sobre todas las cosas- me amaba profundamente. Pero apareció "la parca" y mi felicidad se esfumó. ¿Ves? Nunca lo tenemos todo."Acqua passata"- como dices en italiano. Pero duele ¿verdad?
      En el grupo hubo muy pocos "vineros". Mi hermana y yo fuimos excepcionales;nos pedíamos una botellita de tinto todas las noches. En la foto estoy al fondo de todo, al lado del guía de camisa celeste que está de pie. Apenas se me ve. En futuras entregas pondré otras donde estoy más visible.Muchas gracias por tu comentario. Ciao caro amico.Besos

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  2. ¡Hola! ¡Felicitaciones por tu blog y tu viaje!! Yo también amo viajar. Mi mamá y mi papá quieren conocer el Norte Argentino y me puse a buscar info sobre la empresa Elpidio Campos, a ver su reputación, y así encontré tus palabras. ¡Abrazo y a seguir disfrutando de la vida!!

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    1. Marcia Larmini: ¡Gracias por tus palabras! Espero que puedas hacer con tus padres un viaje sensacional al Norte Argentino. Que tengas la mejor de las suertes con la excursión.

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