Cerro con cementerio de altura |
Cardón con figura humana. Los collas creen que son sus antepasados |
Cerro que los fieles escalan en peregrinación para pedirle favores a la Virgen |
El frío del invierno arruga el alma y me llevó a abordar de nuevo este tema. Lo tenía en borrador, aún sin pulir, pero quizás la prematura e imprevista muerte del joven tecladista Marcel Curuchet de “NO TEVA GUSTAR” me trajo de nuevo al texto sobre “vida y muerte”. A medida que pasan los años que se van acumulando junto con las experiencias de vida, me aferro cada vez más a la idea de que la mayoría de los seres humanos buscamos la certeza de que no vamos a desaparecer del todo, que debe haber algo, con el nombre y el aspecto que sea que está “más allá”. No hay nada más triste que pensar que después de esta vida no hay más nada. Quizás por eso, las diferentes religiones y culturas han elaborado a través del tiempo, complejos rituales para alejar la idea de la muerte “total”. Pensemos en las momias egipcias, enterradas en las tumbas-pirámides con sus majestuosos atuendos y los enseres personales que los acompañarían y protegerían durante el viaje. También en América hubo rituales, intentos de conexión con las divinidades. Las momias que pude apreciar en este viaje, en el museo de Salta, me conmovieron profundamente. En primer lugar, porque eran niños. Estas antiguas culturas creían que para ponerse en contacto con los dioses y solicitarles protección o favores-recordemos que “religión” quiere decir eso volver a conectarse con la divinidad- había que realizar la “ofrenda” de un hijo que se enterraba con sus preciados objetos en el alto pico de la montaña helada. Según señalan los investigadores, los niños eran especialmente seleccionados entre los mejores. Se les daba “chicha”- brebaje alcohólico que los adormecía- y se les enterraba,-vivos aún- rodeados de sus objetos, en las cimas heladas de las montañas. ¿Es terrible? ¿Es horroroso? ¿Choca con las creencias actuales? ¿De veras? No sé. Si leemos la Biblia, - antiguo testamento- encontraremos “sacrificios” o “intentos de sacrificios rituales”. El episodio que más recuerdo-quizás porque lo leí como parte del “libro de aventuras” que era para mí la Biblia, -cuando era niña- es el del Dios iracundo que reclama al profeta Abraham, que mate a Isaac, su querido hijo. En esa “aventura”, aparece un ángel con un carnero para sustituir al joven, -con lo cual queda probada la fe de Abraham y se salva la vida de Isaac-. Es verdad. Pero si no hubiera ocurrido así, Abraham habría sacrificado a su hijo para demostrar su fe absoluta en su Dios. Traigo a colación este episodio bíblico porque es evidente que casi todas las religiones han pasado- nos guste o no- por creencias similares. Ni que hablar del pobre Job que señalado por Dios como uno de sus mejores fieles es puesto a prueba-en su fe- en una “apuesta” con el diablo, que le hace perder todo lo más estimado: mujer, hijos, fortuna, salud. Cierto que la fe de Job es también inquebrantable y recobra todo lo perdido cuando Satanás no lo puede hacer renegar de Dios. También se puede considerar un antiguo ritual “antropofágico” cuando Jesús les dice a sus discípulos en la última cena: “Comed, este es mi cuerpo, y bebed, esta es mi sangre”. Por supuesto que lo que se reparte es pan-cuerpo- y vino-sangre-. Sin embargo es posible que ese simbolismo sugiera antiguos rituales de sacrificios.
En el viaje, -que como todo viaje cultural es iniciático- pude observar la imponencia de las coloridas montañas. Al mismo tiempo pensé en el pavor que podría inspirar esa misma naturaleza en cataclismo. Debemos recordar que son zonas sísmicas, destruidas más de una vez por devastadores terremotos. El ser humano siempre teme a lo desconocido en forma de una naturaleza inhóspita que se proyecta iracunda en un huracán, un tsunami o un terremoto. No menos catastróficas son las tragedias humanas producidas por guerras que liquidan a poblaciones civiles indefensas, que son diezmadas, despojadas de sus bienes, de la seguridad de una casa o de una familia, sometidas a una monstruosa esclavitud o a una pavorosa muerte: quemados vivos.
Calamitosa la muerte de Marcel, en plena juventud, con su hijo aún en el vientre de su mujer. ¿”Son los designios de Dios” o todo está escrito ya para que aprendamos que la existencia es efímera y que estamos –todos- condenados a desaparecer? ¿Es por eso que nos tratamos de aferrar desesperadamente a algo a alguien?
Felices los que tienen fe en una firme creencia religiosa que les concede resignación. En realidad, la muerte es la que cantaba El Sabalero:”esta puta vieja y fría nos tumba sin avisar”, esa que se viene “tan callando” como pregonaban los versos de Manrique. Es la que nos despoja de los seres queridos, luces de nuestra existencia, sin los cuales se nos hace tan difícil seguir viviendo. Así-también- es un arrebato feroz la pérdida de un joven en su plenitud. Es una muerte inexplicable que nos sacude violentamente para que nos percatemos-de una vez por todas-de que la vida es apenas un pobre soplo en el medio del Cosmos, y que todos nuestros afanes, nuestras luchas son también “vanidad de vanidades”. No deberíamos olvidarlo.
Hola Alfa soy mercedes sanchez te escribo desde bs as, aunque soy salteña de corazon, soy enfermera y me dedico a los cuidados paliativos, entre otrax cosas, me interesaron muchk tus palabdas, pask a contarte tengo que dar una charla sobrd los distintos rituales culturales sobre la muertd qud exjsten en el norte, queria pedirte el fabor de si esta a tu alcancd me envies mas imagenes de las q mostras en este mensane e i formacio. Gracias
ResponderEliminarHola Mercedes Sanchez. Tengo más fotos de este viaje. Quizás alguna te pueda servir para ilustrar. Buscame en facebook por Alfa Segovia, creo que por ese medio te las puedo pasar. Gracias por tu comentario. Muchos saludos
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