domingo, 5 de enero de 2014

LOS REYES MAGOS

Sergio Reinaldo tan campante con sus cercanos 60 pirulos
En los primeros años de mi infancia, el 6 de enero, día de los Reyes Magos, era el día del niño.
No había como ahora, el día del padre, el día de la madre, el día del abuelo, el día de la secretaria, el día etc.
Reyes, era la festividad para recibir los regalos que merecíamos por haber sido buenos, haber hecho los deberes-haber ido a misa todos los domingos, y haber rezado ( mi madre me mandó a escuela de monjas, así que los deberes religiosos iban junto con los escolares y yo los cumplía devotamente.)
Hacía varios borradores de la famosa cartita. Cada vez que escribía uno, mi madre me sugería alguna modificación de tal o cual cosa porque los Reyes, siempre que andaban cerca  de mi casa, venían con menos juguetes, ya que   los camellos estaban tan cansados que no podían con el peso de toda la carga de los exigentes pedidos que les hacíamos.
Finalmente, de una extensa lista, terminaba pidiendo nada más que una cosa. Pero ese juguete que pedía era siempre algo muy deseado y caro. Un triciclo grande- los chicos no me servían porque siempre fui alta-, un “malcriado”- así se les llamaba a unos enormes bebotes de porcelana que tenían un dispositivo en la panza que semejaba el llanto de un bebé-, “una muñeca que caminara y dijera mamá”. Sofisticaciones de la época.
Pero un buen día, quedé prendada de un pequeño malcriado que se exhibía en un  comercio que se llamaba: “La Platense” en 18 de Julio y Julio Herrera y Obes. Me gustó porque tenía unos preciosos ojos celestes y una cara de angelito bueno. Sin dudar, fue mi pedido de Reyes del año 1955.  Mi madre quedó atónita cuando leyó mi  borrador porque no era ni por lejos el muñeco más caro. En esa juguetería se exhibían unos hermosísimos trenes eléctricos con sus vías y sus estaciones, y unas enormes muñecas italianas con ojos soñadores y trenzas de pelo natural. De alto costo económico. Sin embargo, mi pedido era tan modesto que mi madre se aseguraba una y otra vez, para verificar que-  realmente - fuera esa mi solicitud. Y sí, era esa. Así llegó el 6 de enero de 1955, mi querido Sergio Reinaldo.  Llamado así porque Sergio era uno de mis nombres predilectos, y porque el hermano mayor de mi madre, el popular tío Negro, se llamaba Reinaldo.
Sergio Reinaldo fue y es uno de mis muñecos más queridos. Tiene su lugar en uno de los estantes de mi biblioteca. Con  los años,-quizás- fue sustituido por otros “muñecos” de carne y hueso- no tuve hijos así que no pateen para ese lado- me refiero a esas delicadas delicias de chocolate, sabrosas y efímeras. Trocitos de dulzura: “nariz de azúcar, arbolito, caballito de  juguete”-como expresa sabiamente Julio Cortázar en su “Carta de la Maga  a Rocamadour” en Rayuela-. Pero Sergio Reinaldo tiene la ventaja de no ser solo un grato recuerdo porque aún “vive” conmigo; sigue siendo cariñoso, fiel, y nunca me ha dicho ninguna maldad, como gorda panzona o cosas por el estilo. En su memoria de muñeco consentido, malcriado, tengo aún la misma apariencia que cuando llegó a mi casa cuando yo tenía nueve años.
Nunca fue llamado Sergio a secas sino que usaba los dos nombres tanto para jugar con él, como para rezongarlo si consideraba que se había portado mal y no había comido lo suficiente. Como yo era “inapetente”- como decía mi madre- le “trasladaba” mi falta de apetito a Sergio Reinaldo obligándolo-como me obligaban a mí – a tomar su plato de sopa o su  huevo batido con azúcar y vino garnacha para que se pusiera robusto y fuerte. Es evidente que la que me volví “robusta y fuerte” con los años fui yo. Sergio Reinaldo siguió igual.  Lo defendí tenazmente de las niñas que  tenían  claras tendencias destructivas. Rosiluz, mi muñeca con nombre de hada, y mi hermosísima muñeca Jesusa-que tenía trenzas naturales, caminaba, movía la cabeza y decía “mamá”- sucumbieron. La pequeñez de Sergio Reinaldo  contribuyó para que no fuera alcanzado por las brujildas y aquí lo tienen, cercano a los sesenta pirulos, tan campante,  como   testimonio  de mi último año de feliz niñez.




7 comentarios:

  1. Que gusto que Sergio siga contigo, yo pedí durante años un " cine exin", aún no ha llegado pero igual algún día llega.

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  2. Sí, Oliva, Sergio Reinaldo sigue aún conmigo-fiel y afectuoso como siempre-.
    No pierdas las esperanzas con el "cine exin".
    Justamente, las ilusiones son las que nos sostienen a través de los años. Gracias por tu comentario.

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    1. De niña, aplicadamente, le había confeccionado ropa y lo había vestido. Ahora está tal cual vino. Por acá hace un calor muy intenso y le gusta estar sin ropas, con su aspecto de angelito bueno.

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  3. Sergio Reinaldo !!!!! me parece genial ese nombre ! Que lindo que lo conservaste. Yo guardé mi Ana María durante muchos años, pero ya desapareció. Los recuerdos de los Reyes son lo más entrañable de la infancia. Hoy recordamos con MIguel que cuando eramos niños practicamente no existía Papa Noel, como nos lo impuso Yanquilandia !!!!!!. Por eso la magia de los Reyes para los de nuestra edad sigue intacta, verdad ?

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  4. Estoy de acuerdo con ustedes, Laura. Para nosotros el día de Los Reyes Magos es el que sigue teniendo su magia. Papá Noel-en mi infancia- sólo existía para dejar pequeños objetos-para todos- en el árbol de Navidad de las casas de las abuelas. Pero no era "el día de los niños". No era la alegría de salir la mañana del 6 enero con los juguetes a compartir en la vereda, con la consabida pregunta de:.- ¿qué te dejaron?. A mí esto ¿y a vos?Esa magia es insustituible. Única. Y es bueno que la recordemos.

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  5. La magia de los Reyes Magos continúa en los niños de hoy. Vereda, amigos, abuelos, vecinos... Era maravillosa esa sensación de haber sido "visitado" por esos tres señores que montaban camellos. Guardo algunas "cartitas" testimonio fiel de pedidos y esperanzas. Gracias por compartir a Sergio Reinaldo. Mi último muñeco fue Pablo, luego llegó mi hermano al que le elegí ese nombre. Me lo trajiste con tu historia.

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