Diafragma anticonceptivo en envase "tipo polvera"- como el que se describe en "Crónica del desamor" - |
En “Crónica del
desamor” de Rosa Montero, hay muchos temas que se entrecruzan con diferentes
hilos argumentales.
Uno de ellos se
relaciona con la traumática experiencia del aborto. Como ya dije en otra
oportunidad, el libro fue publicado en 1979, un tiempo en el
cual España estaba emergiendo de una época cautelosa, reglada por el catolicismo
más conservador y riguroso. El aborto
estaba prohibidísimo y era considerado-además- un delito mayor.
En la novela
aparecen –en una visita de consulta a un ginecólogo- las horrorosas experiencias por las que pasan
las mujeres para buscar y usar técnicas
anticonceptivas, porque todas, más o menos, fallan. Que conste que estas
experiencias se relacionan fundamentalmente con las mujeres. El hombre poco y
nada se ocupa de estos problemas. Así se ve en la novela, en el cine, y yo también lo he apreciado en la vida. Es la
mujer la que tiene que arreglarse para no tener ese niño, porque el hombre
suele “borrarse”. Incluso hay un viejo chiste que dice: “El amor es mágico: a
los nueve meses aparece un bebe y desparece el padre.” Se argumenta que si son (somos) tan libres como ellos,
también debemos asumir las responsabilidades que conllevan los actos sexuales. Pero no se mencionan
jamás las causas por las cuales los
hombres no usan condón, o no practican
“coitus interruptus”. Elena, una de las
amigas, usa un antiguo método anticonceptivo que se llama “diafragma”. (Acá
también se llama así).
El motivo mayor para la consulta era obtener la opinión
del especialista que, -supuestamente- tendría que ser un experto en la materia.
La que quiere ver si lo puede usar es Candela-la hermana de Elena- que ya ha
sufrido un aborto en Londres, después del fracaso de un DIU, y que-además-
sufrió una operación que la dejó “con la tripa rajada” porque un “especialista”, le puso inmediatamente otro estirelet que le produjo una peritonitis
aguda por la infección que le provocó ese segundo aparato colocado inmediatamente
después del aborto:
"-Y menos mal que aún estoy con vida.
Tuvo Candela mucho tiempo para reflexionar, allá en el
hospital. Pensó en la liberación de la mujer, o mejor dicho, en esa supuesta
liberación que a ojos de muchos hombres sólo se concretaba en lo sexual, en
tener hembras dispuestas en olvidar el odiado condón, el coito interrumpido.
Los hombres que inventaron la píldora la ofrecieron como clave mágica de la
revolución de la mujer, como si eso fuera suficiente. Y así, también en España,
en el prolífico franquismo, los médicos modernos recetaron píldoras con
indiscriminado afán: es igual la marca, no importa el descanso o la frecuencia,
porque la píldora es el invento liberador. Liberador de quién, piensa Candela.
Después “se descubrió” el DIU, llegó la fiebre del cobre. Los ginecólogos lo
alaban, es un método limpio, inodoro, insípido, tan ajeno al hombre como la propia píldora. Y además, es tan cómodo,
los mismos médicos que te lo recomiendan pueden insertarlo, son 10.000 pesetas
la colocación (hay que reconocer que es un anticonceptivo que resulta muy
rentable)."
Yo no sé si las
jóvenes actuales saben lo que es un DIU- Significa “dispositivo intrauterino”-.
Supongo que aún existe. Era un aparatejo que se colocaba en el útero
femenino-observen que siempre es la mujer la que se somete a usar diferentes
utensilios para no quedar embarazada- y
que producía muchos “efectos secundarios”. Entre ellos, que fallaba una vez sí
y otra también, y que si no se conseguía “frenar” el “efecto” al poco tiempo
daba pasitos. Por otra parte, como en el
caso de Candela, también se producían infecciones que en más de un caso
conducían a la muerte, o al menos dejaban a la mujer “con la tripa rajada”- que es el
caso de Candela- por la operación que había que realizar para salvarle la vida-.
Cuando era muy
joven usé un DIU. Al poco tiempo tuve que ir al hospital Pereira Rosell-donde
lo colocaban- a sacármelo, porque me producía unas hemorragias brutales. El
médico que me lo había colocado me decía que me iba a acostumbrar, pero no fue
así. No sólo no me acostumbré sino que me agarré una anemia galopante que casi
me conduce al hoyo. Era muy joven. Demasiado. Es cierto. Pero no quería quedar
embarazada y cargar con un hijo no deseado, porque no tenía ninguna ni siquiera remota certeza de querer casarme
ni enfrentar una vida de obligaciones contraídas involuntariamente. Siempre
tuve la convicción de que un hijo debe
ser una obligación voluntaria, no un mero fruto del azar.
El ginecólogo de la
novela de Rosa, resulta ser un macho
troglodita, y en desacuerdo con algo que no conoce, -evidentemente nunca vio un
diafragma anticonceptivo- responde con
ironía y sorna:
…¿Y cómo te lo pones? ¿Cortas al tipo y le dices que se
espere?
Por cierto que
cuando Elena saca “el diafragma” de su cartera- para que lo vea, se nota a la
legua que no tiene ni idea de lo que es.
“La píldora, el DIU, son problemas de mujer. Es ella
quien las toma, quien lo sufre. El diafragma, sin embargo, es algo más cercano
a la pareja: ¿ha de interrumpir el varón sus acaloramientos previos para que
ella pueda colocarse el disco de caucho¿ Que (sic) horror. Son tan cómodas las
píldoras o el DIU, esos métodos que el hombre no padece…
También está
detallada la experiencia de Teresa Zarza, la hermana de Juan, (el padre del Curro), que abortó por medio de una caña de bambú- método
primitivo y peligrosísimo-. Efectivamente, aborta, pero la visión del feto “esa
masa sangrienta y sin formas” en el retrete, es
espantosamente inolvidable. Además, Ana tuvo que acompañarla al hospital
porque a la noche le vinieron unos dolores insoportables. Allí
deben enfrentar-ambas- las humillaciones de un médico que no las
denuncia, pero que les advierte severamente que para una próxima vez las
mandará a la cárcel.
Es indudable que
Rosa Montero, supo de casos así, y que se documentó para – a través de la
ficción- llevarlos a su novela y provocar en el lector una corriente de
doloroso rechazo.
A mí me pasó con la
novela, con la vida real, -que no tiene nada que envidiarle a la ficción- y con una película rumana que vi hace poco: “4
meses, 3 semanas, 2 días”.
Es del año 2007 y ganó la Palma de Oro. El
argumento- ambientado en los ochenta del siglo pasado-, presenta a dos jóvenes estudiantes que
comparten el dormitorio. Una de ellas, Gabita, que está embarazada, quiere abortar lo antes posible porque ya está de
“cuatro meses, tres semanas y dos días”- como el título de la película-. No
sabemos nada del que la dejó en ese estado. Como espectadores sólo observamos
la angustia de la joven ante una situación que tiene que resolver sí o sí. Por
un lado, hay que conseguir el dinero; por otro, hay que contactar a alguien que lo lleve a
cabo. Su compañera de cuarto, Otilia, será la que lleve adelante la mayor parte
de toda la situación de clandestinidad. La película es lenta, exige una
observación atenta, porque el ambiente se gesta en los detalles: allá sale
Otilia a la “caza” de unos cigarros en el mercado negro. El ambiente de la
Residencia estudiantil es hostil, opresivo, tenebroso, así como lo es también la ciudad. A través de una amiga,
Gabita ha contactado a un tal Sr. Bebe- que supongo que en rumano tiene el
mismo sentido que en español, por lo
cual este apelativo sería connotativo de la situación-. Ese tal “Bebe” es el abortero. ¿Pero ha tratado Gabita con él
personalmente? No. Únicamente lo hizo por teléfono y quedó de reunirse con él
en un determinado hotel. Es Otilia la que va a hacer la reserva de habitación
en ese hotel, donde-lamentablemente- no hay ninguna disponible. Así es que los
espectadores ven otra vez a Otilia tratando de conseguir habitación en otro
hotel, y se tiene que encargar-además- de hablar con “Bebe”, porque Gabita no
se atreve. Nuevas y reiteradas humillaciones. Él había quedado de ver a Gabita,
no a una emisaria. Finalmente, las escenas más escabrosas, se dan en el
hotel-que no es el que él quería sino otro- Vemos como ambas jóvenes son
chantajeadas, por el tal Bebe-que de bebe no tiene nada- quien para practicarle
un aborto tan avanzado pone sus exigencias: ambas tienen que someterse a él
sexualmente. Las escenas de gran violencia verbal y visual ponen de manifiesto
el horror de caer en esas circunstancias y no tener apoyo de ningún tipo.
Ambas, la que está embarazada y la que no, tienen que complacerlo. Si ellas son “buenas” con él, él también será
“bueno”. De lo contrario, se irá. Es
patética la escena en la cual Gabita le ruega que no se vaya y que haga lo que
tenga que hacer, impresiona también cuando Otilia toma la iniciativa y se
empieza a desvestir.
Después le coloca
la sonda a la embarazada y le da instrucciones. Le advierte sobre todo lo que
NO puede hacer. Gabita NO se puede mover hasta abortar, NO puede salir de la
habitación y después cuando la sonda haga lo suyo, NO puede tirar al feto por el desagüe porque
lo tapará y los del hotel le harán un escándalo. Nos podemos preguntar: ¿Por
qué es Otilia tan solidaria con su compañera de cuarto que hasta se deja coger
por este energúmeno? Promediado el filme, vemos a Otilia con su novio. Un joven
al cual Otilia también satisface desde
el punto de vista sexual y que exhibe
constantemente un afán de toquetearla y besuquearla. Se da cuenta de que su
novia está molesta y que no le corresponde a sus arrebatos por eso le
pregunta qué le pasa, pero no parece importarle demasiado. Así nos damos cuenta
de que la solidaridad de Otilia tiene raíces en sus propios temores. Este joven
no se “ha cuidado” para nada, y ella, también podría “caer” en el mismo pozo
negro de Gabita y ser- también- una
víctima más.
Mientras se consuma
el trabajo de la sonda en el útero de Gabita, Otilia hace su primera visita a la casa del novio, a la que ha ido por el cumpleaños de la madre,
pero durante todo el festejo está
pensando en Gabita. Intenta llamarla más de una vez sin éxito, el teléfono
suena pero Gabita no contesta. Entonces decide regresar al hotel-que también es
siniestro-. Nuevamente volvemos al panorama de la tenebrosa ciudad. Cuando
regresa a la habitación, el aborto ya se produjo. Es Otilia la que sale otra
vez por la lúgubre ciudad a deshacerse del feto sanguinolento. Impresiona la
visión, pero más que nada la cara de ella cuando envuelve los restos, los mete en
el bolso y sale. Se deshace de ellos en un conducto de basura de un edificio
devastado en una ciudad oscura y opresiva. Al regreso, en el restaurante del
hotel, Gabita le pregunta qué era y si lo enterró. Otilia le contesta que es
algo de lo que no tienen que hablar
nunca más y con una mirada a la cámara
cierra la película.
He visto más de un
caso así en la vida real. En la ciudad de Progreso-departamento de Canelones,
Uruguay- había un médico abortero que era famoso porque era un
gran hijo de puta. No sólo cobraba una barbaridad- sobre todo a las que sabía
que eran menores de edad- sino que hacía lo mismo que el Bebe. Las sometía
sexualmente antes de hacerlas abortar. Es decir que cobraba por partida doble.
En dinero y en “especias”. Y no era el único.
Lo cierto es que-y
aquí concluyo mis reflexiones- en pleno siglo XXI este problema y otros siguen
existiendo y son enormes motivos de consternación. Basta mirar las últimas noticias donde vemos
niñas de ocho años que mueren desangradas por la brutalidad del sometimiento
sexual a un hombre mayor en su noche de bodas, o los raptos de las niñas de los
colegios-para evitar que se eduquen-. No estamos en la Edad Media. Estamos en
el Siglo XXI. O creemos estar en el siglo XXI, pero aún subsisten culturas que
están en otra época, que mutilan sexualmente a las mujeres, y que no tienen ningún tipo de consideración
por la condición femenina. De eso, no quedan dudas. Las mujeres se dan, se
venden, se matan, se mutilan, y no
importan para nada. Yo no creí nunca que ninguna mujer quisiera abortar porque sí. A ninguna le
divierte la idea de deshacerse de un hijo, aunque sea producto de una violación.
Todo aborto es una decisión dolorosísima a la cual se llega únicamente por
necesidad. Sea o no sea legal la práctica, el aborto se sigue practicando a
diestra y siniestra, y en muchos casos
en condiciones deplorables. El pensamiento se cierra ante la brutalidad, lo que sí sé es que el tema no se agotó, que
la mujer sigue padeciendo todo tipo de abusos y no
parece tampoco divisarse ninguna solución humanamente efectiva que ponga a las
mujeres-todas, de todas las razas, de todos los credos-, en un merecido y digno
lugar.
Que actual este comentario Alfa, con todas las noticias que nos llegan de ablaciones, raptos de niñas en Nigeria, hasta esclavitud en la África subsahariana, que está totalmente invisibilizada.
ResponderEliminarRespecto al aborto, que puedo decir desde un país donde el aborto está penado, amo a mi país, pero esta situación realmente me averguenza. Conozco gente que en pleno Siglo XXI, ha tenido que pasar por las mismas situaciones que relata Rosa en su libro, o de la pelicula que narras. Por lo tanto es poco lo que puede agregarse, uno creía que con el correr de los tiempos, la condición de la mujer mejoraría, pero vemos que aún falta tanto, tanto. Mi idea es que como género hacemos muy poco por nosotras mismas. Un beso Alfa !
Muy certeras tus palabras, Laura. Así es. Lamentablemente. Y hoy día sigue habiendo abusos, y de los abusos vienen las humillaciones y las muertes. Las mujeres no hacemos lo suficiente para defender nuestros derechos y seguimos siendo humilladas, vapuleadas y mancilladas en la ficción de todo tipo, y sobre todo, en la vida real-que es la que supera toda ficción- Gracias por tu comentario y otro beso para ti.
ResponderEliminarQueridas mujeres me uno a las palabras de Laura, estamos muuuyyyy lejos de la igualdad y no defendemos correctamente nuestros derechos tal vez algun dia seamos fuertes inteligentes e intransigentes en estos aspectos y ya otro será el cantar, no creo que nosotras logremos vivir en esa era nueva, abrazos Ma.Alejandra
ResponderEliminarEn España curiosamente ha estado prohibido el aborto, aun es un tema polémico, pero también estaba "prohibido" tener un hijo sin padre, después "la liberación de la mujer", propuso que la mujer tenia que tener relaciones sexuales, porque eso era imprescindible. Con el paso del tiempo me pregunto ¿ No puede ser que cada persona decida que hace con su cuerpo y con su vida? La información me parece necesaria, pero en la españa que yo he vivido y que aun vivo, hay que estar muy atentos y ser muy valientes para dar espacio a como cada uno tiene que vivir, de manera que a veces hay que parecer para poder ser.
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