miércoles, 29 de abril de 2015

TAI CHI CHUAN UNA PRÁCTICA DIFERENTE

Figura de "Latigazo simple" practicada con mi instructor Andrés
Cuando enviudé, decidí que tenía que hacer algún ejercicio adecuado a mi edad. Nunca fui una gran deportista, por lo cual no podía aspirar a realizar lo que hacen otras que sí lo fueron o lo son- o luchan por seguirlo siendo-. Nada más alejado de mis propósitos hacer ejercicios violentos o de alto impacto para destrozarme la columna vertebral o el resto de los huesos de mi humanidad-.
Empecé a concurrir a un SPA- como modernamente se llaman los centros donde se imparten diferentes disciplinas y que-además- cuentan con un piso dedicado  a la posibilidad de “embellecerse” o darse un descanso con un buen masaje-.
Dentro de las disciplinas que se ofrecen, las que más me interesaron fueron las orientales porque  son las que se dedican no únicamente al aspecto físico, sino que también  abarcan a  lo que se puede denominar “espiritualidad”. Allí  se imparten dos: TAI CHI CHUAN y YOGA
Fui alguna vez a YOGA, pero me di cuenta casi enseguida que no era para mí. Nunca tuve contacto con esa disciplina. No pude hacer ni siquiera la llamada “postura de la vela”- mucho menos  “el saludo al sol”- ni aunque me lo hubiera pedido Keanu Reeves- aunque por él lo hubiera intentado por lo menos-. Decididamente me borré.

Sarva anga asana o postura de la vela. (Imagen tomada de Internet)
Imposible para mí, ni siquiera por Keanu Reeves la lograría hacer bien

Al principio, fui a alguna de las clases de “danza”, pero también eran demasiado “pesadas” para mi edad y físico. Supuestamente son “para toda edad”, pero no es así. Este año,  empezó un instructor con bastante buena onda, con el que hacíamos al final de la clase, una coreografía, y, -más o menos- algo  nos salía. Pero no vino más. Después mandaron  a una  joven suplente dinámica y aeróbica que vino a “movernos”, hasta que finalmente  llegó un bailarín de “bayé”- delgado y flexible como un junco, con un bombachudo de colores, el pelo ídem, rapado a los costados- y con una dinámica que  únicamente las más ágiles y jóvenes pueden seguir a la perfección. Yo no.
Decididamente empecé y  seguí con  TAI CHI. Las clases son más temprano, pero no me importa madrugar un poco para llegar a tiempo. Concurro tres veces por semana.

De la misma manera que para disfrutar de los viajes se necesita un buen guía que lleve la excursión por el mejor camino, se precisa para esta disciplina un competente preceptor que contemple las necesidades de todos, y, al mismo tiempo, que tenga en cuenta las individuales. Felizmente, Andrés, el  nuestro, tiene la enorme virtud,  de una  paciencia infinita para  poder contemplar a todos y a cada uno de los participantes de su clase. De otra manera, no se podría continuar aprendiendo todos los días un poquitito más. Con él sí se puede y por eso se le aprecia.
Pese a mi aspecto de  torcaza, esta figura se llama "La grulla blanca extiende sus alas" 

 Paulatinamente voy aprendiendo las figuras y logro completar la forma  dieciséis  que es la primera que aprendemos. Por supuesto que siempre se puede perfeccionar a medida que se practica, pero al menos ya la puedo  hacer sin mayores dificultades.
Felizmente, el TAI CHI  no se practica a lo bestia. Entre sus peculiaridades,  es bueno saber que no  hay que descalzarse, ni se aplaude al final. Tiene un saludo que nuestro instructor nos enseñó, pero es tan calmo y armonioso como la misma disciplina. Sus movimientos son pausados y rítmicos, precisamente para estimular y beneficiar la coordinación y el equilibrio mental y físico.  Es un  arte que no beneficia únicamente lo corporal, sino también lo emocional, y promueve la concentración- porque para lograr hacer los ejercicios repetitivos hay que concentrarse sí o sí-. Después de un tiempo prudencial de práctica, se nota que la mente, la imaginación, es decir “la loca de la casa” se aquieta. Se puede llegar  desde el exterior con todas las revoluciones a tope, pero al rato de estar haciendo los movimientos pautados se nota una “entrada o participación” en un entorno  más pacífico y más amable que el que nos rodeaba al llegar.
Es un arte marcial interno que no persigue el objetivo de agredir al contrario, sino que aprovecha  su fuerza sin atacarlo salvajemente. Los movimientos-como indiqué al principio- son suaves, pero no hay que  engañarse;  esa suavidad también puede producir en el otro una caída al piso. De todos modos, el principio fundamental está en moverse con suavidad, con armonía, sin tensión, en estado relajado y de manera pausada.
Lógicamente tiene efectos terapéuticos reconocidos ya que contribuye  al fortalecimiento de los huesos, la regulación del sistema circulatorio, nervioso e inmunológico y a la relajación muscular, pero también contribuye al bienestar espiritual.
Cada forma comporta una serie de movimientos encadenados que deben realizarse en un determinado orden. Es particularmente sugestiva y poética la denominación que reciben, a veces, aludiendo a distintos animales: “la grulla blanca extiende sus alas”, “acariciar las crines del caballo salvaje”, “rechazar al mono”,  “domar al tigre”.
Para contribuir a la relajación necesaria, las piernas se deben doblar o encoger  como si fuéramos a atravesar un túnel que es más bajo que nuestra altura y tuviéramos que pasar por él, inclinándonos para no golpearnos la cabeza. Al principio, cuesta. No es la forma en la que caminamos habitualmente, pero después de un tiempo de hacerlo, notamos que nuestra postura normal mejora notablemente, y, al hacerlo en forma regular y sin tensiones, lo dotamos de  naturalidad.
Como todo en la vida, el TAI CHI no resulta atractivo para todas las personas.  Las que son muy dinámicas prefieren los ejercicios aeróbicos con los cuales quedan jadeantes, con la lengua de afuera, y  al borde de la extenuación. Para mí, en cambio,  es uno de los adiestramientos que  puedo realizar, y  siento que día a día lo voy “puliendo”- con la ayuda invalorable de Andrés-, a medida que  yo también me perfecciono,  porque  me hace mucho bien, incluso para la autoestima.  Por eso, lo recomiendo efusivamente.


La genial Maitena tiene muy claro los objetivos de la gimnasia 


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