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El primer soñado "cuatro ruedas" fue un Toyota 700 y lo cuidábamos como si fuera un Mercedes Benz
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Un domingo soleado y caluroso en pleno agosto en Montevideo,
es una absoluta bendición. Con esa perspectiva me fui a las Canteras del Parque
Rodó, donde estaba el UP Full- de Volkswagen - para
probarlo dando una corta vueltita. (Lo trajo Werner Bernheim) Lindo, pero lógicamente con gusto a poco.
Es como cuando tenés un amante nuevo y pocos minutos para
disfrutarlo. En cinco o diez minutos apenas podrás saber si besa bien, si te
gusta el olor de la piel, si tiene las manos calentitas y poco más. El resto del protocolo queda librado a tu
completa imaginación.
Con el auto UP, es lo mismo. Es de buen ver. El asiento y la
dirección se pueden subir y bajar- a tu gusto y altura- Cuando lo prendés enciende también las luces diurnas-
las que exige la IMM para andar en la ciudad- y, en la marcha, te va “pidiendo”
que bajes o que subas los cambios. Una preciosura. También tiene una dirección respondona. Un primor. La verdad. Tengo parientes cercanos que se compraron uno y disfruté de esa adquisición como si la
hubiera hecho yo.
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Este es el "UP" que fui a probar al Parqué Rodó- Sigue en la lista de "Venga y atrévase a soñar",
Bien podría apodarse: "El Ñato" ¿No? |
Después como quien no quiere la cosa, se me dio por pensar
que, a través de los vehículos que
tuvimos puedo delinear nuestra “historia de vida”, porque la marcaron a medida
que fueron llegando. De los primeros años, me viene el recuerdo de la moto Suzuki y de la
motoneta Vespa. No tengo fotos porque no teníamos con qué sacarlas. Ambas fueron sufridas y nos acompañaron todo
lo que pudieron. Nos llevaron a nuestros trabajos, a nuestros estudios y a
nuestros paseos. Pero llegó un momento en que decidimos “pegar el salto”, porque ya era hora de que llegara un “cuatro
ruedas”. Lo acariciamos como una ilusión durante muchos años, hasta que llegó- lógicamente usado y de afuera- el primero: mi querido Toyota 700. Fue el autito de nuestro “despegue”- ya
recibidos de profesionales, y, con el
préstamo ya pago de la primera casita, supo exteriorizar un avance en nuestra economía-. También nos llevó
y nos trajo todo lo que pudo. Incluso nos condujo a nuestras modestas vacaciones en la Colonia de Parque del Plata. Lo cuidábamos como si
fuera un Mercedes Benz- en realidad, para nosotros lo era- le buscábamos lugar
para dejarlo bien estacionado, lo lavábamos, lo acicalábamos, y le fuimos poniendo todo lo que se empezó a
requerir en esos años, por ejemplo: cinturones de seguridad- que no eran aún una exigencia
y pocos autos los traían incorporados-.
Después del Toyota, hubo varios autos, pero estoy recordando
únicamente los que jalonaron nuestra vida. Es decir, los que fueron
memorables.
Por la década del 90,
con nuestra economía más saneada,-que nunca llegó a brillar con real esplendor
pero que estaba mejor- dimos otro “salto” y llegamos al primer cero kilómetro. Fue un Daihatsu.
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"El Dahiatsu."El primer "Cero kilómetro" que manejé en La Paloma |
Con él ya nos aventuramos más. Primero, Piriápolis, después La Paloma. Balnearios prodigiosos, mágicos, al
menos cuando nosotros los frecuentábamos. Con ese auto me largué a manejar.
Nuevo, respondón, alegre, como nuestra propia juventud.
Pero la fortuna no nos sonrió siempre. La crisis del 2002 nos
dio un duro golpe. Y mi esposo quedó sin empleo. Cesante. Con 59 años. De golpe
y porrazo se convirtió en esa cosa deleznable a los que llamaron los
“pre-jubilables”- que era lo mismo que decir “los descartables”. Le dieron la
jubilación a los 60-apenas cumplidos- sin ninguna de las ventajas que habían
tenido las generaciones anteriores. Pero
nos conformamos apoyándonos-como siempre- el uno en el otro- No
teníamos hijos que dependieran de
nosotros, en cambio hubo otros con dos o tres chicos que no pudieron afrontar la economía familiar.
Fue la época de los suicidios. De la que nadie habla. Nadie recuerda tampoco.
Para qué. Algunos ahorros se salvaron de la catástrofe, y en una especie de insana locura, nos decidimos-otra
vez- a cambiar el auto por otro “Cero
kilómetro”. Así llegó-en plena debacle- “El rojillo” a
nuestras vidas. Bien colorado. Como para cambiar la pisada.
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"El rojillo" estacionado en Punta Gorda |
Casi todos nuestros autos sufrieron robos o intentos de robo y el pobre rojillo no fue una excepción
porque lamentablemente la situación de
inseguridad en el país fue en aumento, y en la entrada de un hotel de
Piriápolis, le despedazaron la puerta de
la valija. La reparación fue costosa. Y en esas conversaciones de aquí y de
allá, un vendedor nos convenció para cambiarlo. Había poca diferencia entre el
rojillo y otro de la misma marca y modelo que
ya había incorporado otras prestaciones con más énfasis en la seguridad.
Y en el año 2010 llegó “El Silver”. Tiene una alarma que apenas se comanda cierra también los
vidrios.
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"El Silver" en el Parque Rodó- ¿Vieron que bien que lo estacioné? |
Cada año que pasa, los autos, como los televisores o los
electrodomésticos en general, viene más modernos y con más chiches. Ya los más
nuevos encienden al mismo tiempo el
motor y las luces obligatorias de
circulación diurna,-por lo cual ya no hay que acordarse de encenderlas y
apagarlas-. Otros, más sofisticados, estacionan casi solos- un enormísimo adelanto para
evitar chambonadas-. Solo falta
que incorporen un conductor con la apariencia de Keanu Reeves. Y yo les aseguro
que si así fuera, me empeñaría absolutamente para cambiar el mío. Sin lugar a dudas.