sábado, 19 de diciembre de 2015

SEGÚN PASAN LOS AÑOS

El fabuloso postre de frutos rojos con helado del Club Hípico- toda una delicia-

Es el título de una canción de la  famosa película  CASABLANCA. En inglés “As time goes by”. La película la vi muchísimas veces, pero no me voy  a referir a su argumento-porque es una historia de amor y desamor-  sino a esa sensación extraña que nos embarga cuando nos encontramos con personas que hace muchísimo tiempo que no veíamos. Esta vez, se trató de un reencuentro de esos  y nos emocionamos hasta las lágrimas. Nos sentimos alegres, sin importarnos la edad ni las vicisitudes de la vida. Todos hemos pasado por distintas circunstancias y los recuerdos se tiñen de nostalgia cada vez que los sacamos a luz.
En realidad, fuimos compañeros de trabajo, pero lo fuimos durante tantísimos años, y ahora, nos encontramos por medio de las redes sociales, pero “persona a persona” se volvió a dar hoy. Y fue muy emotivo.

Risas y sonrisas 

De Estados Unidos vino la familia Becerra, que hacía nueve años que no estaban en el país. Ese fue el motivo de la reunión en el Club Hípico, al cual accedimos gracias a una de ellas. El almuerzo fue sensacional, y –como siempre pasa en esos casos- nos sacábamos la palabra los unos a los otros- 

Otra muestra de la algarabía con los postres ya en la mesa


Asistieron  personas que yo aprecio mucho, en especial dos de ellas, que, cuando yo había ingresado “novel”  en el UAS,-treinta años atrás- me ayudaron a  expresarme en inglés, dándome conversación en ese idioma.
Pero también debo algo a cada una de ellas, una, por ejemplo, me prestó su saloncito cuando yo había perdido- por malas artes- el mío.  Hoy  comenté cosas así,  porque formaron parte de mi existencia durante muchos años. Trabajé más de veinte en la misma institución y  aunque no nos viéramos todos los días, ni estuviéramos asignadas a las mismas tareas o niveles el afecto-felizmente-  se mantuvo para nuestro total regocijo.  


¡Pica ahí familia Becerra! 

Sin embargo, en ningún momento  he considerado un lugar de trabajo como “mi casa”.  Nunca dije. “mi” colegio, sino “el” colegio.  El “lugar” fue siempre eso: el “sitio” donde ejercí, lo mejor que pude- no siempre con éxito, porque no todas las veces se puede considerar exitosa una labor tan ardua-. Pero sí pude apreciar a través de los años compartidos,  a cada una de las  personas que traté en particular, en la coincidencia o en la divergencia- porque no siempre estuvimos de acuerdo-  y saber, que pese a la distancia, al tiempo que voló,-por eso titulé esta entrega: “según pasan los años” (en alguna parte de la canción, dice algo así como: “Las cosas esenciales tienen su valor según pasan los años”.) Indudablemente cierto. Así se aparece en nuestros sueños un antiguo amor, y queramos o no queramos- podemos sentir  el olor de su querida piel, sus besos y su calor.
En este caso, pese   a los avatares de la existencia, a que la vida nos ha dado y nos ha quitado, en el reencuentro se dio la risa y la algarabía porque nos gustó mucho volvernos a ver. Más veteranas, más gordas, más flacas, más canosas, pero con una buena onda increíble.
Millones de gracias  a todas las personas que fueron. Lo pasamos bomba, y, sin lugar a dudas, tienen  un lugarcito cada vez más grande en mi corazón.


¿Serán los bomberos que vinieron a saludarnos?




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