El fabuloso postre de frutos rojos con helado del Club Hípico- toda una delicia- |
Es el título de una canción de la famosa película CASABLANCA. En inglés “As time goes by”. La película la vi muchísimas veces,
pero no me voy a referir a su argumento-porque
es una historia de amor y desamor- sino
a esa sensación extraña que nos embarga cuando nos encontramos con personas que
hace muchísimo tiempo que no veíamos. Esta vez, se trató de un reencuentro de
esos y nos emocionamos hasta las
lágrimas. Nos sentimos alegres, sin importarnos la edad ni las vicisitudes de
la vida. Todos hemos pasado por distintas circunstancias y los recuerdos se
tiñen de nostalgia cada vez que los sacamos a luz.
En realidad, fuimos compañeros de trabajo, pero lo fuimos
durante tantísimos años, y ahora, nos encontramos por medio de las redes
sociales, pero “persona a persona” se volvió a dar hoy. Y fue muy emotivo.
Risas y sonrisas |
De Estados Unidos vino la familia Becerra, que hacía nueve
años que no estaban en el país. Ese fue el motivo de la reunión en el Club
Hípico, al cual accedimos gracias a una de ellas. El almuerzo fue sensacional,
y –como siempre pasa en esos casos- nos sacábamos la palabra los unos a los
otros-
Otra muestra de la algarabía con los postres ya en la mesa |
Asistieron personas que yo
aprecio mucho, en especial dos de ellas, que, cuando yo había ingresado “novel”
en el UAS,-treinta años atrás- me
ayudaron a expresarme en inglés, dándome
conversación en ese idioma.
Pero también debo algo a cada una de ellas, una, por
ejemplo, me prestó su saloncito cuando yo había perdido- por malas artes- el
mío. Hoy comenté cosas así, porque formaron parte de mi existencia
durante muchos años. Trabajé más de veinte en la misma institución y aunque no nos viéramos todos los días, ni
estuviéramos asignadas a las mismas tareas o niveles el afecto-felizmente- se mantuvo para nuestro total regocijo.
¡Pica ahí familia Becerra! |
Sin embargo, en ningún momento he considerado un lugar de trabajo como “mi
casa”. Nunca dije. “mi” colegio, sino
“el” colegio. El “lugar” fue siempre
eso: el “sitio” donde ejercí, lo mejor que pude- no siempre con éxito, porque
no todas las veces se puede considerar exitosa una labor tan ardua-. Pero sí pude
apreciar a través de los años compartidos, a cada una de las personas que traté en particular, en la
coincidencia o en la divergencia- porque no siempre estuvimos de acuerdo- y saber, que pese a la distancia, al tiempo
que voló,-por eso titulé esta entrega: “según pasan los años” (en alguna parte
de la canción, dice algo así como: “Las cosas esenciales tienen su valor según
pasan los años”.) Indudablemente cierto. Así se aparece en nuestros sueños un
antiguo amor, y queramos o no queramos- podemos sentir el olor de su querida piel, sus besos y su
calor.
En este caso, pese a los avatares de la existencia, a que la vida
nos ha dado y nos ha quitado, en el reencuentro se dio la risa y la algarabía porque
nos gustó mucho volvernos a ver. Más veteranas, más gordas, más flacas, más
canosas, pero con una buena onda increíble.
Millones de gracias a
todas las personas que fueron. Lo pasamos bomba, y, sin lugar a dudas, tienen un lugarcito cada vez más grande en mi
corazón.
¿Serán los bomberos que vinieron a saludarnos? |
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