En la crónica anterior, comenté sobre cómo eran los
noviazgos en el siglo pasado- al menos los que yo conocí y experimenté- y algo
sobre las formas epistolares de ponerse en contacto para conseguir una amistad,
o una pareja, o, aún más, para solucionar conflictos por medio de los
“consultorios sentimentales”-que fueron y creo que siguen siendo aunque con
formas metodológicas más modernas- muy
populares.
También mencioné los zaguanes- que eran los lugares donde
las parejas comenzaban a “hablar”. (Así se decía.)
A algunos de mis lectores les pareció muy riguroso, el hecho
de que una joven fuera visitada con días y horas, y, además, vigilada por un
familiar mayor, pero así era. Eso no
quiere decir que no aparecieran “con premio”-como decía mi abuela- porque
“hecha la ley hecha la trampa” y de una u otra manera el contacto más que
cercano de tercer tipo se daba igual. Ni que hablar de las “soluciones” que
daban los padres católicos con cierta posición económica: habitualmente la
chica era llevada a alguna estancia donde paría al hijo, y luego, lo daban a
criar. Y el que podría haber nacido en cuna de oro, terminaba siendo un
peoncito más de la paisanada ( aunque el abuelo supiera muy bien cuál era su procedencia) Y la maltrecha muchacha aparecía
de nuevo en la ciudad, pero, ya
cascoteada porque nunca hubo nada más rápido que las lenguas de las comadres
para enterarse, llevar y traer.
Habitualmente, el verbo que se empleaba para indicar que se había
comenzado con una relación era “salir”. “Fulanita empezó a salir con
Menganito”. Y otro verbo muy común era: “arreglarse”. ¿”Te arreglaste” con
Perenganito? Habitualmente por medio de esos verbos se enmarcaba que algo
comenzaba entre dos jóvenes y que, si aún sus padres no estaban enterados no
demorarían mucho en hacerlo. Lo que no era bien visto ni aceptado eran los
excesivos cambios.
Siempre hubo una marcada discriminación hacia las muchachas
que cambiaban de novio asiduamente. Si
el candidato ya había atravesado las barreras paternales para llegar hasta su
amada, lo más común-al menos lo que se esperaba- era que se casaran.
Ahora todo cambió. Las parejas ya no requieren esas
formalidades. Y si quieren, necesitan, o
se les canta hacer un cambio, se hace.
Sin demasiado trámite, como si fuera una de esas cosas desechables que se
pueden tirar y reponer. Hoy en día “tener
una relación” es mucho más descontracturado; producto de los cambios
sociales que hemos venido aceptando y promoviendo.
Pues bien señores, todo este preámbulo es para anunciarles
que yo también me “aggiorné” y “tengo una relación”.
Por varios aspectos no creí que esto fuera posible. Enviudé
demasiado vieja, soy muy exigente, y no
quería de ninguna manera un candidato viejo, gordo, petizo y panzón, con olor a
pata. Hubo algunos ronceando pero ninguno me convenció. No lo conseguí-como
deben estar pensando- por medio de ninguna red social. No tengo práctica en
entablar relaciones por esos medios. Además sé que ese morocho de la foto, buen mozo, de ojos rasgados y sonrisa radiante
puede ser –en realidad- un gordo pelado y ordinario porque las fotos se camuflan como se quiera, y nada
es real. Se desaparecen las várices, las manchas de la piel, y los kilos de la
panza. Nadie lo pone en duda. Me hubiera
gustado uno como Keanu Reeves, pero por obvias razones, pasó a formar parte del terreno de la fantasía más delirante. Así que
me conseguí, por trámite común nomás, uno joven, de ojos claros, un poco orejudo,
pero nada alarmante. A mí me gusta.
Empezamos nuestra relación el diez de mayo del 2016. Vino, se
quedó en casa, durmió conmigo- empezamos bien modernos ¿vieron-? Al día siguiente anduvimos para
todos lados juntos. Como si nos hubiéramos conocido de toda la vida. Aunque es
un tipo muy demandante, estoy iniciando un proceso de reconversión. Esto sí, esto no, querido. Así
no. No. En mi cama, no. Te preparé una especial únicamente para ti. Y es para
ti solito. Nada más. No. De esa manera
no nos vamos a entender. Aquí, cada uno en su cama, y con sus horarios. Yo soy
salidora y bastante regañona, así que si me querés, vas a tener que plegarte a mis costumbres. De
a poco. Sin violencia. Simplemente, tolerándonos y queriéndonos. Hasta que lleguemos a estar como a partir un
confite.
Más adelante les contaré cómo seguimos.
En este momento, se los presento.
Se llama Teodoro.
Tiene dos meses y medio.
(Sí, ¡ya sé que es
menor! ¡Keannu Reeves también! ¿Y qué?)
Teodoro en sus dominios |
Ah!Ah! Alfa, por momentos me assustei! A Alfa uma mulher livre, sem ter que dar satisfações a ninguém da sua vida, que tão bem sabe ocupar o seu tempo, vai comprometer a sua liberdade e "arranjar trabalhos" e problemas.... Mas não! Tomou uma feliz decisão... Arranjou um verdadeiro amigo, esse Teodoro, que lhe vai fazer companhia, verdadeira amizade pedindo apenas em troca também muito amor e a raçãozinha diária... Um abraço.
ResponderEliminarJajajaja qué bueno!!!!me encantó el relato!!!!!y Teodoro está para comérselo!!!!
ResponderEliminar¡Hola Juanita! ¡Gracias! Teodoro es un gatazo. ¡Y va a ser de Peñarol nomás!
Eliminar¡No querida María Filipa! ¡No te asustes!¡Todavía no perdí el juicio totalmente! Le copié un poco a Julio Cortázar para que pareciera que era un galán, pero no lo es. (Lamentablemente para mí, jajaja) Teodoro es un pequeño gatito. Va acostumbrándose poco a poco a mi persona, me huele, me da besitos, y, como me tiraba también algún arañazo, hoy fue al SPA de gatos a cortarse las uñas, limpiarse las orejas y despulgarse. Si Dios quiere, será un "gato aburguesado" porque tiene que vivir en apartamento en predio restringido ( tira y desconecta todos los cables, incluido Internet). Gracias por tu comentario. Te mando un enorme abrazo.
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