Una de las más famosas citas de Don Draper-tomada de Internet- |
Hace poco descubrí en Netflix una interesante serie que-para
mí- está basada en la seducción que ejerce uno de sus protagonistas: Don
Draper. La serie se llama “MAD MEN” y no es nueva, -lo fue para mí-.
La verdad es que es muy fácil dejarse encantar por su protagonista. Tiene
todos los atributos del seductor. No únicamente es buen mozo- que lo es a
rabiar- sino que presenta enérgicas particularidades que acentúan su atractivo:
ofrece el encanto de una estupenda propuesta de aventura y romance, bajo una
apariencia tentadora y misteriosa. Es un enigma atractivo, un objeto de deseo
que produce de inmediato una rendición absoluta en todas las mujeres de su
alrededor. Las atrapa como moscas. Como todo hombre fascinante, aprendió a
moderar su avidez sexual y si sus intenciones son percibidas o sospechadas
consigue que no se noten demasiado. Son ellas las que se le tiran encima. De
cabeza. Nunca había visto tantas mujeres que abrieran tan rápidamente las piernas.
Don lo consigue sin ningún esfuerzo. Como todo conquistador que se precie,
tiene una visión bélica del amor. No exhibe fácilmente sus sentimientos, y, la
mayor parte de las veces, parece que ni siquiera los tiene. Y por eso, las
mujeres se esfuerzan para conquistarlo afectivamente. Pero él no se deja.
Penetra en sus mentes tanto como en sus cuerpos, y domina absolutamente toda
resistencia. Conoce sus puntos vulnerables y los derriba. Primero estudia a la
víctima y llega a ella sin rigidez, con total flexibilidad, y la doblega a su
antojo. Su arte es persuasivo, insinuante y fascinante. Le bastan apenas unas
miradas “consiguecosas” para que se produzca lo que desea. Y no demora
demasiado en obtenerlo. Y después si se queda o no, es cuestión de tiempo. No
es bueno demostrarle amor; lo aburre rápidamente. Es un Don Juan y como tal le
gusta perseguir, cuando obtiene la presa, ya está. Va a buscar otra novedad.
Porque el gusto está en la variedad y no en la permanencia de lo mismo para el
resto de la vida.
Don y su eterno cigarro (Imagen tomada de Internet) |
Don tiene una fría
inteligencia privilegiada que aporta más atractivo a su compleja personalidad.
Es esa inteligencia la que le ha permitido saltar de su oscuro pasado a la cima
del éxito. Es, por supuesto, un exuberante cínico. Pero, ese cinismo en lugar
de causar repulsión, resulta ser un componente más de su hechizo. Llega a ser cruel al ejercer el mando,
y la mujer de turno le obedece ciegamente para complacerle: la deja encerrada
en el cuarto de un hotel, y cuando regresa la hace desvestir totalmente. ¿Y la
mujer? Lejos de ofenderse, lo obedece
completamente dominada. Es un cínico irresistible.
Además del personaje fascinante, la serie tiene un argumento
convincente, una música perfectamente elegida y adecuada, una recreación
escenográfica perfecta, una vestimenta notoriamente impuesta por la moda de
época- aunque a mí me pareció más de los 50 que de los 60 del siglo pasado-. Es
decir, reconocí las faldas acampanadas y
con volumen como las que usaba mi madre; y no las que usé yo en mi
adolescencia. Lo mismo me pasó con los vestidos. Me parecieron más del 50 que del 60. Los
hombres de mi juventud ya no usaban
sombreros. De todas maneras, reconozco que a Don le quedan estupendos.
Don Draper con su cautivante sombrerito con pluma ( Imagen tomada de Internet) |
Leí elogiosos comentarios sobre la serie. Al parecer encantó
a muchas personas. El final con el
fantasma de Bert Cooper cantando y bailando “The best things in life are free”,
me encantó. Tanto como Don. Aunque no es el hombre ideal para casarse. De
ninguna manera. ¿Pero quién quiere un seductor para casarse? Sería una lástima
enorme convertirlo en un amo de casa. Tampoco se dejaría. Es mejor como es:
cínico, seductor, irresistible. El amor de todas y de ninguna.
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