sábado, 2 de julio de 2016

LAS JULIANAS

Mi calle en las julianas

Yo no recuerdo que antes se hiciera tanta alharaca como ahora con el motivo de las vacaciones.  Por supuesto, no existían ni remotamente todos los universos  de entretenimiento que hay en la actualidad, o quizás eran diferentes. En mi caso, en  las vacaciones, armaba mi valijita para irme a la casa de mi tía. Allí siempre había cosas para hacer. Algunas me gustaban, otras no. Salir al cine, al circo, al parque Rodó, al Parque de los Aliados, al Prado,  me gustaba. Quedarme en la casa con un montón de medias del tío para zurcir, no. Nunca fui buena en la costura, aprendí por necesidad para hacerme vestidos en la época en que empecé a ir a los bailes. No salíamos como ahora con vaqueros gastados o rotos y una camiseta así nomás. Había que vestirse, y eso costaba; por eso aprendí, y me hacía unos vestidos descomunales. Recuerdo uno “estilo globo” que me dio un trabajo bárbaro, y otro – sensacional- “estilo tubo” de color rojo. Algunos otros de talle bajo, eran más fáciles de diseñar y de usar, pero no tan elegantes.
Sin embargo, lo que no recuerdo es que se armara tanto pamento. Llegaban las vacaciones y  las usábamos lo mejor posible, pero no molestábamos  ni hacíamos itinerarios  de largo alcance. Todo era más bien puntual. Día a día.
En los días de lluvia, cuando los paseos a los parques no se podían hacer,  la colección Robin Hood- libros de tapas duras amarillas- nos traían a mi querido primo y a mí, entretenidas historias para leer, cada uno apoltronado cómodamente en un sillón- Y no se movía ni una mosca-. Nos pasábamos horas y horas leyendo.
Los famosos libros de la colección Robin Hood- clásicos de mi infancia-
(Imagen tomada de Internet) 

 Yo empecé a leer a muy corta edad. Aprendí sola. Con unos cubos de juguete que tenían las letras. Empecé con lo sencillo: mi nombre. Uní las letras y lo leí. Después seguí armando palabras con los cubos, y en la calle, empecé a leer  todos los carteles. Cuando entré a la escuela y la Srta. Felicia me dio las primeras letras, yo ya leía. Y leía bastante bien porque mi curiosidad era tan grande que hasta a los libros de medicina de mi  madre les hinqué el diente. Por supuesto que de los complicados no entendía de la misa la mitad, pero leía. 
Después llegaron los Billiken, que el querido Fredy, la pareja de mi madre, me traía todas las semanas. Y la felicidad era completa. Porque para mí, leer fue –siempre- una de las formas más emotivas de la felicidad.
Una tapa-como todas ellas- dibujada por el genial Lino Palacio-
( imagen tomada de Internet)


En cambio, hoy en día, me tropiezo en el Shopping con un montón de abuelos desesperados por entretener a los chicos, que no son muy fáciles de complacer. Después de atiborrarlos de “pop” y coca cola y de llevarlos a ver  una peli, hay poco más que les pueda gustar. Las nuevas generaciones llegaron a un mundo con muchos estímulos, tantos que se sienten atiborrados, y el aburrimiento es una forma de inconformidad. Y la manifiestan desde muy pequeños. He visto a más de uno, tirarse al piso a los gritos para lograr que le compren algo que quiere. Y los abuelos- que son los que más cargan con los chiquilines en estos días- por no oírlos gritar acceden a cuanto capricho se les ocurra.


Estos días de julianas andan muchas  abuelas cargadas con nietos y enseres. La otra “bloguera del Cuque” Clau Olivera,  es una de ellas y escribe con una gracia encantadora sobre sus peripecias. Aquí les dejo el enlace para que la lean. Es muy disfrutable. 


Ojalá que con  los años lleguen otras modalidades para plantear las lecturas, como una modalidad de la felicidad en la vida.
Yo fui feliz, en los días de lluvia, con los libros amarillos y los Billiken. Y lo sigo siendo cada vez que llega a mis manos un libro ameno y bien escrito.
¡Buenas vacaciones julianas!



2 comentarios:

  1. Preciosas tus vacaciones y bien distintas de las de los niñas y niñas de hoy. Tenés razón: a puro estímulo, no hay con qué darles para tenerlos contentos! Seradedió! Abrazo y gracias por incluir mis locas letras!

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  2. Ah,qué divinas esas tapas de libritos tan adorados. Y el Billiken!
    Muy buena tu crónica, yo recuerdo que pasaba mis horas de siesta encerrada leyendo. Y en las vacaciones de julio leyendo junto a la estufa a leña de la casa de mis abuelos. Lo que relatas de los shoppings es muy cierto. No se puede dejar los chicos en las veredas como antes, jugando con los vecinos. Antes lo hacíamos a pesar del tiempo, del clima. Ahora la inseguridad inside.
    Cuesta mucho conectar la familia hoy por hoy. La felicidad como dices: ese estado era sinónimo de vacaciones a mitad de año.
    Leeré el blog de Cleu. En instantes...

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