domingo, 26 de noviembre de 2017

TRIBULACIONES CON WORD


En el eurotunel- el ómnibus entra  "entero" y después se puede bajar. Hay baños y café-
No le hagan caso al guía. Es cierto. Están a muchos metros abajo del agua, pero es totalmente hermético.
 Se pueden morir tranquilamente. 

Los ingleses no tiran nada. Reconstruyen todo. Acá tienen una casa que está siendo reciclada. El estilo se mantiene.
Es probable que el interior se modernice absolutamente, pero la fachada permanece tal cual como era. 
Puse  alguna foto que quedé debiendo de la anterior entrega.


Esta es la segunda vez que escribo este texto porque el otro, por misterios del Word, resultó perdido irremediablemente. Me da pena porque me había quedado bastante bien, pero ta, voy de nuevo.

PARÍS

“Bien vale una misa”, dijo la guía que indicó el rey  protestante que quería reinar en el  París católico. Y yo afirmo lo mismo, y le agrego que también vale unos cuantos perifarflex para poder recorrerlo con velocidad similar a las de las guías locales.  La que me tocó en el París diurno, era una pequeñita- y no es discriminación sino la pura realidad- ya que no se veía en la maraña de personas que íbamos en los paseos. Además de pequeñina, llevaba un paragüitas- acorde a su tamaño, también diminuto, pegado a su cuerpo-, por lo cual, no se veía ni ella ni el adminículo que supuestamente tenía que indicar su locación.

PARÍS DE NOCHE

Y a vuelo de pájaro, fue lo que fue, con esa guía olvidable que, para colmo de males hacía gárgaras para hablar francés. Le entendí nada más que Francois Miterrand, porque lo nombró varias veces, y al final, me di cuenta, pero el resto no sé. Antonio,­– el español, no el italiano que se quedó después del cruce de Londres a París–, llevaba el control de los que íbamos en el tour. De todas maneras, aunque el tour no fue ni lejanamente lo prometido en catálogos y agencias, la magnificencia de París saltó desde sus monumentos emblemáticos y se impuso con su belleza. Volví a revivir los paseos que hicimos con mi esposo las dos veces que fuimos a Europa, porque también fueron así, pero, como éramos relativamente jóvenes y sin grandes dolencias, caminábamos a la par de los correcaminos que nos tocaron.

El monumento más impactante de ese paseo nocturno  –al menos para mí- fue la Torre Eiffel. A cada hora, la iluminaban con luces centelleantes. Le saqué fotos, obviamente que  de lejos. Tampoco pude entrar; no estaba prevista ninguna entrada, pero igual  resultó inolvidable. Y quedan ganas de volver para verla de cerca, subir por ascensor hasta donde se pueda, y comer en alguno de sus restaurantes. Me dijeron que hay uno inaccesible para el bolsillo del turista común, y otro más o menos que aunque sea una vez en la vida hay que conocer. Y debe ser así.
La torre y yo. Con un frío descomunal. 


PERDIDAMENTE CRONOPIO
A la vuelta del paseo diurno por el París panorámico, y ya en el hotel, tuve que solicitar ayuda para abrir la valija. Como nos dijeron que en París había muchos “carteristas”- o sea punguistas- dejé adentro, mi bolso de calle con los documentos, pasajes de avión, y demás enseres. Simplemente, llevé  la máquina de fotos y unos euros suficientes para alguna compra de ocasión. Obviamente que la cerré con el candado. Pero: ¿Dónde estaban las llaves de casa y las del candado? ¡En el bolsito de mano! En uno de los comercios compré un candadito minúsculo que parecía de juguete. De la recepción me mandaron un enorme senegalés con una pinza tan grande como él. Cortó el candado como si fuera un pastelito. Recuperé todo. Y guardé lo más importante en la caja fuerte. (Sí. Había caja fuerte en la habitación. Y con código. Por eso, afirmo que soy perdidamente cronopio.)
Nos dieron un tiempo para comer en las inmediaciones del Louvre, y me decidí por un Mc Donald, no por bueno, sino por conocido. Vuelvo al Louvre para iniciar la visita- otra a vuelo de pájaro, por supuesto-

El Louvre es enorme. Y la visita es por escaleras. Vi de lejos a la Mona Lisa- ya sabía que era una pintura pequeña, no me acerqué, y ni siquiera lo intenté porque el gentío era monumental. Me detuve más que nada a observar a “la Venus del Nilo”-dijera Cortázar en uno de sus cuentos- que es de una belleza apabullante, aunque la guía de las gárgaras  recomendaba más a la “Victoria de Samotracia” yo considero que la Venus está dotada de una fina sensualidad. Me perdí pinturas y vistas de  otros salones, pero le saqué alguna foto. Qué joder. Aquí están.
 
" La Venus del Nilo"- dijera Cortázar en uno de sus cuentos-

La misma, de atrás- como se puede apreciar una belleza sensual total






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