viernes, 10 de noviembre de 2017

TRIBULACIONES DE VIAJE DE UNA ADULTA MAYOR

Piernas comprimidas por el asiento de adelante tirado para atrás

Asiento que me dieron a la ida-con pago previo- 
 Ya se sabe que los cronopios aunque hagamos incalculables esfuerzos, tendremos- siempre- dificultades. No hay manera de escaparse de ellas. Yo no las acepto así nomás, pero sé  que  es imposible lograr nada mejor. A la ida- viaje largo de doce horas-tengo que ir en el asiento de avión que pude comprar que es  de los estrechos, no tengo más remedio que plegarme a los caprichos de la que va adelante, pero, por una de esas casualidades vienen vacíos  dos de los codiciados asientos delanteros de emergencia y el azafato me invita a ocupar uno. El  vuelo fue irregular con muchas turbulencias en varios pasajes por lo cual fuimos atados casi todo el viaje. Al llegar a Barajas me dieron asistencia con la silla de ruedas. En tan inconmesurable extensión me podía perder y, además la artrosis de rodilla izquierda, aún con medias de descanso, y sentada en mejor posición me tiene a mal traer. Por suerte, la pedí porque la terminal para la conexión Madrid- Londres, queda en el culo del mundo. El avión de conexión es aún peor que el primero –con tres asientos de cada lado–. Al llegar a Londres, me vuelven a asistir; el interrogatorio me lo hace un paquistaní o algo parecido que tiene un inglés marcado por el acento y me resultó fácil entenderlo. La mayor contrariedad fue que a la llegada a Londres, no había venido el “transferista”. ¿Qué es un transferista, se preguntarán? Es una palabra inventada del inglés “transfer”- es decir: un conductor cuya misión es llevarme al hotel. El que me asiste con la silla de ruedas, me pide el “número de emergencia”, pero, el mismo, tiene característica de España. En las cabinas de emergencia no me dan gratis una llamada internacional. Por esa razón voy a un cambio y pido monedas para hacer el llamado. Finalmente, el hombre aparece-tarde-no habla ni español ni inglés o se hace el que no habla para no dar explicaciones-  me lleva al Novotel London West. No terminan ahí mis tribulaciones: las habitaciones no las entregan hasta las 14 horas. En todos los hoteles dan las habitaciones a partir de esa hora- no antes- Son las 11 de la mañana- hora local-. Tengo que esperar, después de  15 horas de vuelo, más la hora de tiempo perdida  en el aeropuerto, tres horas más. Logré comunicarme con la agencia de Montevideo, pero, con resultado negativo. No les faltó nada para tratarme de tarada: ¿Cómo no voy a saber que los hoteles no dan las habitaciones hasta esa hora? Insisto. ¿Por qué no me ofrecieron pagar un “early check out”? Ya lo hice en alguna otra oportunidad, y de esa manera, al llegar, molida, del viaje tengo  la habitación. No hay caso. Es inútil discutir cuando las cosas están mal hechas. Solo resta aguantarse y ver si en el futuro, se mejoran.
Después de estas tribulaciones, sucedieron otras. ¿Dónde estaba el guía de Special Tours? Esa misma noche,-según el programa-  se ofrecía un paseo por los pubs londinenses con una parada en uno de ellos y una copa. Pregunté lo mismo, a diferentes horas,  a distintas recepcionistas. Bajé y subí a los dos pisos donde había recepción de pasajeros. Nadie sabía nada de nada. Una, incluso, llegó a decirme: “It is not my business”- Así nomás. Finalmente, decidí comer y tomar algo. Una manera de calmarme y pensar. Porque a esta altura: ¿”qué mal le puede hacer una mancha más al tigre”? Me siento en el Bar, me pido una Margarita y un sándwich. Observo el entorno repleto de congresistas. Ni un puto cartel anunciador de ningún paseo, de ningún tour. Los carteles, responden únicamente a los Congresos que se llevan a cabo en el hotel.
Finalmente, a las 14 horas, me atiende otro recepcionista del turno siguiente para el “check in”. Empieza el ritual del interrogatorio en inglés y cuando me pregunta la nacionalidad, me dice ¿y por qué no hablamos mejor en español? El simpático Diego, argentino, y eficiente, me dice que Special Tours hace sus “puestas” los lunes alrededor de las 19/ 19.30. Bien. Me da el tiempo para descansar y volver a la carga. Me voy a la habitación. Pongo a cargar el celular- ¡aleluya! ¡El cargador viajero funciona! Carga lentamente, pero funciona. Descanso un  rato y vuelvo a la recepción a buscar al guía. En la recepción pido instrucciones para conectar el wifi- no hay en todos lados como en Montevideo- en el hotel hay que poner una clave para poder usarlo, lo logro y mientras espero, para ver si aparece el guía. Me pongo al día con los mensajitos. En una de las recepciones, encuentra a otra joven que lo conoce. Me lo describe como un italiano,  de coleta y cejas negras. Nada. Decepcionada, me pido una cena. Miro TV un rato, extraño el acento, pero entiendo, y finalmente, me duermo fundida por completo. Al día siguiente,-despertador mediante-, voy nuevamente abajo. Allí está el ómnibus de Special Tour con un tipo que tiene las características que me dio Evelia: tano, de coleta y cejas negras. Es el guía. ¿Qué le pasó? Llegó de París, cansado y se fue a dormir. Salió al paseo nocturno con las personas que trajo de París. No se ocupó de ver si habían venido nuevos pasajeros. Sin ningún remordimiento, confesó la verdad. A esa altura, los que estuvimos pendientes de ese paseo, éramos seis. Desconocidos entre nosotros, porque veníamos de cada pueblo un paisano.  Y nos quedamos sin nada. Salimos a hacer la panorámica que estaba incluida en el itinerario. Lo  más interesante es el palacio de Buckingham- residencia de la reina- pero ni se entra, ni se recorren sus jardines. Simplemente, se mira de afuera. No hay cambio de guardia tampoco. Sin embargo, como por “las garras  se conoce al león”, también por este palacio se puede apreciar la magnificencia del imperio inglés. En una de sus explicaciones, Antonio- el guía italiano- nos dice que el Novotel London West no permite cartelería (eso explica la ausencia de información, pero no justifica el que se haya ido a dormir dejándonos plantados sin el paseo de los pubs.) Ceno en el hotel: espagueti a la carbonara y una cerveza amarguísima y deliciosa: London Pride.
Los paseos siguientes son -como todos los paseos de este tipo- “estándar”. Por llamarlos de alguna manera. La guía Mercedes da explicaciones. A veces la atiendo, a veces no. Camina muy rápidamente- como todos los guías- y no quiero perderme.  Mi rodilla artrósica me responde más o menos. (O más “menos” que “más”). No me interesó detenerme a ver las momias. Las sacaron de su descanso eterno para convertirlas en un acto de feria barata. No debieron ser perturbadas. Sus mortajas, sus embalsamamientos, la delicadeza de una de ellas con los dedos vendados uno por uno, con sumo cuidado, me conmovieron. ¡Cuántos  esfuerzos hace el ser humano tratando de vencer a la muerte! (Totalmente inútil. Acá están en un museo, y son víctimas de la exhibición de este horroroso turismo masivo). Recorrimos el museo por escaleras, una única vez, por ascensor. Quedé molida. Decidí cenar en el hotel. Tiene buen restaurante y atención.
Me duché todas las veces con sumo cuidado. La bañera es alta;  tiene una única  agarradera o barrote  de seguridad. ¿Viaje “especialmente” adaptado  para personas mayores? ¡No me hagan reír, por favor! No hay en ningún lado de Londres, o de París, una “adaptación” para minusválidos, o para personas que pasen los setenta abriles.



Bañera alta y peligrosa con una única agarradera que es más bien un toallero

Se dio otro pantallazo por Windsor. También a vuelo de pájaro. Almorcé en uno de los locales, por suerte todavía farfullo  inglés y es con ese idioma que me defendí tanto en Londres como en París. La guía insistió con su prisa pero no le di pelota. Saqué fotos. Juro que si las encuentro, las pongo. 

Una novelería para mí a la mañana siguiente,  fue el “eurotunel”. Si el guía no hubiera insistido tanto con “la profundidad bajo el agua”, no me habría dado ni siquiera cuenta.

¿Curiosidades?
Las hay. Por ejemplo: el ómnibus va “entero” –adentro de una especie de “cápsula contenedora” adelante, queda un espacio, se puede bajar, caminar y usar los baños. Lo que no se debe pensar es que “arriba” hay tanta agua y que estamos a no sé cuántos metros de profundidad. Si se puede desterrar ese pensamiento maligno- que el  guía se empeña en resaltar, eso sí- es posible sobrevivir sin problemas esos treinta y cinco minutos de trayecto.
En Londres, para usar los baños, hay que pagar. A esos efectos-los ingleses no descuidan detalles- hay máquinas expendedoras de cambio. Uno le pone un billete en euros, y la máquina “escupe” monedas. Toda una novedad para mí.
"La máquina que da cambio"-toda una novedad para esta canaria cuadrada- 

En París, en Mc Donald para usar el baño, hay que digitar el código que figura en la boleta de compra. Sólo después de eso, se puede abrir la mágica puerta. No demoraremos mucho en tener esos adelantos para que el que quiera hacer pipí, pague convenientemente. 

4 comentarios:

  1. Ay Alfa que te sirva de experiencia. De todos modos, seguramente habrás disfrutado Londres y París. Espero continuación.

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    1. ¡ Habrá continuación! Mi intención fue hacer un viaje para disfrutar, pero,lamentablemente, en mi primer viaje sola, sin grupo, sin guía acompañante, sin " partenaire" fueron más las zozobras que lo disfrutable. Me servirá de enseñanza. Hasta que no pueda viajar mejor, andaré en " la vuelta corta".

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  2. Vivimos en mundos diferentes, en el 1er mundo tampoco es todo color rosa, lamentablemente guiado por las ansias de hacer mas dinero. Una pena que no te brindaron ni por cerca el servicio prometido. Espero la 2a tanda Alfa. Muchas gracias por compartir. Marta xx

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    1. Gracias a ti Marta. En realidad, casi todas las amistades que son "viajadas" me dicen que "es así", que siempre hay dificultades. Yo lamento en el alma tanta pasividad. Es así, porque se acepta ser llevado y traído como ganado. Yo aspiro a algo mejor, y si no lo consigo, no viajo más. O viajaré con la imaginación, que es otra forma de salir.

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