jueves, 22 de febrero de 2024

ACTIVIDADES DE VERANO 2024


Actividad 1) Carnaval

                                                               Foto en el teatro de verano, Propaganda de Antel
 

 Desde hace muchos años soy abonada del Teatro de Verano Ramón Collazo. Y paso el carnaval mirando los grupos que compiten.

Este año, me dediqué más a observar a las murgas, que siempre han llevado la batuta en cuanto a la crítica política y social. Por supuesto que los temas principales rondan todos los aconteceres donde hubo errores de todo tipo. Y los comentarios son muy mordaces.

Me entretienen, pero al mismo tiempo, me hartan. “Más de lo mismo” termina pudriéndome a más no poder. Sin embargo, miro con interés cuando la crítica está bien dirigida y se puede aceptar sin reparos. Dos murgas- hasta el momento vistas- son las que se llevan las palmas: una es “La Gran Muñeca” con una impecable actuación de Aldo Martínez que es un verdadero artista y hace todo bien. También me gustó mucho “Nos obligan a salir”, otra murga con críticas mordaces, pero llenas de sentido. Las dos Jimes se llevan todas las palmas. Sin lugar a dudas.

De todas maneras en el Teatro de Verano hay dos aspectos que me siguen perturbando: Uno, es el sonido altísimo que le dan a los conjuntos; lo  soluciono con tapones para los oídos,  que atenúan el rigor del impacto. Y el otro, es la tirada de papelitos, que, desde un sitio de privilegio son precipitados con máquinas mortíferas, en momentos adecuados, cuando estamos absortos mirando el espectáculo. Como las tiradas son sin previo aviso,  pueden asustar a cualquiera. Además,  los niños los recogen del piso, con la consabida mugre que eso ocasiona.

Actividad 2) Lectura

                                                          "Escribir un silencio". El libro en cuestión


Otra actividad que tiene lo suyo es la lectura. Hace poco me regalaron un libro de Claudia Piñeiro: “Escribir un silencio”; es una interesante recopilación de textos que publicó separados en otros medios. Uno de ellos me llamó mucho la atención porque lo he sufrido en persona. Hace años, iba a un gimnasio a practicar taichí. Me llevó muchos años aprender figuras y series sencillas, y, durante mucho tiempo, fui feliz. Ahora, debido a una artrosis galopante que me tiene la rodilla derecha a mal traer, no lo puedo practicar más porque cuando se ve desde afuera parece una coreografía, pero,  en la  realidad, es un arte marcial. Algunos movimientos, pueden ser defensivos y su agresividad puede lastimar al oponente.

Dentro de los múltiples deportes que se ofrecen para practicar, está “el spinning”, en los gimnasios de Uruguay,   que se lleva a cabo en unas bicicletas fijas, con un instructor que da las indicaciones adecuadas y los participantes se empeñan en seguirlos. Con una música de fondo, bastante alta también, se “suben cuestas”-hay que pedalear con más fuerza- y sirve para ejercitar la musculatura de las piernas. Tengo amigas que lo practican y salen muy  remachadas pero con la convicción de haber hecho lo debido para bajar de peso y mantener las piernas y el resto del esqueleto,  en buen estado.

Precisamente, en el libro de Claudia Piñeiro, encontré un texto referido a este asunto. Ella lo tituló: “La secta de la bicicleta indoor”. Está escrito con su maestría increíble, despliega toda su sagacidad para contar sus experiencias en este mundo que abordó-como yo- ya crecidita. El afán –el mismo que el mío- es “hacer ejercicio”. Se sabe que es una necesidad y nos anotamos, casi siempre,  sin pensar si es adecuado o no a nuestros físicos. El texto de  Claudia Piñeiro me llevó a reflexionar sobre las actividades del verano, que no siempre se adecuan a nuestros físicos o a nuestras edades, pero que tratamos de llevar a cabo para sentirnos más o menos bien.

Si lo logramos o no, no depende absolutamente de nosotros, sino de las múltiples circunstancias de la existencia.

¡Mucha suerte!


miércoles, 20 de diciembre de 2023


VEJECES

A raíz de las circunstancias de estas festicholas que se avecinan, se me han ocurrido algunas ideas que voy a resumir con la finalidad de compartirlas.

No son gran cosa, pero son, ya que en este país de acuerdo al último censo que se hizo, somos más viejos que otra cosa. Queda algún jovencito, pero no muchos, y, es conveniente precisar en qué nos diferenciamos más.

En mi caso, me vino un ataque de vejez imparable. Ya no sé ni dónde vivo. Estoy más perdida que piojo en peluca.

Todo es digital. Nadie hace caso de nadie. Las cuentas, las transferencias, los pagos, todo, absolutamente todo se realiza (o debe realizar) “on  line”. Si sabés mejor, y si no sabés tenés que tener algún chico que te asesore porque vos sola, no salís ni en broma.



Bomberito tomado de la web de Australia


Les pongo un ejemplo típico. Quise hacer una transferencia a la cuenta de una amiga, pero ¡Oh! Sorpresa, no pude porque me pedía la “llave digital”. ¿Qué es eso? Pues una manera que tiene el banco de asegurarse de que vos sos vos y no un falsificador de ningún tipo. Por lo cual, no pude hacerlo hasta que fui al banco para obtenerla. Me la habilitaron en el celular. Es decir que si no tengo el celular o lo llego a perder,  no puede operar para nada. A su vez, la tal llave digital tiene un “pin”, ¿qué es un pin? Es un número secreto que también tenés que anotar en tu memoria, porque si te olvidás, ¡marchaste!

Así ando por el mundo, perdida a más no poder, sin ilusión de que alguien me lleve el apunte; ni siquiera un bomberito australiano que se ve tan bien en la foto con sus músculos abdominales bien marcados y una sonrisa de oreja a oreja. ¿Muy joven para mí? ¡Claro! ¡No me voy anotar con un vejestorio como yo! ¡Panzón y gordo a más no poder! Quiero al australianito hermoso que aparece con un tierno gatito en sus brazos. ¡Consíganme uno así!

 

 

 

 

miércoles, 18 de octubre de 2023

PATRIMONIANDO POR SAN RAMÓN

 


El sábado 7 de octubre del 2023, fue uno de los días del patrimonio.
Había logrado comunicarme telefónicamente, con la profesora Miriam Lanfranconi, historiadora del lugar, que gentilmente me había dado datos sustanciales, por eso; esta vez, decidí conocer  una localidad que no conocía: San Ramón.
Como llegué temprano, di una vuelta por los alrededores para ver si había algún bolichito donde almorzar. Nada. Apenas un minimarket, donde un lugareño nos miraba extrañado. Como no tuve ninguna suerte,  fui a dar una vuelta por Santa Lucía, una localidad que conocía desde mi  infancia. Mi madre solía llevarme para contrarrestar mi palidez original. Lo lograba casi siempre porque la alergia que siempre me acompañó, me aquejaba por medio de unas  hormiguitas del pasto,  que me comían y me dejaban colorada como una desgraciada. Así obtenía  mi cuota solar.
En una cantina de Santa Lucía, que había abierto el día anterior, comimos unas milanesas con papas fritas. Por suerte, tenían buena calidad y sabor.
 En las primeras horas de la tarde, los establecimientos fundados por Juan Pedro Tapié,en San Ramón,   estaban —felizmente—abiertos al público. Visité la Escuela Industrial. Muy bien mantenida, con una biblioteca con muchos recuerdos, incluidos varios catálogos del ¨London París”. A los más jóvenes les comento que mediante esos catálogos, la gente del interior tenía acceso a los modelos que vendía “el London”. Todos de primera calidad, y de buen diseño.
Lamentablemente, no había nadie presente. Por lo menos en esas horas, fuimos los únicos visitantes. Los fundadores de esta magnitud no son importantes para celebrarlos en internet. No tienen mayor difusión aunque hayan sido importantes para el desarrollo del país.
Una verdadera pena que los monumentos históricos—como esta escuela industrial— no se difundan más y se hagan virales. Sería muy interesante que los jóvenes (y no tan jóvenes, porque los hay mayores que tampoco se separan de los móviles y parecen atados a ellos) dejaran de lado los celulares y se ocuparan de lo que fue de gran importancia para el desarrollo del país.
Volví con una sensación extraña, por un lado tristeza por la falta de difusión de estos lugares entrañables y por otro lado,  la agradable sensación del deber cumplido y la muy grata sensación de haber conocido un lugar más del país.
 

domingo, 13 de agosto de 2023

LEO GRANDE

 Hace tiempo que no escribo nada  sobre películas  ni series.  Durante la pandemia vi de todo. Me costó encontrar algo que me sedujera. Finalmente, di con  la película  “Buena suerte, Leo Grande”,  que  me mantuvo  prendida a la pantalla.

 

No cometo ningún delito si cuento que el argumento es conocido: mujer veterana, que nunca tuvo orgasmos —pese a haber sido casada durante montaña de años—, requiere la atención de un trabajador sexual—joven y buen mozo— para darse el gusto.

 

Este argumento, suscitó una cantidad de comentarios, —algunos muy malévolos— en las redes sociales.

No sé la edad de los comentaristas, yo los imagino jóvenes y seguros de sí mismos y de sus conocimientos sexuales.

Yo conocí mujeres—no sé si aún las hay— que padecían porque no llegaban nunca a la cumbre del placer. Muchas eran casadas, pero con tal grado de timidez que nunca se habían atrevido a plantearles estas “limitaciones” a los maridos.

En realidad, les llamo “limitaciones” porque  no sé cómo denominar a una falta absoluta de confianza en la intimidad con la pareja.

Se sabe que  cada mujer es una caja de sorpresas.  Con un marido complaciente, tendría  que lograr la satisfacción tanto como él.

 La confianza se  logra con el tiempo, con la práctica y con la dedicación que hay que darle al propio cuerpo y al ajeno.

Mi abuela de crianza, me dio una vez  una clase magistral: me enseñó su camisón de recién casada; amarillento por la edad, con un agujero en el medio. Por ese agujero—me explicaba la nona— el marido ponía su aparato. Además de esa explicación práctica; indicaba que las mujeres teníamos una sensibilidad distinta: comenzábamos por atraer al hombre por acá (señalaba el bajo vientre); después había que conquistarle acá (indicaba el estómago) y por último se llegaba acá (apuntaba, con la mano completa,  al corazón). Esos eran los “caminos”.

No me acuerdo qué edad tenía yo, pero no eran  muchos mis años y tampoco mis conocimientos sexuales como para saber si era así o no. Nunca discutí con mis nonas. Todas eran sabias y me decían lo que les parecía que me iba a servir para la vida.

Al ver las tribulaciones de la Sra. Robinson, que no es el verdadero nombre, sino el que usa para vincularse con el trabajador sexual,  (Emma Thompson—magnífica actriz—)  pensé en algunas amigas con esas  características, que  nunca lo comentaron.  Nunca pensaron que sería importante en sus vidas, tuvieron hijos, los criaron. Crecieron y se fueron. Pero ellas, no lograron nunca ninguna satisfacción sexual.

Señalo tres aspectos relevantes y efectivos:

 

1) El trabajador sexual está muy bien preparado para todo. Detalles: Cuida su físico, (es su instrumento laboral más preciado).Las cosas que le piden son rarísimas y loquísimas. No importa; él, accede porque 1) le gusta 2)  vive de eso.

 

2) Sentido del humor.  Leo Grande,  le hace una eficaz demostración de baile para darle aliento. La danza, como es sabido,  saca contracciones, y, es una de las formas más genuinas del goce corporal. En la disciplina que se llama biodanza, se hacen ejercicios en pareja y en grupo.  La danza juega un papel preponderante.  Efectivamente, puede ser divertidísimo porque el baile—fuente de placer e inspiración—, quita inhibiciones y colabora increíblemente,  en procesos de curación.

 

3) Conversación.  Se manifiestan deseos de saber  qué hace el otro, de qué vive, cuáles son sus sueños,  sus planes de futuro, y de qué manera encara la existencia. Ella—que no por casualidad fue una profesora de Secundaria—  pregunta porque siente un interés personal que nunca fue usado debidamente con nadie, ni con el marido, ni con los hijos, ni con los alumnos, ni con las amistades cercanas.

 

El filme tiene escenas rescatables, por ejemplo:

 

La danza de Leo, que hace bailar y disfrutar del momento a la pacata Sra. Robinson.

La segunda, cuando la Sra. Robinson se encuentra en el hotel con una ex alumna   que le increpa su severidad. 

Prácticamente le dice que fue ella quién la inhibió para toda la vida. Algo para tener en cuenta: ser docente no implica castigar con palabras hirientes a los adolescentes, que precisamente “adolecen” por la edad y por el desconocimiento de sí mismos y de su propio cuerpo en transformación. Esa escena, concluye con  una anagnórisis, que no la cuento porque si van a ver la película ya  la apreciarán.

Insisto: vayan a verla. Se encontrarán con un filme diferente, con un tema controversial—es cierto—pero tratado en forma de comedia, de todas maneras,  llega a recónditas profundidades.

 

 

 

 

 

domingo, 23 de julio de 2023

PUNTOS DE VISTA

 

Discutí hace poco sobre este tema: los puntos de vista. Hay algunos que son inadmisibles, , y otros, que van cambiando según pasan los años y las circunstancias.

Hoy, fui al Shopping Punta Carretas con la finalidad de hacer un par de mandados. Con ninguno de los dos tuve suerte.

En el primer caso, me tocó una vendedora de mal genio que pretendía que yo me corriera para darle paso a otra que había hecho una compra después que yo. Mientras tanto, yo buscaba mi bolsa portátil—ya se sabe que las cobran y, como mi adquisición, era ínfima, no quería pagar más nada que el producto—. Pues, la joven, de muy mal talante, retiró mi compra del mostrador, me mandó para un rincón donde penosamente, pude extraer mi bolsita auxiliar para guardar lo comprado.

En el otro caso, se trata de un libro, que tuve, que leí y que quiero releer para hacer un trabajo de un taller. Se llama “Lágrimas en la lluvia” y la autora es Rosa Montero.  Me comentaron que está “agotado”—término que por acá significa: “no lo tengo”— Insistí en que no es un libro viejo descatalogado ni nada por el estilo. Incluso, se publicó hace poco la trilogía de Bruna Husky- la tecno/ androide/ replicante/ que es la detective protagonista de las tres novelas, porque en breve, habrá una serie sobre ella y sus aventuras. No hubo caso. “—Está agotado, señora— insistió el vendedor con tan mal talante como la primera tipa que me atendió y me hizo sacar mis pertenencias del mostrador antes de finalizar la compra.

En los dos casos que relaté salí triste y abatida como lechuza en panteón.

Pero el centro de este relato no son las compras frustradas de hoy, sino el recuerdo de una profe que para mí fue señera en mi carrera, porque se preocupó para que yo siguiera escribiendo textos alusivos a lo que me mandaban. Y lo hacía con gusto. Me prestaba los textos, yo leía extraía conceptos y después leía mis engendros en el Obelisco de Las Piedras, muy feliz con la distinción.

Ella se llamaba Julia Añorga.

Ya escribí un texto sobre ella y sobre su esposo, el pintor José Gurvich—de nacionalidad lituana que vivió en el Cerro— Pero en cambio, para una amiga, que también fue alumna de ella, la destrató de tal manera, que terminó odiándola con toda su alma.

 

Como ven, los puntos de vista, difieren con los años, las circunstancias y las situaciones. Para mí fue un ángel. Para otros, no. 

*Foto tomada de internet: la profesora Julia Añorga, con su esposo el pintor lituano José Gurvich-

martes, 2 de mayo de 2023

VIAJAR

 

Durante muchos años en casa se llevó una lista  que se llamaba- y se sigue llamando- “Venga  y atrévase a soñar”. El título estaba inspirado en un programa de entretenimientos que conducía Berugo Carámbula. Allí anotábamos las propuestas más inverosímiles de un futuro que nos parecía inaccesible: no teníamos auto, no teníamos casa, no teníamos plata, no teníamos nada de nada; pero sí teníamos muchísimas ilusiones. No sabíamos cómo, pero ahí estaban muy campantes haciéndonos soñar. Probablemente estaban auspiciadas en nuestra extrema juventud que nos daba alas para muchos sueños disparatados.

De noche, vencidos por el cansancio de extensas jornadas de trabajo, soñábamos en voz alta. Iremos a tal o cual lado, tendremos tal o cual casa, nos compraremos tal o cual auto. Y así seguíamos hasta que el sueño-rodeado de tantas ilusiones- nos adormecía y nos llevaba felizmente lejos.

Yo hice-antes de salir a ningún lado- muchos viajes de estilo literario ambientados por los libros que leía. Todos magníficos libros que  entregaban conocimientos por medio de la lectura atenta,  sin salir de la casa. Viajar de verdad, pertenecía a las ensoñaciones que teníamos con diversos panoramas soñados. Así desfilaron por nuestras mentes, varios lugares de América y de Europa, con sus correspondientes lugares y destinos. No se trataba de algunos de los viajes que después hicimos auspiciados por agencias de viajes que trasladaban pasajeros como ganado, con guías locales cuyo   espíritu era compartir nada; con gestos hoscos- más siendo latinos, despreciados, por ser confundidos con porteños y sin ninguna consideración por la diferencia de pertenecer a un país pequeño, vecino de Argentina, pero con una impronta propia- no porteña, obviamente-.

Supimos tempranamente que eso no era lo que queríamos. Necesitábamos “atención  personalizada”, que la invocaban pero no la daban jamás porque eran guías sin ningún tipo de vocación. Habían agarrado ese laburo porque no había otro que les permitiera ganarse un sueldito para solventar la vida en una ciudad cara y sin posibilidades de progresar en nada.

Nadie les dijo- como hizo Martin Luther King a los suyos- que había que ser “bueno”, sin importar el tipo de trabajo, Si era un barrendero, tenía que ser el mejor de los mejores, porque esa actitud le permitiría en el futuro, enfrentar mejores trabajos con mejores sueldos y, con posibilidades de progreso. Copié el texto de King, al cual le corregiría algo de  la estructura, pero, como lo quiero citar tal cual, así lo transcribo, porque igual se entiende:

„Si un hombre es llamado a ser barrendero, debería barrer las calles incluso como Miguel Ángel pintaba, o como Beethoven componía música o como Shakespeare escribía poesía. Debería barrer las calles tan bien que todos los ejércitos del cielo y la tierra puedan detenerse y decir: aquí vivió un gran barrendero que hizo bien su trabajo. “

Fuente:
https://citas.in/frases/68288-martin-luther-king-si-un-hombre-es-llamado-a-ser-barrendero-deberia/

 

 

Por eso, considero que los viajes tienen que ser como el que hizo Ovejero (China para hipocondríacos)  o Saramago (Viaje a Portugal): cada uno disfrutando las diferencias, investigando, si se daba el caso, y sobre todo disfrutando de todo con mirada de asombro.

 

 

domingo, 12 de marzo de 2023

 

BALANCE CARNAVALERO

 


Previo al juicio de un jurado con el cual puedo estar de acuerdo o no, paso a comentar aspectos del carnaval que pude apreciar este año en el teatro de verano.

Voy, primero, por lo negativo. Los responsables de la IMM y del departamento cultural están prometiendo una mejora en las instalaciones. Me parece muy bien, si se cumplen en forma ordenada y con beneficios para el público asistente. Por el momento, hay dos aspectos que no se contemplan de ninguna  manera:

1) El aturdidor sonido altísimo, con grandes desgastes que producen demoras de más de 50 minutos. En esta liguilla, hubo dos ocasiones en que se produjo una demora que acalambró a los ya desgraciados que esperábamos la continuación del espectáculo.

 

2) La tirada de papelitos, a cada rato, de manera sorpresiva, más que una diversión constituye una manifiesta  molestia para los desgraciados de la platea baja. Esas tiradas, se hacen con unas máquinas que sorpresivamente, irrumpen y tiran. Uno puede estar comiendo una muzzarella y en unos pocos segundos la muzza se tiñe de papeles que se pegotean con el queso y no hay con qué darle después. Es probable que el efecto visual por la tv sea agradable pero para los asistentes constituyen una verdadera tortura. Por otra parte, no agregan nada al espectáculo que se está dando. Para nada. Y, además, constituyen un soberano gasto al pedo.

 

3) En cuanto a los espectáculos: si bien es cierto que el gobierno no está haciendo todo lo que podría o debería hacer, también es cierto que anteriormente tampoco se hizo. De lo contrario no hubieran perdido el poder político. Si lo perdieron, –y así fue–, lo que deberían hacer, además de la crítica que debería ser constructiva y no tan cargada de odio como la que hacen CASI  TODOS los conjuntos, habría otro cantar, más  acorde y con menos carga de congoja y rencor. Ayer, uno de los componentes de un conjunto bajó a saludar al presidente del Frente Amplio; y dijo algo que es verdad: “esto parece un comité de base”. Y sí, eso es lo que parece, porque apenas se vislumbra alguna autoridad del Frente, el teatro se pone de pie. No hay nadie que no siga la consigna cargada de odio y rencor que se percibe por todos lados.

 

En los aspectos musicales y escenográficos, creo que hay una excelente calidad llevada a cabo con grandes sacrificios. El que se dedica al carnaval no es un privilegiado de clase alta que pone lo que le sobra para sacar a su grupo, sino un ser con una locura especial que lo hace salir aunque tenga que sacrificarse el resto del año para pucherear.

No tengo juicio definido en todos los rubros, pero voy a comentar los que me parecieron los mejores.

 

En NEGROS Y LUBOLOS: Hay dos comparsas que se llevaron mis aplausos:

VALORES: El espectáculo lleva el nombre de “Entre”. El tema de actualidad, no es común en la categoría. La línea argumental nos lleva a un reino, donde el príncipe presenta ambigüedad sexual: nació varón, pero tiene dudas, (y por eso el nombre “entre”) sobre qué es, realmente: ¿varón o niña? ¿Y si no es ninguno de los dos? ¿Y si se queda, así en esa ambigüedad, será un “elle”? ¿Cómo saberlo realmente? ¿Hay formas o maneras de detectarlo? El Rey —de personalidad tradicional— ¿aceptará a un hijo/hija “elle”? ¿Qué otros cambios deberán producirse para lograr esa aceptación? Vale la pena ver el espectáculo, aunque no se tenga la cabeza para aceptarlo así como así.

 

C 1080  Es un espectáculo que respeta los cánones de las comparsas. Se titula: Madraza.  El comparsero encarnado por Nacho Cardozo, se lleva todos los aplausos: actúa, baila, canta, y  todo lo hace bien. También vale la pena verlo.

 

HUMORISTAS

El espectáculo que más me gustó es el que ofrecieron “Los rollin” con un personaje Virgilio que resultaba muy cómico. A cada momento decía: “!Humoristas!” porque evidentemente, quizás no lo fueron totalmente en alguna secuencia. A mí me parecieron muy buenos. Pero no fueron los ganadores. Lamentablemente.

 

REVISTAS

De desempeño parejo, se quedó con el primer premio la que tenía mejor espectáculo desde el punto de vista técnico. No más de eso, porque todas estaban bien.

Como balance, ya señalé que fue negativo el sonido- demasiado alto—tuve  que llevar tapones para los oídos todas las noches— y, la mugre producida por los famosos “papelitos” a los que les agregaron unas serpentinas plásticas que tampoco agregaban nada positivo.

Es de esperar que en el futuro, se hagan los espectáculos con menos agresividad para los pareceres que son diferentes y,  con más tolerancia para los que tienen otra modalidad.

 

 

 

 

 

miércoles, 15 de febrero de 2023

KILOS DEMÁS

                                      Con la gorda chica; rumbo a tomar un helado en Luciano


E
n estos tiempos que corren, se estableció una verdadera y perversa persecución a las gordas.

En siglos anteriores, las redondas campeábamos como las mejores. Yo recuerdo a mi abuela de crianza, dándome consejos para que engordara, porque, según ella,  nadie me iba a invitar a salir y mucho menos a bailar si no ganaba unos cuantos kilos de peso y me redondeaba convenientemente. Eso no ocurrió en mi juventud, siempre fui una flaca perchenta, pero, llegados los años maduros, me empecé a redondear como quería la nona. Ocurrió sin darme cuenta. Ya conté en otro artículo, la sorpresa que me llevé cuando me vi en el shopping en una televisión que captaba a los paseantes. Me había convertido en una gorda infame y no me reconocí-azorada por completo-  en la gordinflona que veía.  Fue catastrófico. Lo mismo me pasa cuando me veo en fotos actuales. No importa que ropa haya elegido para ponerme. Me convertí  sin lugar a dudas, en la encarnación de Pochita Morfoni, y, de yapa, sin adecuada movilidad en las piernas.

Hace años, me había concientizado y me puse a dieta con una especialista/ acupunturista. Tuve éxito, adelgacé 15 kilos, pero después dejé el programa de tratamiento, que, por cierto era bastante severo, y volví a recuperar los kilos perdidos y aún más.

Hoy, revisando fotos viejas, me puse melancólica. Se me dio por pensar que le erré al  tiempo de vida, porque en el siglo diecinueve, habría sido cotizadísima, como lo fue Emilia Pardo Bazán, o, sin ir más lejos, Carlota Ferreira, que cuando la vemos ahora, pensamos que habría sido muy bueno que perdiera unos cuantos kilos para que, por lo menos, le bajara la papada enorme que tenía. Esa gorda sin remedio, sin embargo,  con esa  papada kilométrica que vemos ahora, en el retrato que le hizo Blanes padre, tuvo en jaque, a Blanes padre, a Blanes hijo, y al mismo Horacio Quiroga que se había enamorado de la madre y de la hija. Además de otros tantos que deambularon  locos de amor por la rellena. Por eso, reitero: le erré a la época. Debí nacer en ese tiempo.

Pero, como no fue así, me tengo que conformar con lo que tengo actualmente y, quizás algún día vuelva la moda para las gordas sin remedio como yo. Entonces, y solo entonces, todos los kilos demás que tengo, se volverán providenciales.

 

 

jueves, 5 de enero de 2023

TOCANDO A REBATO


                                                       Imagen tomada de internet


Desde hace un tiempo, -no pude percibir cuándo porque el verano largó hace poco y yo tengo doble vidrios en ventanales para evitar el ruidaje del barrio que, fue tranqui y que ahora es un caos de ruidos de toda clase.

A todos esos ruidos se sumaron las campanazos de la Iglesia Punta Carretas, que, con un sistema electrónico, toca TODAS LAS SANTÍSIMAS HORAS A REBATO. 

Intenté llevar una denuncia al Centro Comunal No 5, donde me informaron que no se ocupan de esos ruidos, sino de los “urbanos”. Yo me pregunto ¿Qué creen que son estos campanazos a rebato durante todo el día?

¿ Quién autorizó  tanto bochinche?

Con seguridad, que quiere atraer feligreses, con respecto a mí, ni por broma de  que yo me ponga de acuerdo con más ruido del que ya tiene el barrio.

Enfrente, me instalaron dos boliches de comida. Quiérase o no, se sienten los ruidos en verano, se les dio permiso para poner las mesas afuera,-o sea los famosos “deck”  y se quedan hasta las mil y quinientas horas de charlas y más charlas. El agravante del alcohol por supuesto que se siente; más de una vez me despiertan las peleas y los gritos de los supuestos comensales.

A eso le sumamos durante el día el ruido provocado por los toques a rebato que no tienen ninguna razón de ser.

Mandé un mensaje a la Curia; no sé si me darán pelota o no, pero fue lo único que me dijeron que podía hacer.

Entre las defensas o argumentos a mi favor de la población van algunos:

*No somos población de riesgo—salvo por la pandemia—

*No todos somos católicos, apostólicos y romanos, y por esa razón en un país que se considera laico no deberíamos  tener que soportar tanto ruidaje de una única religión.

*Estamos en un siglo avanzado en cuanto a comunicaciones; no hay ningún motivo para llamar a la población con toques a rebato

* Es un verdadero atropello, permitido por  autoridades—sean los que sean que estén en el poder— que no se responsabilizan por el ruido de estas instituciones.

Lamentable, deplorable, fantásticamente repudiable.

Que Dios los perdone, y que a mí me otorgue el bien de  vivir en paz.

Realmente es lo único que quiero. Si Dios quiere.

martes, 22 de noviembre de 2022

Graff Spee Imagen de internet

                      
                                    “LAS CLARABOYAS DEL CORDÓN”

Tuvimos en el pasado casas con claraboyas. Pasaron de moda y  se convirtieron en “chalets”,  construcciones llamativas y simpáticas.

Yo recuerdo, de  mi infancia, las “claraboyas del Cordón”- el barrio donde habité en mi niñez- Ellas eran  las dueñas de los techos porque la mayoría de las habitaciones se iluminaban y ventilaban por ellas. A veces, llegaban a compartirse cuando una vivienda era habitada por dos diferentes familias. La que gobernaba el aire y la luz era una manijita —convenientemente colocada en una pared— que subía y bajaba según las circunstancias.

Las recuerdo particularmente, porque enfrente del edificio antiguo— de apartamentos con banderolas— donde yo vivía en el  barrio Cordón, había varias casas así que fueron demolidas para la construcción del Palacio Gastón Güelfi— el también  llamado Palacio Peñarol.

En una de esas casas, vivía una amiguita.  Yo solía cruzar la calle Cerro Largo para jugar y “tomar la leche”—expresión que se usaba para la merienda—

También por el mismo estilo estaba la casa de mi profesora de piano donde iba todas las tardes a luchar con algo que nunca pude entender ni  practicar: el solfeo. De todos modos,  con grandísimo esfuerzo, llegué a sacar los primeros compases de “Doce cascabeles”. Ya no los podría reproducir, pero sí recuerdo que  sufrí mucho para poder hacerlos más o menos. Si bien pude cantar/entonar y aprender algunas letras—sobre todo las que cantaba mi madre— nunca pude aprender música propiamente dicha. Para mí, eran palabras mayores.

Recuerdo con nitidez  las casas con claraboya.

 La leche era un protocolo, pero la casa con aire y luz era una dicha singular que nunca pude reproducir en ninguna otra construcción.

Tuvieron que pasar muchos años para que supiera que Montevideo había sido una ciudad copiada de las europeas, sobre todo de las parisinas que habían campeado por la zona, al punto de que una de las grandes tiendas llegó a llamarse “London—París” para dar lugar al nombre europeo que dominó buena parte del siglo veinte.

Esa tienda “por departamentos” tenía de todo. Vendía por catálogo. Desde el interior del país  se hacían los pedidos solicitando mercaderías.

Cada casa con claraboya contaba historias, cada una, la suya. Habitualmente de familias grandes que vivían juntos: padres, madres, tías, abuelas y servidumbre también. Cada pieza daba al patio iluminada por la correspondiente claraboya y, por supuesto, también aireada por la misma. En las tardes de verano, eran muy apreciadas por el frescor que emanaba de las alturas. Probablemente desaparecieron porque ya las familias no viven  más en la misma casa que los progenitores y se van a temprana edad a vivir solos. Los muchachos, emigran, en muchos casos, ayudados por sus mayores a pequeños apartamentos que son como cajas de zapatos, y los padres se van quedando solos. A menudo con la sensación de “nido vacío” que se da en esas circunstancias. Las grandes casas con claraboya son cosa del pasado, como también lo es la vida comunitaria familiar. Nos tratamos todos, pero la pandemia y también internet han sustituido las sanas costumbres de las reuniones familiares al atardecer, en torno al mate y a la costura.

Yo siempre fui una bestia completa en costura y bordado, pero de todas maneras, siguiendo las costumbres familiares,  solía sentarme con mi costurero y un montón de medias que zurcía y acomodaba lo mejor posible. No se tiraba nada de nada. Todo volvía a servir. De una sábana grande, cuando se rompía mucho, se hacía una chica, y de la chica también se hacían los trapos de cocina que, prolijos y lavados multitud de veces, seguían sirviendo a la perfección.

¿Y por qué me acordé de estas casas con claraboyas y de la vida que albergaban? Porque conforman el  pasado de los antiguos barrios.

Además escuché hace poco un precioso tango que rescata imágenes de esta naturaleza. La letra es del poeta uruguayo  Andrés Tulipano, La canta, maravillosamente bien el cantante Ricardo Olivera, acompañado por Alvaro Hagopian y su trío.  Glorias que nos quedan.   Se llama “Al Sur del Sur, Montevideo”. Pasado y presente. El Graf Spee con Internet, el sol en las claraboyas del Cordón, el percal y el sonido del celular,  el Prado y la  sombreada calle 19 de abril. Parte de una vida que fue y perdura en la poesía.

 

 

 

martes, 18 de octubre de 2022

ISOBEL RUBBO

En la década de l960  comencé mis estudios liceales en el Liceo Manuel Rosé de Las Piedras.

En La Paz, donde yo vivía, no había ninguna

 institución de Secundaria, por eso, fui a Las Piedras.

 No sufrí porque tuve un maestro, que además de

 maestro era profesor de Geografía. Desde su punto

 de vista, había que preparar a los de sexto para que

 ingresáramos sin tantos traumas al sistema de

 secundaria. Por eso razón, dividió las clases según los

 días y las horas. Sabíamos que lunes miércoles y

 viernes teníamos materias básicas, y los martes y

 jueves otras accesorias como francés— que no era

 escolar, y teatro, que tampoco lo era—. Llevábamos

 diariamente, un cuaderno de bitácora, donde

 anotábamos lo que hacíamos.

Ese sistema, “preliceal”, fue suficiente para evitarme

 dolores y sobresaltos.  Fui cursando los años, con

 notas suficientes de promoción. Incluso Matemáticas

, cuyo profesor era sumamente imperativo y temible.

 Le decíamos “puente roto” porque nadie lo podía

 pasar.  Al punto de que una vez, una compañera que

 convocó para pasar al frente, se desmayó del julepe.

Llegó así el cuarto año, con una profesora de

 Literatura que era un completo encanto. Con ella,

 aprendí a recitar a Dante en italiano—idioma que

 conocía por mis abuelas de crianza y que  entendía

 y memorizaba bien—. La profe, era rubia, joven,

 usaba el pelo largo y lacio por los hombros, y

 tenía una voz muy dulce y bien entonada. Nunca fue

 agria.  No gritaba jamás, porque su misma dulzura

 calmaba a las fieras. No había nadie, ni siquiera los

 más  traviesos que no la atendieran en clase. Las

 bestias se calmaban cuando ella empezaba. En  pocos minutos todos atendíamos completamente

 embobados,  a sabiendas de que lo mejor que nos había pasado ese año,  era ella.


A fin de año, se acordó de que yo, era una candidata

 firme para las letras y me dio anotada en una hoja de

 block sus datos, para guiarme en los estudios en el IPA.

 

Esa nota, la conservé siempre. Me sirvió, en la época

 de la dictadura para tener un contacto alentador, ya

 que una carrera de cuatro años, en esa época, con el

 IPA cerrado, me llevó ocho, con sus correspondientes

 altibajos. Unos  pocos sí,  y, otros (muchos) no.


 Ya casada y  radicada en Montevideo, supe

 nuevamente de ella por un profesor de Historia que

 tuve en el antiguo “Preparatorios” (quinto y sexto

 año, en la actualidad). Lo que supe no fue nada

 grato. Esos golpes que da la existencia cuando una

 menos se los espera. De todas maneras, contra 

 viento y marea, siguieron nuestras existencias

 andando por esos caminos que nos traza Dios o el

 destino.

El estudio de Letras— para el cual ella me había dicho

 que estaba predestinada— fue llevado a cabo

 luchando denodadamente contra viento y marea. Allí

 estuvo ella y sus alentadores consejos:


 “Hay que seguir, aunque sea en una institución privada. No hay que dejar más nada. Algún día terminará y será la coronación de tanto sacrificio”.


La volví a encontrar—siempre activa y risueña—en la

 APLU (Asociación de Profesores de Literatura del

 Uruguay). Nos pusimos al día, en mi caso, ya jubilada

 con más de sesenta años de edad, y una cantidad de

 años de experiencia como profesora. Nunca supe la

 edad que tenía, porque siempre lució juvenil y

 entusiasta, pese a las desgracias, que en algún

 momento tuvo que enfrentar con todas sus fuerzas.

 Se llamaba Isobel Rubbo. Y tuvo una intensa luz,  que

 me marcó senderos, y me alentó a no bajar la

 guardia jamás.

Y lo hice, gracias a ella.


Que su inmensa luz  siga brillando por siempre.

ACTIVIDADES DE VERANO 2024

Actividad 1) Carnaval                                                                Foto en el teatro de verano, Propaganda de Antel     De...