Los ansiados baños químicos atrás del edificio Antel |
ONG ¡Basta de demoler Montevideo! |
Desde hace unos años en el Uruguay se ha instaurado el Día del Patrimonio. En realidad es un fin de semana, y se pueden visitar lugares que-normalmente- no están habilitados para visitas. Este año, aproveché el boleto patrimonial que CUTSA y las cooperativas de ómnibus brindaron con un itinerario por Ciudad Vieja, Aguada, Cordón y Barrio Sur al módico precio de un boleto de 18 pesos que duraba todo el día. Subí en la plaza Independencia, y bajé en las paradas con carteles numerados. Decidí visitar la torre de Antel para sacar algunas fotos de Montevideo desde el piso 26.
El sábado 22 fue un día frío y con amenaza de lluvia. No permitían usar los baños del establecimiento. Habían puesto a esos efectos una serie de baños químicos atrás del edificio de Antel. Simplemente con dar la vuelta al mundo y hacer cola durante un buen rato, apoyándose primero en un pie y después en otro, -en ese gesto característico y desesperado del infinito apuro-, se podían usar esos servicios que no eran-como siempre- suficientes para la cantidad de público que se congregó. Acto seguido, esperé unos diez minutos uno de los ómnibus de las Cooperativas para seguir el recorrido. De pronto, empecé a estornudar enloquecidamente. ¿Qué rayos-por decirlo en culto- pasaba? Miré para arriba y los vi. ¡Ahí estaban al acecho mis enemigos naturales: los plátanos! Resultaron favorecidos por una ventolina considerable que desparramaba la famosa pelusilla que me produce una alergia implacable. A los estornudos los sigue un lagrimeo constante hasta que logro alejarme del peligro. Cuando subí al ómnibus, llorando desconsoladamente, los pasajeros deben haber pensado que en la torre de Antel había visto algún espectáculo sumamente conmovedor.
Desde el piso 26, que es panorámico, se pueden contemplar unas hermosísimas vistas de la ciudad de Montevideo, que aún sucia, descolorida, y con los edificios chorreteados de mugre, guarda -milagrosamente- vestigios de su belleza original. Otro lugar que visité fue el Cabildo en la Ciudad Vieja, porque en alguna de las enormes salas, exhibían muebles de época. Quise hacer lo mismo con el club Uruguay, pero únicamente lo habían abierto de mañana. Los horarios de visitas tienen sus caprichos. Finalmente, completé el paseo circular con una vuelta por las plazas donde había variados espectáculos. Lamentablemente, estaba bastante fresco y no se podía disfrutar tanto como se habría podido hacer en un día más cálido y soleado. En la Plaza Independencia, encontré a un grupo de jóvenes que portaban carteles con la leyenda “Basta de demoler Montevideo”. Me encantó que sacaran sus pancartas-justamente- el Día del Patrimonio. Prácticamente se puede decir que ya no quedan casonas, y que lo único que les interesa construir a los voraces inversores es: locales comerciales-que después quedan vacíos - y hoteles. Vencí mi timidez habitual y pedí para sacarles una foto. Accedieron de muy buena gana y hasta sonrieron. Sé que lo que piden es una utopía, pero me gustó que –al menos- la emprendiera gente joven. Ya lo dijo Galeano en su memorable “Ventana sobre la utopía”:
"Ella está en el horizonte -dice Fernando Birri-. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar".En casa, para escribir esta nota, acudí a San Google y vi que este grupo de jóvenes tiene una hermosísima página web con el mismo nombre: ¡Basta de demoler Montevideo! Son artistas, fotógrafos, arquitectos, preocupados por la destrucción masiva de una pobre ciudad desmemoriada. En la web, se pueden apreciar fotos de casonas que fueron destruidas y otras de las que lo serán próximamente. Me acongoja muchísimo la demolición de la hermosísima finca que está en la rambla de Pocitos. Yo también la fotografié, así como he fotografiado-cuando llego a tiempo, porque las máquinas son rapidísimas- muchas demoliciones de fincas de mi barrio.
Lamentablemente, pese a los esfuerzos de esta juventud consciente, como no se defiende la riqueza patrimonial, Montevideo será en breve una ciudad devorada por el Alzheimer. Y sus ciudadanos también.
-Che, ¿vos te acordás qué había acá antes?
-Pah, me parece que había un cine ¿no?
-¿Acá estaba la casa de Montero?
-¿Qué Montero, el de la calle?
- ¡No me acuerdo!