Jesús Guiral dando clases |
Reitero el epígrafe que encabeza la segunda parte de Los Altos Muros por lo significativo en el contexto de lo que le ocurre a Séan Almagro a la salida de la cárcel de Cádiz:
“Inferior to the vilest now become
Of man or worm; the vilest here excel me,
They creep, yet see, I dark in light exposed,
To daily fraud, contempt, abuse and wrong,
Within doors, or without, still as a fool,
In power of others, never in my own;
Scarce half I seem to live, dead more than half.”
De la misma manera que en la primera parte el lector tiene la fecha del nacimiento de Séan, - 12 de agosto de 1928-, aparece también la de su salida de la cárcel de Santa María de Cádiz,- 30 de junio de 1958-. El ritual de la entrega de nuevos documentos por parte de “Papamoscas”, forman parte de un renacer. Así también lo manifiesta Sean al recibirlos:
A pesar de que la ropa que le han dado para vestir no sea la adecuada, piensa:
“Soy un hombre otra vez”.
Y al salir de la cárcel: “Atrás, los altos muros y el mazacote rojo con las mil ventanitas cuadradas”.
El primer contacto con la libertad es su primera conmoción: “Viejo amigo del mundo, el movimiento.”(…) Las tierras gaditanas que luchan con el mar. Movimiento. Salta de salina en salina. Todas corren, empujadas por el movimiento…”
Se fija un propósito de olvido: “El paréntesis no cuenta. No debe contar.”
Trata de ir absorbiendo los cambios que se han producido. Insiste para ir a ver a un amigo antes de seguir el viaje. Pero ese “contacto con su vida pasada” no resulta fructífero. Rafael, el antiguo compañero, el “Quimicastro” no quiere saber nada de él, porque su vida ha tomado por otros cauces diferentes. De todas maneras, Séan-aunque siente el rechazo de Rafael- no se desalienta del todo, porque piensa que en Madrid le irá mejor.
Danny, dispuesto a ayudar a su hermano menor, le propone trabajar en el diario. Al principio Séan está indeciso, pero el encuentro causal con una joven que le gusta, lo impulsa a aceptar. A la joven le miente sobre sí mismo, no le informa sobre su pasado en la cárcel
Hay interesantes diálogos informativos de las modalidades que se encuentran para resistir. Leyendo la que cuenta Séan, se recuerdan las que sabemos que se utilizaron en los países con regímenes dictatoriales.
La cuñada de Séan, está caracterizada como una mujer cursi, superficial, teñida de rubio, con cejas y ojos negros y…católica practicante. La misa, es para ella un ritual al cual no se debe faltar. Séan lo insinúa, pero recibe de su parte una mirada de espanto. Como ya expresé anteriormente, la ritualidad religiosa se manifiesta, como una obligación ineludible pero no como una verdadera muestra de fe. Forma parte de un juego escénico.
La vida de Séan parece encaminarse: consigue hospedaje, tiene trabajo en el diario “Ahora”, lo cambia para dar clases de inglés, y sale con la joven Eugenia. Pero es la España de 1958. Los altos muros de las tenazas sociales del desprecio, del insulto, del equívoco, del poder ejercido por los otros-recuerden el epígrafe- lo van a cercar de tal manera que le van a impedir vivir libremente en su tierra. Aniquilado, lo único que puede hacer es emigrar. Lógicamente tampoco le resultará sencillo obtener el pasaporte. Sin embargo, un amigo le dará la idea de utilizar “su otra nacionalidad”, la de su madre irlandesa y hasta le sugiere un país estable en América: Uruguay.
Y la novela concluye con este final abierto:
“Borrar. Destruir el pasado. Que sólo quede un cuerpo y una voz. De Eugenia, un recuerdo vago. No la buscaba a ella tal vez, sino a la paz. Y después de todo, yo navego hacia la paz.
“¿La paz?- me pregunto sorprendido. “¿Por qué he dicho la paz? ¿Qué es lo que espero? ¿La paz de quien? ¿La paz de qué…?”
Y no lo sé.”
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