jueves, 3 de noviembre de 2011

"EL ESTONE"

Il sorpasso y sus dos bellos intérpretes
Hace unos días mi sobrinito me comentó el asombro que le causó, por su tamaño,  un cine de Buenos Aires. Eso trajo a mi memoria los enormes y lujosos cines que supimos también  tener  de este lado del río. Además de tener una capacidad estupenda, los asientos eran mullidos-“pullman, se les decía-, y contaban con una estupenda iluminación  que se iba apagando paulatinamente cuando iba a empezar “la cinta” (vieja denominación para película). En realidad, también la palabra “cine” sufrió un acortamiento, pues en sus comienzos fue “el cinematógrafo”. Como las palabras extensas no prosperan por mucho tiempo, ésta también se acortó y quedó “cine”, así como película quedó- en forma coloquial en -“la peli”.

Volviendo a los cines, los de las ciudades del interior donde pasé parte de mi infancia y adolescencia no eran tan magníficos pero sí espaciosos. En La Paz, había dos: el Victory y el Lux. En Las Piedras, creo que llegamos a tener cuatro. Los que más recuerdo son el  "Avenida" y el    “18 de mayo” en clara alusión a la Batalla de Las Piedras que tan orgullosamente celebrábamos.  Yo vivía en La Paz, por lo tanto, era asidua  concurrente a los cines de mi ciudad, pero cuando empecé cuarto año de liceo, también ahorraba parte de mi mesada para ir a las matinés-más prestigiosas- de los cines de Las Piedras. Eran interminables. Se comenzaba a primera hora de la tarde y se terminaba al anochecer después de haber visto cuatro o cinco pelis. Dos personajes típicos de  esa época eran “el acomodador” que con su linterna nos acompañaba cuando la sala ya había apagado sus luces y el “caramelero”.  Este último entraba al cine portando una gran bandeja con chocolatines, pororó, pop,  caramelos, bombones, pastillas y-de acuerdo a lo que hubiera en nuestros bolsillos- era la compra que hacíamos para pasar la dulcísima tarde de cine. Ambos personajes vestían  de riguroso uniforme. Nada de chancletas ni gorritos ni bermudas.
Como el dinero no abundaba, la mayoría de nosotros llevaba una buena bolsa de bizcochos de las panaderías locales- que eran todas excelentes-. Un recuerdo agradecido a las mantequillas  que desbordaban de crema o dulce de leche y eran de una ternura inigualable. Nada de bizcochos congelados. Se hacían a diario, como el pan. Nuestras ciudades, en las horas tempranas de la mañana olían a pan caliente y a bizcochos recién horneados. El aroma era inconfundible. Íbamos guiados por él.
Había otro cine al que curiosamente, le quisieron poner “Cine Las Piedras”, pero, como ya empezaba el prestigio del idioma inglés,  a los patrocinadores se les ocurrió ponerle: “Stone City”, con lo cual cometieron una barbaridad, porque lo que quiere decir “Stone City” es “Ciudad de Piedra”. En realidad,  los nombres no necesariamente  deberían traducirse, sino adaptarse.  Así tenemos “Nueva York” por “New York” –fácil fórmula para que el nombre no se modifique demasiado-. Pero las modas, muchas veces, ejercen un extraño poder. Hace poco, anduvo diciendo todo el mundo que se preciara;” Beijin” en lugar de “Pekín” que era la fórmula ya adaptada al español.
Los que aprendíamos inglés éramos pocos. En el liceo, el idioma de prestigio era el francés, que estudiábamos durante cuatro años. Los  profesores que teníamos no eran nativos  por lo cual nuestra pronunciación estaba “teñida” por esa carencia. Ingenuamente, pensábamos que hablábamos inglés o francés. Nada más alejado de la realidad. Cuando entré a trabajar al UAS tuve que tomar cursos acelerados en la Alianza Uruguay Estados Unidos, porque no entendía nada de lo que hablaban los profesores americanos entre ellos, y tampoco entendía un pepino  en las reuniones que siempre se hacían en inglés. Fueron muchos años de estudiar inglés en libros, cuando en realidad, los idiomas  se aprenden en la práctica  diaria, primordialmente escuchando y hablando.
 En esos cines de La Paz y Las Piedras, a los catorce o quince años empecé a ver “películas prohibidas para menores de dieciocho”. Mi tamaño baño siempre me sirvió para pasar por “más  edad” cosa que en esa época me fascinaba y ahora ya no. A veces mi altura tenía sus ventajas, a veces no. Si salía con algún muchacho un poco mayor, al poco rato, mi bobalicona guaranguez adolescente quedaba a la vista sin ningún problema y el supuesto conquistador se daba cuenta de que era una nenota envasada en un tamaño baño. Nada más.  A esa edad ya medía el metro setenta que dominó mi juventud, flaca y todo como era igual pasaba bien por dieciocho-siempre que no abriera demasiado la boca, claro-. Eso me permitió ver esas tan promocionadas "películas prohibidas" que en la época actual son tan inocentes como  Caperucita Roja.
 Habían venido a nuestras carteleras una serie de películas  que hicieron época, una fue la Dolce Vita, con Marcello Mastroianni y otra, - inolvidable  para mí: “Il sorpasso”, con dos grandes actores Vittorio Gassman y Jean Louis Trintignant. A veces, distraída,  me encuentro tarareando una de las canciones más famosas del filme, el twist: “Guarda come dondolo”.  
Finalmente, en cuanto al nombre del cine: el pomposo “Stone City” al poco  tiempo, por esa capacidad que tenemos de abreviar y adaptar quedó convertido en “El Estone”.
¡De qué otra manera le íbamos a decir!
¿A qué cine vas el próximo domingo?
¡Al “Estone”!
¿Nos vemos?
¡Nos vemos!
Les dejo el enlace para que disfruten un poco de "Guarda come dondolo"
¡Les aseguro que supe zangolotearme lindo con este twist!


3 comentarios:

  1. tE ESCRIBÍ UN LARGO COMENTARIO, PERO NO SE SI LO PERDI,,, TE LLEGÓ??

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  2. Alfa. Por algún motivo no logré “subir” un comentario mío, a tu ultimo post en Cosas de Viejucin, tu simpático blog. Lo voy a repetir ahora, más o menos. Te decía que te estaba muy muy agradecido por haberme dado el enorme placer de recordar cosas de MIS cines, cuando yo era muchacho de 15,16 años en Roma. Entonces se subía a la galería, al piso de arriba de la sala, porque costaba menos. Y además porque estaba muy poco iluminada, lo cual favorecía los inocentes desmanes de la época con nuestras enamoraditas. Y sí, también recordé la “Mascara”, la persona que con linternita nos acompañaba a buscar los sitios desocupados cuando ya la película había comenzado. Y había también en Roma, en los cine, el vendedor de chucherías, “Caramelle e mostaccioli” , gritaban y también “fusaie e bruscolini”.
    Pero, sabes Alfa lo que también me impactó en tu post?
    Esos tráiler que metiste de El Sorpasso!!!!
    Ay Alfa, ¡ese Vittorio Gassman! Yo lo conocí. Somos de la misma edad. Por varias circunstancias de la vida, durante un breve tiempo yo frecuenté el “Centro Sperimentale de Cinematografia” y el “Centro de Arte Teatrale”. Fue una experiencia de pocas semanas para mí. Lo suficiente para darme cuenta que no hubiera llegado a gran cosa en ese campo y opté para la Escuela de artes plásticas, la academia del desnudo en via Margutta con el Prof. Loy donde me encontré de inmediato en mi ambiente. Pero había conocido a Vittorio en el Centro Teatrale . Era sumamente antipático, pretencioso, se creía el más bello, el irresistible, el más hábil de todos…y seguramente lo era. Inteligentísimo. Para una interpretación de Esquilo no se contentó de una traducción, que las había y las hay por miles. El quiso aprender el griego antiguo. Y lo aprendió, ese gran hijo de p… ¡lo aprendió solamente en un año! Cuando nosotros lo estuvimos estudiando la belleza de cinco años en el Liceo de Humanidades. Todos lo admirábamos, y con una buena inevitable dosis de envidia. Mi hermanita, que también frecuentó por un tiempo ese ambiente, comentó una vez:” Ah Ese Vittorio, tiene una voz metálica que la penetra a una…”. Pobre hermanita mía, cuantas tomaduras de pelo para una frase que para ella era sin doble sentido. Y en esos tráiler, Alfa, que gracias a ti pude ver otra vez, me apareció de repente la famosa frase, el comentario de Gassman a la señora que bailaba muy apretada con él: “Modestamente…”
    Esa frase, en realidad fue solamente una palabra, pero durante muchos años, repetida, ha sido la bandera, un símbolo de las capacidades de seducción de Vittorio y con el del Italiano que él representaba.
    Y ¿ahora?
    Vittorio Gassman no existe más.
    ¿ Jean-Luis Trintignan? Irreconocible. Mejor no busques una foto de él, actual.
    Y ¿el italiano? Mejor no hablar.

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  3. ¡Muy cierto todo lo que afirmas, Aldo!
    ¡Todo pasó! ¡Los antiguos cines, los amorcitos que teníamos en la oscuridad propiciada por los acomodadores, -tú hablas de la galería, yo pienso en los asientos de la última fila- los intensísimos primeros efluvios del descubrimiento de la sexualidad, de la vida, que se va vertiginosa, los hermosos como Vittorio y Jean Louis- que también fueron “verduras de las eras”- como dijo el gran Manrique. Ya escribí sobre lo efímero de la existencia cuando mis amistades me recomendaron el taller de “El arte de vivir”. Es así. De todos modos, queda el consuelo de saber que todos los seres humanos tienen un don: sea enseñar, crear, pintar, esculpir, escribir o actuar, y por eso, es posible que alguien se acuerde de sus méritos y los “reviva” en el recuerdo.
    A veces ocurre que algún autor o creador “desaparece” por muchos años y de repente ¡zas!, lo “revive” una generación por algún acontecimiento que lo vuelve a poner de nuevo en el tapete. Así pasó con Góngora. La generación española del 27, lo “revivió”, y ahí lo tienes aún vivito y coleando como autor requerido en Secundaria. ¿Quién no leyó aunque más no sea uno de sus aclamados sonetos? Con el cine pasa lo mismo. Es un arte. Y los que lo hacen vivir son los artistas. Vittorio era-indudablemente- tal cual como lo describes; un actor que, -como muy bien decía tu hermana- “te penetraba” con su voz. Yo tengo por algún cajón, una casete antigua grabada con su voz que permanece joven e inigualable. La casete se llama “La solitudine” y contiene fragmentos de textos y poemas que viven hasta hoy, aunque él haya muerto y ya no esté “del lado de acá”.
    En cuanto a la escena de “Il sorpasso” que culmina cuando la mujer exclama:
    -¡Uhhh la la!
    y recibe como contestación:
    “…Modestamente”….
    Es- indudablemente -una de las escenas más acertadas de la filmografía mundial.
    Recuerdo otra –para mi memorable también- de una película que originariamente en su idioma original llevó el título de:
    “Some like it hot” y fue “trasvasada” al español como:
    “Con faldas y a lo loco” aunque yo la vi con otro título : “Una Eva y dos Adanes”. La “Eva” era la sin par Marilyn Monroe, cuyas curvas-naturales- dejaban sin palabras y los “Adanes” Tony Curtis y Jack Lemmon. En la escena, el personaje “femenino” de Lemmon trata de convencer al millonario encarnado por Joe E. Brown de que no puede “casarse” de ninguna manera con él. Y el diálogo es más o menos así:
    -In the first place, I’m not natural blonde.
    -Doesn’ t matter.
    -I smoke. I smoke all the time.
    -I don’t care.
    -I can never have children.
    -We can adopt some.
    - You don’t understand! ( Se saca la peluca) I’m a man!
    -Well. Nobody is perfect!
    ¿La recuerdas, verdad?
    Bueno, estos recuerdos tienen como objetivo levantarte el ánimo.
    ¿Entiendes? ¡El arte permanece!
    Así que tú que tienes el don del arte: ¡Sigue creando, amigo! ¡No dejes de hacerlo!

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