Grupos en bici sobre las veredas de la rambla |
Cartelito inútil en el Shopping Punta Carretas |
Ya nos hemos dado cuenta de que la falta de respeto campea en todos los ámbitos sociales porque no se respeta a nadie, ni en ninguna circunstancia; no importa que usted tenga ciento veinte años, y trate-penosamente- de subirse a un ómnibus montevideano; tampoco importa que usted esgrima un bastón u otro aparato con el que en forma lamentable se arrastra hasta llegar a la escalerilla del susodicho. No. No importa. El conductor apretará el acelerador con ímpetu y usted deberá aferrarse con uñas y dientes de los pasamanos o de otros pasajeros, mientras una manada de inadaptados le pasará por encima, logrará sacar el boleto de la jodida maquinita, llegará a un asiento vacío y posará sus asentaderas, mucho antes que usted logre con la inseguridad de sus movimientos reumáticos, poner un piecito en el último escalón. Después de lograr la hazaña de hacer todos esos movimientos que para los jóvenes es algo simple, mirará desolado para ver si alguien le cede un asiento que su edad y condición demandan. Verá que todos miran distraída y empecinadamente por la ventanilla y no habrá ninguna circunstancia que los saque del embelesamiento que les produce el hermoso paisaje ciudadano. Quizás algún guarda-mujer u hombre que los hay ahora de ambos sexos- se apiade y le indique en forma perentoria a alguno de estos distraídos que libere los sitios que se destinan a los discapacitados o a las mujeres embarazadas. Quizás. Ojalá que tenga suerte. Usted ya sabe que cada vez que sale a la calle-generalmente para ir al médico o para hacerse análisis- tendrá que enfrentar todos los peligros de la jungla mancomunados en las actitudes de nuestros conciudadanos- conste de que empleo el masculino en forma genérica-, tal cual se aconseja hasta el hartazgo en las gramáticas actualizadas- que no le darán tregua y contra los cuales se tendrá que medir en las diarias refriegas del “sálvese quien pueda”.
No se descorazone, no está todo perdido. En cualquier momento, la IMM-que no importa qué partido la haya ganado, porque todos proceden de la misma manera –le inventará unas propagandas muy hermosas-, y, sin duda, sacará alguna campaña para ayudarlo a que usted pueda usar con eficacia el transporte capitalino. Reforzará el uso de los bonitos ómnibus con escalerillas hasta el cordón de la vereda-yo solo vi uno en televisión- para que no tenga que hacer acrobacias elevando su pierna como si fuera Julio Bocca. Hasta es posible, ¿por qué no? que usted pueda aparecer en el aviso correspondiente, con su mejor sonrisa-Corega, con el bastón en alto, como bandera de su triunfo sobre la edad y sobre la maldad humana. No me va a negar que la propaganda con esa imagen podría ser eficaz. Soy una publicitaria frustrada por eso no le cobro la idea. Úsela, llévela a la IMM a Cutsa a Copsa y a las otras cooperativas. Todo puede suceder.
De la IMM recuerdo una de esas bonitas convocatorias que pagamos todos los montevideanos. Todavía queda algún cartelito sobre el enjardinado del Shopping Punta Carretas- perdone que siempre lo nombre, pero es el de mi barrio- El cartelito dice lo siguiente y tal cual lo transcribo: “SI TU PERRO TAMBIÉN ES DE HISTORIETA, ZAFASTE, SINO (SIC) LIMPIÁ” ¡Qué poesía!
Yo no sé si los ciudadanos encuentran que el mensaje es muy críptico, porque hay que ir mirando siempre para abajo para no pisar lo que ya se sabe de los perros, y, en mi caso,- que les tengo terror- tengo que cruzar de una vereda a la otra porque circulan sueltos unos enormes mastodontes por los lugares que son para caminar: por ejemplo, la vereda del Club de Golf o la rambla, y por todos los otros lugares de la ciudad que NO SON PARA CIRCULAR CON ANIMALES SUELTOS. Hay una disposición –también municipal- que “exige”- es un decir- que los dueños lleven a sus perros con cadena y bozal. Ayer, en mi diaria caminata a pedido médico, crucé varias veces la vereda evitando unos enormes perros-policía que andaban sin ningún tipo de seguridad y que se acercaban peligrosamente a los caminantes. Cuando quedé-de golpe- parada frente a uno de estos enormísimos animales con cara de pocos amigos, un señor muy paquete, que venía corriendo con suma elegancia me comentó: “No se preocupe, no hace nada”. Yo, quedé tan paralizada, que ni siquiera pude sacar mi ímpetu habitual para contestarle. Eso sí, hice ejercicio. Cruzar veredas de un lado a otro también es hacer ejercicio.
Otro ejercicio es, -dentro de lo que vengo comentando-, esquivar las bicicletas. Increíblemente, ¿Increíblemente? también les ha dado a ciertos ciudadanos montevideanos por andar en sofisticadas máquinas, a velocidades increíbles- con equipos también especiales, incluidos cascos, rodilleras, coderas y toda la parafernalia moderna- SOBRE LAS VEREDAS. ¡FALTABA MÁS! Y no es un ciclista. Son grupos. TODOS SOBRE LAS VEREDAS. Así que si usted siente un vientito que le sopla mientras camina y no proviene del mar- ¡No ose “salirse” de su línea por nada del mundo! ¡Por favor! Haga como el personaje Melvin Udall (Jack Nicholson) de “Mejor… imposible” y desarrolle su pequeño trastorno compulsivo obsesivo propio: camine pisando las baldosas sin salirse de las líneas porque “la embestida baguala” de una o varias de estas bicis puede resultar fatal. A usted. A ellos no. Ellos andan protegidos. Muy protegidos. Si quiere verlos, tanto a los mastodontes perros, como a sus desaprensivos dueños e inconscientes ciclistas. Dese una vuelta por mi barrio.
Para terminar: ¿SOMOS TRANSGRESORES LOS URUGUAYOS? Si quiere, contésteme, y si no,(separados los dos términos porque no estoy usando la conjunción adversativa "sino" jejejejeje) por lo menos, piénselo.
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