jueves, 30 de noviembre de 2017

V E R S A L L E S


Los jardines versallescos tienen estatuas como esta 


Esta fue la más masiva de las visitas que hice en París. En el bondi íbamos cuarenta y seis personas- de cada pueblo un paisano- Nos largaron en el jardín enormísimo, y nos indicaron cómo hacer para salir, “siguiendo la valla blanca” y cada uno a su aire. Había una enormidad para recorrer porque los jardines son- precisamente- “versallescos”: enormes, majestuosos, con magníficas estatuas, caminos, lagos, en fin, un verdadero jardín francés.  (Que no es ni inglés, ni chino). Recorrí y tomé fotos, pero hacía un frío descomunal, por lo cual me decidí-antes de enfermarme- a recorrer la valla blanca, encontrar un baño y  la cafetería para mandarme a bodega un buen “chocolat”.

Algún día te veré con menos frío, Versalles 

Después se haría la visita al palacio. Como la guía fue la misma chiquitina maldita que nos llevó el día anterior, no me hice ninguna ilusión sobre la visita palaciega. Además, el buen gusto del chocolate y un mantecado me devolvieron el alma al cuerpo. Me perdí un rato en mis propios pensamientos- cosa que el genial Cortázar recomendaba hacer lo más frecuentemente posible- y, mientras, bebí con verdadero deleite la delicia caliente. No me acordé de ninguna manera si la visita iba a comenzar a las dos, o, a las dos y cuarto.  Decidí que no estaría  mal ir a la puerta B-como recomendó la de las gárgaras- para hacer el recorrido. Cuando llegué a la puerta B, el guía general, Antonio, el español, estaba desalado esperándome. Ya habían entrado. Por lo cual, me asignó a otra guía, un poco más amable,  que de inmediato me aclaró  que si revisaban el número de visitantes, ella tendría veintiuno- uno más- por lo cual  yo debería indicar que no la conocía- Todo esto con una sonrisa de oreja a oreja. Y yo esbocé otra, pero me quedé pensando para qué mierda había pagado todo lo que pagué si prácticamente iba a estar de incógnito. Me enteré entonces, -no antes-,  que Special  Tour, lleva varias “excursiones”, en múltiples ómnibus,  de más de cuarenta personas cada una y, las  divide entre  guías locales en grupos de veinte. De más está decir que veinte personas es un número copioso, por lo cual aunque nos pusieron microfonitos para escuchar lo que decían, no entendí ni capté un pepino.  Me quedó una vaga idea de que fue Luis XIV el que mandó construir el palacete, con una  “sala de espejos” famosa- que la hizo para alardear entre la nobleza que se  ponía verde de envidia-, y, que los majestuosos jardines eran recorridos asiduamente por su majestad en compañía de los nobles invitados, aunque quedaran morados de frío porque el rey no lo sufría y, por lo tanto, no le importaba. Además, daba conciertos, y danzaba- en los jardines- sin importarle en absoluto  la helada temperatura. Se preguntarán por qué hago tanto hincapié en el frío. Pues bien, porque hacía un frío  tan considerable que me impidió disfrutar enteramente del paseo. Por lo cual pude ponerme en la piel de los cortesanos que habrían sufrido lo mismo o más.
Otro paseo para volver a hacer con otro ritmo, otro guía-personalizado-, y tiempo suficiente para recorrer y ver.

Más jardín 


También hice un paseo en el “bateu mouche”. Sencillamente, olvidable. El frío era tan intenso al anochecer que dando diente con diente, lo único que deseaba intensamente era volver al abrigo del hotel. 

domingo, 26 de noviembre de 2017

TRIBULACIONES CON WORD


En el eurotunel- el ómnibus entra  "entero" y después se puede bajar. Hay baños y café-
No le hagan caso al guía. Es cierto. Están a muchos metros abajo del agua, pero es totalmente hermético.
 Se pueden morir tranquilamente. 

Los ingleses no tiran nada. Reconstruyen todo. Acá tienen una casa que está siendo reciclada. El estilo se mantiene.
Es probable que el interior se modernice absolutamente, pero la fachada permanece tal cual como era. 
Puse  alguna foto que quedé debiendo de la anterior entrega.


Esta es la segunda vez que escribo este texto porque el otro, por misterios del Word, resultó perdido irremediablemente. Me da pena porque me había quedado bastante bien, pero ta, voy de nuevo.

PARÍS

“Bien vale una misa”, dijo la guía que indicó el rey  protestante que quería reinar en el  París católico. Y yo afirmo lo mismo, y le agrego que también vale unos cuantos perifarflex para poder recorrerlo con velocidad similar a las de las guías locales.  La que me tocó en el París diurno, era una pequeñita- y no es discriminación sino la pura realidad- ya que no se veía en la maraña de personas que íbamos en los paseos. Además de pequeñina, llevaba un paragüitas- acorde a su tamaño, también diminuto, pegado a su cuerpo-, por lo cual, no se veía ni ella ni el adminículo que supuestamente tenía que indicar su locación.

PARÍS DE NOCHE

Y a vuelo de pájaro, fue lo que fue, con esa guía olvidable que, para colmo de males hacía gárgaras para hablar francés. Le entendí nada más que Francois Miterrand, porque lo nombró varias veces, y al final, me di cuenta, pero el resto no sé. Antonio,­– el español, no el italiano que se quedó después del cruce de Londres a París–, llevaba el control de los que íbamos en el tour. De todas maneras, aunque el tour no fue ni lejanamente lo prometido en catálogos y agencias, la magnificencia de París saltó desde sus monumentos emblemáticos y se impuso con su belleza. Volví a revivir los paseos que hicimos con mi esposo las dos veces que fuimos a Europa, porque también fueron así, pero, como éramos relativamente jóvenes y sin grandes dolencias, caminábamos a la par de los correcaminos que nos tocaron.

El monumento más impactante de ese paseo nocturno  –al menos para mí- fue la Torre Eiffel. A cada hora, la iluminaban con luces centelleantes. Le saqué fotos, obviamente que  de lejos. Tampoco pude entrar; no estaba prevista ninguna entrada, pero igual  resultó inolvidable. Y quedan ganas de volver para verla de cerca, subir por ascensor hasta donde se pueda, y comer en alguno de sus restaurantes. Me dijeron que hay uno inaccesible para el bolsillo del turista común, y otro más o menos que aunque sea una vez en la vida hay que conocer. Y debe ser así.
La torre y yo. Con un frío descomunal. 


PERDIDAMENTE CRONOPIO
A la vuelta del paseo diurno por el París panorámico, y ya en el hotel, tuve que solicitar ayuda para abrir la valija. Como nos dijeron que en París había muchos “carteristas”- o sea punguistas- dejé adentro, mi bolso de calle con los documentos, pasajes de avión, y demás enseres. Simplemente, llevé  la máquina de fotos y unos euros suficientes para alguna compra de ocasión. Obviamente que la cerré con el candado. Pero: ¿Dónde estaban las llaves de casa y las del candado? ¡En el bolsito de mano! En uno de los comercios compré un candadito minúsculo que parecía de juguete. De la recepción me mandaron un enorme senegalés con una pinza tan grande como él. Cortó el candado como si fuera un pastelito. Recuperé todo. Y guardé lo más importante en la caja fuerte. (Sí. Había caja fuerte en la habitación. Y con código. Por eso, afirmo que soy perdidamente cronopio.)
Nos dieron un tiempo para comer en las inmediaciones del Louvre, y me decidí por un Mc Donald, no por bueno, sino por conocido. Vuelvo al Louvre para iniciar la visita- otra a vuelo de pájaro, por supuesto-

El Louvre es enorme. Y la visita es por escaleras. Vi de lejos a la Mona Lisa- ya sabía que era una pintura pequeña, no me acerqué, y ni siquiera lo intenté porque el gentío era monumental. Me detuve más que nada a observar a “la Venus del Nilo”-dijera Cortázar en uno de sus cuentos- que es de una belleza apabullante, aunque la guía de las gárgaras  recomendaba más a la “Victoria de Samotracia” yo considero que la Venus está dotada de una fina sensualidad. Me perdí pinturas y vistas de  otros salones, pero le saqué alguna foto. Qué joder. Aquí están.
 
" La Venus del Nilo"- dijera Cortázar en uno de sus cuentos-

La misma, de atrás- como se puede apreciar una belleza sensual total






viernes, 10 de noviembre de 2017

TRIBULACIONES DE VIAJE DE UNA ADULTA MAYOR

Piernas comprimidas por el asiento de adelante tirado para atrás

Asiento que me dieron a la ida-con pago previo- 
 Ya se sabe que los cronopios aunque hagamos incalculables esfuerzos, tendremos- siempre- dificultades. No hay manera de escaparse de ellas. Yo no las acepto así nomás, pero sé  que  es imposible lograr nada mejor. A la ida- viaje largo de doce horas-tengo que ir en el asiento de avión que pude comprar que es  de los estrechos, no tengo más remedio que plegarme a los caprichos de la que va adelante, pero, por una de esas casualidades vienen vacíos  dos de los codiciados asientos delanteros de emergencia y el azafato me invita a ocupar uno. El  vuelo fue irregular con muchas turbulencias en varios pasajes por lo cual fuimos atados casi todo el viaje. Al llegar a Barajas me dieron asistencia con la silla de ruedas. En tan inconmesurable extensión me podía perder y, además la artrosis de rodilla izquierda, aún con medias de descanso, y sentada en mejor posición me tiene a mal traer. Por suerte, la pedí porque la terminal para la conexión Madrid- Londres, queda en el culo del mundo. El avión de conexión es aún peor que el primero –con tres asientos de cada lado–. Al llegar a Londres, me vuelven a asistir; el interrogatorio me lo hace un paquistaní o algo parecido que tiene un inglés marcado por el acento y me resultó fácil entenderlo. La mayor contrariedad fue que a la llegada a Londres, no había venido el “transferista”. ¿Qué es un transferista, se preguntarán? Es una palabra inventada del inglés “transfer”- es decir: un conductor cuya misión es llevarme al hotel. El que me asiste con la silla de ruedas, me pide el “número de emergencia”, pero, el mismo, tiene característica de España. En las cabinas de emergencia no me dan gratis una llamada internacional. Por esa razón voy a un cambio y pido monedas para hacer el llamado. Finalmente, el hombre aparece-tarde-no habla ni español ni inglés o se hace el que no habla para no dar explicaciones-  me lleva al Novotel London West. No terminan ahí mis tribulaciones: las habitaciones no las entregan hasta las 14 horas. En todos los hoteles dan las habitaciones a partir de esa hora- no antes- Son las 11 de la mañana- hora local-. Tengo que esperar, después de  15 horas de vuelo, más la hora de tiempo perdida  en el aeropuerto, tres horas más. Logré comunicarme con la agencia de Montevideo, pero, con resultado negativo. No les faltó nada para tratarme de tarada: ¿Cómo no voy a saber que los hoteles no dan las habitaciones hasta esa hora? Insisto. ¿Por qué no me ofrecieron pagar un “early check out”? Ya lo hice en alguna otra oportunidad, y de esa manera, al llegar, molida, del viaje tengo  la habitación. No hay caso. Es inútil discutir cuando las cosas están mal hechas. Solo resta aguantarse y ver si en el futuro, se mejoran.
Después de estas tribulaciones, sucedieron otras. ¿Dónde estaba el guía de Special Tours? Esa misma noche,-según el programa-  se ofrecía un paseo por los pubs londinenses con una parada en uno de ellos y una copa. Pregunté lo mismo, a diferentes horas,  a distintas recepcionistas. Bajé y subí a los dos pisos donde había recepción de pasajeros. Nadie sabía nada de nada. Una, incluso, llegó a decirme: “It is not my business”- Así nomás. Finalmente, decidí comer y tomar algo. Una manera de calmarme y pensar. Porque a esta altura: ¿”qué mal le puede hacer una mancha más al tigre”? Me siento en el Bar, me pido una Margarita y un sándwich. Observo el entorno repleto de congresistas. Ni un puto cartel anunciador de ningún paseo, de ningún tour. Los carteles, responden únicamente a los Congresos que se llevan a cabo en el hotel.
Finalmente, a las 14 horas, me atiende otro recepcionista del turno siguiente para el “check in”. Empieza el ritual del interrogatorio en inglés y cuando me pregunta la nacionalidad, me dice ¿y por qué no hablamos mejor en español? El simpático Diego, argentino, y eficiente, me dice que Special Tours hace sus “puestas” los lunes alrededor de las 19/ 19.30. Bien. Me da el tiempo para descansar y volver a la carga. Me voy a la habitación. Pongo a cargar el celular- ¡aleluya! ¡El cargador viajero funciona! Carga lentamente, pero funciona. Descanso un  rato y vuelvo a la recepción a buscar al guía. En la recepción pido instrucciones para conectar el wifi- no hay en todos lados como en Montevideo- en el hotel hay que poner una clave para poder usarlo, lo logro y mientras espero, para ver si aparece el guía. Me pongo al día con los mensajitos. En una de las recepciones, encuentra a otra joven que lo conoce. Me lo describe como un italiano,  de coleta y cejas negras. Nada. Decepcionada, me pido una cena. Miro TV un rato, extraño el acento, pero entiendo, y finalmente, me duermo fundida por completo. Al día siguiente,-despertador mediante-, voy nuevamente abajo. Allí está el ómnibus de Special Tour con un tipo que tiene las características que me dio Evelia: tano, de coleta y cejas negras. Es el guía. ¿Qué le pasó? Llegó de París, cansado y se fue a dormir. Salió al paseo nocturno con las personas que trajo de París. No se ocupó de ver si habían venido nuevos pasajeros. Sin ningún remordimiento, confesó la verdad. A esa altura, los que estuvimos pendientes de ese paseo, éramos seis. Desconocidos entre nosotros, porque veníamos de cada pueblo un paisano.  Y nos quedamos sin nada. Salimos a hacer la panorámica que estaba incluida en el itinerario. Lo  más interesante es el palacio de Buckingham- residencia de la reina- pero ni se entra, ni se recorren sus jardines. Simplemente, se mira de afuera. No hay cambio de guardia tampoco. Sin embargo, como por “las garras  se conoce al león”, también por este palacio se puede apreciar la magnificencia del imperio inglés. En una de sus explicaciones, Antonio- el guía italiano- nos dice que el Novotel London West no permite cartelería (eso explica la ausencia de información, pero no justifica el que se haya ido a dormir dejándonos plantados sin el paseo de los pubs.) Ceno en el hotel: espagueti a la carbonara y una cerveza amarguísima y deliciosa: London Pride.
Los paseos siguientes son -como todos los paseos de este tipo- “estándar”. Por llamarlos de alguna manera. La guía Mercedes da explicaciones. A veces la atiendo, a veces no. Camina muy rápidamente- como todos los guías- y no quiero perderme.  Mi rodilla artrósica me responde más o menos. (O más “menos” que “más”). No me interesó detenerme a ver las momias. Las sacaron de su descanso eterno para convertirlas en un acto de feria barata. No debieron ser perturbadas. Sus mortajas, sus embalsamamientos, la delicadeza de una de ellas con los dedos vendados uno por uno, con sumo cuidado, me conmovieron. ¡Cuántos  esfuerzos hace el ser humano tratando de vencer a la muerte! (Totalmente inútil. Acá están en un museo, y son víctimas de la exhibición de este horroroso turismo masivo). Recorrimos el museo por escaleras, una única vez, por ascensor. Quedé molida. Decidí cenar en el hotel. Tiene buen restaurante y atención.
Me duché todas las veces con sumo cuidado. La bañera es alta;  tiene una única  agarradera o barrote  de seguridad. ¿Viaje “especialmente” adaptado  para personas mayores? ¡No me hagan reír, por favor! No hay en ningún lado de Londres, o de París, una “adaptación” para minusválidos, o para personas que pasen los setenta abriles.



Bañera alta y peligrosa con una única agarradera que es más bien un toallero

Se dio otro pantallazo por Windsor. También a vuelo de pájaro. Almorcé en uno de los locales, por suerte todavía farfullo  inglés y es con ese idioma que me defendí tanto en Londres como en París. La guía insistió con su prisa pero no le di pelota. Saqué fotos. Juro que si las encuentro, las pongo. 

Una novelería para mí a la mañana siguiente,  fue el “eurotunel”. Si el guía no hubiera insistido tanto con “la profundidad bajo el agua”, no me habría dado ni siquiera cuenta.

¿Curiosidades?
Las hay. Por ejemplo: el ómnibus va “entero” –adentro de una especie de “cápsula contenedora” adelante, queda un espacio, se puede bajar, caminar y usar los baños. Lo que no se debe pensar es que “arriba” hay tanta agua y que estamos a no sé cuántos metros de profundidad. Si se puede desterrar ese pensamiento maligno- que el  guía se empeña en resaltar, eso sí- es posible sobrevivir sin problemas esos treinta y cinco minutos de trayecto.
En Londres, para usar los baños, hay que pagar. A esos efectos-los ingleses no descuidan detalles- hay máquinas expendedoras de cambio. Uno le pone un billete en euros, y la máquina “escupe” monedas. Toda una novedad para mí.
"La máquina que da cambio"-toda una novedad para esta canaria cuadrada- 

En París, en Mc Donald para usar el baño, hay que digitar el código que figura en la boleta de compra. Sólo después de eso, se puede abrir la mágica puerta. No demoraremos mucho en tener esos adelantos para que el que quiera hacer pipí, pague convenientemente. 

jueves, 9 de noviembre de 2017

NUEVO DISCO PUNTA CARRETAS

Rampas para subir y bajar 
Hoy fui por primera vez. Como siempre, con mi carrito de compras.
Comprobé que me queda más lejos, que la zona está toda en construcción- el barrio sigue jodiéndose con más edificios- y, por sobre todas las cosas me pareció enormísimo. Y carísimo. No sé si la impresión sobre los precios es consecuencia del viaje a Europa donde pese a la mala atención, logré sobrevivir con pocas libras y euros.


Enormísimo 

No traje casi nada: una rúcula, quince huevos, seis pancitos de manteca, jamón etiqueta azul Centenario, un trozo de panceta y un pomo de talco.  Gasté más de seiscientos pesos. Un verdadero disparate.
Volví por la calle Francisco García Cortinas, esquivando automóviles, taxis, y camiones. No ómnibus porque no pasan por ahí, pero no hay en las veredas ningún lugar disponible para peatones. Todo está ocupado por las diversas construcciones.

Afuera: Todo en construcción 

Como ya dije el nuevo Disco es enormísimo. El otro no tenía escaleras; este tiene rampas para subir.  Me cuesta “ayeitarme”, porque  el otro era íntimo, tenía más que sabidos los lugares para las compras de lo que precisaba y casi se podría decir que iba de ojos cerrados. Acá no. En tanta enormidad me hicieron falta mis lentes de distancia para ubicar la cartelería y los productos. Me va a costar sentirme a gusto en tamaño universo de cosas. Me doy cuenta de que a medida que envejezco los cambios me cuestan mucho más. Y sigo insistiendo en que necesito un mayordomo que realice las tareas que a mí me cuestan. Los mandados, ahora, con tamaña disposición de lugar ya me cuestan también. Una lástima porque hasta hace poco me gustaba hacerlos.

 
¿ No es verdad que se extraña el otro "Disquito"?

  “VIEJO BARRIO QUE TE VAS ”   Desde que vivo en Punta Carretas, el barrio se fue transformando en forma lamentable. Hay construccione...