martes, 10 de diciembre de 2013

ADULTA MAYOR RECIBIDA

¡Gracias, Fernando Botero!
A raíz del comentario que hizo mi amiga Mabel en Facebook  vuelvo a escribir otra vez sobre la  “adulta mayor” o de  la “tercera edad”. Mabel se dio cuenta de esto en un avión cuando un “azafato” le cambió el refrigerio por otro más “blando”- Evidentemente, no sabía si ella y el esposo, tenían los dientes necesarios como para comer “cosas duras”. –Ella que tiene un excelente sentido del humor se divirtió con la ocurrencia, mientras el azorado “azafato” cambiaba de colores por la vergüenza.
A mí me “cayó la ficha”-ya lo saben- cuando fui a renovar la cédula  porque  cuando me la entregaron me di cuenta de que al ser mayor de sesenta años, aparecía el rótulo de “sin vencimiento”. Es decir, que ya se suponía  -como decía el Cuque Sclavo-que  “me quedaban pocos cortes de pelo”. ..
Me di cuenta de que mi  antiguo esbelto cuerpo había cambiado  -y también lo conté- cuando vi en una TV de control del Shopping a “una gorda que tenía un buzo igual al mío”. Demás está decir –para mi gran consternación-que “la gorda con el buzo igual a mío” era yo misma.
En la cotidianidad se van sucediendo hechos que nos distinguen como “adultos mayores”: ya no nos tutean como antes en los comercios, o, en su defecto, el tratamiento oscila entre el voseo y el “ustedeo”. La semana pasada me sucedió otro episodio del “azoramiento del cisne entre los charcos”-dijera Rubén Darío- : una joven se levantó de su asiento en el ómnibus y me lo ofreció. ¡No se asusten! ¡No era una uruguaya sino una extranjera! Me lo ofreció con un gesto, yo le di las gracias- un poco desolada no lo niego- Después la oí hablando con otro pasajero en un idioma desconocido. No me volvió el alma al cuerpo pero me “situó”.
Cuando salgo con el auto, usualmente me caen varias fichas juntas.
Algún apurado me “pide paso” a bocinazos  o me larga algún  “¡vieja de mierda”!  En general no respondo nada, verifico por el retrovisor y sin decirle ningún improperio, le dejo paso al maleducado. Pienso siempre que por más  prisa que tenga en ese momento,  nada ni nadie lo va a salvar de la muerte- “la  gran igualadora” de multitudes-. Hace unos días, mientras “peludeaba” para  estacionar mi auto, en un espacio pequeño cerca del Shopping, una tipa- que iba de acompañante- me gritó: - “Che, pelotuda: ¿por qué no te tomás un taxi?” Ese día me agarró revirada y le grité: “-¿Por qué no me prestás a tu gordi para que me lo estacione?” Al  hombre le divirtió mi exclamación, se bajó de su auto, se aproximó  con una gran sonrisa amistosa, me preguntó si realmente quería ayuda, le dije que sí,  y me lo estacionó en un periquete mientras la mujer seguía vociferando. Terminada la exitosa maniobra, lo agarré de un brazo, y le di un beso. Me dijo emocionado: “¡Bueno, no es para tanto!” Le contesté también a las risas: -“¡Sacale un poco  las ínfulas a la enana que llevás al lado!”- Se fue riéndose a carcajadas. Ignoro si le dijo a la malhumorada o “mal ya se sabe qué”, lo que le comenté a lo último.
Estas anécdotas nos sitúan en una triste realidad. A nadie le gusta encanecer, envejecer, engordar, echar panza, tener varículas y arrugarse. Pero indefectiblemente, son hechos que nos van ocurriendo a medida que pasan los años. En esta sociedad que ha hecho que la delgadez y la juventud sean considerados valores prioritarios tenemos una gran cantidad de personas-tanto hombres como mujeres- que se someten a  consultas con especialistas que los torturan con unas crueles dietas de hambre  a los efectos de mantenerse dentro de  un ideal de belleza que dista una enormidad del que  nuestros tipos genéticos nos deparan.

¿Por qué no? 

Fui joven y despreocupada, tuve mis medidas acordes a mi juventud y he ido envejeciendo casi sin darme cuenta. Sin embargo, con estos 68 que se me tiraron encima,  me vino una especie de desazón que antes no había sentido. Pueden influir varios factores: la balanza se va inclinando hacia los 70; no tengo más a mi tierno esposo que me quiso siempre como era o como iba siendo; e-indudablemente-  la vida se pianta y se siente que queda menos hilo en el carretel. Todos esos factores pueden estar influyendo. De todos modos,  tengo claras algunas cosas: no me voy a dejar ningunear. La verdad es que nunca me dejé ningunear. Cuando entré a trabajar al UAS más de un alma podrida me anunció que no podría permanecer trabajando allí más que como suplente, porque mi inglés “no era perfecto”. El inglés lo mejoré con cursos pero más que nada en la práctica con mis colegas americanos que no hablaban español. Cuando  la Directora se fue a Europa a perfeccionar sus estudios me dejó   de Subdirectora de Secundaria. Terminé como Profesora-Coordinadora del Departamento de Español  y me retiré después de trabajar-con bastante éxito-  veinte años en la institución.  Por eso lo que afirmo, lo afirmo con conocimiento de causa. Es necesario alejarse de las personas con mala vibra  que no nos dan apoyo o que no confían en nuestras capacidades. Debemos afirmar criterios propios sobre gustos, vestimentas, cortes de pelo, kilos acumulados y demás. Los intentos de manipulación pondrán a prueba nuestra capacidad de resiliencia. Si así lo queremos, defendamos nuestro derecho a “tener panza”. Ya lo dije, pero parece que no se entendió: forma parte de nuestro sello genético; si un buen día después de recibir una crítica cruel,  nos la miramos al espejo y nos ponemos a llorar,  es el momento más adecuado para colocarnos  un lindo “piercing”  de plata en el ombligo y empezar a  mostrarla. Con orgullo.
Si otros quieren mantenerse delgaditos y esbeltos  pensando que así tendrán más aceptación o que le van a ganar a la huesuda, allá ellos. Yo estoy luchando para recibirme de “adulta mayor”. Si es posible, “con diploma de honor”. Me lo merezco.
Suculento plato casero: pesceto mechado ¿Nos negamos este placer? ¿ Por qué? 

 Recordemos que debemos ser apreciados, valorados o queridos-en lo posible queridos-  por lo que somos -intrínsecamente-  y  no por las medidas tales o cuales del cuerpo. La sesentena es la edad ideal para permitir que todos los colores de la vida nos invadan aceptándolos y aceptándonos. Cada gordi tendrá su Botero. Mi padre tenía un dicho que me viene al pelo para terminar estas reflexiones: “Siempre se encuentra un roto para un descosido”.






3 comentarios:

  1. Que lindo lo que escribiste Viejucín, me encantó, arriba las mujeres fuertes, jovenes , maduras o con más de 60, no nos dejaremos avasallar ! Eso nunca ! Eso si, te aclaro, que un pircing en el ombligo no me pongo jajaj. Un beso.

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  2. ¿No te ponés un piercing en el ombligo, Lauri? ¡Mirá que te puede quedar estupendo! jajaja

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  3. Que escrito tan ameno y me encanta tu forma de adaptarte al paso del tiempo, ole por el señor que te aparco el coche, seguro que aun se esta acordando de la suerte que tuvo de coincidir contigo.

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