Mi despensita salvadora |
Ahora que se aprobó el uso
de la marihuana en mi país, el título me
quedó precioso. Algo es algo.
Me imagino que no es
ninguna novedad comentar que en estos
días el alza de los precios en todo lo que se refiere a comestibles y
bebestibles arranca alaridos insoportables y dolorosos tirones de pelo.
Mi tarjeta de crédito
tiembla cada vez que va al súper y mi monedero solloza de pavor cada vez que va
a la feria. No importa que una lleve adecuadamente una lista de lo que precisa
para la semana y que haga un enorme esfuerzo por hacer quincenalmente un
“surtidito” de lo no perecedero para que cuando llegan esas fechas límites (límite
del cierre de la tarjeta, límite de los pesos, límite de las ganas, en fin
límite de todo tipo) haya en la despensita algunas vituallas que sirvan para
aguantar hasta fin de mes y sobrepasar
los “días tristes, derrotados, sin fe”. No. Nada frena la inflación que se
genera con las tradicionales.
Como buena boluda dejé el
súper y la feria para hoy. Sé que no debí hacerlo porque el 24 de diciembre se
genera una especie de hecatombe provocada por la idea de que como ”todo se
cierra en Navidad”, se va a acabar el mundo si nos llega a faltar una media
docenita de huevos o una latita de atún. Nadie atina a pensar que si no hay
seis huevos, quizás hayan quedado dos y con eso más un poco de leche, “se estira”
la preparación que sea, y si no hay una latita de atún, quizás quede una de paté que a
los efectos de rellenar tomates más o menos lo mismo da. No señor. Vamos al
súper y nos desplazamos con el consabido carrito esquivando ruedazos y a los reponedores de
productos que se ponen bien en el medio
de los pasillos ayudando a la obstaculización correspondiente y mirándonos como
si fuéramos marcianos cuando luchamos para poder pasar. La actitud que llevamos
es de alerta-para que no nos pasen por arriba- y al mismo tiempo, aire
sonámbulo, mientras por el celular consultamos con parientes y amigos para ver
cuántos vienen, y que no importa, dale, que venga el Fulanito nomás que no lo tragamos
mucho, pero que igual, por hoy,- que venga- y si pasan con nosotros o “con los otros” que
van a hacer algo similar pero NUNCA como lo que nosotros preparamos con
tantísimo esmero.
Lo primero es el carrito.
La lucha por el carrito. Yo llegué primero y le metí mano, acto seguido otra
vieja, manoteó el mismo carrito. Pero no se lo dejé, lo defendí a capa y
espada, como la mejor mosquetera uruguaya.
En el súper no faltaba
nadie. Desde la vieja histérica que avanzaba enérgicamente golpeando con el
carrito a cuanta canilla se le ponía a tiro, hasta la señora con carrito y DOS mellizos que TAMBIÉN quería
pasar por el mismo pasillo que la vieja histérica. El duelo fue singular. La
vieja avanzó y quedó varada por la inhóspita mirada de la madre ofendida que
metió primero el carro con sus dos bebotes y después atacó con el de la compra.
La vieja se fue al mazo. No tuvo más remedio que retroceder, pero lo hizo
mientras me golpeaba a mí con todas las fuerzas de su puta humanidad. Yo me
defendí con hidalguía para no ser avasallada del todo y la frené con un espectacular carrazo. No me sirvió de nada.
Por atrás recibí el ataque de un nono baboso que me empujaba el queteconté con una pícara sonrisa de galán retirado. Zigzagueando,
llegué hasta la góndola de ferretería-donde me dijeron que estaban las bolsas
plásticas para guardar la ropa de invierno después de lavada y acondicionada-.
Las encontré. No muy caras del todo y me traje dos para las frazadas que se
están secando después de un buen lavado. Hecha la compra después era “coser y
cantar”-como decía mi nona Lucía, aunque a mí lo único que me resultaba fácil
era “cantar” porque lo de “coser” nunca me salió bien-. Pero en fin. Supuestamente
ese dicho de alguna manera significa que lo que sigue es de trámite sencillo.
No señor. Nada de eso. Las colas en las “cajas rápidas” daban la vuelta al súper
y toda la gente las hacía con cara de orto-que ya se sabe cómo es ¿no?: gesto
adusto como de estar oliendo mierda, la mirada fría clavada en algo que no se
sabe lo que es pero está adelante, brazos totalmente apoyados en la manija del
carro, con gestos de impaciencia como abrir los brazos, patear en el suelo y
bufar. Si es posible, simultáneamente. Y de vez en cuando un buen improperio.
No me quedaron ganas de ir
a la feria. Gasté toda mi energía en el súper.
Ingredientes obtenidos para el puré rústico después de la cruel lucha por el poder |
¿Verdulería? La del Disco nomás.
Un calabacín y unas berenjenas para hacer un “puré rústico” (tenés cada
ocurrencia, Alfa, que para qué te cuento…)
Llegar a la caja, pagar, y
salir es otra historia. Por ahora, quédense con esta. Felices fiestas,
querubines. Que Dios los proteja del consumismo y de los esperpentos armados
con carritos.
Alfa !!! Te dejo un comentario y se mi pianta ! Todo eso lo he pasado en el día de ayer, ( que fue lo mismo que hoy ) Te olvidaste de mencionar la temperatura ! Hoy escuché que no hay registro de un diciembre como este. Que masocas, somos ! pufffffff
ResponderEliminar¡Lauri! ¡Aquí quedó tu comentario! ¡Tenés razón! ¡No mencioné el calor! ¡No fui en el auto-para no complicarla más- llevé mi propio carrito de feria y -lo traje de puro guapa nomás- remontando mi calle que es nada más ni nada menos que una empinada subida. Llegué jadeando como una antigua locomotora a vapor. Sí. Somos masocas.
ResponderEliminarPues Luis y yo hemos salido hoy, tarde del 24 al súper!!! Con una ciclogénesis explosiva que es como llaman por aquí a las tormentas potentes: mucho viento y lluvia. Y total, para comprar una gran lata de atún, leche (huevos teníamos) y poco más. Mi solidaridad contigo!!!
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