Antes de "soplar" la velita |
No sé si es un número apropiado para la quiniela.
Para el Cinco de Oro, no lo es, ya que el máximo que lleva es el 44. Lo que sí
sé es que el número de años que cumplí indica
una considerable edad. A medida que transcurren los años, la balanza se
va inclinando hacia el uso de la palabrota que se endilga en las
crónicas policiales cuando una ancianita es asaltada en la calle por algún delincuente:
“Septuagenaria resultó con múltiples heridas cuando….”
También “sexagenaria” es
otra palabrota, pero permite juguetear con el significado por ese comienzo que tiene
de “sexa”. (Piensen lo que quieran nomás.) Incluso se ha retozado convirtiéndola en “sexalente” -bautizando así
a las personas que, atravesando los sesenta no abandonan la cancha, ni el ruedo y siguen haciendo
de todo, y con un poco de maña, hasta
son capaces de conseguirse un “peor-es-nada”- (Fíjense ustedes qué “detalle” tan sutil.)
Yo fui vadeando las décadas
imperceptiblemente, aceptando años, kilos y demás implementos adyacentes. Hasta la mitad de la sesentena-palabra que la
RAE no registra aunque sí tiene “sesentón” y “sesentona”- tuve a
mi compañero de ruta siempre amorosamente atento a mi lado. Ahora ya no. Cada
década me fue trayendo nuevos desafíos, nuevas vallas que saltar, nuevos
horizontes para descubrir. Esta me deparó la mayor de las congojas y un agudo sinsabor inesperado. Un puñal en
pleno pecho. Igual me esfuerzo por
seguir en la cancha. Algunos días con más presencia de ánimo que otros. Hay
parientes y amistades más o menos
colindantes que apuntalan cuando algo se va a caer.
Con las más cercanas nos
conocemos desde la juventud aunque a
veces sus conductas me parezcan un tanto desconcertantes.
Por ejemplo, pirulos más pirulos menos, rondábamos una edad similar, pero algunas,
-no todas, vale aclararlo- parapetadas con una buena situación económica, decidieron “parar” el transcurso del tiempo. Lo primero
que hicieron fue mentir sobre el año de nacimiento. En facebook, si bien el día y
el mes coinciden, el año se ha corrido absolutamente “para adelante”. Ninguna ni
remotamente dice haber nacido en las décadas del 40 o 50 del siglo pasado, y,
por ese “detalle”, ahora, resultan mucho más “jóvenes” que yo. A eso se suma que dos por tres se someten a exhaustivos tratamientos y están más horas en la clínica de
rejuvenecimiento, que en la casa. Usan
los cabellos largos –a la moda de hace treinta años atrás, como el personaje de Antonio Gasalla: Soledad Dolores
Solari-; se han “planchado” las arrugas faciales; se “achinaron” los ojos con
los estiramientos y las bocas, - antes pequeñas- han tomado un relieve
descomunal. Y, por supuesto, se han
hecho lipos, se han operado las várices o se han quemado las varículas, se han
quitado costillas para reducir el abdomen y se han colocado prótesis mamarias. Las excusas son de
todo tipo: “Eran muy chicas, eran muy grandes, estaban muy caídas”. “Ernesto ya ni me toca, es más joven que yo, tengo que
estar impecable”. Las explicaciones son
dignas de mutantes de ciencia ficción. A ninguna se le ocurrió pensar que si el
marido, el amigovio, o el amante joven de turno “no las toca más”, es porque
ellas dejaron de usar el antiquísimo arte de la seducción y sus múltiples facetas. De nada sirven las tetas de silicona si no se mima con
verdadera unción, al bombón de sus
desvelos al que hay que hacerlo sentir sí o sí como un príncipe o como un jeque
árabe. Tampoco se les ha ocurrido
emplear la “seducción estomacal” -que propiciaba mi nona Lucía-, porque
decididamente, no saben cocinar y de esa manera ignoran un arte que puede ser
tan fascinante como el tantra.
No pongo en duda de que
hay “caballeros que las prefieren
flacas”. Pero también están-por suerte- los que las prefieren “a la antigua usanza”-como
sostiene Arturo Pérez Reverte en uno de sus artículos: “Mujeres como las de
antes”. Ahí está el susodicho, con su amigo Javier Marías, que “mira con su
radar de adquisición de objetivos haciendo bip-bip- bip”. Primero contemplan a
una “torda espectacular” pero “ordinaria” –aunque
no lo sepa- como dice uno de ellos, y
luego a una “marmota dominguera” que
tiene buen porte pero no colma las expectativas de ambos mirones. ¿Cuál
es el defecto de la joven? Carece de elegancia. No sabe andar sobre tacones. ¿Qué
tipo de mujer prefieren estos “chavales
a la antigua”? Las del tipo de Sophia
Loren- que tenía lo suyo bien redondito por todos lados- impecablemente vestidas, con
sus tacos aguja, y “medias con costura” dice Javier Marías, -y yo lo adivino
cayéndosele la baba- (¿Ven por qué digo que a estas amigas que se hicieron de
todo para retener a sus galanes se olvidaron-nada más y nada menos- que de usar el antiquísimo arte de la seducción? ¡Medias
de nylon “con raya atrás”!- recuerdo
que mi madre las usaba porque decía que
“afinaban las piernas”.) Yo les cuento aquí-confidencialmente- que a mí me parece que a Ernestito-el joven amigovio de mi flaquísima y siliconada amiga-, le gustan más bien las rellenas, a juzgar por
el brillo de los ojitos cuando le
mira el redondo trasero a la
entrenadora de hidrogimnasia enfundado
en una calza justísima y translúcida que deja adivinar TODO.
Indudablemente soy partidaria
de recuperar “lo salvaje” o “lo primitivo” y aceptarnos tal como vamos siendo-
posible influencia de un libro que estoy leyendo-. Se llama “Mujeres que corren
con los lobos” de la doctora Clarissa Pinkola Estés, psicoanalista de la línea
jungiana, guardiana y trasmisora de antiguos relatos de la tradición
latinoamericana. Esta especialista sostiene-como muchos de su mismo criterio- que no hay por qué
avergonzarse de los cambios que se van dando naturalmente en nuestro cuerpo, porque
son “la marca de fábrica” de nuestros antepasados. Genéticamente estamos
conformadas de tal o cual manera con tales o cuales formas, por eso, sea como sea,
-o vaya siendo- lo más aconsejable es
disfrutar al máximo de lo que nos
proporciona este “envase” multisensorial que nos contiene y nos comunica con el
interior y el exterior. Así lo manifiesta
con poéticas expresiones:
“El cuerpo es un ser multilingüe.
Habla a través de su color y temperatura, el ardor del reconocimiento, el
resplandor del amor, la ceniza del dolor, el calor de la excitación, la
frialdad de la desconfianza. Habla a través de su diminuta y constante danza, a
veces balanceándose, otras moviéndose con nerviosismo y otras con temblores.
Habla a través de los vuelcos del corazón, el desánimo, el abismo central y el
renacimiento de la esperanza.
El cuerpo recuerda, los
huesos recuerdan, las articulaciones recuerdan y hasta el dedo meñique
recuerda. El recuerdo se aloja en las imágenes y en las sensaciones de las
células. Como ocurre con una esponja empapada en agua, donde quiera que la
carne se comprima, se estruje e incluso se roce ligeramente, el recuerdo puede
surgir como un manantial.
Reducir la belleza y el
valor del cuerpo a cualquier cosa que sea inferior a esta magnificencia es
obligar al cuerpo a vivir sin el espíritu, la forma y la exultación que le
corresponden. Ser considerado feo o inaceptable por el hecho de que la propia
belleza esté al margen de la moda hiere profundamente el júbilo natural que es
propio de la naturaleza salvaje.”
(…) “En los cuerpos no hay
ningún “tiene que ser”. Lo importante no es el tamaño, la forma o los años y ni
siquiera el hecho de tener un par de cada cosa, pues algunos no lo tienen. Lo
importante desde el punto de vista salvaje es si el cuerpo siente, si tiene
buena conexión con el placer, con el corazón, con el alma, con lo salvaje. ¿Es
feliz y está alegre? ¿Puede moverse a su manera, bailar, menearse, oscilar,
empujar? Es lo único que importa. “*
Un libro con sabios consejos para tener en cuenta a toda edad |
Por lo tanto, además de tener en cuenta que la seducción es un arte que-sin importar la edad
o las medidas del cuerpo- hay que aprender a ejercer y desarrollar durante toda la vida,
también debemos aprender a aceptar los
cambios que se van gestando con la edad.
La vida se “pianta”-como dice el tango-. Y no hay forma
de volver atrás. Tomemos-sí, por supuesto-
buenos recaudos sin caer en la ridiculez.
La genial Maitena nos regocija con su humor sarcástico |
Mentir sobre la edad es inútil.
Nadie te plancha las
arrugas del alma, que es la que te va haciendo los pliegues que lucís cuando
vas envejeciendo. Marcan las tristezas, pero también al sonreír, destacan los momentos
felices. Mientras no sean espantosamente “para abajo”-como las que hay en las caras
de las amargadas- dejalas que se queden contigo. Animate a convertirlas en tu sello de distinción.
Usar el pelo a la moda
“retro”-(Soledad Dolores Solari) o sea
largo, entero, teñido de un horroroso color negro-asesino, o rojo-fuego o rubio- furioso, -como
lo llevan muchos vejestorios pensando que así lucen más juveniles-, tampoco me
parece adecuado. Es mejor recurrir a un corte de pelo moderno, con unas mechas que
“superen” tus naturales tonos grises. Sin duda se notará.
Eso sí: tendrás que tener coraje para bancar las malas vibras.
¡Así no! ¡Por favor, "chiquilinas"! |
Las siliconas no me gustan.
Ahí andan las baratas reventándose en el cuerpo
de las desgraciadas que se las ponen.
No está tampoco en mi “repertorio” el uso de ropa
inadecuada con tacones siderales. Soy naturalmente alta y, por ahora, me
contoneo sin dificultades con las chatitas de paseo. No quiero parecer “una
marmota dominguera” (les dejo el enlace con el artículo de Pérez Reverte para que
lo lean.)
La vida se “pianta” y los años “rezongan”, con siliconas o sin
ellas. Lo encantador es vivir cada etapa
en su justa proporción y seguir aprendiendo nuevas técnicas de seducción-las
hay, les aseguro que las hay; múltiples y divertidísimas- aún con muchísimos años y arrugas a cuestas.
¿No les parece?
Enlace para que lean el
artículo de Pérez Reverte:”Mujeres como las de antes:
*“Mujeres que corren con
los lobos”. Pinkola Estés, Clarissa. Ediciones B, S.A. 2009 para el sello B de
Bolsillo páginas 280/281/298
Excelente Alfa!!!! lo lei por la mitad, después sigo. Todo tal cual y bien fundamentado. Yo justo me "estoy haciendo la cabeza" hace tiempo hacia la década nueva que en pocos años podré alcanzar (si no me olvido de respirar en algún descuido) y eso de SEXA ya me levantó el ánimo. Capaz que se me da en la vida vivir lo que nunca he experimentado con tanta buena onda y además soltura jajajaja. A ver si esta vez me sale bien y como voy anónima te diré que soy quien almorzó una manzana el dia de los ñoquis
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMe alegra mucho que te haya gustado mi artículo. De vez en cuando hace bien "tirar la chancleta", así que si algún día en lugar de la manzanita te comés una porción de la Ramón Navarro, vas a experimentar - a "full"- la felicidad de "lo prohibido". Estás en línea. Llegarás a la otra década en forma radiante. Gracias y cariños
ResponderEliminarAlfa !!! Y las de cincuenta y pico, acercando a las seis décadas, nos sentimos así, chapoteando entre la juventud que se va, los achaques lógicos, cuando no es las piernas, son los dientes y si no la columna. que vamos a hacer ? Pero aquí la llevamos, por suerte con la cabeza todavía en su lugar, haciendo cosas que nos gustan y tratando de pasar lo mejor posible. Pero, si.... la vida se pianta, y que rápido !!!!!
ResponderEliminar¡Laura! ¡ A los 50 y pico nunca se me ocurrió cuestionarme el paso del tiempo! ¡Ahora quizás sí, pero un poco nomás! ¡Hay que buscarle la vuelta, "mientras el cuerpo aguante" - se decía en el campo- ! Cariños y gracias por tus palabras.
Eliminarlo terminé de leer. Brillante. Se lo envié desde tu blog a 2 amigas y espero que lo hayan recibido bien porque valdrá la pena que ellas también lo disfruten.
ResponderEliminar