Con título de bolero |
La semana pasada un amigote me
regaló una novela. Se trata del Premio Alfaguara de novela 2015, de la autora
chilena Carla Guelfenbein. Se llama “Contigo en la distancia”- una de las novelas con título de bolero-. Cuando
me dio el libro me dijo: “como vos sos bastante romanticona a lo mejor te gusta; a mí realmente me pudrió.
Decime qué te parece”. No es la primera vez que alguien me da un libro para que
brinde mi parecer,- pero esta vez me comprometió con eso de “romanticona”. Nunca
leí nada de esta autora que ya escribió-según lo contratapa del libro cuatro
libros anteriores- “El revés del alma”, “La mujer de mi vida”, “El resto es
silencio” y “Nadar desnudas”. Me llamó la atención que sus estudios son de
biología- estudió en la Universidad de Essex, en Inglaterra, y se especializó
en genética de población-. También estudió Diseño, trabajó en una agencia de
publicidad, y fue directora de arte y editora de la revista Elle. Y, por si
fuera poco: escribe. Una mezcolanza
variopinta que me hizo pensar enseguida en una personalidad moderna, inteligente,
multifuncional y, además, flaca. De esas
a las que les sale todo odiosamente bien. Antes de empezar la lectura de la novela,
busqué algo de información. En una entrevista comentó:
“Yo soy acusada de escribir una literatura sentimental, así
como me dicen que soy una escritora para mujeres. No pretendo defenderme,
porque no soy la persona indicada para hacerlo. Mi convicción es que los
sentimientos son parte intrínseca del ser humano, y que los grandes eventos de
la historia, pero también los pequeños momentos de la vida, se mueven por una
mezcla, no sé si equitativa, entre la mente y el corazón. Por lo tanto, los
sentimientos no son un patrimonio de las mujeres.”
Con unos pocos datos más, por
ejemplo, que es de familia judía, me
puse a leer la novela el fin de semana, con la idea de que me iba a encontrar
con otra Corín Tellado- lo cual no me iba a disgustar; sobre todo desde que supe que al gran Julio Cortázar le gustaban las novelitas-rosa-,
y además porque leí toneladas en mi
adolescencia. Sin embargo, a las pocas páginas me di cuenta de que esta
novela era diferente. Tiene eso sí, lugares
comunes, por ejemplo: mujeres delgadas-aunque sean viejas no han variado de
peso- además, se mantienen ágiles, y dejan hasta a los más jóvenes por el
camino- Usan el cabello largo con cola de caballo que anudan y desanudan con
coquetería. Es evidente que el pelo largo-lacio- forma parte de su atractivo erótico-(el que yo
nunca pude ni remotamente experimentar
con mis crespos porque cuando usé el pelo largo, mi cola de caballo era más
bien un plumero). El pelo largo que se suelta y se recoge, no lo aprecié únicamente en esta novela, sino
en otras -ya que la acusan de escribir “literatura para mujeres”, aclaremos que también encontré esos chiches en
novelas escritas por hombres-.) La novela está escrita con alguna complejidad
que se va desentrañando a medida que se lee: separada en tiempo y espacio, por
los mismos personajes que son a su vez los narradores.
Si no estuviera bien escrita, me
habría aburrido, pero está armada con precisión y en la evolución se nota que Carla Guelfenbein no
es una Corín Tellado cualquiera, porque
en las novelitas-rosa de la susodicha, no recuerdo ninguna escena femenina
masturbatoria como la que se describe
con pelos y señales en esta.
No es –tampoco- la primera novela
que recibe el nombre de un bolero famoso.
Yo ya leí “Arráncame la vida”, de Marcela Serrano. Y tengo pendientes las de una escritora madrileña Silvia
Grijalba, que, –inspirada en una abuela- escribió “Tú me acostumbraste” y otra-también con
título de bolero: “Contigo aprendí”.
“Contigo en la distancia” había
nacido con otro título. Es probable que este otro del conocidísimo bolero del cubano César Portillo
de La Luz, sea más atractivo. El bolero aparece en la novela, como telón de fondo
de Horacio Infante y Vera Sigall, -tan jóvenes y apasionados el uno por el otro,
que hasta lo bailan- pero en realidad,
la trama nos lleva por otros vericuetos: Vera es una misteriosa escritora ya “adulta mayor” que
vive sola, se cae –o la caen- por las escaleras de su casa, Horacio es el escritor
al cual estuvo unida apasionadamente en tiempos pretéritos, y las obras
literarias de ambos se “entrelazan”
magistralmente. Yo ya comenté en mi
blog, en el texto que llamé “La escritora fantasma”- el caso-real- de una mujer,
María de la O. Lejárraga, que escribió las obras de su marido Gregorio Martínez
Sierra. Es decir, que era él el que figuraba como el escritor- pero, la que escribía era ella.
Vera Sigall, no es exactamente
una escritora fantasma, pero modificó
los poemas de Horacio Infante que logró triunfar a partir de esos poemas
llamémosle: “intervenidos” o “entrelazados” con astucia por ella. Horacio no
solo no le agradece lo que hace sino que se enfurece y se separa de ella para siempre. En la trama de la novela esa es la
vuelta más sutil: ya que la “intervención” de Vera cuya finalidad fue el
juego y la mejora, pudo desatar la ira y
separar a dos seres que podrían haber compartido un rico tramo de sus
existencias. (El marido de Vera muere, el hijo-que es un nexo entre los
amantes- también- Quizás por esas muertes, podríamos pensar en Corín Tellado o
en Abel Santa Cruz, ya que la forma más
efectiva de sacar del medio a un
personaje es dejándolo inválido o mejor
aún: matándolo. Este argumento tiene más
volteretas con más personajes, con hijos no biológicos y demás- que les dejo
para cuando ustedes la lean, no esperen que les cuente más del argumento de
ninguna manera-
En fin. No me pareció tan corintelladesca. Se deja leer. Al fin y
al cabo, es cierto. Me gustan los boleros porque forman parte de los sueños
inconfesados.
Fritz Perls- el creador de
Gestalt- alguna vez aseguró que:
“Los sueños
son cartas existenciales para abrir y aprender a leer”
Y yo creo que sí. Los míos
podrían transformarse en una novela que podría llevar el título de otro bolero
famoso- de los que más me gustan- :“Voy
a apagar la luz”. Les aseguro que ideas no me faltan.
Les dejo la versión de "Voy a apagar la luz" de Simone.
Espero que les guste. A mí, mucho.
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