miércoles, 2 de noviembre de 2016

BUBUBUQUEBÚS


La exquisita cerveza de "La Biela" 

Ya todos saben que soy un cronopio y que viajo como tal.
Por lo tanto, me ocurre todo lo que le puede ocurrir a un cronopio y más. No importa cuántas precauciones previas haya tomado porque son inútiles. Por cierto, que preparé la valijita y la hice y deshice un montón de veces, pero siempre me olvido de algo, o llevo cosas absolutamente innecesarias.
Esta vez, patiné con BUQUEBUS.
Les juro que compré el paquete con varios días de anticipación, que no hubo tormenta sino una ida y vuelta con un clima bastante potable en comparación con lo que se vino después.  Pero Buquebús tiene el monopolio del Río de la Plata. No hay ninguna otra empresa que le haga sombra, y por lo tanto, disponen de lo que quieren y cuando quieren. Así que “cronopio, cronopio, buenas salenas, cronopio, cronopio”, informaron que el buque saldría “con retraso”.  Otros pasajeros me dijeron que “era normal”. Para mí no es normal un retraso de media hora si las condiciones atmosféricas permiten la navegación, pero parece que los rioplatenses, muy mansos o pelotudos,  nos “acomodamos” a las demoras con franciscana paciencia.
Ya en la fila para abordar el buque- que demoró lo que les dije- tuve que soportar la presencia de un señor-muy emperifollado él- que me pasó raudamente-aunque yo iba bastón en mano- faltaba más-. En esas condiciones pude observarle el pelo cuidadosamente teñido-con mechitas claras- bien de físico pero con más arrugas que una col- y la actitud de un actor de cine. Yo no lo reconocí pero podría serlo. No sé.
En la fila, ya para abordar, nos dieron los zapatones protectores. No hay más máquina expendedora, que era muy práctica. Simplemente se ponía el pie y salía calzado con los adefesios. Esta vez dos azafatas entregaban los horrores y otras dos a la entrada, verificaban que estuvieran puestos. Tuve que hacer malabarismos-pese a que llevaba una única maleta – para colocármelos. Ya saben que la artrosis me tiene a mal traer, no hay ningún puto lugar para sentarse así que me los puse en el aire. Así nomás.
Antes de llegar al asiento pregunté dónde tenía que sentarme y me dijeron que fuera donde más me gustara. Bien. Por lo menos pude ir en un asiento cómodo. Siempre elijo uno que esté cerca de la cafetería y próximo a los baños. El buquebús era Francisco Papa. Dan una copita de algo que puede ser champagne- no tengo paladar para eso- y el viaje se realizó sin mayores inconvenientes. ¡Albricias!
Todos estos avatares fueron soslayados  ante los hermosos y suculentos bifes de chorizo  que ofrece la city porteña en algunos lados, acompañados por una buena cerveza. 
Uno de los buenos  bifes de chorizo. 


El más duro y casi incomible fue el de “Café de los Angelitos” donde nos recibieron con precisión milimétrica y donde los platos –también con precisión milimétrica- entraban y salían por nuestros costados con una velocidad incomparable. Lo mismo que el Show. Preciso, eficiente, rápido y  frío como la nieve. A las doce de la noche ya estábamos de vuelta en el bus de regreso preguntándonos-estupefactas- si lo que habíamos visto  era – o no- un “show de tango”. Más bien creo que vimos un espectáculo preparado para turistas NO rioplatenses que supieran cero de tango y adyacencias. Preferí el show que vimos años atrás,  en “La Casa de Aníbal Troilo”, más entrañable, más nuestro,  con varios cantantes que presentaban los temas y dialogaban con el público.
El regreso también lo comprendía el “paquete buquebús”.  Como el buque de puerto a puerto- Buenos Aires- Montevideo, el día domingo- salía muy temprano, compré un pasaje de Buenos Aires a Colonia. ¡Oh dioses del Olimpo! Supuestamente salía a las 12.30. Me hicieron estar pronta para salir del hotel, a las 10 y 15; pasaron a las 10.30  por lo tanto, tenía nada más y nada menos que casi un par de horas de espera-.
Al llegar,me instalé en un banco frente al cartel que decía: Salida 12.30
Se hicieron las 12.30 y nada. Las 13 horas y nada. De pronto una voz cavernícola informó que el buque “estaba demorado”. Lo dijo  una única vez, la gente seguía llegando con la esperanza de abordar, pero el buque no estaba disponible. Pasamos dos horas de espera. No nos dieron ni “una sed de agua”-como decía mi padre- Pero eso no fue todo. Después del viaje, también al llegar al puerto de Colonia, hubo que esperar porque había un buque  y no podía atracar otro. Es decir, que pasamos otra media hora más en Colonia.
Así nomás. No me van a negar que somos mansos como agua de pozo.
El día que otra compañía les haga competencia,  -una especie de “buqueuber”- con seguridad que protestarán enérgicamente. Pero será tarde, muchachos. Mejoren ahora.


1 comentario:

  1. Uhhhhhh, Alfa. Que desastre Buquebus. Que falta de respeto. Menos mal que son servicios "internacionales " y nada baratos.
    Espantoso.
    Te imagino ! Glup !

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