La exquisita cerveza de "La Biela" |
Ya todos saben que soy un cronopio y que viajo como tal.
Por lo tanto, me ocurre todo lo que le puede ocurrir a un
cronopio y más. No importa cuántas precauciones previas haya tomado porque son
inútiles. Por cierto, que preparé la valijita y la hice y deshice un montón de
veces, pero siempre me olvido de algo, o llevo cosas absolutamente
innecesarias.
Esta vez, patiné con BUQUEBUS.
Les juro que compré el paquete con varios días de
anticipación, que no hubo tormenta sino una ida y vuelta con un clima bastante
potable en comparación con lo que se vino después. Pero Buquebús tiene el monopolio del Río de
la Plata. No hay ninguna otra empresa que le haga sombra, y por lo tanto,
disponen de lo que quieren y cuando quieren. Así que “cronopio, cronopio,
buenas salenas, cronopio, cronopio”, informaron que el buque saldría “con
retraso”. Otros pasajeros me dijeron que
“era normal”. Para mí no es normal un retraso de media hora si las condiciones
atmosféricas permiten la navegación, pero parece que los rioplatenses, muy
mansos o pelotudos, nos “acomodamos” a
las demoras con franciscana paciencia.
Ya en la fila para abordar el buque- que demoró lo que les
dije- tuve que soportar la presencia de un señor-muy emperifollado él- que me
pasó raudamente-aunque yo iba bastón en mano- faltaba más-. En esas condiciones
pude observarle el pelo cuidadosamente teñido-con mechitas claras- bien de
físico pero con más arrugas que una col- y la actitud de un actor de cine. Yo
no lo reconocí pero podría serlo. No sé.
En la fila, ya para abordar, nos dieron los zapatones
protectores. No hay más máquina expendedora, que era muy práctica. Simplemente
se ponía el pie y salía calzado con los adefesios. Esta vez dos azafatas
entregaban los horrores y otras dos a la entrada, verificaban que estuvieran
puestos. Tuve que hacer malabarismos-pese a que llevaba una única maleta – para
colocármelos. Ya saben que la artrosis me tiene a mal traer, no hay ningún puto
lugar para sentarse así que me los puse en el aire. Así nomás.
Antes de llegar al asiento pregunté dónde tenía que sentarme
y me dijeron que fuera donde más me gustara. Bien. Por lo menos pude ir en un
asiento cómodo. Siempre elijo uno que esté cerca de la cafetería y próximo a
los baños. El buquebús era Francisco Papa. Dan una copita de algo que puede ser
champagne- no tengo paladar para eso- y el viaje se realizó sin mayores
inconvenientes. ¡Albricias!
Todos estos avatares fueron soslayados ante los hermosos y suculentos bifes de
chorizo que ofrece la city porteña en
algunos lados, acompañados por una buena cerveza.
Uno de los buenos bifes de chorizo. |
El más duro y casi incomible
fue el de “Café de los Angelitos” donde nos recibieron con precisión
milimétrica y donde los platos –también con precisión milimétrica- entraban y
salían por nuestros costados con una velocidad incomparable. Lo mismo que el
Show. Preciso, eficiente, rápido y frío
como la nieve. A las doce de la noche ya estábamos de vuelta en el bus de
regreso preguntándonos-estupefactas- si lo que habíamos visto era – o no- un “show de tango”. Más bien creo
que vimos un espectáculo preparado para turistas NO rioplatenses que supieran cero de tango y adyacencias. Preferí
el show que vimos años atrás, en “La
Casa de Aníbal Troilo”, más entrañable, más nuestro, con varios cantantes que presentaban los temas
y dialogaban con el público.
El regreso también lo comprendía el “paquete buquebús”. Como el buque de puerto a puerto- Buenos
Aires- Montevideo, el día domingo- salía muy temprano, compré un pasaje de
Buenos Aires a Colonia. ¡Oh dioses del Olimpo! Supuestamente salía a las 12.30.
Me hicieron estar pronta para salir del hotel, a las 10 y 15; pasaron a las
10.30 por lo tanto, tenía nada más y
nada menos que casi un par de horas de espera-.
Al llegar,me instalé en un banco frente al cartel que decía:
Salida 12.30
Se hicieron las 12.30 y nada. Las 13 horas y nada. De pronto
una voz cavernícola informó que el buque “estaba demorado”. Lo dijo una única vez, la gente seguía llegando con la
esperanza de abordar, pero el buque no estaba disponible. Pasamos dos horas de
espera. No nos dieron ni “una sed de agua”-como decía mi padre- Pero eso no fue
todo. Después del viaje, también al llegar al puerto de Colonia, hubo que
esperar porque había un buque y no podía
atracar otro. Es decir, que pasamos otra media hora más en Colonia.
Así nomás. No me van a negar que somos mansos como agua de
pozo.
El día que otra compañía les haga competencia, -una especie de “buqueuber”- con seguridad que
protestarán enérgicamente. Pero será tarde, muchachos. Mejoren ahora.
Uhhhhhh, Alfa. Que desastre Buquebus. Que falta de respeto. Menos mal que son servicios "internacionales " y nada baratos.
ResponderEliminarEspantoso.
Te imagino ! Glup !