El antiguo taller de reparaciones de máquinas de oficina y la casa importadora Hoy, son taperas. "Devaneos". "Verduras de las eras." |
Hoy me fui de excursión a la Ciudad Vieja. Y sí. Para mí es
una excursión salir de Punta Carretas para hacer un trámite en el otro extremo
de la ciudad, pero no tuve más remedio. Para renovar el pasaporte tenía que
hacerlo, no hay forma de hacerlo por Internet, hay que pagar en el acto, y, el
trámite urgente- de cuarenta y ocho horas, tampoco la pavada- sale el doble que
el común. El asunto era ir, sacar la hora y volver para concretarlo.
Por lo tanto, me levanté temprano- cosa que detesté y
detesto siempre- para pegarme una ducha, tomar un café y salir. Ir en el
ómnibus 121 me permitió disfrutar del buen sol y pensar. El recorrido lleva más
de media hora. Tomé uno cuyo destino era Plaza Independencia, por suerte, el local para hacer la gestión está cerca y se
puede ir caminando. En el trayecto, pasé por la antigua casa de reparación de
máquinas de oficina, donde trabajé en los años setenta. Ya conté el episodio
del despido en “Encrucijadas”. No es mi intención repetirlo. Pero sí recordarlo
porque –precisamente- es en las “encrucijadas” que se nota, al pasar el tiempo, si el camino por el cual
optamos fue el correcto o no. En algunas encrucijadas no pude optar: las que me
puso la vida con las enfermedades y muertes de seres queridos fueron- y siguen
siendo- intransferibles e inamovibles. No las pude cambiar nunca. Pero, en
otras, pude elegir. Y elegí.
En el caso del empleíto de la Casa de Reparaciones, dejé que
me despidieran,- que fue-indudablemente- una humillación-, cobré el seguro mes
a mes, busqué otro laburito-que me costó mucho conseguir- y seguí para adelante
con mi Licenciatura. Me recibí y de a poco, comencé a dar clases. No me llené de oro con la profesión, pero sí pude
vivir de lo que más me gustaba: las letras, y aunque no fui un modelo docente,
salí todos los días contenta con mi portafolios repleto de planes y lecturas.
Hoy me paré-otra vez- frente a la vieja casa que está
tapiada y convertida en tapera. Saqué estas fotos para ilustrar estos
recuerdos. El número era “677”; ya no se ve. Le saqué foto al local de al lado: “679”.
El "677" desapareció. Como casi todo. |
Y pienso con total seguridad:
opté bien. “Largar” el empleíto donde se me pedía que “trabajara o estudiara”, fue
una encrucijada muy “hartera”. Si hubiera optado por quedarme, lo que me
hubiera significado dejar de estudiar, otra muy diferente habría sido mi
existencia, sin ninguna realización personal.
Hoy, ya veterana y
jubilada-de administrativa y docente- pienso que la vida me puso en la disyuntiva y la elección fue la acertada. Opté
por culminar los estudios. Por suerte. Y
si no, miren esta tapera. Vienen a cuento los versos manriqueños:
¿Qué
se hizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué fue de tanta invención
como trujeron?
Las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras,
y cimeras,
¿fueron sino devaneos?
¿Qué fueron sino verduras
de las eras?
También el tallercito, y
la casa importadora, que ya no existen más, fueron “devaneos”, “verduras de las
eras”. Efímeros negocios momentáneos que sucumbieron inevitablemente.
En el transcurso de la vida, quedó esta perspectiva desoladora |
Tal cual, Alfa. Yo le agregaría algo.más caribeño, a propósito del día de hoy "la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida". Y nada mejor que haber seguido con tu carrera frente a la sorpresa de un despido. Un abrazo.
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