lunes, 16 de septiembre de 2013

GUSTOS VARIOPINTOS

Amos Oz 

Cuque Sclavo 

Hace poco  escribí el texto: “De olores  y sabores” que a juzgar por los comentarios que me hicieron por mail, por facebook y en el mismo blog, levantó una cantidad de  muy  diversas  opiniones.
Hoy voy a seguir con el tema, pero ya no exclusivamente sobre el olor o el sabor de la piel  sino sobre los gustos en general.
Cuando era joven ocultaba pudorosamente mi gusto por la  murga, o por el candombe. Mi razonamiento iba por los cauces que me exigía la sociedad. ¿Cómo una Licenciada en Letras, con varias maestrías, podía “confesar” gustos tan “burdos”, tan “populares”? ¿Qué iban a pensar los padres de mis alumnos y mis  propios alumnos si un día me veían zangoloteándome entre el público de Las Llamadas o en un tablado cantando fervorosamente las letras de La Catalina? Me habría sentido  como si me hubieran encontrado con un amante-de chocolate- desnuda en la cama. Lo oculté rabiosamente. (Me refiero a mi gusto por las manifestaciones populares -ustedes me entienden-). Pero un buen día me jubilé y me sacudí el yugo. Hubo  “otra barrera” que no me costó ningún trabajo saltar ya que mi propio marido me decía “África ruge”. Pues bien. “África ruge” empezó a ir al Sporting y al Teatro de Verano Ramón Collazo a ver  espectáculos de carnaval. Me acompañó siempre, y –además- le  había empezado a gustar a él también.
La frutilla de la torta- ya conté mi experiencia en “Abonada primeriza”- fue este año cuando por primera vez fui  al Teatro de Verano Ramón Collazo durante las tres ruedas a ver TODOS los espectáculos de carnaval, TODAS las noches. Me despaché a gusto.  En el lambriz  de mi escritorio, debajo de mis títulos, pegué los adhesivos de los espectáculos que más me gustaron. Me despojé de todo el antiguo pudor.
Pero lo popular no es lo único que me atrae. También me saqué un abono  del SODRE. Elegí cuidadosamente los espectáculos para concurrir al lugar que seleccioné con anticipación. El SODRE,  alimenta parte de mis “gustos cultos”-que también los tengo.
¿Son mis únicas vertientes? No. Me gustan Caetano Veloso,  o Gal Costa, tanto como Vicentico, o Rod Stewart o  Willie Nelson, o María Marta Serra Lima, o Carlos Vives,  o  Yamandú Cardozo o Agarrate Catalina o Cayó la Cabra, o una buena cuerda de tambores o Mozart, Vivaldi, Chopin, Mahler,  Brahms.
Ni que hablar de mi lado más  romanticón: Los Panchos, José Alfredo Jiménez- suegro de mi amiga mexicana Angélica Jiménez-  Miguel Aceves Mejía, Jorge Negrete,  Pedro Infante. Los mexicanos por herencia materna.  Y hay mucho más. Basta escuchar un rato la música que tengo en un  par de  pen drives para comprobar la extraordinaria variedad que va desde lo más terraja o plancha hasta la más sublime música de meditación.
¿Gustos gastronómicos? También variados. Me encanta tanto una  parrillada completa - con molleja, tripa gorda y chinchulines también-, como una buena pasta con un estupendo tuco casero más el acompañamiento de un buen vino. Y, por supuesto, las comidas regionales de los territorios que visito, porque  el aprecio de cada lugar debe incluir necesariamente sus comidas y bebidas típicas.
En gustos literarios lo mismo. Leo con tanto gusto  a Rosa Montero, como a  Paul Auster,  a Gay Talese,  a Sandor Màrai  a Irene Nemirovsky  a Amos Oz,  a mi adorado Julio Cortázar;  y llevo en lo más profundo de mi corazón a  Cuque Sclavo- uno de mis más queridos costumbristas- y  a Julio César Puppo, “El Hachero”, nuestro “Mariano José de Larra” según el propio Cuque.
¿Soy única? Tampoco.

Esto es lo que afirma  STEPHEN FRY:
“Una persona puede ser fanática de lo digital y a la vez leer libros; puede ir a la ópera, mirar un partido de críquet y reservar entradas para un recital de Led Zeppelin sin partirse en pedazos. ¿Te gusta la comida tailandesa? ¿Pero qué tiene de malo la italiana? Epa, calma. Me gustan las dos. Sí, se puede. Me puede gustar el rugby, el fútbol y los musicales de Stephen Sondheim. El gótico victoriano y las instalaciones de Damien Hirst. Herb Alpert & The Tijuana Brass y las obras para piano de Hindemith. Los himnos ingleses y Richard Dawkins. Las ediciones originales de Norman Douglas, y además los iPods, el billar inglés, los dardos y el ballet”. *

*Diario La Nación.  Artículo: Sygmunt Bauman: la cultura en la era del consumo. 30 de agosto de 2013

Irene Nemirovsky con su gato negro
Por lo tanto, soy de gustos variopintos;  “pellizco” un poco de acá, otro poco de allá, todo mezcladito, y –ahora- aceptado plenamente sin ningún tipo de pudor,  y  sin ambages.  ¿”Tamo’”?


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