Con las "chicas" en Blás |
Hace unos días comenté las dificultades que tuve para localizar
gente de mi grupo de Letras que se animara a propiciar una reunión. Una de las
compañeras me localizó por facebook y tuvo esa idea. Al final aceptamos el
reencuentro únicamente cuatro.
La primera impresión que tengo
es que debido a la cantidad enorme de años que hace que no nos vemos surgen una
cantidad de interrogantes: ¿Cómo estará fulanita? ¿Más gorda? ¿Más arrugada? ¿Más
vieja? ¿Más jamona? En realidad la
pregunta primordial es:
-¿Cómo
me verán a mí?
Ni que hablar si ese
reencuentro, en lugar de ser con
compañeras es con un antiguo “peor es nada”…. En ese
caso, -en el de las amigas también por supuesto, pero no tanto- además de la
preocupación por la apariencia física y
la lucha por disimular imperfecciones, se da otra pregunta que toda mujer se
hace en la instancia de salir y que siempre es esta:
-¿Qué
me pongo?
No importa que el placar esté
rebosante y que cuando se abra la ropa se escape a borbotones porque nunca
encontraremos nada apropiado. ¿Cuántas veces hemos dicho? :
- “¡No tengo nada que ponerme!”
Si la cita es con un galán, sea
lo que sea que nos pongamos para la ocasión tiene que disimular todos los
defectos: los rollos que se saltan por todos lados, la panza, las varículas, -un NO rotundo al vestido corto- hay que arreglarse las uñas, los pies,
el pelo, hacerse limpieza de cutis, las
peludas se tienen que depilar sí o sí, pintarse esmeradamente y prepararse como para un casamiento. De punto en blanco. Si el encuentro implica sexo- puede pasar que
el susodicho se tire de cabeza como a una piscina-, la ropa interior- necesariamente- tiene que ser
acorde a la ocasión. Por favor, que no se te ocurra ese enorme y cómodo pijama modal o el camisón de franela ídem que usaste todo
el invierno porque lo vas a espantar y el pobre huirá despavorido. Tampoco uses ese batón roñoso con botoncitos adelante
que tiene un montón de años. Sí, ya qué
se es práctico, pero está más viejo que vos. Y que no se te ocurra mencionar “ropa de entrecasa”-¡por
favor! borrá esa expresión de tu vocabulario porque ya no se dice más así-. Ahora se dice
“HOMEWARE”. ¿Qué te pasa? ¿No lees “Claudia”? (Con un poco de esfuerzo a lo mejor hasta lo pronunciás más o menos bien.)
Recuerdo que un par de días
antes de la Noche de la Nostalgia fui
candorosamente a comprarme un camisolín-como le llaman ahora a lo que en mi
época era “baby doll”- ¡No había más! ¡No!
¡No había más! ¡De ningún talle! ¡NADA!
(No piensen mal, no era específicamente para usar esa noche, era una simple renovación nada más. Recién hoy la vendedora me avisó que había
llegado la nueva partida y me compré uno).
Con la reunión de amigas-
mutatis mutandis- pasa algo similar. Queremos vernos bien. “Tapar” los estragos
de los años, disimular imperfecciones, encontrarnos de nuevo jóvenes y
radiantes. Quizás no se ponga tanto
esmero en depilarse, porque con los vaqueros no se van a ver esas piernas de
monas peludas. Pero, igual elegimos
cuidadosamente la vestimenta, (-“esta remera no porque me hace gorda” –no te
hace gorda, estás gorda, ¿quién te
mandó durante el invierno comer DOS platos de cazuela? ¿Eh?) Nos bañamos y perfumamos con esmero y también-aunque haga añares que no
lo hacemos- nos maquillaremos fina y esmeradamente.
Después de darnos los consabidos besos y abrazos, y de
pelearnos con los empleados de Peperone que nos dicen que “la mesa que elegimos está reservada para diez” nos
levantamos con aire de reinas ofendidas y nos vamos a Blás.
Té completo para cuatro.
Conversación para cien. Los hilos se suceden
los unos a los otros y se
entreveran en una infinita gama multicolor.
-“¡Aquella la petisa que estaba
embarazada! ¿Cómo se llamaba? ¿No te acordás? ¡Estuvo un año con nosotras!
¡Cómo no te vas a acordar! ¡¡Tenía el pelo lacio, lo usaba cortito! Nuestra bamboleante memoria hace esfuerzos
inauditos pero la imagen de “la petisa
embarazada de pelo lacio y cortito” no
aparece.
“-Mirá aquí está la nena- en
Boston, en Nueva York, en Filadelfia”. Y todas miramos el celular-sustituto del
pasa-diapositivas- donde se exhibe una
presentación que va de mano en mano.
Cada una lucha por llevar
adelante su hilo de conversación, suben los tonos de las voces, se suceden los
manotazos para imponer criterios.
“-¿Y la otra profesora que
tuvimos en Universal? ¡Aquella! ¡No
Gabriela, no! ¡La otra! ¿Y la de
Gramática que conversaba montones? ¡Menos mal que a la nena no le tocó! ¿Y la
que sabía mucho pero venía con una media de cada color? ¿Te acordás? No. No me acuerdo. En casa sí, ahí se me
prendió la lamparita. Es una de las que falleció y me surge el nombre, el apellido, las medias distintas, el viso
que sobresalía de la pollera. Los ojos
estrábicos. Todo.
Las cuatro tenemos “heridas de guerra”, las diferentes cicatrices que nos ha ido dejando la vida, a cada una le ha tocado su cuota
parte de dolor, pero la energía de esos variopintos años compartidos se impone y nos quedamos con
una sensación de enorme alegría, de una vitalidad que ni siquiera sospechábamos
que teníamos almacenada en algún lugar recóndito de nuestro interior.
¿Dónde nos reunimos en la
próxima?
¿Camisolín o "baby doll" ? |
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