La querida silueta del Cerro de Montevideo |
¿Sabían que el inefable
José Saramago fue un bloguero insuperable?
Es posible apreciar su
maestría en su “Último cuaderno”-
una recopilación de los textos que escribió en su blog desde marzo de 2009 a
junio de 2010 con prólogo de Umberto Eco. Voy a cerrar esta crónica con una
cita de su libro “Viaje a Portugal”* que él transcribe con el nombre de “Viajes”
en la recopilación que menciono. Estoy completamente de acuerdo con sus sabias
palabras, tanto, que no podría encontrar mejores.
Y ahora voy a anotar algo sobre el regreso, o mejor expresado,
sobre los sentimientos que produce regresar al lugar propio desde el mar, que
no es lo mismo que regresar a un imperturbable aeropuerto con forma de
cucaracha plateada que nos recibe con toda su frialdad. No. El regreso en barco
es otra cosa. A medida que la nave se
acerca se empiezan a percibir los perfiles queridos. La emoción- para mí-
principia cuando lentamente percibo allá a lo lejos la silueta del Cerro de
Montevideo. Antes se puede ver algo de la costa, quizás la isla de Lobos, pero
no me estremecen tanto porque yo no soy
puntaesteña; soy montevideana de la cabeza a los pies. Entonces, el cerro sí,
me emociona hasta las lágrimas. Estoy en una de las cubiertas, con los pelos
alborotados por el viento y el cerro aparece allá con su forma inconfundible y
abollada. ¡Qué emoción!
Con los pelos al viento, disfrutando el regreso |
Trato de disimularlo, pero miro a mi alrededor
y veo a otras personas con la misma cara de embelesamiento que debo tener yo.
No hay duda. Volvemos a nuestro lugar en el mundo. Se quiera o no se quiera, se
esté o no se esté de acuerdo con el gobierno de turno, se putee o no contra
todos los inconvenientes de la vida en nuestra ciudad.
"La Torre de Antel" |
Más cerca es posible
ver a la “Torre de Antel”- tendrá otro nombre, pero con ese se le conoce y
reconoce- y, más cerca aún – indudablemente-, los clásicos edificios de la
Ciudad Vieja, pero antes el “monstruo folklórico”-como lo apodó Benedetti- del
Palacio Salvo que se yergue aún imponente con toda su rareza. Porque es eso:
“un raro”. Símbolo de una época y de una
ciudad que ahora sí, siento como mía. Muy mía. Y me quedo en ella para volver a partir algún
día.
Y va la cita de Saramago
que es una verdadera joya :
“El viaje no acaba
nunca. Sólo los viajeros acaban. E incluso éstos pueden prolongarse en memoria,
en recuerdo, en narrativa. Cuando el viajero se sentó en la arena de la playa y
dijo: “No hay nada más que ver”, sabía que no era así. El fin del viaje es simplemente
el comienzo de otro. Es necesario ver lo que no ha sido visto, ver otra vez lo
que se vio, ver en primavera lo que se vio en verano, ver de día lo que se vio
de noche, con sol donde antes la lluvia caía, ver el trigo verde, el fruto
maduro, la piedra que cambió de lugar, la sombra que aquí no estaba. Es preciso volver a los pasos que
fueron dados, para repetirlos, y para trazar caminos nuevos a su lado. Es
preciso recomenzar el viaje. Siempre. El viajero vuelve ya.”
Notas:
“El
último cuaderno” de José Saramago, editorial Alfaguara. Febrero 2011, páginas
124/125
*En
el libro “Viaje a Portugal” de José Saramago, editorial Alfaguara, marzo de 1999, página 351, el mismo capítulo se llama: “El viajero vuelve
al camino”
No hay comentarios:
Publicar un comentario