FAMOSO HOTEL DE RÍO- COPACABANA PALACE -SACADO DESDE ARRIBA DEL ÓMNIBUS |
Como ya se sabe,
las experiencias personales son únicas. No vamos a encontrar nunca a una
persona –y mucho menos en materia de
viajes- que haya experimentado lo mismo que otra. Eso se debe, sobre todo a que
son experiencias absolutamente
intransferibles. Y lo afirmo con la
seguridad de que muchas personas que fueron en este crucero experimentaron
otras sensaciones. Así, que la que
salió-por ejemplo con el número 12 de la excursión “Súper Río”, pudo subir perfectamente, sacó
todas las fotos que quiso, se tiró al piso para sacar la figura del Cristo
entera, y regresó feliz y contenta. Esa fue la excursión que salió TEMPRANO. Se iba por número; cada
ómnibus tenía un número y el correspondiente guía tenía el mismo número en una
paleta que era su talismán para llamar la atención a los pasajeros. Bien. A mí
me tocó el número 16, y no fue porque no
madrugué –como me dijo una recalcada repelente- sino porque en la rebatiña hubo
quienes pelearon y arañaron mejor que yo
y lograron salir primero. Tomé notas,- como es mi costumbre- y en las mismas dice
que la cita para salir era a las 8.00 a.m. Ahí estaba yo. ¡No en vano trabajé más
de veinte años en un colegio americano, carajo! ¡Llego en hora siempre! Pero lo que no hice fue
batallar con un sinfín de forajidos de diferente sexo que pugnaban por salir antes. ¿Tamo?
Así que MI experiencia-el posesivo lo pongo en
negrita para que se destaque- de la “Súper Río” fue una cagada frita.
Se puede resumir
así: desde el ómnibus vi de manera vertiginosa barrios y monumentos. Se llegó a
la estación de tren donde se esperó largo y tendido. Intenté comprar algo para
que me dieran el vuelto en reales; no fue posible. Le dije al guía. No me dio
bola. Nos dieron un boleto a cada uno de ida y vuelta, se llegó al Corcovado. Es
un decir, porque para “llegar”, realmente “llegar” hay que subir por escaleras.
El guía aconsejó que subiéramos por ellas porque los ascensores estaban
atestados por una multitud pujante y sudorosa. Yo todavía tenía el dedo gordo del
pie derecho-el que me quemé con caramelo- en estado lamentable. Subí, con el
esfuerzo de una persona que ya no tiene veinte pirulos.
Así se va viendo el Cristo Redentor mientras se asciende por las escaleras |
Viví más de veinte
años en una propiedad horizontal de un primer piso que tenía escaleras sin
pasamanos. Lo pusimos nosotros, porque mi querido amigo Chacho, tenía
dificultades motoras y siempre que venía a casa, lo reclamaba. Ahora yo también
lo necesitaría.
Volviendo al asunto
del Corcovado: subí las putas escaleras con las dificultades del caso, fui
viendo la estatua paulatinamente. Primero de espaldas, después de costado.
El Cristo Redentor de costado. ¡Me falta menos! La ascensión es una penitencia sin lugar a dudas |
Agradecí a Nuestra Señora de la Aparecida-en la capilla que está a los pies del
Cristo Redentor- por haberme permitido la ascensión.
¡Claro que le di las gracias y después salí despavorida para abajo en busca del guía! |
El guía nos dio unos
minutos para tomar fotos y luego nos dijo que nos encontraríamos abajo. Yo me pegué a unos - de mi mismo grupo- para bajar con ellos y no mezclarme con otros
que habían venido en distintos ómnibus. (No
está demás señalar que fui a la
excursión con seres totalmente
desconocidos.) Los argentinos bajaban, yo bajaba, se detenían, yo me detenía, y
así sucesivamente. Al final, vi que el
joven se había dado cuenta y me esperaba – porque yo lo seguía, despavorida, mirando indistintamente sus zapatillas de
color azul bolita o su gorro blanco-distintivos que me ayudaban a identificarlo-
Habrá pensado que era una vieja maniática, pero fue la única forma que encontré
para ir donde nos esperaba el tipo.
Después del
descenso, nos llevaron a una típica “churrascaría” de nombre “Oasis” en un
barrio pitucón. Felizmente, teníamos incluida una bebida porque –como
recordarán-, no tenía reales sino dólares, y no conseguí ningún lugar que me
diera el cambio en reales. Me vino bárbaro. No compré nada. A la salida de la
“churrascaría” y otra vez de manera vertiginosa y desde arriba del ómnibus sin
ninguna parada para sacar ni una foto, vi Ipanema, Copacabana, Praia Vermella,
y Barrio Urca, rumbo al telesférico donde volvimos a hacer otra cola matadora
para subir al Pan de Azúcar. Nuevamente unos pocos minutos para fotos y otra
vez la cola matadora para volver.
Al regreso al
buque, le volví a decir al guía que no tenía reales. Se hizo el
desentendido. En los galpones aduaneros
me compré unas havaianas- porque las que había traído se rompieron-. Tampoco
logré cambio en reales. A la noche, unos compañeros de la mesa 209 donde cenábamos, me dijeron que
en esos mismos “galpones” había un cambio oficial. Nadie me informó nada de
nada. Después ya no necesitaba más reales. En Ilhabela volví a arreglarme con
dólares. Ya ni intenté más nada.
RESUMEN: Este turismo masivo honestamente no es
para mí. Pagué a Costa Cruceros- porque
son ellos los que hacen también las excursiones-, la módica suma de 159 dólares
por un paseo “súper”-según ellos el más recomendado, y el más caro también-, “súper”…atropellado. Yo ya conocía Río. Fui con mi finado esposo cuando
festejamos nuestros 25 años de casados.
También conocimos juntos Angras dos Reis.
En Angra dos Reis en 1992 con mi esposo, celebrando nuestras bodas de plata. Sí. Soy yo. con muchos años y kilos menos, con traje de baño enterizo y salida haciendo juego. |
Pero no había ascendido al Corcovado. Para mí fue una manera muy lamentable de
hacerlo. No la disfruté para nada.
Y si otros, tuvieron
una experiencia magnífica, los felicito.
Yo no.
Me encantó!! Y reafirma mi idea de no hacer cruceros y menos, "megaexcursiones"
ResponderEliminarMi experiencia en crucero,fue ,una sola vez,en al Mar del Norte.Duro 18 horas y fue suficiente.Gracias por tus descripciones atrapantes y minuciosas.
ResponderEliminarHuuuuuummmmmm, me parece que tampoco es para mi. Me agoté imaginandolo. Realmente no es el tipo de vacaciones que me seducen. Besos,, Alfa.
ResponderEliminarGracias por los comentarios. Realmente esta excursión fue un verdadero fracaso. Cada vez me afirmo más en la idea de que las excursiones dependen de la calidad del guía. Si es bueno, la excursión sale bien-aunque haya inconvenientes. Si es malo, regular, no atiende a los pasajeros y busca lo más simple y cómodo para él, los pasajeros no la pasan bien, y no se disfruta de nada. Eso fue lo que me pasó. Rodeada de gente desconocida, pasé una gran angustia tratando de no perderme y de no quedarme arriba del Corcovado-porque el guía no se quedó con nosotros. Bajó antes. Nos esperó abajo. Un verdadero desastre- y además, caro-
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