domingo, 1 de julio de 2012

Desde Woody con amor: Roma


Los Curtidores de Hongos- cuando vengas a filmar acá, ya te voy a explicar porqué se llaman así-



Supongo que ustedes ya saben que soy una “fan” incondicional de Woody Allen, cuando se estrena alguna de sus pelis salgo disparada al cine lo antes posible. Así lo hice con “A Roma con amor”- “To Rome with love”- lo último que se estrenó en Montevideo.
Fui al cine del otro shopping simplemente porque ofrecían una función más temprano. Observé -sorprendida -que para sacar la entrada había que sortear unas vallas para imbéciles que nos causaron más demora y nos hicieron sentir como ovejas en un redil.  Para colmo de males, estaba repleto. Finalmente, busqué una ubicación adecuada y vi la peli con el gusto que siempre me producen las pelis de Woody. Es cierto que están presentes todos  sus estereotipos: el “sabelotodo”-esta vez es una especie de “consejero sentimental” que está o parece estar más allá del bien y del mal-; el  artista que busca un antídoto para el vacío existencial, que quiere expresar el misterio de la vida y ésta se le presenta muy a menudo a través del absurdo, el famoso porque sí-porque no se sabe porqué es famoso-, mientras quizás otras personas que tienen sobrados motivos para merecer la fama, no la logran nunca, porque como ya lo dijeron Homero y Virgilio varios siglos atrás, es hija de la madre tierra, producto de una irritación-no del amor- hermana fiera de otros dioses, tiene miles de bocas para pregonar verdades y mentiras, veloces pies y alas para propagar lo que se le antoje-siempre- porque oye todo y no duerme. Transcribo la aterradora descripción de Virgilio en “La Eneida”:
“La fama”
 "Dícese que irritada con los dioses
la tierra madre la engendró postrera,
fiera hermana de Encélado y de Ceo,
tan rápidos los pies como las alas:
Vestiglo horrendo, enorme; cada pluma
cubre, oh portento, un ojo en vela siempre
con tantas otras bocas lenguaraces
y oídos siempre alertas
Por la noche
vuela entre cielo y tierra en las tinieblas,
zumbando y sin ceder al dulce sueño;
de día, está en los techos, en las torres,
a la mira, aterrando las ciudades.
Tanto es su empeño en la mentira infanda
como en lo que es verdad. Gozaba
entonces regando por los pueblos mil
noticias, ciertas las unas, calumniosas otras"
Eneida (Virgilio)
¿Woody presenta de esta forma a la Fama? Lo hace a su modo, en forma irónicamente “plástica”. ¿Cómo “salta” a la fama Leopoldo? No se sabe. ¿Qué le brinda esa repentina fama?  Sarcásticos reportajes con preguntas tontas: ¿Usa  calzoncillos flojos o bóxer? ¿Qué desayuna? Y todo se toma en cuenta, sea verdad o mentira, todas las mujeres lo desean, todas quieren tener una aventura sexual con él porque se transforma de golpe, sin más trámite en un “objeto de deseo”. Él, que hasta la noche anterior había sido un oscuro italiano trabajador común y corriente, cambia-por efecto de esa fama repentina-  él y todo lo que lo rodea- incluida su mujer- se transforman en “referentes”. ¿Qué se puso la señora para una reunión? Un vestido barato de algodón. Ese vestido será declarado de última moda. ¿Y las medias? Una de ellas se corrió. ¡Perfecto! ¡Otro “touch” para declararlo “le derniere crie”! ¿Por qué? Simplemente porque sí.
Este personaje “famoso porque sí”-Leopoldo- está encarnado maravillosamente bien por Roberto Benigni. ¿Qué otro actor podría encarnar mejor  al “típico italiano”?
Esta vez Woody Allen también actúa. Se reservó el papel de “papá” de una joven casadera, y –como siempre- se destaca en los diálogos perspicaces y en lo absurdo de las propuestas (que no las cuento más para que vayan a ver la peli.) ¡Ah! ¡Por supuesto que está casado con una psiquiatra! (Otro detalle “woodiano”.)
  Las historias, “aparentemente” desconectadas, tienen puntos de contacto en los personajes y sus búsquedas.  El sexo está siempre presente un poco en broma y un poco en serio –con su estilo- con sus sombras y sus luces. Agazapado, pero listo para saltar como una pantera en forma inesperada. ¿O esperada? Y la música también es “woodiana”, al principio se escucha  al estupendo Domenico Modugño con su clásico: “Volare”.
Como en otros filmes la ciudad es una protagonista más. En este caso: Roma.
Yo lamenté muchísimo-y creo que lo lamentaré el resto de mi vida- no haber podido disfrutarla cuando la conocí. Cuando cumplimos cuarenta años de casados con mi esposo, en el año 2007, fuimos a Europa en una excursión, pero como ya lo confesé antes: en estos paseos se depende de los guías y si éstos son malos, no hay manera posible de disfrutar del viaje. ¿Qué nos pasó en ese viaje? ¡De todo! ¡El guía era un catalán que tenía un genio de los mil demonios y además odiaba encarnizadamente a todos los desgraciados latinos que andábamos  por sus dominios! ¿Y Roma? ¿Cómo es Roma? ¡Yo que sé cómo es! ¡Nos perdimos! ¡Sí! ¡Nos perdimos! ¡Nos perdimos como una de las protagonistas de la película!  ¡Esperamos un montón de horas en el Vaticano haciendo cola para poder entrar, cuando salimos nos dieron instrucciones para poder comer en un restaurant y también la hora de salida del ómnibus que nos llevaría al hotel de regreso!  ¡El ómnibus se fue sin nosotros y el hotel quedaba en la loma del diablo! Fue un viaje cargado de angustias y-además lamentablemente- ya no pudimos viajar más.
Volver a ver  Roma en la película de Woody de alguna manera me reconcilió con el lugar. No es que me vaya a olvidar de la grosera maldad del guía ni de la  de los “tacheros” italianos que nos cobraron un dineral en euros para llevarnos de regreso, pero las imágenes de la película me mostraron la Roma de ensueño. Esa que con seguridad es la que  aparece en las tarjetas postales y en la imaginación de los  viajeros que la quieren conocer.
Por lo tanto, si les gustan las pelis de Woody ¡vayan a verla!
Querido y admirado Woody:
 Ojalá que algún día te animes  a darte una vueltita por acá a filmar “A Montevideo con amor”. Ya vino Paul y te aseguro que le gustó Uruguay. Prometo disfrazarte de “plancha”, con ropa de Hering,  con un gorrito sobre los anteojos-para que no te reconozca ni Soon Yi-; prometo pasearte por todos los lugares encantadores de mi ciudad; - prometo hablarte slowly  en mi inglés-uruguayo, ya que en esta peli decís que apenas pudiste pasar tu examen de Spanish en High School- prometo cocinarte lo que tengas ganas de comer-ya sé que sos un maniático de primera- pero como los dos nacimos el mismo día-vos tenés diez pirulos más que yo, no te creas que no lo sé- a lo mejor puedo cocinarte algo que comas gustosamente sin asco-. Además también tenemos en común que pasamos la infancia al cuidado de espeluznantes niñeras. (Ya te contaré de las mías.) También prometo hacerte escuchar a Rada, a  Nasser, a Cardozo, al Alemán,  a Ros,  a NTVG- que es una banda y que de veras te va a gustar sí o sí-. Y. si tenés tiempo y te quedás para el carnaval, prometo llevarte a ver a Curtidores de Hongos y Agarrate Catalina-con un curso de Español acelerado y personalizado-que empezará por la explicación de nombres tan singulares- para que puedas entender el fenómeno de la murga uruguaya.
Ojalá que la fama no te haya afectado demasiado y puedas  venir a  filmar- of course-  “A Montevideo con amor”, y a recibir alegremente el respetuoso cariño de esta fan incondicional que tenés por acá.
With all my soul, darling.







domingo, 24 de junio de 2012

VIAJE AL NORTE ARGENTINO: LOS COLLAS

Cerro de colores con cementerio de altura
Una de las grandes ventajas que tuvimos en este viaje fue la calidad de los guías, es sabido-por experiencia- que un mal guía turístico puede arruinar completamente el más cotizado de los itinerarios. En este caso, es algo para agradecer, porque tanto el coordinador que partió con nosotros de Montevideo y nos asesoró durante todo el viaje, como  los locales, fueron todos  capaces de darnos enseñanzas  que nos dejaron con la boca abierta.
Tuvimos, además, el enorme privilegio de tener desde Tucumán a Salta un guía “colla de verdad”,  bien preparado para  su función y muy orgulloso de ser un integrante de  los pueblos originarios. Así se denominan ellos: “pueblos originarios”, no “indios”,- nombre que sólo hace referencia a un error histórico-.
Claudio, nuestro simpático colla, nos trasmitió el profundo respeto y amor que siente por su pueblo. Nos comentó costumbres que son muy antiguas, por ejemplo: la minga  una modalidad de colaboración de los pueblos originarios que se practicaba antes de la llegada de los españoles,  que consistía en ayudarse los  unos a los otros en trabajos comunitarios, solidariamente, en forma cooperativa. En el Imperio Inca, era la forma de producir alimentos o construir viviendas. La llegada de los españoles trajo consigo-lamentablemente-  enfermedades, y  la destrucción de la sabia organización social que los agrupaba y protegía.
Secadero natural de pimientos

Otra costumbre ancestral que nos describió nuestro colla  se llama  serviñacuy y es nada más y nada menos que “el  matrimonio a prueba”. Una práctica que a nosotros nos parece “novedosa” puesto que actualmente, muchas parejas deciden “irse a vivir juntos” antes de casarse para –también- ponerse a prueba en el dificilísimo arte de la convivencia.
Los rituales más arraigados se relacionan con el culto a la tierra: “la pachamama”, origen de la vida y de la muerte, por eso se le da de comer en corpachada, y  el carnaval  o kacharpaya,  se celebra con comida, bebida, y música producida con instrumentos típicos como  quena, bombo, erke y charango.
A muchos viajeros nos conmovieron los  llamados “cementerios de altura” donde yacen las tumbas de sus muertos. Además de estos cementerios situados en las montañas, yo observé-acongojada- los  pequeños santuarios en los bordes de los acantilados, recordándonos a los despreocupados turistas que nuestra vida humana pende de un hilo delgadísimo y que éste se puede cortar súbitamente, sin darnos ningún aviso previo.
Un recurso de  subsistencia para los collas es el turismo. Con sus pro y sus contras. Como todas las cosas. Aparecen-a veces con quiosquitos- en todas las paradas donde bajan turistas para ofrecer y vender sus productos, que no son únicamente artesanías o tejidos, sino que también incluyen comestibles, como dulces regionales o frutos secos de la zona, como los cuaresmillos, que son unos pequeños y deliciosos duraznos, o los tomates y pimientos secos.  Los niños también se suman a ese  enjambre vendedor. A veces no tienen nada para vender, pero cantan o recitan poemas para obtener monedas, como éste que nos recitó un conmovido  Claudio-nuestro colla-  y también-con mucho sentimiento- algún niño.
No te rías de un colla
 de Fortunato Ramos
No te rías de un colla que bajó del cerro,
que dejó sus cabras, sus ovejas tiernas, sus habales yertos.
No te rías de un colla si lo ves callado…
si lo ves zopenco, si lo ves dormido.
No te rías de un colla si al cruzar la calle,
lo ves correteando igual que una llama, igual que un guanaco.
Asustao el runa como asno bien chúcaro;
poncho con sombrero debajo del brazo.
No sobres a un colla si un día de sol,
lo ves abrigado con ropa de lana, transpirado entero.
Ten presente amigo, que él vino del cerro donde hay mucho frío,
donde el viento helado rajateó  sus manos y partió sus callos.
No sobres al colla si lo ves comiendo
Su mote cocido, su carne de avío,
allá  en una plaza, sobre una vereda o cerca del río,
menos si lo ves coquiando por su Pachamama.
Él bajó del cerro a vender su lana, a vender sus cueros
a comprar l’azúcar, a llevar su harina,
y es tan precavido que trajo su plata
y hasta su comida y no te pide nada.
No te rías de un colla que está en la frontera,
pa lao de La Quiaca, o allá en las alturas del Abra del Zenta.
Ten presente amigo, que él será el primero en parar las patas,
cuando alguien se atreva a violar la Patria.
No te burles de un colla, que si vas pa’l cerro
te abrirá las puertas de su triste casa.
Tomarás su chicha, te dará su poncho, y junto a sus guaguas,
comerás  un tulpo… y a cambio de nada.
No te rías de un colla que busca el silencio,
que en medio de lajas, cultiva sus habas,
y allá en las alturas, en donde no hay nada…
¡así sobrevive con su Pachamama!


La colla Rosa con sus sombreros y sus otras mercaderías a la venta


A mí me gusta viajar para conocer lugares y culturas, no compro por comprar, como hacen muchos que tienen tendencias consumistas,  pero  en Humahuaca,- Jujuy- donde se ubica la torre del campanario en donde “aparece” San Francisco Solano a dar su bendición a los turistas cada mediodía, me siguió, una simpática vendedora colla con una cantidad de sombreros, cadenas de plata peruana, lapiceras y muñecos. Su insistencia fue educada y paciente y, por lo tanto, le dije que después que le sacara una foto a San Francisco, le compraría algo. Se sonrío con alegría y me contestó que me esperaría. Y así fue. No se despegó de mí en ningún momento. Le “compré por comprar”- porque no lo necesitaba- uno de sus sombreritos y algún otro souvenir, y le pedí permiso-tal cual nos había indicado nuestro guía colla- para sacarle una foto. Le dije que iba a nombrarla en mi relato y entonces me dio su nombre con otra enorme sonrisa: Rosa. Además de paciente y simpática fue también muy honesta. Yo le di por error un billete de más valor y ella me lo devolvió con esta recomendación respetuosa: “Este billete es de 100 pesos, mamita, el muñeco vale 10 nomás. Ahí tenés uno de 10.” Y me devolvió el billete “grande” como decía ella, dándome  –además- una lección que me dejó perpleja.

lunes, 11 de junio de 2012

VIAJE AL NORTE ARGENTINO Cómo lograr que un buen mozo se siente en tu falda

El sonriente morocho en cuestión tratando de incorporarse con hidalguía



Al guía coordinador Carlos, con mucho cariño le dedico esta humorada.

En la crónica anterior me referí a olvidos y extravíos. Los que les conté no fueron los únicos. Uno de nuestros compañeros perdió un hermoso anillo de oro-diseñado por él mismo- y, lamentablemente, no lo encontró.
Los viajes sirven para muchas cosas, no únicamente para conocer lugares y personas “diferentes”. ¿No me creen? Sigan leyendo.
Ya les comenté que la mayoría de los viajeros éramos de edad provecta. Es decir con más años que Matusalén. Entusiastas, eso sí, como el que perdió el anillo que tenía algo así como 87, andaba casi todo el día  de bastón y jadeaba e incordiaba a su pareja cuando subía al ómnibus, pero apenas sonaba alguna música  largaba el palo auxiliar  y bailaba como un trompo- lógicamente con bailarinas jóvenes- Más difícil es lograr lo del título. ¿No?
Porque salvo que seas Susana Jiménez o Moria Casán- dos vetes que son famosísimas por tener perros espantosos que portan en bolsos ídem pero carísimos(los perrillos y los bolsos)  y-además- unos acompañantes esplendorosamente jóvenes y divinos, vos no vas a poder conseguir lo mismo que ellas así nomás. Al que generalmente tienen de  turno, lo llaman “toy-boy”  algo así como “chiche-niño””.  En realidad, se pueden dar el lujo de tener todos los “chiches” que se les cante. Aunque a vos te parezca que están viejas, gordas y  recauchutadas a más no poder son famosas y adineradas.”Por la plata baila el mono” y- el “chiche”-. ¿Entendés?  ¿Quién les va a decir que no? Por cierto que más de una vez, “los chiches” cobran vida y junto con la vida les “cobran” también sus buenos dineros por los servicios prestados durante “x” tiempo de relación. Pero, repito, salvo que seas una de ellas, vos no tenés esas opciones. Por lo tanto te invito a que sigas mis consejos.
Lo primero es lo primero:
·        Elegí una agencia de viajes que tenga algún guía coordinador que esté potable. Es un poco difícil que lo consigas soltero, pero un divorciado de alrededor de cuarenta años, no es un imposible. Muchos más años no, porque ya viene con muchas mañas. Asegurate que ese y no el otro petiso pelado y  chueco será el designado  para ir en el viaje que vos elegiste.
·        Acto seguido, señá un pasaje en el primer asiento del ómnibus. Hacelo con tiempo, porque otras “sexalentes”  van a tratar de hacer lo mismo que vos y si no te apurás corrés el riesgo de perder el privilegio, querida. Te aconsejo que reserves el  número 2, que da al pasillo. No elijas el de la  ventanilla porque no va a servir para tus propósitos. El asiento 2, sí. Es útil en más de un aspecto. Por ejemplo, cuando paran con la intención de que el pasaje use los baños de los paradores, estás en condiciones de saltar lo más raudamente que te lo permitan tus patitas para ser la primera en llegar. Eso provocará una envidia masiva en el resto del pasaje, que al igual que tú tiene la vejiga a reventar. Además, cuando el guía -que elegiste cuidadosamente, no te olvides- vaya a utilizar el micrófono que está escondido en el portaequipajes-del primer asiento, obvio- tú tendrás el privilegio de oírlo y contemplarlo muy bien, aún sin micrófono. Hasta podrás sentir su perfume-si usa- y si no usa, por lo menos le podrás sentir el rico desodorante. Porque él-al principio- va bien bañadito y fresquito, y se va a bambolear-para hablar, aclaro- frente a ti. ¡Estupendo espectáculo, dear!  
·         Al cabo de unos cuantos días, después de atender los pedidos demandantes de treinta y cuatro pasajeros rompehuevos,  que han perdido de todo, que se han sentido  mal, que se han caído, etc. poco a poco, el guía prolijito del comienzo, empezará a perder paulatinamente su estupendo equilibrio. En los primeros días hará todo bien. Sacará el micrófono, lo enchufará enérgicamente con precisión;  cuando no le funcione, hablará sin él y  le dará el humor para hacerlo arreglar en la primera localidad y regresar al día siguiente con el artefacto en condiciones y  con una estupenda sonrisa.  Pero al sexto o séptimo día, ese guía meticuloso, servicial y eficiente se-  va- a- ir-lentamente- “desplanchando”-. Verás que le han salido unas tremendas ojeras-le quedan divinas, al morocho- y toda su eficacia quedará reducida a un balbuceo tembloroso. El pobrecito intentará cumplir con todas sus funciones, pero ya no da más. Sus camisas celestes están desvaídas, sus pantalones oscuros lucen arrugados, - ya pasó a usar unos “cargo” con la camisa por afuera - y ya no saca el micrófono con autoridad. De todos modos, con gran experiencia en el manejo de situaciones de esta índole, seguirá balbuceando sus recomendaciones.
·        ¡Está llegando tu oportunidad! ¡Ya no tiene  la estabilidad que lo ha caracterizado durante casi todo el trayecto!
·        Llegará un momento, -tendrás que estar bien atenta- en que en un leve barquinazo de ese ómnibus-casa que los llevó y los está trayendo- trastabillará, forcejeará desesperado para no caerse- y ¡zás!  ¡Ahí estarás tú,  sentada en ese segundo asiento de posición privilegiada para recibirlo en tu falda! ¡Intentará levantarse! ¡No te preocupes! ¡No podrá! ¡Está extenuado; hace más de diez días que está sin sus afectos!(Es divorciado, pero no bobo)  ¡Sujetalo con firmeza! ¡Inmovilizalo! ¡Es tu momento de gloria!
·        ¡ Pedile a algún otro pasajero-si es varón mejor- porque el resto de las mujeres jóvenes, de mediana edad y viejas, estarán verdes de envidia- que te saque una foto con el morocho en la falda! ¡Te la mereces!

jueves, 7 de junio de 2012

VIAJE AL NORTE ARGENTINO 2 : "Extravíos y olvidos"

La "codiciada" primera habitación del hotel

La deseadísima camucha de descanso bien merecido
Hace años, fui de “cuidadora”  en un viaje estudiantil a Misiones con 37 muchachos de diferentes nacionalidades y edades. Íbamos en condiciones similares a las que se dieron en este viaje al Norte argentino, con la diferencia de que en el viaje educacional, las responsabilidades que llevábamos los adultos eran enormísimas porque  los “niños” que pueden ser medianamente “civilizados” en situación de clase, se desacatan cuando  van con adultos que no son sus padres y que llegan sumamente cansados a su destino. Esa vez nos pasó de  todo.  Uno de los jóvenes se dislocó un tobillo jugando al fútbol; otra chica -prácticamente- se “abolló” la cabeza en la piscina del hotel; y otro de los  bebotes-inadvertidamente- dejó su reloj Rolex en la habitación.
En el viaje al Norte argentino, en un ómnibus repleto de personas variopintas, también pasó de todo. Hubo pasajeros que sufrieron diversas alteraciones en la presión sanguínea que los dejó  alicaídos por un tiempo. Algunos, no hicieron todos los paseos    para poder reponerse. De todas maneras, en general, la mayoría soportó las alturas con hidalguía, buena voluntad y hojas de coca para evitar el apunamiento.
El viaje en sí, en lo que los agentes turísticos llaman “ómnibus semicama”- eufemismo para denominar a ese engendro que tiene asientos reclinables y apoyapiés, pero en el cual  después de unas cuantas horas de viaje uno no encuentra acomodo posible-termina generando un ardiente deseo de poder explayarse-extendido completamente- en una deliciosa y   placentera cama horizontal. De todas maneras, como nos dieron un recibimiento amabilísimo que incluía hasta la bandera uruguaya con bailes y cantos típicos, los molidos viajeros resistimos un rato más hasta que nos asignaron las ansiadísimas habitaciones. Me tocó la número 315 y quedé muy feliz porque eso significaba que si quería  subir y bajar por escalera podía hacerlo sin grandes dificultades. Subí con el bolso de  mano porque la maleta-me aseguraron- la iban a dejar en la habitación. ¡Qué comodidad! ¡No tenía que andar tironeándola por ascensores y corredores!  Me sorprendió la comodidad de la habitación y la  amplitud de la cama-creo que fue uno de los hoteles más confortables del viaje- y después –cariñosamente- vi “mi maleta”. Busqué la llave del candado para abrirla. ¡Qué extraño! ¡No abría! La miré nuevamente sin comprenderla. ¿Era mi maleta? ¡Sí, era! ¿Por qué se resistía entonces? Después de unos instantes de confusión y forcejeos me di cuenta. Era mi maleta. ¡Sí!  ¡Pero no la llevaba yo sino mis parientes!  ¡Me habían dejado la maleta equivocada! Llamé a recepción, al guía coordinador, al guía local, y a mi hermana. Todos avisados, empezó la búsqueda de “la maleta extraviada”. En mi bolso de mano no tenía  ninguna ropa adecuada para cambiarme así que tenía que esperar  sí o sí a que “apareciera” mi otra maleta- es decir la que había llevado conmigo- Después de una hora –más o menos- de haber causado una verdadera conmoción en el hotel, en los guías, compañeros  y demás; después de haber molestado a todos y  a cada uno de los viajeros para ver si mi maleta había ido a parar a una habitación equivocada, vino mi hermana. Yo me había tirado un rato a descansar las piernas hinchadas. Hace años que me aqueja el “síndrome del turista”, como llaman los médicos a esta dolencia que deja a más de uno con “patas de elefante” y a otros, con mayores problemas. Comentábamos lo inusual de la situación porque las maletas viajaban con nosotros en el mismo ómnibus, por lo tanto, no habían “sufrido” ningún traslado. De pronto, Juanita, miró atrás de la cómoda  y me dijo: ¿-Y esa valija? Y ahí estaba, la muy ingrata, “acostada” en el porta-maletero que está para esos efectos. ¿Cómo no la vi? o ¿Por qué no la vi? Primeramente, porque “no estaba a la vista”,-alguna excusa tengo que tener-  Además,   porque yo estaba empecinada en que me habían traído “la maleta equivocada”. En realidad, así fue: me trajeron  la maleta equivocada y… ¡también la mía!  El episodio  de "la bobeta de la valija"  me sirvió para recibir  “cachadas” durante  el resto del viaje.
Al final, cuando nos volvíamos para Montevideo después del maravilloso viaje,  contentos y ahora ansiosos por reencontrarnos con “el paisito”, nuestro guía coordinador, nos “sometió” –con el ómnibus ya en marcha- a una especie de “control” de rutina-ya nos había hecho recomendaciones la noche de la “última cena” pero, con mucha experiencia en la materia, nos reiteró algunas “consignas”-:a) pasaporte o cédula en mano para el paso de frontera- ( ¡por favor!:no dejarla en la valija que iba en el compartimento de equipajes)- b) revisar bien la habitación para no dejar nada de nuestra propiedad en ella: anillos, relojes, celulares….
Y ahí saltó Joaquín:- ¡Yo dejé el celular! Todos-absolutamente todos, incluido el guía-, pensamos que nos estaba haciendo una broma; pero cuando gritó dos o tres veces lo mismo con cara de desesperación, nos dimos cuenta de que –realmente- se había dejado el celular en la habitación, más precisamente, en la mesa de luz. ¿Por qué? Porque lo había usado de “despertador”.
Volvimos al hotel a buscar el “móvil perdido”. Cuando Joaquín bajó del ómnibus se oyeron unos murmullos al fondo que terminaban en “udo” A la vuelta, él mismo, frente a todos, en el pasillo,  se autocalificó:
-¡Soy un boludo!
¡Todos nos reímos, pero, nadie lo desmintió!
Coqueta "kichinette" "empotrada" en un placar con microonda, cafetera, y ¡ vinito!




jueves, 31 de mayo de 2012

Viaje al Norte Argentino Anecdotario: Episodio 1

Alberto y Marisa, "50 de casados y 6 de novios"


En la´"ultima cena" se destaca en primer plano, la parejita estelar
Hacía mucho tiempo que no hacía viajes largos.  El año pasado,  cuando murió mi esposo, me propuse seguir adelante como a él le hubiera gustado que lo hiciera. Puse toda mi voluntad en lograrlo, lógicamente, con altibajos. Los proyectos de viajes juntos estaban –y están aún- encarpetados. Vale la pena recordar que la vida también es un viaje con principio y final. Él tuvo que emprender la última etapa  sin mí. Como vivió siempre procurando mi felicidad estoy segura de  que me alentaría a realizar sola los viajes que planeábamos juntos. Por eso dediqué a esta primera excursión de once días, una delicada preparación que comenzó hace meses. En primer lugar invité a mi hermana y a mi cuñado para que me acompañaran. Felizmente aceptaron.
Un par de amigos entrañables, con los cuales tengo en muchos aspectos, gustos similares, me recomendaron este viaje con la empresa Elpidio Campos. Sin embargo, a pesar de que me habían “aleccionado” con total entrega, todo lo que  me escribieron y dijeron quedó empequeñecido por la experiencia propia. Vi paisajes de una belleza inigualable y aterradora. Los precipicios -a medida que subíamos-, cortaban el aliento. Di profundamente gracias a la vida, o a la divinidad que fuera por concederme esta oportunidad única de  llegar a una altura increíble y poder hacerlo con  una relativa salud, sin excesivas zozobras ni malestares. Me convertí por unos cuantos días en una india de ojos azules, con el “acuyico” de coca para disminuir el “mal de altura” que –dichosamente- apenas me produjo un cansancio mayor que el que siento en el llano. Partimos el sábado 19 desde la agencia misma, acompañados por un guía coordinador y dos conductores. Los tres demostraron una excelente eficiencia y una paciencia infinita para atender los reclamos de todos los pasajeros.  Los treinta y seis viajeros-que quedamos en treinta y cuatro- constituimos un microcosmos humano tan multicolor como las montañas; y, por supuesto, con todas sus virtudes y defectos fuimos una sociedad en miniatura, que reflejó la variopinta humanidad. Los entusiastas parlanchines de potentes voces que no dejaban dormir en la noche, los quejosos que encontraban incómodo el ómnibus o cualquier otra cosa, los más jóvenes que querían pachanga, y los veteranos -  que éramos la mayoría- con sus manías y resistencias diversas. En mi la más notoria fue la de negarme a acercarme demasiado a los precipicios  por  el miedo a la endeblez de mis piernas hinchadas. Como buena tozuda que soy, me asomé hasta donde quise- y no más de eso- con sumo cuidado. Tuvimos unos guías y conductores sensacionales, pero el escarpado camino sembrado de pequeñas capillitas-con cruces indicadoras de muertes- llamaba a la prudencia.
Quiero empezar este anecdotario contándoles  un episodio-que no es el primero-  pero  involucra  a una especial y simpática pareja con la cual compartí el ascenso al cerro de la  milagrosa Virgen de Salta  el domingo 27 de mayo, previo a la partida hacia Paraná.
Ustedes ya saben que yo soy un cronopio y que, como a todo cronopio, me ocurren cosas insólitas.
Esta vez, mis amigos ocasionales fueron Alberto y Marisa. Son una pareja que cumplió cincuenta años de casados y seis de novios-como afirman sin vacilar- y por ese motivo la hija les regaló la excursión al Norte Argentino. Marisa me comento  que planeaban ir al cerro de la Virgen en las últimas horas en Salta, -de paso me invitó- porque su hermana menor iba todos los años, y Alberto, aceptó complacerla. El plan era: ir al cerro de la Virgen en taxi, luego me regresarían a mí al hotel porque ellos querían ir también al teleférico.  Desde el hotel nos procuraron un taxi. Ahí hubo una lamentable confusión. Cuando llegamos al cerro preguntamos al primero que vimos, dónde estaba la Virgen, nos contestó que allí no había ninguna Virgen, pues era el lugar del teleférico. Volvimos al taxi-que nos esperaba- Alberto se contuvo a duras penas y marchamos-esta vez sí- al Cerro de la Virgen. En esas vueltas perdimos más de media hora. Al llegar al verdadero cerro, nos encontramos con la novedad de que no se podía subir hasta la cima en taxi. El aire húmedo y frío de la mañana se había transformado al mediodía en un agradable calorcillo. Ante nuestra vista, se nos presentó un camino escarpado, de no sé cuántos metros con dos opciones: el pavimentado y el de monte. Nos aconsejaron el camino del monte que era más largo pero menos empinado. Emprendimos el ascenso por el abrupto pasaje con Alberto-esta vez sí- bajo  protesta total.  Allí marchaba, afanoso, “rezando” su rosario personal de puteada tras puteada mientras Marisa trataba de calmarlo. A su vez,  desde el camino pavimentado, nos seguían fieles guardianes- que como todos los guardianes del mundo son severísimos- exhortándonos al silencio.
“¡Silencio!”, -nos decían en susurros- “¡Están perturbando la meditación!”
–“¡Qué meditación ni meditación!”- Les gritaba Alberto enfurecido.
Árbol florecido con rosarios de colores
 Marisa había ido con unas coquetas medias blancas, que, a medida que avanzábamos iban perdiendo su blancura entre el barro y las rocas. A su elegante atuendo de paseo-no nos olvidemos que estábamos listos para irnos rumbo a Paraná- se le sumaban unos incómodos suecos resbaladizos que la hacían patinar una vez sí y otra también. Pese a las protestas, Alberto-que  a estas alturas sudaba a la gota gorda- extendía-entre puteada y puteada- su mano salvadora para auxiliar a su esposa. Yo era la que cerraba la marcha con mis pies hinchados enfundados en mis poderosos championes Puma que respondieron fantásticamente al esfuerzo. En medio del fragor le preguntamos a un hombre que descendía si nos faltaba mucho; nos contestó que “nos faltaba menos que cuando habíamos empezado y que tuviéramos fe”. Alberto es ateo, Marisa creyente, y yo que dejé mis oraciones en la infancia, empecé a sacarlas a luz para poder llegar hasta el santuario. Al parecer la Virgen me escuchó porque después de un rato de  resbalones, búsquedas de accesos y lucha general, llegamos. El santuario es humilde-como todos los santuarios milagrosos- y la devoción de los fieles ha hecho que los árboles florezcan con rosarios de colores colocados en sus ramas. la Virgencita es de una belleza inigualable. El espectáculo es  realmente conmovedor.
Para descender tomamos el camino pavimentado, que, en bajada, nos resultó facilísimo. No nos resbalamos ni nos caímos y encontramos al taxi firme en su puesto de espera. A Marisa y a Alberto  no les quedó ánimo ni tiempo disponible para ir al teleférico. Regresamos al hotel a “prolijearnos” a lo gato- ya no teníamos derecho a habitación- quisimos comer en lo de Luisito-restaurante chino a media cuadra- pero estaba cerrado. Por consejo de la recepcionista, fuimos  al restaurante “Cuatro Siglos” donde unos exquisitos refuerzos  de queso y jamón crudo acompañados por unos refrescos nos devolvieron el alma al cuerpo. La foto de “la pareja estelar” es de ese momento. Alberto prometió volver al cerro únicamente en helicóptero. ¡Felicidades, Marisa y Alberto! ¡No pueden negar que fue un  vía crucis con un final feliz!

lunes, 14 de mayo de 2012

ALREDEDOR DEL LENGUAJE 1

¿Los recién nacidos son superdotados que ya piden recuperación salarial?
La expresión oral y escrita, debería enseñarse durante toda la vida. Se nota cada vez más la falta de precisión, la pobreza en los diálogos, las frases entrecortadas, el uso de expresiones fuera de tono y los errores. En una telenovela argentina de la noche, uno de los personajes y -no  precisamente el “paseaperros” -en el colmo del romanticismo- le dijo a su conquista: “Me perfumé las pelotitas para vos”. Les juro que a mí se me atragantó la milanesa. Además  de este lenguaje desfachatado, es posible apreciar en nuestros comunicadores el uso de las innecesarias muletillas: este, ehh, bueno, etc. En un programa televisivo de la tarde, se ha instaurado la muletilla “como sí”. No sé si se la debemos-como tantas otras cosas- a nuestros hermanitos argentinos o, si una de las divas de chispeantes ojos la puso de moda. Lo cierto es que la conversación chismográfica- se encuentra salpicada de esos “como sí”:
 -“Yo no sé si fulanito sigue saliendo con sultanita, pero es “como si” todavía la siguiera viendo, ¿viste?”
-“¡Claro!- le contestan- parece que es como si todavía le picase el bichito del amor, aunque se dijeron de todo en público”.
-“Bueno, pero la cosa no pasa por ahí. Es como si pasara por otro lado”.
Y así siguen. No sé si toda la tarde porque me llegan a pudrir tanto, pero tanto tanto, que termino apagando  el bobero, lo cual  me viene muy bien  para salir a caminar, que buena falta me hace.
Sin embargo, me parece más importante, más destacado, y de más cuidado,  cuando los “percances” se dan en el lenguaje escrito, porque –como todos sabemos- allí no tenemos los gestos, ni las miradas, ni el tono de la voz para dar más indicaciones.
En alguna ocasión hice un “concurso” que tuvo mucho éxito. Su nombre: “La caza del gazapo”. (Gazapo significa “conejo” y  “error”). El procedimiento era sencillo, los alumnos buscaban en la calle, sobre todo en la cartelería, algún posible error, lo fotografiaban y lo traían a clase. Los viernes, hacíamos la exposición fotográfica en la cartelera. Pongo un ejemplo: en el cartel de un taller encontraron: SE REPARAN CORTINAS DE ENRROLLAR”. Además de la exposición, comentábamos qué era lo que estaba mal expresado, y se sugerían posibilidades para la corrección. Obviamente, en este caso, se trataba de la “rr” que no se necesita cuando la precede una N (enrollar). De paso, se repasaban las reglas.
Ahora, con las modernas camaritas y teléfonos celulares, se “apresan” verdaderas joyas expresivas, como esta que fotografié en el Hospital Pereira Rossell. ¿Qué entenderá alguien que no esté familiarizado con el entorno de esta situación? Lo más probable es que piense que los niños recién nacidos –superdotados obviamente- han entablado a pocos días de nacer una demanda por el  aumento salarial que se merecen por haber tenido la osadía de venir al mundo. ¿Verdad? ¿Se podría haber mejorado la expresión para no dar lugar a esa interpretación? Sí. Por  supuesto. Simplemente basta con colocarle a la expresión recién nacidos, unas comillas al principio y al fin, pues este signo ortográfico, sirve-entre otras cosas- para poner de relieve una palabra o expresión:
“Recién nacidos” en conflicto por recuperación salarial.
Ese destaque o relieve, indica al lector que  los “niños” no son superdotados  ni revolucionarios, -pobres angelitos inocentes- y aunque sí han tenido la valentía de venir a este mundo actual tan complicado, no son ellos sino el personal  del sector de  “Recién nacidos” los que reclaman el aumento.
De vez en cuando voy a seguir alrededor del lenguaje.
Les deseo que hablen bien y que escriban mejor.
Hasta pronto


domingo, 6 de mayo de 2012

HONGOS EXQUISITOS

Los Honguitos desparramando alegría

"Claquetito" con el número CIEN
Algunos conceptos, ya los expresé en  el blog colectivo Internet y Lectura. -Modificados- me sirven de introducción para  contarles sobre un extraordinario espectáculo que dio la murga “Curtidores de Hongos” en el cine Plaza, el viernes 4 de mayo de 2012.
Existe una idea generalizada de que “la murga viene de Cádiz”. Según cuenta una de las historias-aclaro que no es la única-, en el año 1909, llegó al Uruguay un grupo español de zarzuela cuyos componentes formaron una especie de “chirigota”- a la cual llamaron “La Gaditana”- para cantar por las calles a cambio de dinero porque no habían tenido suficiente público en sus actuaciones. Al año siguiente se creó-localmente- una agrupación de carnaval que se llamó “La gaditana que se va” que parodiaba lo ocurrido a los españoles.
Otras fuentes populares aseguran que ya había “murgas” a fines del siglo XIX; pero todos los expertos aceptan que comenzaron a popularizarse a comienzos del siglo XX.
Cada uno de los nombres humorísticos de las murgas tiene alguna anécdota que lo justifica, explica o describe. Algunos se pierden confusos, allá lejos en el tiempo. Por ejemplo, sobre el nombre “Curtidores de Hongos” esto es lo que ellos mismos rescatan en su página web:

“A veces se escucha difusa en la memoria, "que una murga de obreros  canta en un baldío cerca de una curtiembre donde los cueros amontonados, juntan sus hongos".”
Lo cierto es que en la actualidad, la murga, en general, - como espectáculo teatral absoluto, completo-, desafiando a sus detractores, nos representa a nivel mundial.
Y no lo digo yo, sino que lo señala la propia Intendencia Municipal de Montevideo:“El espectáculo preferido del público es el de las murgas. Se distingue por su canto coral y su ritmo, único en el mundo, conocido como “Marcha camión” que fuera declarado como Patrimonio Intangible en el año 2005. (…)
“La murga es la más elocuente expresión del folklore uruguayo. Ésta tiene como característica esencial criticar, satirizar y divertir, con un lenguaje popular y con un coro que, además o por encima de sus atributos técnicos sea claramente entendible para el espectador. El coro deberá tener un rendimiento grupal que esté por encima de los rendimientos individuales, claridad y afinación”. (Los subrayados son míos.)

Lo paradojal es que aunque se afirma que  la murga  es la más clara manifestación artística popular, se eligió- para la celebración del Bicentenario del Uruguay-, a una payadora que cantó desafinando en las alturas de la Plaza Independencia- no sé si por el julepe o qué- en lugar de  una genuina murga que hubiera cantado bien desde esas alturas o desde cualquier lugar. Sobre todo, una como Curtidores de Hongos, que tiene unas voces privilegiadas y cuyos componentes manifiestan un innegable entusiasmo cuando cantan, actúan, saltan, bailan, y hasta cuando se olvidan de la letra, porque saben resolverlo  con una enormísima y contagiosa dosis de buen humor.
El título del espectáculo parece una “venganza humorística”: “DOCUMENTAL AL MEDIO BICENTENARIO”-recordemos lo que destaca la propia Intendencia, como característica principal: “criticar, satirizar y divertir-“. ¡Y vaya si lo logran!
 En este año 2012, los Honguitos celebran sus primeros cien años. Así lo manifiestan retorciendo el lenguaje jocosa e inteligentemente para lograr  que aparezca la palabra “cien”, al mismo tiempo que el personaje “Claquetito”, camina por el escenario mientras actúa “claqueando” el número 100 a cada  manifestación de la letra:
CIENto el ruido de la calle
que sigue haCIENdo el camino de CIENpre
 
CIEN, CIEN, CIEN, Hay una murga que cumple CIEN
Con bombitas  amarillas de CIEN
El año pasado, 99 pero hoy cumple CIEN
Realmente lograron que el documental abarque los CIEN años- hasta yo me contagio- con recuerdos, fotografías, vídeo, música, actuación. Un vasto y entretenido recorrido por los aspectos más destacados que llevamos impresos en la memoria, tan fidedignos como la marcha “Mi bandera”. Por ejemplo: “El ensayo de la murga de la Intendencia”, que sigue haciendo reír-o llorar según nos haya ido con los trámites en dicha institución; a mí por lo menos, me ha hecho llorar lágrimas negras-, o la despedida del año 1951 que todo el cine coreó:
Cuando termine la fiesta
y se marchen los gitanos
juntemos fuerte las manos
en un saludo cordial
esta canción al carnaval
Y prometemos que nunca
habrá pena ni dolor
donde estén los Curtidores
cantándole al carnaval
Salud, salud,
pueblo oriental
hay que reír
hay que llorar
que mientras reine
la algarabía
habrá alegría y buen humor

O la del año 2012, la estupenda  del  “Medio bicentenario”:
Despacito y lentamente,
la canción ya se termina
y la murga criticando
enfila pa’ la cantina,
demostrando a los presentes,
no hay mal que dure cien años,
no hay mal que dure cien años,
que dure cien años,
salvo los Curtidores

Finalmente, es cierto que el espectáculo estuvo basado en el que presentaron en el año 2012, pero fue ampliado y presentado con maestría en todos los aspectos. Supieron hacernos felices hasta cuando se equivocaron o se olvidaron de la letra, porque como todos son excelentes profesionales, los espectadores no logramos saber  si lo hacían adrede, -porque constituía parte del show-, o si eran errores nomás. Nos fueron contagiando con su energía, con su buen humor, nos pusieron tristes con “Los menores” pero nos levantaron el ánimo con su estupenda recorrida por los hitos sobresalientes de su historia.
Mi camarita de fotos se “despiló”, quizás influenciada por la energía positiva  que se expandió en el recinto. La maldita-por decirlo en culto- no me quiso sacar nada más que unas pocas fotos, muchas de ellas con más cabezas del público que de Hongos. Como la camarita “se me desmayó”  me porté bien y no me tiré a la salida  arriba de ningún Hongo- sobre todo me hubiera encantado hacerlo arriba de alguno de esos que hace CIEN años que no se cortan en el pelo, por lo fácil y práctico que hubiera resultado manotearlo de las mechas- para agradecerle la felicidad del estupendo espectáculo y sacarme/le una foto “en vivo y en directo”. No  sé tampoco si me hubiera atrevido. Lo que sí sé es que valió la pena acompañarlos.
 ¡Sigan Honguitos, a “marcha camión” por el país y por el mundo!







martes, 1 de mayo de 2012

El manual de Tessa García

Esta clase jamás emplea la expresión "baño social"-según Tessa- le dicen "toilette"














El miércoles 25 de abril, asistí a la presentación del libro “Manual ilustrado de la gente bien” de la periodista y bloguera Tessa García en el Carrasco Lawn Tennis Club. Sus lectores fuimos  convocados con una frase sumamente tentadora: “Vengan todos que hay champagne”. Como podrán suponer, la concurrencia fue masiva y variopinta. Había gente bien-de la que ella describe en el libro- y de la otra, la prueba es que fui yo, tratando de adaptarme de la mejor manera posible a la situación. Pude apreciar que la mayoría de los concurrentes eran conocidos  entre sí; me pasaban por arriba para saludarse con sonoras voces y me miraban-lógicamente- como sapo de otro pozo. Aguanté estoicamente los pisotones, pero no me cambié de lugar. Llegar temprano brinda el privilegio de la ubicación adecuada.  Eso me lo enseñó la madrina que me terminó de criar y los veinte años que trabajé en el UAS. Gracias a esa precaución, me senté  en un buen lugar, y después me quedé allí como atada, porque moverme significaba hacer efectivo el dicho: “el que fue a Sevilla perdió su silla”. Desde mi envidiada posición en tercera fila,  observé señoras paquetas, con bufandones, sombreros, guantes, en fin,  con sus mejores atuendos, y, por supuesto como era de esperar, ninguna de vaqueros- salvo yo que soy una despistada total-. Ellos también lucían atuendos acordes a la ocasión con sus mejores entretejidos capilares del color más similar al pelo propio. Pero qué querés que te diga; si observás durante una hora-porque eso fue lo que se demoró en empezar- lo notás. En edades había de todo también: jóvenes, medianos y  “seniors”. Los sexalentes-increíblemente- eran los más movedizos,  los que más se cambiaban de lugar, los que más me molestaban, los que más me atropellaban y me tomaban de los hombros-no por amor sino para no caerse- los que más  me pisaban, no sé si por la angustia de no haber logrado mi preciosa ubicación o por la falta de reflejos característica de la edad.  Aguanté estoicamente. Cuando llegó Tessa, Mónica Bottero, directora de la revista Galería y de la editorial “PalabraSanta”, dijo unas palabras de introducción y la presentación estuvo a cargo de: Verónica García Mancilla y Antonio Mercader. La primera –lo pude comprobar en sus propias palabras y lo corroboré después de leer el libro de Tessa- exhibió las clásicas características de los bienudos,  y Mercader hizo  gala con hidalguía de la habilidad del político de años, simpático y de palabra fácil. No es ningún guiso.
Todos los que hayan pasado por el blog de Tessa   http://laoriental.com.uy saben que posee un estilo humorístico incisivo. Mordaz. A veces no se sabe si reír o llorar. Nadie se salva. Como muestra podrían leer “Buscando trabajo en un cóctel” o “Carta para la Colchonería Divino”. Y, sobre todo, también se van a divertir con los comentarios de lectores que se toman los textos al pie de la letra  y no  perciben ningún  “mensaje críptico”. El libro está estupendamente ilustrado por Florencia Parada. El estilo de Tessa en el libro no es tan cáustico como en el blog, pero luce su misma inteligente manera de decir lo que quiere. Desconozco la modalidad que adoptaron con Florencia para ponerse de acuerdo, pero la labor de coordinación es excelente.
Para mí fue una experiencia muy agradable leer este libro. Me trajo a la memoria a más de una conocida. Se me presentó-como si la estuviera viendo- una compañera de trabajo con sus gestos, con sus actitudes, con su don de gentes, con sus expresiones. Si íbamos a pasar por una misma puerta, gentilmente me cedía el paso, con gesto y frase: “Tú primero”, y si yo insistía para que pasara ella,  me contestaba: “¡De ninguna manera, mi madre me mataría si supiera que yo pasé antes que una persona mayor!” y me dejaba compungidísima, -por lo de “persona mayor”-, pero sin argumento.  Empecinada y cordialmente me quería “ubicar” en alguna de las familias “Segovia” que su padre había conocido en Treinta y Tres. Tuve que desilusionarla; mi padre en su infancia fue uno de los tantos negritos que desde tierna edad, trabajaban en los arrozales. Además, era un hijo natural que  llevaba   un único  apellido: el materno. Yo nunca me atreví a preguntarle si sabía quién había sido  el padre. De “esas cosas” cincuenta años atrás, no se hablaba.  Nunca tuvo ninguna estancia, ni mis parientes tampoco. Fueron todos pobres por unanimidad.  En su  cabecita de niña bien “no entraba” la idea de que  yo no tuviera pedigrí, pero como tenía clase, eso no impidió que fuéramos compañeras de trabajo durante más de seis años y nos lleváramos de maravillas. La distinción también se nota en esas actitudes.
Es de  esa gente refinada, pero sencilla y parca al mismo tiempo, cuyos hábitos, léxico y hasta comidas con recetas secretas trasmitidas de generación en generación, nos cuenta Tessa.
Por lo tanto, recomiendo la lectura de “Manual ilustrado de la gente bien”  y su expansión a los libros que oficiaron de fuente y que están mencionados al final en la bibliografía. En la lista de agradecimientos están los nombres  de las personas que colaboraron con aliento, apuntes, entrevistas e ideas. Uno  es el escritor Enrique Estrázulas y su famoso libro “Pepe Corvina”. Gracias Tessa; me llevaste directamente a releerlo. No. No me quedé a tomar champagne, pero fui, te saludé y leí tu libro. ¿Viste? Para tu próxima publicación te prometo no ir de vaqueros y llevar acompañante para compartir los pisotones y una copa de champagne.
Te deseo el mejor de los éxitos y un futuro insuperable en tu –ya innegable- carrera literaria.













ALCIRA

  En estos tiempos navideños que corren, —y siempre— su ausencia es muy notoria porque con su amabilidad natural era el alma del taller Tuli...