sábado, 12 de enero de 2013

OTRO BASTIÓN QUE SE NOS VA

El antiguo cine Trocadero convertido
La estatua de la Libertad ¡No la vendan ni la saquen de ahí, por favor!

Antiguo cine Trocadero en su esplendor.  Foto tomada de Internet-  del CdF-


No es la primera vez que escribo sobre este tema, y ya los que me leen saben que no es porque “esté en contra del progreso” o porque esté “amargada”. La venta del  hermoso edificio del Plaza,  para los nuevos  fines que se le proponen, simplemente no anuncia  ningún tipo de  “progreso”. Lo que sí advierte-en forma muy lamentable- es sobre  la pobreza espiritual que padecemos para que tantas iglesias y sectas se nos instalen, y  nos vengan a dar sus estentóreos sermones comprando edificios que no deberían venderse de ninguna manera. Ya perdimos varios: entre ellos el hermoso cine Trocadero.
A pocos metros del Plaza, está emplazada  la  estatua de la Libertad- llamada así por todos los uruguayos-, aunque también fue cambiando de nombre, según épocas y circunstancias, primero fue “De la Concordia”, después “ De la Paz” y –desde que me conozco, por lo menos- la “Estatua de la Libertad”. Cuando yo era niña le decía “la señora del paraguas”- porque eso era lo que me parecía que tenía en su mano izquierda. Mi madre me corrigió el error y me informó que  no era un paraguas, sino  una bandera, y- que en la mano derecha llevaba una espada-.  Evidentemente se necesitan “armas” para defender la libertad.   ¡Marca el kilómetro “cero” de las carreteras nacionales! ¡No la vendan! ¡Por favor!

 ¡Jesús tendría que echar  –nuevamente- a muchísimos más mercaderes de los templos! El Plaza, será un baluarte más que pierde Montevideo, en un panorama desalentador desde todo punto de vista. Hay edificios,-como éste- que son  lugares emblemáticos de la ciudad que no deberían ni venderse, ni enajenarse, y –además- deberían  regularse para ser utilizados para lo que fueron creados y no, para los fines  de los que  tienen suficiente dinero para comprarlos.  En los  tiempos que corren, donde hay dinero, la gente, vende. No importa qué ni para qué  pero vende. El Cine y Teatro Plaza, creo que era uno de los muy pocos que iba quedando sin ser “enajenado” como propiedad de iglesias de pomposos nombres.
“¿Pararemos de sufrir?”  “¿Dios será amor?”




Cine y teatro Plaza   Tomé esta foto  el 12 de enero de 2013


martes, 1 de enero de 2013

CAMINANDO POR EL "RRIOBA"

Frente del "Castillo Pitamiglio" "apretado" entre edificios.
Ya manifesté mi desagrado ante el consumismo que se desata por estas fechas. Parece que la mayoría de los seres humanos opta por disimular sus carencias comprando mucha comida, mucha bebida, muchos cohetes- terror de las actualmente llamadas “mascotas”, -pobres bichos inocentes sometidos  a nuestras bárbaras costumbres intoxicados  con  valium para que no se mueran del susto- y muchos regalos. ¡Regalos!  No te veo en todo el año, no me preocupa en lo más mínimo ni tu salud ni tu estado de ánimo, pero ah, ¡vamos! ¡Llegaron las fiestas! ¡Opa, opa, opa!  ¡Celebremos!, ¡Comprémosle un regalito a la vieja maldita que nos tocó por suegra, o a la cuñadita ídem y saludémoslas con un  besito falluto  aunque más no sea por facebook!   ¿Y a los otros? ¿A los hijos? ¿A los nietos? ¿A los sobrinos? ¿A Menganito? ¿A Perenganito?  ¡Compremos, compremos y compremos!  ¡Y llevemos, llevemos y llevemos!
Así llegué yo también, huyéndole al consumismo y a los festejos que se suscitan en estas fechas. Yo no puedo celebrar la Navidad.  Mi esposo cumplía años  el 25 de diciembre. Me resulta absolutamente imposible sacar ánimos para celebrar esta fecha sin él. Para colmo de males, este año 2012, falleció una de mis mejores amigas, con ella y su esposo solíamos pasar reunidos tranquilamente alguna de estas fiestas. Trato de no ser grosera con el que me llama o con el que me saluda, porque estimo que lo hace con la mejor de las  intenciones. Muchos son  personas mayores que acostumbraban a salir “por el barrio”, pasadas las doce a saludar a los vecinos y mantienen la cordial costumbre de antaño.
Pero, –este año al menos- decidí que el 31 de diciembre iba a retomar la sana costumbre de caminar. Hacía tiempo que no lo hacía y ¡los médicos insisten tanto! ¿No? Así que empecé. Me levanté temprano. Mi  “equipo” me esperaba ya pronto: pantalones cortos, musculosa, repelente contra insectos, bloqueador solar, gorro, lentes de sol. La macana es que me olvidé totalmente de mi condición de cronopio absoluto: cuando salí a la calle me abrasó un calor agobiante. Entre “pitos y flautas”- expresión que sirve para indicar que se perdió tiempo al “santo botón”- se habían hecho más de las 9 de la mañana. Como estoy más pálida que una mujer del 900,  me había puesto bloqueador solar hasta en el pelo; y-cronopio total- decidí que iba a caminar 45 minutos por la rambla y después iba a volver “buscando la sombrita”.  ¿”Buscando la  sombrita”? ¿Qué sombrita?   Evidentemente me olvidé de que en verano, y a las 9.30 de la mañana por Punta Carretas y Pocitos es imposible encontrar “sombrita”. Y. además, como cronopio total que soy, ni siquiera había llevado mi botellita de agua mineral, por lo cual la “subida”-¡sí hay que subir, señores!, yo vivo en  una de los “lomas” de Punta Carretas, llegar a la rambla es una pasadita, pero… ¡volver no! Volver es un  vía crucis. Hice un “paréntesis” en la rambla, me senté –con la lengua de afuera- frente al Castillo Pitamiglio, con su réplica de la Victoria de Samotracia y “emparedado” entre edificios como un antiguo “sándwich” - y le saqué una foto para que lo vieran mis amigos de otros países. Mientras tanto, juntaba coraje para emprender “la subida” por 21 de Septiembre (mes al que la incoherente RAE le puso la “p” de nuevo, pero que en la calle dice “Setiembre” nomás, como lo escribimos por acá durante años-)  Ya que estaba di la vuelta por la calle Vidal para tomar una foto del otro lado del Castillo-donde está el restaurante Montecristo- .
El castillo Pitamiglio del lado de la calle Vidal Restaurante-Museo Montecristo

 Después no me quedaron más excusas y emprendí la “ascensión”. El sol caía a pico. Me sentía como supongo que se sentiría Horacio Quiroga cuando escribió el comienzo  del  cuento “El hijo"  y anotó: “Es un poderoso día de verano en Misiones, con todo el sol, el calor y la calma que puede deparar la estación". Parafraseándolo y -economizando adjetivos  como me enseñó él en su decálogo-  yo podría haber escrito: ” Era un poderoso día de sol en Montevideo".¡Madre mía!  ¡Qué calor! ¡Santo Cielo! ¡Qué solazo! ¡No podría encontrar un adjetivo mejor que el "poderoso" de Quiroga!  Mientras la musculosa se me pegaba a la piel, mis championes sacaban chispas en el asfalto. Demás está decir que pese a la precaución del bloqueador solar mi piel se achicharró completamente. Cuando ya casi había llegado a  la calle Ellauri-cerca de la salvación porque después apenas me quedaría una cuadra más para subir- encontré este comercio y me acordé de Rouse. De inmediato pensé: “mirá vos, las margaritas que nos manda todos los días llegaron hasta acá”.
Indudablemente Rouse anduvo por acá y dejó "las margaritas"

Las peripecias no terminaron ahí. En casa,  después de una buena ducha y un largo vaso de pomelo, me senté a leer un rato. Sonó el teléfono fijo,- -no tengo inalámbrico-probablemente me quería saludar alguno de esos amigos tradicionales que mantienen la costumbre-. El teléfono siguió sonando porque no pude llegar hasta él. Un lacerante dolor en la rodilla izquierda me mantuvo prácticamente atada  a las paredes. Pude llegar cuando ya el contestador había largado su perorata. No supe quién llamó porque aunque tengo captor él “capta” lo que se le canta. Nunca lo que debe. Sabe-perfectamente- que está “de servicio” en una casa de cronopio. Y a  los cronopios les ocurren  cosas así todos los días. ¿No verdad, Cortázar? Buenas salenas, cronopio, cronopio, cronopio.

lunes, 24 de diciembre de 2012

EL TANGO DE DON ARTURO

"EL TANGO DE LA GUARDIA VIEJA"  de don Arturo. La de la foto es Grace Kelly





















“Oblata ocassione vel iustus perit” 
“Si se le presenta la ocasión hasta el justo peca”.
“La ocasión hace al ladrón”.

La última novela de don Arturo Pérez Reverte, se ha metido ni nada más ni nada menos que con el “tango argentino”- así nombrado varias veces en la obra- con la creación de un personaje que es una mezcla extraña de compadrito a la violeta, chulo español, gigoló  y quién sabe cuántas más definiciones le podrían caber. Para mí, es- sin lugar a dudas- un pícaro redomado, al  estilo al que  Don Reverte nos tiene acostumbrados, con muchas mañas que se manifiestan de diferentes maneras a través de los años, pero, ambientado en el siglo XX. A Max, Costa, lo conocemos joven, en 1928, como un “bailarín mundano”,  en un transatlántico, dedicado a “variar” jóvenes y no tan jóvenes en las danzas de moda, y, “de paso, cañazo”, si la ocasión lo amerita, hacer algún buen negocio para vivir mejor. No en vano, las mujeres con guita abordaban los transatlánticos para desempolvar amarguras y sacar a relucir –todavía- alguna que otra atractiva joya tentadora. En una estructura alternada muy bien manejada- como corresponde a un escritor avezado que sabe lo que hace y cómo lo hace-, vamos conociendo al “guapo embustero” en cuestión, en tres etapas de su vida: joven de 26 años, nueve años después (35),- con las mañas más finamente acentuadas- y,- finalmente- ya sexagenario, en la ingrata “tercera edad” con el cabello cano, kilos de más y aquejado de reuma, pero aún haciendo honor al dicho de que “el zorro pierde el pelo, pero no las mañas”.  Ya no tiene la agilidad de antaño, ni para bailar ni para nada, sin embargo, el último encuentro con la percanta, tratado como el de de un par de  abuelitos que se acuestan a hacerse mutuamente “pat pat” ya sin ningún fuego encendido ni por  encender, igual, tiene lo suyo. Lo van a apreciar  cuando lean la novela.
La mujer, con un nombre también cuidadosamente elegido: Mercedes Inzunza,- Mecha-,  sigue el mismo esquema cronológico, empieza –quizás- con un año menos que Max: 25, y el tratamiento que recibe a través de los años es-me parece- más piadoso. En plena juventud, una admirable belleza que pisa fuerte, y baila ídem. En la plenitud, tanto o más hermosa, y en la vejez, con arruguitas en la cara, con las manos moteadas por manchitas y  con el pelo gris, pero delgada-la verdad es que me muero de envidia, no sé cómo hizo. Quizás se conservó flaca porque es “gente bien” o de ficción, no sé-. Conserva de la juventud, eso sí, la misma risa y brillo de color miel en los ojitos.
El marido compositor, es-como lo describe uno de los personajes-, un “gaita abombado”, “un otario que suda mangos”, pero se las ingenia para divertirse de lo lindo. A  pesar de todo, Armando el gaita,  y Mercedes, la bella, constituyen un matrimonio “de gente bien”. En la novela, hay escenas de sexo chancho, como  no recuerdo que haya habido en otras obras  del mismo autor, pero eso no importa porque se sabe que la “gente bien” estaba a salvo por prestigio y fortuna-como suele ocurrir- de cualquier crítica exacerbada que se le quisiera hacer. Además, el ambiente recreado meticulosamente, es propicio para incitar al ménage á trois con la  concurrencia a piringundines o bailongos en Buenos Aires, donde la droga pesada corre como el viento. De todas maneras, aunque se describen salvajes escenas de tórrido sexo, hay algún detalle de prolijidad dentro de tanta chanchada: por ejemplo, se retira-siempre- la colcha de la cama antes de desparramarse. Se dice que Mecha en momentos culminantes murmura “procacidades”. Inteligentemente-ya dije que el autor es un escritor avezado, sin lugar a dudas- no se menciona el idioma que usa para farfullarlas, pero cabe suponer que sean en español, porque Max en tan poquitas horas, no podría haber tenido tiempo de adiestrarla para decir porquerías en el muy pintoresco lunfardo argentino. (¡No teman hermanos argentinos, alguna aparece en las explicaciones de Max sobre títulos de tangos! ¡Hay de todo en la viña del Señor y en la novela de Don Reverte!)
Los lugares, el “color de época”, todo, está cuidadosamente seleccionado. La costa francesa prácticamente se puede ver tan bien, como en la foto de Gardel con su amigo. Detallista hasta en los más mínimos detalles, se mencionan hasta  los perfumes que usan. Mechita  se distingue por su correspondiente “My sin”-o  “Arpege” que es tanto o más “chic”-, la baronesa amiga de Max, por  el aroma de Worth,   y las pobres milonguitas por “el agua florida”  desgraciada y barata.

Gardel, con un amigo en la Riviera francesa.

La música también está escrupulosamente elegida. Desde la que bailan hasta la que se escucha.  Me encantó que el tango que bailan “de memoria”- es decir sin música-, sea “Mala junta”. Hasta los diarios que lee el Max Costa sexagenario, nos mete de lleno en la época. Si en la radio se escucha ("A, A, A" ) “Abbronzantissima” cantada por Eduardo Vianello (o  Edoardo, bah) y Patty Pravo entona su célebre “Ragazzo triste” ( “ah, ah, ah, ah”)  sabemos que estamos en la década del sesenta del siglo pasado.  No van a creer que don Arturo la va a pifiar en  esos detalles. Pueden ver la lista de agradecimientos a todos  sus colaboradores que –indudablemente- realizaron una  conspicua labor.
http://youtu.be/yXrG_-rr4GA

( Si "pinchan" en el enlace de youtube, podrán oír y ver "Abbronzatissima" cantada por  Edoardo Vianello en los 90, ya veterano. Les aseguro que en los sesenta era un morocho descomunal, que partía las rocas, quizás tanto  como Max Costa)

Edoardo Vianello joven. Por las dudas, por si no me creían...
De la misma manera que Julio Cortázar nos escrachó a todas las uruguayas con un juicio lapidario sobre la protagonista de su  cuento “La Puerta Condenada” (¿Se acuerdan coterráneas?: “se vestía mal, como todas las orientales”), la ciudad de Montevideo, tampoco queda  en esta novela  muy  bien parada que digamos. Aquí llegó Max en el “vapor de ruedas de la Carrera”, a pasar una noche en el “Plaza Victoria” o sea en el “Victoria Plaza”, donde jode -desde todo punto de vista- a una mexicana y vende el collar de perlas que le robó a Mecha, a un anticuario rumano-menos mal que no es montevideano- de apellido Troianescu que si nos ponemos exquisitos, más bien podría tener reminiscencias de ajedrez. (Rumanos con ese apellido que aún vivan en Montevideo, tengan en cuenta de que el comprador del collar afanado es un personaje de ficción.)
El final me gustó más que el de “EL ASEDIO” donde al pobre protagonista PEPE LOBO, no le permitió ni siquiera “una mojadita” de consuelo, y me lo dejó al final, muriéndose, totalmente hecho pomada o puré. Yo presté varias veces la novela y me la devolvieron tirándomela por la cabeza, y gritándome desaforadamente: “¡Cómo lo va a dejar así!” “¡No me prestés más nada de este tipo!”  El final de “EL TANGO DE LA GUARDIA VIEJA”  es más “culebronesco” si se me permite el neologismo, y por eso, nos deja más contentos.
No escribo más nada, porque si a don Pérez- Reverte se le da por darse una vueltita por Monte a firmar ejemplares no va a querer por nada del mundo firmarme el mío, y ¿ qué voy a hacer, Dios mío, en ese caso, con toda mi cholulez?  
La disfrutable novela cinematográfica que podría convertirse en un flor y nata de culebrón, con hijo adulterino y todo -faltaba más- corresponde a “la loca de la casa” de Don Arturo Pérez- Reverte. No les revelo ningún vericueto, porque para entrar en ellos  y enredarnos, estamos nosotros, los lectores.
                                                                     

jueves, 6 de diciembre de 2012

PELI DISFRUTABLE "EL EXÓTICO HOTEL MARIGOLD"

Cartel de la peli con  el estupendo elenco que la potencia como un buen entretenimiento
Como los programas de TV son tipo plomo, alquilo pelis. Mi “sistema” de elección es de lo más bobito: leo lo que dicen las cajitas portadoras de los devedés, me fijo quiénes actúan,  quién dirige, y no mucho más. No soy experta en cine,  pero sí una espectadora atenta.
Hoy saqué la peli “El exótico hotel Marigold”, una comedia inglesa.  Cuando leí el argumento me pareció que podía ser entretenida. Lógicamente no esperaba una obra de arte, sino más bien una comedia liviana, sin mayores pretensiones.  Unos cuantos veteranos se van a  la India- Jaipur- al hotel del título-. Cada uno con su historia a cuestas. El personaje  que más me gustó es Evelyn, interpretado por  la actriz Judi Dench- una mujer entrada en años y en canas-,  un ama de casa viuda que se enfrenta por primera vez a la soledad.  Rápidamente se nota que confió tanto en su esposo que dejó que él decidiera e hiciera todo. Eso la decide a realizar un cambio radical en su existencia. El viaje a la India lo es. Lógicamente no cuenta con la aprobación familiar. Sus vástagos creen que debe vender el apartamento e irse  a vivir con ellos. - Clásica salida de los hijos-. Como no es eso lo que quiere hacer, emprende este viaje al “exótico y mejor hotel Marigold especial para personas mayores y hermosas”.
En la comedia aparecen “toques” dramáticos bien situados y administrados desde el principio. Por ejemplo, la peli empieza con una machacona voz en off donde reconocemos una grabación donde se pide que se aguarde para ser atendido- es  el momento en que Evelyn  logra ser atendida por un “ser humano de carne y hueso y no una máquina”, y se comunica con la empresa de cable cuya telefonista “le exige” que se ponga el titular en la línea y ella le contesta que el titular se murió. La completa y fría deshumanización en el tratamiento, acentúa la angustia de la que lo está padeciendo y la precipita a la decisión de irse a la India.
Quizás “le sobren metros de película” –como dice una crítica que leí- acaso la podamos ver –“si disponemos de un par de horas(es cierto: la ficha técnica dice 118 minutos)  y no pretendemos mucho”, -creo que también dice algo así-. Lo cierto es que a mí me resultó  entretenida y probablemente a otros también porque  podría haber una “segunda parte”. Es una historia simple,  pero el tema reviste interés. Un grupo de personas de “la tercera edad” (en inglés la expresión es más amable: Golden Age: Edad Dorada)  intenta dejar de ser ignorado en un mundo cada vez más hostil y programado únicamente para y por  los jóvenes que cada vez se preocupan menos por los adultos mayores. El Director es John Madden y no es Bergman ni necesita serlo tampoco.  No siempre vamos  al cine  para horrorizarnos con secuencias violentas o a  llorar a moco tendido en las butacas. A veces, algo liviano, que en lugar de sangre coagulada nos deje un mensaje más optimista o  esperanzador  pero no  demasiado tonto, viene bien.  

jueves, 29 de noviembre de 2012

LOS ESCRACHADOS DE SIEMPRE

A punto para "el escrache"



Pago una TV cable  de tipo “básico”. Me convencí de que por más que pagara lo único que iba a lograr era “más de lo mismo”. En esta época del año, las promociones para adherir a incautos en las “estupendas” ofertas de diferentes cables son “belicosas”: por mail, por teléfono, por la puerta. Hay que hacer un enormísimo esfuerzo de voluntad para evadirse de los “call centers” y sus “fantásticas” ofertas. Si es por teléfono, lo primero que observo es la hora, porque mis  familiares y amistades  se abstienen de llamarme  medio temprano ya que saben que constituye un violento  atentado a mis neuronas. Los llamados agresivos empiezan alrededor de las nueve de la mañana. Entonces me preparo. Levanto el tubo y recibo la primera perorata:
-“Buenos días, me llamo Fabiana, o Viviana o Julieta- o alguno de los              otros nombres usuales en gente menor de treinta- ¿usted es la “señora de la casa”? Acto seguido, esta  “señora de la casa” –que ya está preparada-contesta que sí, que es eso, pero que no le interesa ningún “producto” que le puedan ofrecer de ningún modo y a ningún precio. En la casa, ya hay y es más que  suficiente para lo que se usa. No se necesita ninguna “expansión del “producto”. La niña insiste, porque se ha preparado para  pesetear- que como indica el diccionario  del español del Uruguay, en cierta forma es “prepotear”: -“¿No le interesa conocer nuestra oferta?” ¡NO! ¡NO ME INTERESA! ¡GRACIAS!  (Las mayúsculas en este caso, tratan de trasmitir la firmeza de  mi  contestación.) Este episodio no es único,  ya que recibo  muchos día y noche, con “ofertas”,  “pedidos” o “mangas” de todo tipo, y, sobre todo,  después de las 20 horas, -supuestamente- una hora propicia  para molestar más y mejor a la pobre “señora de la casa” que llega  con la “guardia baja”, fundida del laburo. ¡No hay que “bajar la guardia” nunca!
Al fin y al cabo, como  he podido comprobar que  no es mucho lo que me atrae de la programación y  me gusta  mucho cocinar, miro asiduamente los programas culinarios. Si es algo que nunca vi preparar lo sigo con interés, porque siempre se aprende algo, aunque las más de las veces termino riéndome a mandíbula batiente porque lo que me muestran es lo que hacían mi nona, mi vieja  o  mi tití Estela,  todas expertas en aprovechar   lo que había quedado en la heladera o en el canasto de la verdura. Se convirtió en una  “astucia culinaria” de los famosos, usar todo lo que quedó. Así veo a Narda, a Máximo, a Ariel-por nombrar a tres conocidos de la pantalla chica-,  por esas cocinas de Dios, conociendo y aprovechando los requeches  a los que les suman ingredientes exóticos del lugar.
Una de estas noches, seguí con interés a Francis Mallmann. Es ameno, y con frecuencia hace alusión a sus incursiones en París. En Argentina, en cambio, lo veo cocinar en hermosos lugares desolados. Me han comentado-los que han ido con gran novelería a degustar sus platos- que lo que sí se trajo de París-sin lugar a dudas- son los altísimos precios.  Esta vez no estaba en Pueblo Garzón, en Uruguay,  sino en Bahía Bustamante, un pueblo alguero de-  la Patagonia. Suele utilizar como toque personal, antiguos utensilios que yo conocí acá en el campo de Treinta y Tres-los pagos de mi viejo-: cocina económica, fuego a leña, ollas y sartenes de hierro ennegrecidas por el uso  y productos lugareños. ¿Qué hacía de rico esta vez, en ese lugar helado? Algo muy sencillo y que en mi casa se hacía de noche con lo que quedaba en la heladera y en el canasto verdulero-como ya comenté- unos “huevos escrachados”. No un revuelto de huevos, -porque en ese caso los huevos se rompen y a veces se baten para amalgamarlos con los otros ingredientes, sino “escrachados”. ¿Qué significa esto? En el diccionario del español del Uruguay, encontré esta definición para “escrachar/se” (del italiano scaracchiare gargajear,tr. esp.”hacerse bolsa”) 2) golpear con violencia//3) Fotografiar a una persona.
También hallé “escrache” -con la definición de “Manifestación pública y airada de denuncia”-, y “escracho”,- con el significado de “Persona muy fea”-(muy usual para referirse a mujeres feas como rodada en bajada.)
En el diccionario  del lenguaje rioplatense de Juan Carlos Guarnieri las acepciones son similares aunque la palabra que citan como de origen italiano es: schiacciare  en español: romper, aplastar, destrozar, chocar con gran violencia y estrépito. (Una acepción muy usada para referirse a persona y/ o auto que sufrió daños en un accidente.)
En cuanto a la acepción de “fotografiar a una persona”  yo habría agregado  que es una expresión habitual en los prontuarios policiales. El “escrachado” es el delincuente de la foto. No es una expresión que –salvo con intención jocosa- se emplee para una pareja de novios que contrae enlace, porque no sería adecuada o apropiada para la ocasión.  Salvo, vuelvo a repetir, que hubiera una  intención bromista se podría poner a pie de foto: Miguel y Lucía,  “escrachados” el día de su boda por Estudio La Foto Sincera.
Algo  de “golpear o reventar o hacer bolsa” tiene  la sencilla comida que hizo Mallmann en su  ennegrecida plancha de hierro. Los ingredientes que utilizó fueron: manteca, panceta, zucchini, arvejas, huevos y, en la ensalada,-  el touch oriundo del lugar- una especie de “pasto salado” que se llama “salicornia”. En su comida, los huevitos permanecen enteros, hasta que cuajan, haciéndose en la gordura que se le puso  a la plancha o sartén-en su caso unos socotrocos-pedazos grandes, dice el mencionado diccionario-  de panceta ahumada y manteca-. Al final, se “escrachan” los huevos, es decir se “golpean” o “se rompen”  o “se hacen bolsa”-para que se extiendan  sobre los otros ingredientes-.

Otra variedad a punto del escrache

Mencioné que esta comida se hacía en mi casa sin tanta alharaca-y sin cobrar los fabulosos precios de Mallmann- con los “requeches”, es decir con las sobras. Mi familia tenía quintas, por eso no faltaba nunca alguna cebollita gustosa, ají morrón, papas, boniatos, arvejas, berenjenas, brócoli-si intervenía la nona, con seguridad que le ponía  ajo, y  unos buenos socotrocos de tocino, en lugar de panceta. Los huevos eran caseros ¡faltaba más! Y la nona, le  ponía uno o dos a cada comensal. Mallmann  puso 7 para él solito,-yo no vi a nadie más salvo una perra muy obediente que tiene cama propia y responde al nombre de “Luna”-. Para mí y para todas las mujeres que me enseñaron a cocinar 7 huevos para una sola persona es un verdadero disparate. Con 2, alcanza perfectamente bien. Lo cierto es que con estos ricos platos muchos cocineros profesionales “curran” de lo lindo, escriben libros, -otro “curro” más -y han amasado grandes fortunas. ¡Nona, viviste en el siglo equivocado! ¡Si cocinaras en este siglo XXI habrías adquirido fama y fortuna!  ¡Recuerdo con verdadero deleite tus comidas caseras!  ¡Sabrosísimos los escrachados de siempre!

Ya escrachados y listos para servir y degustar

domingo, 11 de noviembre de 2012

LA MUY HUMANA BRUNA HUSKY



Mis novelas de Rosa Montero


Hace varias noches que vengo soñando con mutantes, replicantes y bichos.
La culpa  es de Rosa Montero que escribe novelas delirantes y a mí se me da por leerlas en horas de la noche.
Ya con “La loca de la casa” me volvió medio desequilibrada y  me tuvo meses buscando los libros comentados. Los que pude encontrar y leer se relacionan con  la ficción autobiográfica o la autobiografía novelada, la memoria con su opuesto  el olvido, el amor y el desamor, la vida y la muerte. Dualidades que  están  siempre presentes en sus obras.
La chifladura con “La loca” me vino en parte porque está escrita en plan: “yo te cuento de mi vida, tú sígueme por favor”, y ahí voy yo como buena pánfila que soy, creyéndome todo lo que voy leyendo. Pero de pronto pienso: “esto ya lo leí. Y sí. Lo leí; pero es otra versión diferente de lo que leí”. ¡Albricias! ¡No hay límites precisos entre realidad y ficción! ¡Hasta me creí lo de la hermana! Es cierto que la culpa es mía, porque le pasé por arriba a la dedicatoria: “Para Martina, que es y no es. Y que no siendo me ha enseñado mucho.” Lean “La loca de la casa”  y después me cuentan.
Si  “La loca de la casa” me dejó turulata,  “Lágrimas en la lluvia” me desequilibró del todo. Ya no estoy “casi” loca-que eso significa el adverbio “medio”- sino completamente loca. Cuando era joven  veía  películas de ciencia ficción y los escritores  Julio Verne, Isaac Asimov-a quien releo con gusto después de cincuenta años-  y  Ray Bradbury fueron los amores de mi adolescencia.  Y en cine Steve Spielberg supo preocuparme bastante. Pero… ¡Rosa Montero creó un muy personal mundo alucinante  con "humanos", “replicantes”,  “mutantes” “  y “bichos”!
Si “La loca” me conminó a buscar y leer libros a más no poder, esta otra me llevó-de nuevo- a ver  la peli “Blade Runner” porque de ese filme surgió el título:”Lágrimas en la lluvia”. La peli es del año 82, es decir que ya  tiene la friolera de 30 años;  al volverla a ver se  puede  llegar a experimentar algo así como una  especie de ternura por los avances tecnológicos que ya fueron totalmente superados, como cuando se ven  en los remates las antiguas máquinas de escribir que actualmente son unos armatostes descomunales pero que en su momento fueron grandes adelantos. De todos modos, en la peli, aún se percibe  un trasfondo existencial que no pasó de moda. El título del libro se inspiró en  las palabras que un  replicante dice antes de morir:
“Todos los momentos se perderán como lágrimas en la lluvia”
En el sentido de esta frase encontramos  un pensamiento clave en la literatura de Rosa Montero: la desesperanza ante la idea de “desaparecer absolutamente” de “dejar de ser”, de “dejar de existir” al cual  se le une otro “incruste” temático dual  reiterado  y combinado: la memoria, el olvido,  el amor, el desamor, la vida y la muerte.
Pongamos texto para  sostener afirmaciones:
“De hecho, me parece que los narradores somos personas más obsesionadas por la muerte que la mayoría; creo que percibimos el paso del tiempo con especial sensibilidad o virulencia, como si los segundos nos tictaquearan de manera ensordecedora en las orejas.” (La loca de la casa” pag. 13)
“Los novelistas, escribanos incontinentes, disparamos y disparamos palabras sin cesar contra la muerte, como arqueros subidos a las almenas de un castillo en ruinas.” (Ídem pág.31)
“Lágrimas en la lluvia” comienza con estas palabras:
“Bruna despertó sobresaltada y recordó que iba a morir.
Pero no ahora.”
Primera connotación del personaje: la conciencia de la muerte “a término” y el pánico que esa idea le provoca.
Ya desde las primeras páginas podemos saber que Bruna pertenece a la especie de los replicantes o “reps”. Ha tenido un período de gestación determinado.“Nació” adulta (con 25 años) y tiene un máximo de vida de 10 años de los cuales trabaja 2.
 Tiene  una “memoria implantada”, es decir una  sucesión de recuerdos elaborados que-supuestamente- le permitirían relacionarse mejor. Físicamente es  una rep de combate: alta, atlética, de pupilas felinas, rapada y tatuada.  Mientras iba captando su descripción física empecé-mentalmente- a crear la imagen de una “mujer maravilla” pero no con la estupenda melena de la actriz Linda Carter, sino con la cabeza de la cantante –joven- Sinead O’Connor.  Bruna es una detective y vive de su trabajo, si no  anda a salto de mata.
Yo me imaginé una Bruna Husky con un físico como este

y una cara así,  como la de Sinead O'Connor
Si bien el aspecto físico de Bruna es llamativo y sorprendente, lo que más me atrapó de ella fue su psiquis. Es un personaje replicante, o tecnohumano, o androide, pero resulta sumamente “humana” en todas sus actitudes. A los pocos pasos de ir leyendo su historia nos enteramos de  que ha perdido a  su amor –Merlín-, porque  lo recuerda constantemente—por eso mencioné antes la presencia constante del tema  de la memoria- pero los   recuerdos que tiene de Merlín no son de los “implantados” porque esa intensa relación amorosa pertenece a la “vida breve” que se le ha otorgado. Merlín-otro rep- murió víctima  de la atroz enfermedad que los mata cuando les llega el plazo, denominado TTT: Tumor Total Tecno. Un detalle a tener en cuenta: en la peli, el replicante muere sin sufrimiento. En cambio,  los “reps” de Rosa Montero mueren sufriendo esa enfermedad que -por la descripción- es un horrendo e irremediable cáncer.  Bruna, -en pleno duelo- no lo puede recordar sano y feliz, sino acuciado por la dolencia que lo deformó  y lo devoró.
“A Merlín le encantaban los bocadillos de algas con piñones. El rostro del rep, un rostro deformado por la enfermedad, flotó por un instante en su memoria y Bruna sintió que el estómago se le retorcía. Respiró hondo, intentando deshacer el nudo de sus tripas y empujar de nuevo el recuerdo de Merlín a los abismos. Si por lo menos pudiera rememorarlo sano y feliz, y no siempre atrapado por el dolor. Dio un mordisco furioso al emparedado y regresó a sus problemas de trabajo.” ) ( Página 42)
También nos enteramos de que en ese mundo o entorno del año 2109, donde se mueve Bruna- la atlética y fuerte Bruna- la mayoría de los reps, se someten a cirugías estéticas-no siempre acertadas- y buscan afanosamente postergar o aplazar la muerte por medio de “curas milagrosas”. ¿No les parece-también- una actitud absolutamente humana? Todos los que hemos tenido a un ser querido que fue devastado por una cruel enfermedad hemos movido cielo y tierra buscándole una  cura, un aplazamiento de lo inevitable,  rezando a cuanto santo se nos dijo que era “milagroso” para comprobar con abatimiento que nada posterga la llegada de “la huesuda”, la “gran igualadora” que tanto se lleva a buenos como a malos, a reyes y esclavos, -sin distinción- cuando quiere y como quiere.
Otra característica que “humaniza” muchísimo a Bruna, -además de la conciencia de la muerte a término cuya cuenta lleva rigurosamente-, es precisamente esa memoria. Si bien sabe que es “implantada” y llega a enterarse de que consta de un número de escenas, tiene la “conciencia absoluta” de que la capacidad de recordar es la que nos da  identidad y nos hace ser lo que somos. Dejar de recordar significa la destrucción. El dolor que experimenta es muy profundo: no puede tener hijos, sus padres no son sus padres, ni sus amigos son sus amigos. Está sola. Todos los reps están solos. Así se comprueba en los casos que tiene que investigar como detective. Con esa atroz conciencia de la “vida breve” y la memoria como identidad, Bruna agrega a su personalidad otro rasgo humano: cuando no puede más con el dolor,  se embriaga, se droga y practica sexo desaforadamente-aunque sea con un “mendigo sideral” transparente, con órganos visibles a simple vista, y que –camaleónicamente- cambia de color según lo que siente. Al comienzo, Bruna aparece agobiada por una terrible resaca- y la vamos a “sentir”  más de una vez en esas condiciones deplorables, porque “la vida duele” y a ella más que a nadie. Más  allá de su concepción como una replicante, una tecnohumana o una androide-como se la quiera llamar-,  su compleja psiquis, sus rarezas, su gusto por lo artístico, su sexualidad a flor de piel y sus sentimientos la han convertido en la más humana  de las criaturas.
De novela o de película. Sin lugar a dudas.




sábado, 3 de noviembre de 2012

LUCES Y SOMBRAS DE AMOS OZ

Minuciosa reconstrucción de los claroscuros de la vida
Hace poco que empecé a leer a este escritor israelí.  Comencé con “El mismo mar”  en ediciones de bolsillo. Como me gustó, busqué y leí otros libros. Finalmente, después de mucho buscar en librerías y en internet llegué a su libro  autobiográfico. Cuando una nueva personalidad me llega, leo todo lo que puedo y busco –si tiene- autobiografía. Es una forma acertada  de ir conociéndolo y reconociéndolo:-Hola Amos ¿cómo estás? ¿Por dónde me llevas a pasear “niño de palabras”’?- No me cabe duda de que sigues siendo “un niño de palabras” como tú mismo te defines- tanto como  yo sigo siendo también una niña, lectora curiosísima, que te sigue sumisa por la selva de significados castizamente trasvasados de tu hebreo- y, al mismo tiempo que te sigo, voy tratando  de  “mirar” con mis ojos lo que tú viste  con los tuyos, o-mejor expresado- lo que tú quieres que yo vea. Un juego arduamente complejo y excitante para una niña que nunca fue a Israel, que tampoco jamás de los jamases vivió en un kibbutz y que no tiene ese historial familiar que tan magistralmente has armado con tanto  recato, cautela y un admirable sentido del humor.  ”Una historia de amor y oscuridad” es un libro  singular, mejor expresado: fascinante. Ya sabemos todo lo engañoso que puede ser el término “autobiográfico”, porque por un lado, pasa por el tamiz de la subjetividad del que relata, ese pequeño dios –dueño absoluto  de la primera persona- que dice lo que quiere y como quiere, que muestra-también- lo que quiere o como quiere, y que las más de las veces nos deja con la miel en los labios y por otro lado, no nos podemos desprender de la  “veracidad” que se va creando con la palabra. Siempre encontramos frases que nos conmueven más que otras. Yo he llegado a pensar y decirme a mí misma: “¡Esto es lo que yo hubiera querido escribir desde siempre! ¿Cómo se atreve este pícaro a decir o a describir o a relatar  con estas mismas palabras que yo he pensado, estas ideas que son-a quien le cabe duda- absolutamente “mías”?

(…) “Cuando era pequeño quería crecer y ser libro. No escritor, sino libro: a las personas se las puede matar como a hormigas. Tampoco es difícil matar a los escritores. Pero un libro, aunque se lo elimine sistemáticamente, tiene la posibilidad de que un ejemplar se salve y siga viviendo eterna y silenciosamente en una estantería olvidada de cualquier biblioteca perdida de Reykjavik, Valladolid o Vancouver.” (Pág.36-37)
¡Yo también quería ser libro, Amos! ¡Absolutamente! ¡Cuánto soñé con transformarme en uno de esos libros con tapas duras de cartón que olían a nuevo! Para mí los libros eran objetos de culto, casi comestibles. Lo siguen siendo. Nunca  logré convertirme en uno, pero aún no he perdido  la esperanza.
Es también indudable que para leerte tengo que valerme de  esta muy castellanísima versión de Raquel García Lozano- porque por desconocimiento del hebreo  no puedo leerte en tu idioma original-, pero aún así, “trasvasado”  siento que la mayor parte de las ideas que manifiestas yo también las tuve y las sigo teniendo, y-además, te confieso que  las habría podido escribir en un español muchísimo más general-. (Por ejemplo, no hubiera utilizado jamás la palabra “follar”, te pido mil perdones, pero… ¡es horrorosísima!).
En este mismo libro aclarás muy bien tu concepto sobre “lo autobiográfico” (– ¡por supuesto  que es el mío también! ¿Cómo lo supiste? ):
“Todo es autobiográfico: si alguna vez escribiera  una historia entre la Madre Teresa y Aba Eban, por supuesto sería autobiográfica, aunque no una confesión. Todas las historias que he escrito son autobiográficas, ninguna es una confesión. El mal lector siempre quiere saber, saber al instante “qué pasó realmente”. Cuál es la historia que está detrás del relato, qué pasa, quién está en contra de quien, quién folló con quién realmente. “Profesor Nabokob” preguntó una vez una entrevistadora en directo en la televisión americana: díganos por favor, are you really so hooked on little girls?” (La expresión de lo que la entrevistadora le preguntó a Nabokob está en inglés, en español sería algo así: “¿Está usted realmente “enganchado”/enviciado con las niñas?”.) (pág.49)
 Cada vez que se le pregunta a un autor  sobre un personaje, se busca que ese personaje, sus palabras y su proceder “calcen” de alguna manera en la vida del que lo creó.  ¿Tomó como modelo a su esposa? ¿Tiene algún pariente con ese problema? ¿Quizás alguna de las hijas?  ¿Su personaje es sucio porque usted está reñido con el agua y el jabón?
Aunque Amos se refiere siempre al “mal lector”; reconozco que  hay  una tendencia mayoritaria al chusmerío: la vida de los demás ofrece filones inesperados. La nuestra es aburrida, monótona hasta la exasperación, en cambio la de los otros, está repleta de jugos de insuperable sabor. Pero  ¡cuidado! Nos- dice Amos- en esta afirmación:
“Aquel que busca el corazón del relato en el espacio que está entre la obra y quien la ha escrito se equivoca: conviene buscar no en el terreno que está entre lo escrito y el escritor, sino entre lo que está escrito y el lector.” (La negrita y el subrayado son míos.)
¡Yo defendí esta premisa siempre, Amos! No es tan importante saber si es verdad o mentira  lo que  se cuenta, sino cómo incide lo narrado en mi psiquis;( en la psiquis de cada uno de los lectores…) ¿por qué me impacta tal o cual personaje? ¿Qué es lo que me causa esta desazón?  ¿Acaso me remueve  antiguos dolores? ¿Esa madre suicida que inmortalizaste en el texto  con tanta delicadeza,  me recuerda a algún ser querido que ya no está más conmigo? ¿Por qué me atormenta  tanto ese episodio después de la muerte  de tu madre, cuando ni tú ni tu padre limpiaban, ordenaban, ni hacían ninguna labor doméstica y terminaste diciendo que se comportaban así  para que “ella lo supiera”?  ¿Tal o cual personaje se parece a mi madre, quizás, o mi tía Stella- la más querida, la que me “reconstruyó” mientras viví en su casa, todos los cuentos de “las oscuridades” familiares  que nadie quería que se divulgaran? Tu abuela Slomith, la fanática de la limpieza, vestía a  tu padre de niña. ¡No te asustes!   ¡Mi madre intentó oscurecerme el pelo a toda costa!  “De donde yerba si es puro palo”  ¿Una niña rubia, de ojos celestes con un padre negro? ¡Dónde se vio! ¿Sentís las fibras  que tocás de mi corazón? ¿Te das cuenta porqué me perturba tanto? ¿Por qué me duele que te hayas quedado tantísimos años en silencio, si eras “un niño de palabras”? ¿Qué zonas oscuras hundiste en el silencio? ¡El cambio de apellido también es negar y callar! ¡También silenciaste tus sentimientos por lamaestraZeldadesegundo!  ¡Supiste que murió en 1984 “en medio de terribles dolores” y tú- a quien ella llamaba “niño rebosante de luz”- no le alcanzaste ni una migaja de esa fosforescencia!  ¡No fue ella la que te hundió en la oscuridad!
De todas maneras, creo que quebraste tu terco silencio-“frenético niño de palabras”   con este poema que escribiste sobre ella en “El mismo mar”:
Lo que quería y lo que sé
Aún recuerdo su habitación
calle Sofonías. Entrada por el patio.
Prosa y poesía delicadísimas
Siete * años y cuarto, frenético
niño de palabras. Pretendiente                                     
“Mi habitación no pregunta”-escribía ella
“por ortos ni ocasos. Le basta
con que el sol traiga una bandeja de oro
y la luna una bandeja de plata.” Lo recuerdo.
Uvas y una manzana me dio
en las vacaciones de verano, año 46.
Me tendí en la esterilla,
niño de mentiras. Enamorado.
De papel le hacía
flores y hojas. Una falda
llevaba ella, marrón, parecida a ella,
campana y olor a jazmín.
Mujer silenciosa. Y toqué
el borde de su vestido. De casualidad.
Lo que quería no lo sabía
y lo que sé abrasa.

¿Qué tienen de común conmigo las creaciones de este israelí, que  ni siquiera debe hablar español para que a mí-que no hablo hebreo ni por señas, y que tampoco tengo-creo- ni una gota de sangre judía, me conmuevan tanto sus dolores y me produzcan una compasión y una empatía sin igual?  Algo pasa a través de sus textos a mi alma, algo tienen que remueven en lo más profundo, vaya a saber qué   sentimientos subyacentes. También hay luces para el que las quiera ver.  El  hiperbólico y triunfante amor correspondido que  irradia destellos centelleantes es uno de los mejores ejemplos:
(…) “Ese día en Hulda las vacas pusieron huevos, de las ubres de las ovejas salió vino y de los eucaliptos fluyeron leche y miel. “(…) Y yo fui al pabellón vacío de los chicos, cerré bien la puerta, me puse frente al espejo y pregunté en voz alta: “Espejito, espejito, dime, ¿cómo ha ocurrido esto? ¿Cómo he sido merecedor de esto?”
Una última y efusiva recomendación:
 ¡Hay que leerlo!

lunes, 1 de octubre de 2012

LAS TORTAS FRITAS

Suculentos manjares dorados
Las tormentas de los últimos días han llevado a  mi alma de gorda a acordarse  de las gloriosas tortas fritas-emblema de los días lluviosos-
Cuando tenía nueve años, mi padre “me reclamó”-como decían mis tíos- y allá fui a dar con unos pocos bártulos  a una casa con colchonería- el “negocio” que mi padre había montado para sobrevivir él con su familia en “la villa La Paz”-. Ahí fui  perdiendo  poco a poco mis empaques de falsa burguesita: las  lecciones de piano, de inglés, de ballet,  y el colegio de monjas, fueron abruptamente cambiados por obligaciones como secar la losa al mediodía y a la noche; lavar y planchar mi ropa, limpiar el dormitorio y  sacar al perro Cacique a dar sus paseos de evacuación. Obviamente que la escuela privada también fue “suprimida” y fui  a la escuela pública y mixta de cabeza.
 Pocas cosas dulcificaban mi horrorosa amargura por la pérdida de mi madre y el cambio de  mi placentera vida en Montevideo. Una de ellas eran las exquisitas tortas fritas que hacía La Mangacha. Las hacía tan bien  que más de una vecina aparecía bajo el influjo del olorcito característico que  salía  en las tardes lluviosas por el garaje de la colchonería y se desparramaba por todo el barrio. Al menor amago de lluvia, La Mangacha sacaba su preciado instrumental: una olla renegrida de freír que se limpiaba únicamente con papel de estraza, el palote de amasar, la grasa, la sal y la harina. Con esos pocos elementos obraba las maravillas doradas. El negro Pinela nos había fabricado “un lujo”-como llamaba  a cualquier cosa que no fuera absolutamente necesaria- se trataba de un palito de ceibo que servía para enganchar del correspondiente agujerito a la torta frita recién sacada de la grasa humeante. Cada miembro de la familia tenía el suyo. Así se podía comer el manjar crujiente sin ningún peligro de achicharrarse los dedos.
Los tortafriteros de Punta Carretas URUGUAY- no quedan dudas-¿no?

Yo no sé si  las tortas fritas son uruguayas o argentinas, porque  todos somos conscientes de que cada vez que nos hacemos un nudo con las “pertenencias” empleamos el adjetivo: “rioplatense” para solucionarlo y lo aplicamos a diestra y siniestra: Florencio Sánchez y Horacio Quiroga-por poner dos ejemplos contundentes- eran “rioplatenses” porque nacieron en Uruguay, pero lograron fama cuando “cruzaron el charco”. Incluso hace un tiempo en fútbol, circulaba una especie de chiste que decía que “los mejores jugadores argentinos eran uruguayos”. En fin, no es de la nacionalidad de lo que quiero escribir, sino de las tortas fritas y de  los tortafriteros-sus  expertos hacedores- Ya recordé a la “tortafritera” de mi infancia,  -Mangacha de “Villa La Paz”-,  que las hacía tan   exquisitas que tuvieron el don inigualable de reconciliarme con la vida.  
En Punta Carretas hay varias formas y lugares para adquirirlas porque hay “tortafriteros” ambulantes y  también establecidos. Sí, leyeron bien: “establecidos”, es decir que  tienen local, están adheridos -incluso- a un sindicato. El cartel anunciador da como una  especie de garantía de la calidad del producto que venden. ¿Cómo los encontré? Obviamente, todos los que hayan probado estas delicias, saben que  las tortas fritas despiden un olorcito inconfundible y en los días lluviosos-no como el temporal del 19 de septiembre, sino esas tardecitas que comienzan con una tímida llovizna que permite desplazarse sin mayores problemas- es suficiente dejarse guiar por la nariz.  La mía, experta desde la infancia en olfatear aromas “rioplatenses” inconfundibles como los de las  tortas fritas, los de los  “pan con grasa” recién horneados,  el asado, las morcillitas y los choricitos a las brasas, me llevó solita, un día  que andaba caminando por el barrio. Y no vayan a creer que soy la única. Vienen muchas personas tanto a pie como en auto que esperan con increíble paciencia su turno para llevarse a mordiscón limpio  los deleites crujientes.
La que amasa las delicias

El local está a la vuelta de mi casa, en la calle Joaquín Nuñez entre Ellauri y Miñones. Les recomiendo que  de vez en cuando se olviden del colesterol y de la maldad de la grasa. La vida es muy poca cosa y no tiene sentido si no nos damos un gusto de vez en cuando. Acérquense y pruébenlas. Son delis, delis y saben hacer “crunch, crunch, crunch”.
Debajo de la bandera uruguaya: "El Sindi"..... ¿Qué tal?

ALCIRA

  En estos tiempos navideños que corren, —y siempre— su ausencia es muy notoria porque con su amabilidad natural era el alma del taller Tuli...