Mi Cuqueteca |
Todas las personas cuquenses
sabemos que nuestro admirado escritor
ponía como ejemplo de lentitud la antigua ferretería
de barrio donde uno iba a buscar un tornillo y salía con otro –de distinto
tamaño- para “ajustar” a prepo con una arandela, que luego el sanitario que nos estaba
arreglando la canilla de la cocina nos decía que no servía. Eso, después de un
buen rato de esperar el turno, más el que se perdía en las extensas divagaciones tratando de explicar para qué y cómo tenía que
ser lo que buscábamos.
Yo encontré otro ejemplo
moderno de la vieja ferretería cuquense: los quioscos donde se hacen fotocopias, se
encuadernan y plastifican.
¿Alguna vez han intentado
que les hagan un trabajo en el acto como
bien dice el cartelito que tienen en la puerta? ¿No? ¡Prueben!
En primer lugar, les dirán
que ese trabajo que llevamos lo tenemos que dejar y retirar al día
siguiente- como una de las mejores posibilidades-, porque en ese momento, el
comercio está en “la hora pico”. Ustedes miran para todos lados y la verdad es
que lo único que ven es otra viejita-parecida a Misia Dura- comprando un paquete de pastillas que- además- ya está pagando para irse.
Ni siquiera en el quiosco de
la esquina- ese donde nos atendía una dulce galleguita, que engrampó todos
nuestros trabajos y tesis durante años-
logramos que nos llevara el apunte. ¡Jamás!
La antigua dulzura de la que nos atendía amablemente fue sustituida por una
sistemática negativa menopáusica que no nos da ninguna clase de tregua. “No
puedo para hoy” “Te lo hago para mañana”. Me ha pasado que le he dejado trabajo
y al día siguiente ¡no está pronto! Y ahí sí, después de recordárselo, hace que
el cartelito se convierta en realidad y me lo hace “en el acto”- (después de un
día en la amansadora, por supuesto.) ¿Qué pasó con el encanto de petisa de hace veinte años atrás? ¿Es que el marido
ya no le hace más “pat pat” ni “foqui foqui”? (Sustituyan las onomatopeyas
por el significado que les resulte más acorde ¿ta?) ¿Es por eso que está de mal
humor?
Todo este preámbulo es para
que sepan que pasé por muchos inconvenientes para reparar “Mi Cuqueteca”.
¡Albricias! ¡Finalmente lo logré! ¡Aquí
está!
¿Cómo llegaron los libros
del Cuque a mi biblioteca?
Como buena cuquense que
escuchaba el programa de la tarde de la radio Sarandí –donde el Cuque tenía su
espacio- en la década del ochenta, fui comprando los libros a medida que se
publicaban. Si no los compraba yo, me los compraba mi marido. Me parece que si
mal no recuerdo me falta únicamente uno: “Los tangos del Cuque”. Tengo también
los libros “serios”, los que son de Jorge Sclavo, pero hoy, quiero rescatar al
Cuque, al Loquito ese que desde chico, escribía una entrega por semana y dormía en
los semáforos o en los ascensores porque para poder vivir tenía que laburar de sol a sol en múltiples y
variadísimas actividades.
El problema de mi cuqueteca
es que las encuadernaciones dejaron bastante que desear, y por eso necesitaron
reparación. Siempre tenía- y tengo- a mano, alguno de los libros del Cuque en el revistero
del dormitorio. Indefectiblemente, releerlos a la noche, seleccionar las “grageas cuquenses” para ponerlas en la
página del grupo”LAS BLOGUERAS DEL CUQUE” tiene la virtud de “sacarme” de
la realidad por más engorrosa que sea y después me duermo
con una enorme sonrisa.
Cuque: vos supiste muy bien aunque
tu mamá, Doña Aída, te haya dicho que
eras “un amargado” - que fuiste “un crack”-aunque el prólogo de “50 años al santo bleque” te salió
demasiado modosito:
“Desde 1959 hace 50 años, he
vivido como un profesional del humor. Aunque nunca fui humorista. Humorista es
un título demasiado grande. Soy un gustador del humor. Me gusta ver sonreír a
la gente. Y me gusta mirarla.
Desde que leí por primera
vez aquella descripción que hace Balzac de las manos de unos timberos en LA
PIEL DE ZAPA hasta los magistrales, escuetos y discretos retratos de Julio
César Puppo (El Hachero), dejé de aburrirme en ómnibus y tranvías. Con ellos
aprendí a observar a la gente. Y a mí también, faltaba más, como buen ciudadano
promedio y narciso que soy. Y porque soy gente.
(…) Benedetti decía que el
Montevideo de su infancia “era verde, absolutamente verde y con tranvías”
El Montevideo mío fue más
negro, más duro, pintado al bleque.
Pero con restos de pintura
que quedaban en el altillo de mi Viejo, le fui poniendo color para alegrar esos
muros que cuentan la historia de mi Montevideo.
Porque como decía Macedonio
Fernández, ese filósofo argentino, que alguna vez, alguno, confundió con otra
invención de Borges:
“Al humorista incumbe no
sólo poner a las almas en estado de risa, sino también de esperanza”
Querido Cuque: fuiste y
seguirás siendo un gran humorista porque nos observaste y conociste tan bien que cada uno de nosotros ha quedado “pintado” al bleque de una u otra forma. Tuviste la virtud de ponernos
a todos “en estado de esperanza”. No te quepa la menor duda.
¡Gracias, Cuque por todo el
humor que desparramaste en este territorio tan dispar! ¡Tus blogueras te
queremos pilones y por eso, vamos a insistir hasta que se te reconozca como
merecés! ¿Ta? ¡Y.. feliz cumple, troesma!