lunes, 27 de agosto de 2012

ALTURAS DE MACHU PICCHU VIAJE DE DOS AMIGAS AL PERÚ

(…)
A través de la tierra juntad todos
los silenciosos labios derramados
y desde el fondo habladme toda esta larga noche
como si yo estuviera con vosotros anclado,
contadme todo, cadena a cadena,
eslabón a eslabón, y paso a paso,
afilad los cuchillos que guardasteis,
ponedlos en mi pecho y en mi mano,
como un río de rayos amarillos,
como un río de tigres enterrados,
y dejadme llorar, horas, días, años,
edades ciegas, siglos estelares.
Dadme el silencio, el agua, la esperanza.
Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.
Apegadme los cuerpos como imanes.
Acudid a mis venas y a mi boca.
Hablad por mis palabras y mi sangre.
Pablo Neruda
  
Paisaje de Machu Picchu tomado por mi amiga
  

Empecé esta crónica con el final del poema que Pablo Neruda tituló “Alturas de Machu Picchu”, porque se puede apreciar muy claramente un llamado a los enigmáticos seres que habitaron este espacio para que  conviertan al poeta en su confidente para poder unirse a ellos a través de llanto, las palabras y la sangre.
Mi amiga y yo también queríamos llegar a Machu Picchu. Quizás no teníamos  tanto fervor como Neruda, pero sí nos alentaba el deseo de observar las huellas que quedaban de esta civilización que fue tan magnífica y soberana.
 En una primera instancia  pensamos en uno de esos célebres “viajes acompañados” que promocionan algunas agencias turísticas, entre ellas  Cisplatina- la agencia del conocido conductor de “Los viajes del 12”: Julio Alonso-. Evidentemente, pensamos que sería mucho mejor ir acompañadas porque sabíamos que eran parajes altos y posiblemente inhóspitos para nuestras edades que  no eran precisamente las ideales para tamaña aventura. Lamentablemente no pudo ser porque no  hubo suficientes personas para armar un grupo. En cambio, la agencia nos ofreció un paquete más sencillo que el que originalmente promocionaban y nos aseguraron que tendríamos el respaldo y los servicios necesarios para movilizarnos. La compañía Pacífico Viajes, se encargaría de irnos a buscar a los aeropuertos, nos llevarían a los hoteles asignados y, además, nos transportarían a los paseos pautados en un itinerario.
La compañía de aviación no sería Lan Chile-como se promocionaba en el “viaje acompañado”- sino TACA. Nos volvimos a consultar mutua y modernamente por skype y decidimos tirarnos al agua. Valientemente y sin dilaciones.
Al llegar a Lima la incógnita se despejó: nos estaban esperando con un cartel con nuestro nombre y nos llevaron al hotel asignado. Nos sorprendió que no hubiera toallas de mano,  cuando las reclamamos nos ofrecieron otra toalla grande. Parece ser que están en plan de cuidado ambiental y “ahorran” de esa manera. Cada loco con su tema. Fue el único hotel que tuvimos con esa modalidad.
Después de descansar un rato vinieron a buscarnos para el paseo por Lima. Al tratar de mandar mensajes a familiares y amigos, comprobé que pese a la hora de espera y consulta  que pasé en Antel Punta Carretas,  y de las promesas efectuadas, el celular no funcionó de ninguna manera.

Estatua "El Beso" en Lima

 Lima nos pareció una ciudad hermosa y sorprendente. El hotel “sin toallas de mano” estaba muy bien ubicado, lo que nos permitió ir caminando al mercado Inca, que resultó ser una serie de negocios, uno al lado del otro donde venden de todo.  Almorzamos frente al mar  en Mango’s un precioso restaurante recomendado por la guía que nos paseó. Está en un Shopping frente al mar. Después de las dos de la tarde nos vinieron a buscar para llevarnos al aeropuerto con rumbo a Cusco. El hotel de Cusco también estaba bien ubicado, descansamos un par de horas para aclimatarnos y salimos a recorrer los alrededores por nuestra cuenta. Enfrente teníamos un hermosísimo mercado artesanal donde pasamos alrededor de 3 horas. Después de las dos de la tarde nos vinieron a buscar para pasearnos por Cusco. También fue una ciudad que nos sorprendió gratamente. El mercado de San Pedro nos pareció impresionante, abastece a toda la ciudad y hay de todo. Frutas deliciosas, panes espectaculares, y, por supuesto, muchas clases de papas.
Al día siguiente fuimos desde  Cusco a Machu Picchu en el tren Vista Dome. Es un tren panorámico con servicio a bordo. El trayecto dura alrededor de tres horas y el paisaje es realmente espectacular.
Rafael, "el guía bueno" dándonos explicaciones

EN MACHU PICCHU
Machu Picchu tiene  una magia especial, pero esa magia se me perdió  con el horror del “turismo estándar”. Lamentablemente, el guía que nos tocó no tuvo ni paciencia ni tolerancia. Si le preguntábamos algo  para corroborar información, nos contestaba algo así como: “como ya les dije anteriormente…..”(Lo cual en criollo significa: “ya te lo dije, no me molestes más”.) Se paraba en alguno de los lugares, daba una breve explicación y corría hacia otro lo más  rápidamente posible. Quería “cumplir” pero no sentía ningún placer ni estaba orgulloso  de hacerlo. A mí me costó muchísimo seguirlo porque obviamente Machu Picchu es “en subida”, con unos escalones muy altos y empinados. Hubo algunos momentos en los cuales subí gateando, aterrorizada porque sentía que me separaba del grupo y me  podía perder. El lugar es muy vasto y estaba colmado de  grupos y más grupos con diferentes guías. Incluso pensé en desistir porque tuve taquicardia y experimenté un  cansancio atroz. Felizmente, un joven tejano que apareció como un angel guardían, se dio cuenta de mi  zozobra, me ofreció ayuda en inglés. La acepté, porque aunque trataba de ascender por mis propios medios, no me daba el resuello. En cambio, con el remolque del fornido chiquilín, todo fue mucho más fácil. El guía seguía corriendo por allá arriba, y mi amiga, más ágil que yo aunque también con la lengua de afuera había logrado subir y estaba tomando fotos. En un recodo del camino, le grité al guía que fuera más despacio. Ni siquiera me contestó. Una lástima porque era el lugar que más me interesaba. Después me enteré de que en la entrada a Machu Picchu vendían bastones para aquellas personas que los necesitaran para subir con más facilidad. Él no nos informó de nada. Esa información me la dio una señora mayor de otra excursión. Siempre afirmo- y ahora más que nunca- que en  este  masivo turismo estándar dependemos absolutamente  de la buena voluntad de los que nos llevan.
Allá abajo: Cusco

  El único almuerzo bufé que llevábamos en el itinerario, en Machu Picchu, no  fue para nada placentero. Estábamos excesivamente  cansadas y preocupadas ya  que el guía-que estaba ansioso por volver a Cusco con el resto del grupo- nos dejó solas con unas pocas explicaciones dadas de cualquier modo y con un mapita para ubicar el hotel en Aguas Calientes. Estaba tan exhausta y me llegaba tan poco oxígeno, que quedé más bobeta de lo que soy habitualmente,-lo cual ya es decir- por lo cual, dejé  en una silla del restaurante Tinkuy  la cámara de fotos Canon Power Shot A 480 -último regalo de mi esposo- con todas las fotos que había tomado. Realmente: no le  recomiendo a nadie ni que  almuerce en las  pésimas condiciones físicas y anímicas que yo tenía en ese momento, ni que lo haga después del ascenso y el descenso. No es de ninguna manera recomendable para personas de nuestra edad.
El guía, sin ninguna contemplación y muy suelto de cuerpo, me dijo que si no estaba conforme que me quejara en el formulario de evaluación. Yo ya sé que no  sirve de nada quejarse de la prestación de un servicio que no se cumplió según lo pautado y que nos quitó el placer de disfrutar del lugar que más nos interesaba conocer. Lo mal hecho, mal hecho queda.  Para colmo de males, para volver de Machu Picchu a Aguas Calientes, totalmente exhaustas, tuvimos que hacer cola y discutir para subir a uno de los ómnibus. Los turistas que estaban amparados por sus guías, subían “en grupo” antes que nosotras que estábamos solas. Discutí con más de un guía para que respetara nuestro derecho en la fila. Al final, a grito pelado,  lo logré. Fue en el ómnibus que me di cuenta de que me faltaba la cámara, que debía estar –y no estaba-colgada de mi cuello junto con el morral y los lentes. Cuando llegamos a Aguas Calientes, no sabíamos dónde quedaba el hotel Taypicala. Preguntamos a una vendedora  y nos dijo que lo encontraríamos al final de la cuesta. La remontamos penosamente dobladas por el cansancio haciendo constantes paradas para respirar hondo. Finalmente, llegamos.
  Allí llamé de inmediato a la compañía Pacífico Viajes. Me atendió con cordialidad un señor llamado Dante que me dijo que iría personalmente hasta el restaurante. Obviamente la camarita no apareció. Dejé mis ruegos a los dioses  para que maldigan al que la encontró y no la devolvió. ¿Cumplirán? ¡Veremos! La vida da muchísimas vueltas y nunca se sabe con certeza por dónde nos llevan los laberintos de sus caminos.
En Aguas Calientes, había muchos restaurantes, pero estábamos “harto cansadas” como decía una simpática viajera chilena y nos quedamos a cenar en el hotel. Pese a que en la puerta tenían el anuncio de VISA no me aceptaron la tarjeta de crédito. Yo no tenía suficientes soles y le di dólares. El joven-gentilmente- fue al cambio y me trajo 250 soles por 100 dólares. Le di 140 soles para saldar la cena, con la correspondiente propina. Es más que probable que en algún restaurante hubiera podido pagar bastante menos, pero el cansancio pudo más que la cordura.
El hotel Taypicala  de Aguas Calientes es agradable pero le falta mantenimiento. El agua de la bañera no desagotaba, las paredes mostraban indicios de humedad-probablemente por problemas con los caños- Sin embargo, el personal fue  amable y eso nos reconfortó.
Frente al hotel  Taypicala

Un detalle importante:
La salida del hotel Taypicala de Aguas Calientes, estaba pautada para las 9 de la mañana, demasiado temprano- porque la vuelta en el tren panorámico era a las 14.50-. Pregunté si podía pagar un adicional para quedarnos hasta las 12 y me contestaron que sí. Me cobraron 30 dólares.
Es importante que  la agencia de viajes tenga en cuenta la posibilidad de un late check in  como se hace en otras partes del mundo. El viajero que no lo quiera o no lo necesite, santo y muy bueno, pero el que sí lo requiera que lo tenga a su disposición. Sobre todo porque  para las  personas mayores es muy difícil quedarse sin habitación desde tan temprano. Al menos ese fue mi caso. Asegurado el adicional, compré otra cámara, paseamos por el pueblo, saqué varias fotos y después de remontar nuevamente la cuesta, dejamos el hotel  para ir a la  estación de trenes, cruzando de nuevo el tentador mercado artesanal.

DE NUEVO EN CUSCO
El hotel Eco In de Cusco es muy bonito  y está bien mantenido.  Desde  allí hicimos otro paseo al Parque Arqueológico. Visitamos Sacsayhuaman, el adoratorio incaico de Quenco, la atalaya de Puca Pucará y Tambomachay.
El guía que nos acompañó esta vez en Cusco, Rafael, me resultó tan simpático como Claudio, el guía colla del Norte Argentino. Nos explicó todo con infinita paciencia. Nos habló del sincretismo, reconociéndose a sí mismo como un representante del pueblo quechua. Las costumbres que nos comentó son similares a las de los collas. Los quechuas también veneran a la Pacha Mama. La reconocen como la madre que da origen a la vida y “la convidan” con comida y bebida-al igual que los collas y otros pueblos originarios-. El sincretismo también se aprecia en las imágenes religiosas cuyos detalles muestran la cultura andina. Los quechuas se las ingeniaron para seguir con sus creencias y tradiciones a pesar de la represión que impusieron los españoles que trataron a toda costa de “borrar” sus creencias ancestrales. Rafael fue el mejor guía, estaba muy convencido de lo que informaba, fue por lejos el  más paciente, el que no se alteraba jamás por ninguna pregunta. Con su amabilidad natural contestó las mismas preguntas a las mismas dudas sin perder jamás su natural  y blanca sonrisa y la luminosidad de la mirada.
 ¡Gracias Rafael de “Viajes Pacífico”!
Almorzamos, por consejo de Rafael en el restaurante “La Valentina”. En la tarde libre, descansamos porque la altura de Cusco no es moco de pavo y la estábamos sintiendo.
Un detalle encantador: la campana en la estación de tren


Vista del aeropuerto ya con ansias de regreso
 El regreso
El día de la partida, nos levantamos bien temprano, nos bañamos, desayunamos, y dormimos otro rato más. Nos quedamos –esta vez- en la habitación hasta las 10.30 sin pagar ningún suplemento. Así había quedado estipulado con   el que nos dejó el mensaje el día anterior, pese a que la recepcionista también pretendía sacarnos de la habitación a las 9. Vinieron a buscarnos a las 12.50 para llevarnos al aeropuerto a las 13.15. Pude  cambiar asientos dentro de lo posible en el aeropuerto de Cusco. Los mejores nos los dieron para el viaje corto. Son los considerados asientos “privilegiados”: inmediatamente después de la primera clase; 4b y 4c.  Despegamos  a las 15.15. El capitán Jordi Paulet dijo que el vuelo llevaría una hora. El bolso de mano viajó en primera (por algo se empieza...) A las 16.30 ya estábamos “desembarcadas”, a las 17 ya habíamos encontrado un lindo lugar en el bar Del aeropuerto de Lima, con una buena vista a la entrada. Allí esperamos leyendo y tomando cafecito nuestro ya ansiadísimo regreso a Montevideo.

Líneas Aéreas TACA
 TACA, la compañía de aviación, merece un apartado especial. Los aviones en los cuales viajamos son los “ómnibus del aire”. Tienen personal muy amable y un excelente servicio de a bordo. Nos dieron un “snack” en el vuelo corto y comida en el más largo. Todo de muy buena calidad y gusto. En realidad me sorprendió el buen servicio porque yo había consultado en Internet y los comentarios que leí no eran halagüeños. En el último vuelo de Lima a Montevideo,  nos dieron a elegir entre pollo guisado y pasta con salsa huancaína. Elegimos la pasta por la curiosidad de saborear una salsa que no conocíamos. En broma, Josefina le dijo al aeromozo que después de tan rica cena, nos vendría de perlas una copa de champagne. Él le contestó muy serio que vería si la podía complacer. Al rato apareció con las dos copas de champagne. Se las agradecimos efusivamente. Después de tan fina atención, ¡hasta pudimos dormir un par de horas!
AGENCIA DE VIAJES CISPLATINA
Otro apartado especial lo merece la agencia de viajes Cisplatina que fue la que organizó todo el periplo. César de Castro estuvo atento a mis pedidos y los trató de complacer en la medida de sus posibilidades. Actuó con mucha dedicación por lo cual se puede recomendar para otros paseos. Simplemente, habrá que ajustar detalles que podrán salir mejor si se tienen en cuenta las necesidades de los viajeros.
Hasta la próxima.



martes, 21 de agosto de 2012

Otro bastión que se fue: la Conaprole de Pocitos

El último bastión cerrado : La Conaprole de Pocitos, pintarrajeada-como corresponde- por vándalos
Estuve afuera unos cuantos días, “perdí” –por decirlo de alguna manera-  mi querida camarita de fotos Canon Power Shot A 480- último regalo de mi esposo-  en un restaurante de las alturas-Invoqué a las deidades incas para que castiguen al que no la devolvió- quiérase o no, es un robo también quedarse con algo ajeno, sobre todo si está lleno de recuerdos- pero aquí estoy tecleando y preparando esta entrega para el blog con las fotos que me quedaron en el archivo.
El tema de hoy es tan melancólico como el día: el cierre de otro estupendo bastión. Ahora que estamos cerca de la tan promocionada “Noche de la nostalgia” o “Noche de los recuerdos” o como se la quiera llamar,  ¿quién no recuerda haber pasado algún buen momento en la hoy ya cerrada “Conaprole de Pocitos”? ¿Quién no festejó algún cumple o acontecimiento especial,  tomando uno de sus deliciosos tragos acompañado de una cantidad inconmensurable de platitos repletos de delicias, frías primero y calientes después? ¿Quién no almorzó o cenó o tomó el té en sus estupendas instalaciones atendido por unos mozos “a la antigua” en cuanto a buen servicio y cordialidad? ¿Quién no disfrutó de un buen “gateau”  de chocolate o de durazno o frutillas con chantilly mientras miraba la playa de Pocitos? Yo creo que cada uno de nosotros guarda algún recuerdo de este emblemático lugar. Yo no sé el motivo por el cual cerró. Tampoco hago un “juicio” sobre el particular, pero sí lamento muchísimo que estos bastiones netamente uruguayos desaparezcan en aras de otros que no son nuestros como los tantos “comipasos” de hamburguesas y coca cola que nos han inundado absolutamente. En Montevideo ya no queda ningún refugio como la Conaprole. Todo lo que existe en la actualidad son bares, restaurantes  o negocios “funcionales” donde se puede comer o beber pero sin la atención de calidad que se brindaba allí.
Interior desolado de la Conaprole de Pocitos
Recuerdo otros lugares similares también desaparecidos: “Payaso”- en la Galería Yaguarón- ;“Sokos”- en 18 y Yi,- en el mismo lugar donde era la Conaprole “original”- y ahora desapareció el último: La Conaprole de Pocitos. No queda-lo vuelvo a repetir- ningún  lugar que brinde la dedicada y cordial atención sumada a la excelencia de la mercadería siempre fresca, siempre suculenta, siempre perfectamente presentada. ¿Un Montevideo gastronómico  que se va? ¿Era únicamente “gastronómico”? ¿No formaba  parte de nosotros, los uruguayos?
Imágenes de un pasado que se fue
¡Dios mío! ¿Qué “otro” Montevideo lo sustituirá?

martes, 24 de julio de 2012

DE LA DOCENCIA: "SPIRIT WEEK"

Marta y yo en el "hippie day"
Hace unos días le comentaba a una amiga algunas de las propuestas que aprendí a implementar en el UAS. Observé que me miraba con incredulidad y-por supuesto- tenía sus motivos porque en el Uruguay no se ha dado nunca nada parecido. Enseñar en el UAS durante veinte años me obligó a  usar mucho la imaginación y  a adquirir una notoria flexibilidad, porque mis “jefes” –directores americanos- podían solicitar que para enseñar español diera por ejemplo: clases de cocina. Sí. Así como lo leen: clases de cocina. ¿Por qué? Porque el programa americano no tiene la rigidez académica de los uruguayos. El Directorio está compuesto por padres y pueden pedir  que se den clases de esto o de   lo otro y, si hay viento a favor, el profesor tiene que implementarlas. A como dé lugar. Reglamentariamente se necesitan X cantidad de créditos para graduarse,  supongamos que en español sean   3 créditos mínimos, pero después de obtener ese mínimo, desplegando habilidad se puede lograr que  el alumno se entusiasme y continúe hasta lograr un excelente dominio del segundo idioma. Algo “apetecible”, podía ser, por ejemplo,  obtener “posición adelantada” al ir al College. Para eso se daba el programa Advanced Placement, que significa precisamente “colocación avanzada”. El alumno cursaba el año, y se presentaba a los exámenes internacionales que eran corregidos por un grupo de profesores en los Estados Unidos. Si obtenía buenas calificaciones, podía “acortar” los años de estudio. Así como lo oyen. Sencillo y práctico. Por supuesto que hay materias reglamentarias y que hay que obtener los créditos suficientes en ellas, pero también existe la opción de “complementar” lo reglamentario con créditos obtenidos en diversas  “materias optativas”: fotografía, anuario, baile, o ¿por qué no?  “cocina en español”. ¿Di alguna vez clases de cocina en español? ¡Sí! ¡Por supuesto! ¿En dónde? ¡En la cafetería! También escribí el currículo, porque dentro de la flexibilidad programática se le da al  docente la posibilidad de  "presentar" su propio esquema de enseñanza.  Por eso mencioné al comienzo el uso de la imaginación y la flexibilidad. ¿Qué  texto usé para “armarlo”? En primer lugar, el utilísimo  Manual del Instituto Crandon que no solo tiene  deliciosas recetas, sino consejos útiles. No le tuve miedo a la propuesta. Yo cociné desde niña, porque  en las casas donde viví, todas las mujeres cocinaban. Se consideraba una deshonra no saber hacerlo. Mi abuela postiza, la tana Lucía, decía con sorna cuando se enteraba de que tal o cual primita no frecuentaba la cocina: “¡No sabe ni hacer un huevo frito!”. Y, agregaba: “¡Pobre el que se case con ella!”  Crecí en esa “escuela”, de mujeres cocineras. Además, como ya lo he confesado varias veces, cocinar –para mí- es una actividad terapéutica.
En el UAS, además  de la flexibilidad curricular que les estoy comentando, también realizábamos actividades que únicamente conocí  en esa institución, por ejemplo: “La semana del Espíritu” ( "Spirit Week" ). Era organizada por la asociación estudiantil y consistía en que  durante una semana-sin descuidar nada de lo académico- había que “vestirse” cada día según los requerimientos que  “marcara”el consejo estudiantil. Si durante un día “tocaba” “pijama day” había que vestirse con “ropa de dormir”: camisón, pijama, gorro de dormir y pantuflas. (Para esa ocasión recuerdo que me puse ruleros y crema en la cara.). Recuerdo  otra vez -memorable- que habían marcado “twins” –gemelos- y había que ir vestido igual a otro. Yo fui la  “gemela” de la profesora de Arte, y antes del comienzo del horario escolar, nos paseamos  por los corredores del viejo colegio, del brazo,   con la misma ropa: blusa blanca, pantalones negros y vinchas iguales en la cabeza.   Frecuentemente, las  situaciones eran divertidas y nos brindaban  la oportunidad  de acercarnos a los estudiantes, sin el “almidón del engolamiento acartonado”.  (Que espero no haber tenido nunca…)
Cuando le comentaba estas actividades a mi amiga, vi en su cara la completa incredulidad,-creo que pensó que estaba loca, porque ella es una profesora uruguaya que siempre enseñó nuestros rigidísimos programas-,  por eso , decidí escribir esta crónica y buscar alguna fotografía testimonial. La encontré y es la que ustedes pueden ver al principio. La consigna del día había sido: “Hippie”. Marta Guadalupe-bibliotecaria del UAS- y yo acatamos “la orden” y nos pusimos atuendos acordes a los requerimientos. Actualmente, estoy en contacto con ella, que está felizmente casada con un inglés, –a estas alturas ya hace tiempo que es “súbdita” británica-. Cuando le mandé la foto quedó gratamente sorprendida, porque no recordaba la ocasión. (Yo tampoco. No tuve la precaución de ponerle la fecha.) De todas maneras,  que quede como testimonio de “una época dorada”. Para mí lo fue;  y es posible que lo haya sido también  para muchas personas más.

lunes, 16 de julio de 2012

NORTE ARGENTINO REFLEXIONES SOBRE VIDA Y MUERTE

Cerro con cementerio de altura

Cardón con figura humana. Los collas creen que son sus antepasados

Cerro que los fieles escalan en peregrinación para pedirle favores a la Virgen
El frío del invierno arruga el alma y me llevó a abordar de nuevo este tema. Lo tenía en borrador, aún sin pulir, pero quizás la  prematura e imprevista muerte del  joven tecladista Marcel Curuchet de “NO TEVA GUSTAR” me trajo de nuevo al texto sobre “vida y muerte”. A  medida que pasan los años que  se van acumulando junto con las experiencias de vida,  me aferro cada vez más a la idea de que la mayoría de los seres humanos buscamos la certeza de que no vamos a desaparecer del todo, que debe haber algo, con el nombre y el aspecto que sea que está “más allá”. No hay nada más triste que pensar que después de esta vida no hay más nada. Quizás por eso, las diferentes religiones y culturas han elaborado a través del tiempo, complejos rituales para alejar la idea de la muerte “total”. Pensemos en las momias egipcias, enterradas en las tumbas-pirámides con sus majestuosos  atuendos y los enseres personales que los acompañarían y protegerían durante el viaje. También  en América hubo rituales, intentos de conexión con las divinidades. Las momias  que pude apreciar en este viaje, en el museo de Salta, me conmovieron profundamente. En primer lugar, porque eran  niños. Estas antiguas culturas creían que para ponerse en contacto con los dioses y solicitarles protección o  favores-recordemos que “religión” quiere decir eso volver a conectarse con la  divinidad-  había que realizar la “ofrenda” de un hijo que se enterraba con sus preciados  objetos en el alto pico de la montaña helada.  Según señalan los investigadores, los niños eran especialmente seleccionados entre los mejores. Se les daba “chicha”- brebaje alcohólico que los adormecía- y se les enterraba,-vivos aún- rodeados de sus objetos, en las cimas heladas de las montañas.  ¿Es terrible? ¿Es horroroso? ¿Choca con las creencias actuales? ¿De veras? No sé. Si  leemos la Biblia, - antiguo testamento- encontraremos “sacrificios” o “intentos de sacrificios rituales”. El episodio que más recuerdo-quizás porque lo leí como parte del “libro de aventuras” que era para mí la Biblia, -cuando era niña- es el del  Dios iracundo  que reclama al profeta Abraham, que mate a Isaac, su querido hijo. En esa “aventura”, aparece un ángel con un carnero para sustituir al joven, -con lo cual queda probada la fe de Abraham y se salva la vida de Isaac-. Es verdad. Pero si no hubiera ocurrido así, Abraham habría sacrificado a su  hijo para demostrar su fe absoluta en su Dios. Traigo a colación este episodio bíblico porque es evidente que casi todas las religiones han pasado- nos guste o no- por creencias similares. Ni que hablar del pobre Job que señalado por Dios como uno de sus mejores fieles es puesto a prueba-en su fe- en una  “apuesta” con el diablo, que le hace  perder todo lo más estimado: mujer, hijos, fortuna, salud. Cierto que la fe de Job es también inquebrantable y recobra todo lo perdido cuando Satanás no lo puede hacer renegar de Dios.  También se puede considerar un antiguo ritual “antropofágico” cuando Jesús les dice a sus discípulos  en la última cena: “Comed, este es mi cuerpo, y bebed, esta es mi sangre”. Por supuesto que lo que se reparte es pan-cuerpo- y vino-sangre-. Sin embargo es posible que ese  simbolismo sugiera antiguos rituales de sacrificios.
En el viaje, -que como todo viaje cultural es iniciático- pude observar la imponencia de las coloridas montañas. Al mismo tiempo pensé en el pavor que podría inspirar esa misma naturaleza en cataclismo. Debemos recordar que son zonas sísmicas, destruidas más de una vez por devastadores terremotos. El ser humano siempre teme a lo desconocido en forma de una naturaleza inhóspita que se proyecta iracunda en un  huracán,  un tsunami o un terremoto. No menos catastróficas son las tragedias humanas producidas por guerras que liquidan a poblaciones civiles indefensas, que son diezmadas, despojadas de sus  bienes, de  la seguridad de una casa o de una familia,  sometidas a una monstruosa esclavitud o a una pavorosa muerte: quemados vivos.
Calamitosa la muerte  de Marcel, en plena juventud, con su  hijo aún en el vientre de su mujer. ¿”Son los designios de Dios” o todo está escrito ya para que aprendamos que la existencia es efímera y que estamos –todos- condenados a desaparecer? ¿Es por eso que nos tratamos de aferrar desesperadamente a algo a alguien?
Felices los que tienen fe en una firme creencia religiosa que les concede resignación. En realidad, la muerte  es la que cantaba El Sabalero:”esta puta vieja y fría nos tumba sin avisar”,  esa que se viene “tan callando” como pregonaban los versos de Manrique. Es la que  nos despoja de los seres queridos, luces de nuestra existencia, sin los cuales se nos hace tan difícil seguir viviendo. Así-también- es un arrebato feroz la pérdida  de un joven en su plenitud. Es una muerte inexplicable que nos sacude violentamente para que nos percatemos-de una vez por todas-de  que la vida es  apenas un pobre soplo en el medio del Cosmos, y que todos nuestros afanes,  nuestras luchas son también “vanidad de vanidades”. No deberíamos olvidarlo.



miércoles, 11 de julio de 2012

HORNERITO DE CIUDAD

El nido de hornero visto desde adentro del salón donde practicamos TAI CHI

En verano, me inscribí en un plan promocional de  VIAAQUA SPA.  Uno de los salones tiene una  ventaja interesante para el invierno: es muy soleado y con grandes ventanales. En uno- precisamente- empezó  a anidar una pareja de horneros. Con los compañeros de TAI CHI venimos observando la primorosa labor desde sus comienzos. Alguien comentó que el nido no era tan “prolijo” como los que se veían en el campo, en cambio  a mí me pareció una obra brillante. El “terreno” elegido es prácticamente inaccesible: un rincón de un ventanal alto donde no puede llegar fácilmente ningún depredador animal, o un perturbador humano con estropajos de limpieza. También está sabiamente aprovechado el espacio: una de las “paredes” del nido  es el vidrio y otra es la propia pared del rincón. La “edificación” fue construida bien arrimada a esos dos pilares. Nosotros lo podemos contemplar a través del vidrio fijo,-como lo pueden ver en las fotos- pero no tenemos posibilidad de verle la entrada. Es muy agradable ver a los pájaros en sus  idas y venidas mientras nosotros hacemos –o intentamos hacer con mucha buena voluntad- “manos como nubes”, grulla blanca abre las alas”, “acariciar la crin del caballo”  “el rechazo del mono”  y otros ejercicios de nombres tan poéticos como estos.
Pienso que el hornerito de ciudad, ese arquitecto virtuoso, hace también lo mismo que los seres humanos: trata de adaptarse a las circunstancias que le va presentando la vida en un espacio ciudadano que va haciéndose cada vez más inhóspito. La zona Punta Carretas se ha ido transformando en  comercial- turística, y para  poder seguir residiendo en el barrio también hay que buscar “soluciones habitacionales”, sobre todo para los que somos muy afectados por el ruido: doble-ventanas, cerramientos de vidrio esmerilado,  y para evitar la violación de la intimidad: acondicionamiento del interior con cortinas verticales que nos protejan de ser víctimas de las miradas ajenas.(En uno de los edificios vecinos con ventanas laterales descubrí a un señor con prismáticos  que mira o "vicha"-como decimos nosotros-  y  no precisamente el mar.) Así como el  hornerito aprovechó la pared y el vidrio, nosotros  también procuramos crear la sensación de “refugio” en el hogar, que perdió notablemente su hermosa calidad de vida: lo más suave y acogedor  para el interior; lo más aislante, y  que produzca  la ilusión de abrigo e intimidad,-que nos "defienda" de las miradas ajenas- -como los vidrios dobles  y las  cortinas- para el exterior. ¿Ha sido suficiente? No. La transformación barrial sigue siendo tan brutal que actualmente es imposible lograr un hábitat como el de 1995 - el año de la mudanza feliz- ¿Qué se puede hacer? ¡Lo que hacemos contra viento y marea!: adaptarse y tratar de sobrevivir” a como dé lugar”.  También nosotros "construimos"  nuestra intimidad- como el hornerito-.
El nido de hornero visto desde arriba con el ventanal abierto
Aquí había un hermosísimo "chalet" que -como tantos otros- fue demolido para edificar  un edificio

domingo, 1 de julio de 2012

Desde Woody con amor: Roma


Los Curtidores de Hongos- cuando vengas a filmar acá, ya te voy a explicar porqué se llaman así-



Supongo que ustedes ya saben que soy una “fan” incondicional de Woody Allen, cuando se estrena alguna de sus pelis salgo disparada al cine lo antes posible. Así lo hice con “A Roma con amor”- “To Rome with love”- lo último que se estrenó en Montevideo.
Fui al cine del otro shopping simplemente porque ofrecían una función más temprano. Observé -sorprendida -que para sacar la entrada había que sortear unas vallas para imbéciles que nos causaron más demora y nos hicieron sentir como ovejas en un redil.  Para colmo de males, estaba repleto. Finalmente, busqué una ubicación adecuada y vi la peli con el gusto que siempre me producen las pelis de Woody. Es cierto que están presentes todos  sus estereotipos: el “sabelotodo”-esta vez es una especie de “consejero sentimental” que está o parece estar más allá del bien y del mal-; el  artista que busca un antídoto para el vacío existencial, que quiere expresar el misterio de la vida y ésta se le presenta muy a menudo a través del absurdo, el famoso porque sí-porque no se sabe porqué es famoso-, mientras quizás otras personas que tienen sobrados motivos para merecer la fama, no la logran nunca, porque como ya lo dijeron Homero y Virgilio varios siglos atrás, es hija de la madre tierra, producto de una irritación-no del amor- hermana fiera de otros dioses, tiene miles de bocas para pregonar verdades y mentiras, veloces pies y alas para propagar lo que se le antoje-siempre- porque oye todo y no duerme. Transcribo la aterradora descripción de Virgilio en “La Eneida”:
“La fama”
 "Dícese que irritada con los dioses
la tierra madre la engendró postrera,
fiera hermana de Encélado y de Ceo,
tan rápidos los pies como las alas:
Vestiglo horrendo, enorme; cada pluma
cubre, oh portento, un ojo en vela siempre
con tantas otras bocas lenguaraces
y oídos siempre alertas
Por la noche
vuela entre cielo y tierra en las tinieblas,
zumbando y sin ceder al dulce sueño;
de día, está en los techos, en las torres,
a la mira, aterrando las ciudades.
Tanto es su empeño en la mentira infanda
como en lo que es verdad. Gozaba
entonces regando por los pueblos mil
noticias, ciertas las unas, calumniosas otras"
Eneida (Virgilio)
¿Woody presenta de esta forma a la Fama? Lo hace a su modo, en forma irónicamente “plástica”. ¿Cómo “salta” a la fama Leopoldo? No se sabe. ¿Qué le brinda esa repentina fama?  Sarcásticos reportajes con preguntas tontas: ¿Usa  calzoncillos flojos o bóxer? ¿Qué desayuna? Y todo se toma en cuenta, sea verdad o mentira, todas las mujeres lo desean, todas quieren tener una aventura sexual con él porque se transforma de golpe, sin más trámite en un “objeto de deseo”. Él, que hasta la noche anterior había sido un oscuro italiano trabajador común y corriente, cambia-por efecto de esa fama repentina-  él y todo lo que lo rodea- incluida su mujer- se transforman en “referentes”. ¿Qué se puso la señora para una reunión? Un vestido barato de algodón. Ese vestido será declarado de última moda. ¿Y las medias? Una de ellas se corrió. ¡Perfecto! ¡Otro “touch” para declararlo “le derniere crie”! ¿Por qué? Simplemente porque sí.
Este personaje “famoso porque sí”-Leopoldo- está encarnado maravillosamente bien por Roberto Benigni. ¿Qué otro actor podría encarnar mejor  al “típico italiano”?
Esta vez Woody Allen también actúa. Se reservó el papel de “papá” de una joven casadera, y –como siempre- se destaca en los diálogos perspicaces y en lo absurdo de las propuestas (que no las cuento más para que vayan a ver la peli.) ¡Ah! ¡Por supuesto que está casado con una psiquiatra! (Otro detalle “woodiano”.)
  Las historias, “aparentemente” desconectadas, tienen puntos de contacto en los personajes y sus búsquedas.  El sexo está siempre presente un poco en broma y un poco en serio –con su estilo- con sus sombras y sus luces. Agazapado, pero listo para saltar como una pantera en forma inesperada. ¿O esperada? Y la música también es “woodiana”, al principio se escucha  al estupendo Domenico Modugño con su clásico: “Volare”.
Como en otros filmes la ciudad es una protagonista más. En este caso: Roma.
Yo lamenté muchísimo-y creo que lo lamentaré el resto de mi vida- no haber podido disfrutarla cuando la conocí. Cuando cumplimos cuarenta años de casados con mi esposo, en el año 2007, fuimos a Europa en una excursión, pero como ya lo confesé antes: en estos paseos se depende de los guías y si éstos son malos, no hay manera posible de disfrutar del viaje. ¿Qué nos pasó en ese viaje? ¡De todo! ¡El guía era un catalán que tenía un genio de los mil demonios y además odiaba encarnizadamente a todos los desgraciados latinos que andábamos  por sus dominios! ¿Y Roma? ¿Cómo es Roma? ¡Yo que sé cómo es! ¡Nos perdimos! ¡Sí! ¡Nos perdimos! ¡Nos perdimos como una de las protagonistas de la película!  ¡Esperamos un montón de horas en el Vaticano haciendo cola para poder entrar, cuando salimos nos dieron instrucciones para poder comer en un restaurant y también la hora de salida del ómnibus que nos llevaría al hotel de regreso!  ¡El ómnibus se fue sin nosotros y el hotel quedaba en la loma del diablo! Fue un viaje cargado de angustias y-además lamentablemente- ya no pudimos viajar más.
Volver a ver  Roma en la película de Woody de alguna manera me reconcilió con el lugar. No es que me vaya a olvidar de la grosera maldad del guía ni de la  de los “tacheros” italianos que nos cobraron un dineral en euros para llevarnos de regreso, pero las imágenes de la película me mostraron la Roma de ensueño. Esa que con seguridad es la que  aparece en las tarjetas postales y en la imaginación de los  viajeros que la quieren conocer.
Por lo tanto, si les gustan las pelis de Woody ¡vayan a verla!
Querido y admirado Woody:
 Ojalá que algún día te animes  a darte una vueltita por acá a filmar “A Montevideo con amor”. Ya vino Paul y te aseguro que le gustó Uruguay. Prometo disfrazarte de “plancha”, con ropa de Hering,  con un gorrito sobre los anteojos-para que no te reconozca ni Soon Yi-; prometo pasearte por todos los lugares encantadores de mi ciudad; - prometo hablarte slowly  en mi inglés-uruguayo, ya que en esta peli decís que apenas pudiste pasar tu examen de Spanish en High School- prometo cocinarte lo que tengas ganas de comer-ya sé que sos un maniático de primera- pero como los dos nacimos el mismo día-vos tenés diez pirulos más que yo, no te creas que no lo sé- a lo mejor puedo cocinarte algo que comas gustosamente sin asco-. Además también tenemos en común que pasamos la infancia al cuidado de espeluznantes niñeras. (Ya te contaré de las mías.) También prometo hacerte escuchar a Rada, a  Nasser, a Cardozo, al Alemán,  a Ros,  a NTVG- que es una banda y que de veras te va a gustar sí o sí-. Y. si tenés tiempo y te quedás para el carnaval, prometo llevarte a ver a Curtidores de Hongos y Agarrate Catalina-con un curso de Español acelerado y personalizado-que empezará por la explicación de nombres tan singulares- para que puedas entender el fenómeno de la murga uruguaya.
Ojalá que la fama no te haya afectado demasiado y puedas  venir a  filmar- of course-  “A Montevideo con amor”, y a recibir alegremente el respetuoso cariño de esta fan incondicional que tenés por acá.
With all my soul, darling.







domingo, 24 de junio de 2012

VIAJE AL NORTE ARGENTINO: LOS COLLAS

Cerro de colores con cementerio de altura
Una de las grandes ventajas que tuvimos en este viaje fue la calidad de los guías, es sabido-por experiencia- que un mal guía turístico puede arruinar completamente el más cotizado de los itinerarios. En este caso, es algo para agradecer, porque tanto el coordinador que partió con nosotros de Montevideo y nos asesoró durante todo el viaje, como  los locales, fueron todos  capaces de darnos enseñanzas  que nos dejaron con la boca abierta.
Tuvimos, además, el enorme privilegio de tener desde Tucumán a Salta un guía “colla de verdad”,  bien preparado para  su función y muy orgulloso de ser un integrante de  los pueblos originarios. Así se denominan ellos: “pueblos originarios”, no “indios”,- nombre que sólo hace referencia a un error histórico-.
Claudio, nuestro simpático colla, nos trasmitió el profundo respeto y amor que siente por su pueblo. Nos comentó costumbres que son muy antiguas, por ejemplo: la minga  una modalidad de colaboración de los pueblos originarios que se practicaba antes de la llegada de los españoles,  que consistía en ayudarse los  unos a los otros en trabajos comunitarios, solidariamente, en forma cooperativa. En el Imperio Inca, era la forma de producir alimentos o construir viviendas. La llegada de los españoles trajo consigo-lamentablemente-  enfermedades, y  la destrucción de la sabia organización social que los agrupaba y protegía.
Secadero natural de pimientos

Otra costumbre ancestral que nos describió nuestro colla  se llama  serviñacuy y es nada más y nada menos que “el  matrimonio a prueba”. Una práctica que a nosotros nos parece “novedosa” puesto que actualmente, muchas parejas deciden “irse a vivir juntos” antes de casarse para –también- ponerse a prueba en el dificilísimo arte de la convivencia.
Los rituales más arraigados se relacionan con el culto a la tierra: “la pachamama”, origen de la vida y de la muerte, por eso se le da de comer en corpachada, y  el carnaval  o kacharpaya,  se celebra con comida, bebida, y música producida con instrumentos típicos como  quena, bombo, erke y charango.
A muchos viajeros nos conmovieron los  llamados “cementerios de altura” donde yacen las tumbas de sus muertos. Además de estos cementerios situados en las montañas, yo observé-acongojada- los  pequeños santuarios en los bordes de los acantilados, recordándonos a los despreocupados turistas que nuestra vida humana pende de un hilo delgadísimo y que éste se puede cortar súbitamente, sin darnos ningún aviso previo.
Un recurso de  subsistencia para los collas es el turismo. Con sus pro y sus contras. Como todas las cosas. Aparecen-a veces con quiosquitos- en todas las paradas donde bajan turistas para ofrecer y vender sus productos, que no son únicamente artesanías o tejidos, sino que también incluyen comestibles, como dulces regionales o frutos secos de la zona, como los cuaresmillos, que son unos pequeños y deliciosos duraznos, o los tomates y pimientos secos.  Los niños también se suman a ese  enjambre vendedor. A veces no tienen nada para vender, pero cantan o recitan poemas para obtener monedas, como éste que nos recitó un conmovido  Claudio-nuestro colla-  y también-con mucho sentimiento- algún niño.
No te rías de un colla
 de Fortunato Ramos
No te rías de un colla que bajó del cerro,
que dejó sus cabras, sus ovejas tiernas, sus habales yertos.
No te rías de un colla si lo ves callado…
si lo ves zopenco, si lo ves dormido.
No te rías de un colla si al cruzar la calle,
lo ves correteando igual que una llama, igual que un guanaco.
Asustao el runa como asno bien chúcaro;
poncho con sombrero debajo del brazo.
No sobres a un colla si un día de sol,
lo ves abrigado con ropa de lana, transpirado entero.
Ten presente amigo, que él vino del cerro donde hay mucho frío,
donde el viento helado rajateó  sus manos y partió sus callos.
No sobres al colla si lo ves comiendo
Su mote cocido, su carne de avío,
allá  en una plaza, sobre una vereda o cerca del río,
menos si lo ves coquiando por su Pachamama.
Él bajó del cerro a vender su lana, a vender sus cueros
a comprar l’azúcar, a llevar su harina,
y es tan precavido que trajo su plata
y hasta su comida y no te pide nada.
No te rías de un colla que está en la frontera,
pa lao de La Quiaca, o allá en las alturas del Abra del Zenta.
Ten presente amigo, que él será el primero en parar las patas,
cuando alguien se atreva a violar la Patria.
No te burles de un colla, que si vas pa’l cerro
te abrirá las puertas de su triste casa.
Tomarás su chicha, te dará su poncho, y junto a sus guaguas,
comerás  un tulpo… y a cambio de nada.
No te rías de un colla que busca el silencio,
que en medio de lajas, cultiva sus habas,
y allá en las alturas, en donde no hay nada…
¡así sobrevive con su Pachamama!


La colla Rosa con sus sombreros y sus otras mercaderías a la venta


A mí me gusta viajar para conocer lugares y culturas, no compro por comprar, como hacen muchos que tienen tendencias consumistas,  pero  en Humahuaca,- Jujuy- donde se ubica la torre del campanario en donde “aparece” San Francisco Solano a dar su bendición a los turistas cada mediodía, me siguió, una simpática vendedora colla con una cantidad de sombreros, cadenas de plata peruana, lapiceras y muñecos. Su insistencia fue educada y paciente y, por lo tanto, le dije que después que le sacara una foto a San Francisco, le compraría algo. Se sonrío con alegría y me contestó que me esperaría. Y así fue. No se despegó de mí en ningún momento. Le “compré por comprar”- porque no lo necesitaba- uno de sus sombreritos y algún otro souvenir, y le pedí permiso-tal cual nos había indicado nuestro guía colla- para sacarle una foto. Le dije que iba a nombrarla en mi relato y entonces me dio su nombre con otra enorme sonrisa: Rosa. Además de paciente y simpática fue también muy honesta. Yo le di por error un billete de más valor y ella me lo devolvió con esta recomendación respetuosa: “Este billete es de 100 pesos, mamita, el muñeco vale 10 nomás. Ahí tenés uno de 10.” Y me devolvió el billete “grande” como decía ella, dándome  –además- una lección que me dejó perpleja.

lunes, 11 de junio de 2012

VIAJE AL NORTE ARGENTINO Cómo lograr que un buen mozo se siente en tu falda

El sonriente morocho en cuestión tratando de incorporarse con hidalguía



Al guía coordinador Carlos, con mucho cariño le dedico esta humorada.

En la crónica anterior me referí a olvidos y extravíos. Los que les conté no fueron los únicos. Uno de nuestros compañeros perdió un hermoso anillo de oro-diseñado por él mismo- y, lamentablemente, no lo encontró.
Los viajes sirven para muchas cosas, no únicamente para conocer lugares y personas “diferentes”. ¿No me creen? Sigan leyendo.
Ya les comenté que la mayoría de los viajeros éramos de edad provecta. Es decir con más años que Matusalén. Entusiastas, eso sí, como el que perdió el anillo que tenía algo así como 87, andaba casi todo el día  de bastón y jadeaba e incordiaba a su pareja cuando subía al ómnibus, pero apenas sonaba alguna música  largaba el palo auxiliar  y bailaba como un trompo- lógicamente con bailarinas jóvenes- Más difícil es lograr lo del título. ¿No?
Porque salvo que seas Susana Jiménez o Moria Casán- dos vetes que son famosísimas por tener perros espantosos que portan en bolsos ídem pero carísimos(los perrillos y los bolsos)  y-además- unos acompañantes esplendorosamente jóvenes y divinos, vos no vas a poder conseguir lo mismo que ellas así nomás. Al que generalmente tienen de  turno, lo llaman “toy-boy”  algo así como “chiche-niño””.  En realidad, se pueden dar el lujo de tener todos los “chiches” que se les cante. Aunque a vos te parezca que están viejas, gordas y  recauchutadas a más no poder son famosas y adineradas.”Por la plata baila el mono” y- el “chiche”-. ¿Entendés?  ¿Quién les va a decir que no? Por cierto que más de una vez, “los chiches” cobran vida y junto con la vida les “cobran” también sus buenos dineros por los servicios prestados durante “x” tiempo de relación. Pero, repito, salvo que seas una de ellas, vos no tenés esas opciones. Por lo tanto te invito a que sigas mis consejos.
Lo primero es lo primero:
·        Elegí una agencia de viajes que tenga algún guía coordinador que esté potable. Es un poco difícil que lo consigas soltero, pero un divorciado de alrededor de cuarenta años, no es un imposible. Muchos más años no, porque ya viene con muchas mañas. Asegurate que ese y no el otro petiso pelado y  chueco será el designado  para ir en el viaje que vos elegiste.
·        Acto seguido, señá un pasaje en el primer asiento del ómnibus. Hacelo con tiempo, porque otras “sexalentes”  van a tratar de hacer lo mismo que vos y si no te apurás corrés el riesgo de perder el privilegio, querida. Te aconsejo que reserves el  número 2, que da al pasillo. No elijas el de la  ventanilla porque no va a servir para tus propósitos. El asiento 2, sí. Es útil en más de un aspecto. Por ejemplo, cuando paran con la intención de que el pasaje use los baños de los paradores, estás en condiciones de saltar lo más raudamente que te lo permitan tus patitas para ser la primera en llegar. Eso provocará una envidia masiva en el resto del pasaje, que al igual que tú tiene la vejiga a reventar. Además, cuando el guía -que elegiste cuidadosamente, no te olvides- vaya a utilizar el micrófono que está escondido en el portaequipajes-del primer asiento, obvio- tú tendrás el privilegio de oírlo y contemplarlo muy bien, aún sin micrófono. Hasta podrás sentir su perfume-si usa- y si no usa, por lo menos le podrás sentir el rico desodorante. Porque él-al principio- va bien bañadito y fresquito, y se va a bambolear-para hablar, aclaro- frente a ti. ¡Estupendo espectáculo, dear!  
·         Al cabo de unos cuantos días, después de atender los pedidos demandantes de treinta y cuatro pasajeros rompehuevos,  que han perdido de todo, que se han sentido  mal, que se han caído, etc. poco a poco, el guía prolijito del comienzo, empezará a perder paulatinamente su estupendo equilibrio. En los primeros días hará todo bien. Sacará el micrófono, lo enchufará enérgicamente con precisión;  cuando no le funcione, hablará sin él y  le dará el humor para hacerlo arreglar en la primera localidad y regresar al día siguiente con el artefacto en condiciones y  con una estupenda sonrisa.  Pero al sexto o séptimo día, ese guía meticuloso, servicial y eficiente se-  va- a- ir-lentamente- “desplanchando”-. Verás que le han salido unas tremendas ojeras-le quedan divinas, al morocho- y toda su eficacia quedará reducida a un balbuceo tembloroso. El pobrecito intentará cumplir con todas sus funciones, pero ya no da más. Sus camisas celestes están desvaídas, sus pantalones oscuros lucen arrugados, - ya pasó a usar unos “cargo” con la camisa por afuera - y ya no saca el micrófono con autoridad. De todos modos, con gran experiencia en el manejo de situaciones de esta índole, seguirá balbuceando sus recomendaciones.
·        ¡Está llegando tu oportunidad! ¡Ya no tiene  la estabilidad que lo ha caracterizado durante casi todo el trayecto!
·        Llegará un momento, -tendrás que estar bien atenta- en que en un leve barquinazo de ese ómnibus-casa que los llevó y los está trayendo- trastabillará, forcejeará desesperado para no caerse- y ¡zás!  ¡Ahí estarás tú,  sentada en ese segundo asiento de posición privilegiada para recibirlo en tu falda! ¡Intentará levantarse! ¡No te preocupes! ¡No podrá! ¡Está extenuado; hace más de diez días que está sin sus afectos!(Es divorciado, pero no bobo)  ¡Sujetalo con firmeza! ¡Inmovilizalo! ¡Es tu momento de gloria!
·        ¡ Pedile a algún otro pasajero-si es varón mejor- porque el resto de las mujeres jóvenes, de mediana edad y viejas, estarán verdes de envidia- que te saque una foto con el morocho en la falda! ¡Te la mereces!

jueves, 7 de junio de 2012

VIAJE AL NORTE ARGENTINO 2 : "Extravíos y olvidos"

La "codiciada" primera habitación del hotel

La deseadísima camucha de descanso bien merecido
Hace años, fui de “cuidadora”  en un viaje estudiantil a Misiones con 37 muchachos de diferentes nacionalidades y edades. Íbamos en condiciones similares a las que se dieron en este viaje al Norte argentino, con la diferencia de que en el viaje educacional, las responsabilidades que llevábamos los adultos eran enormísimas porque  los “niños” que pueden ser medianamente “civilizados” en situación de clase, se desacatan cuando  van con adultos que no son sus padres y que llegan sumamente cansados a su destino. Esa vez nos pasó de  todo.  Uno de los jóvenes se dislocó un tobillo jugando al fútbol; otra chica -prácticamente- se “abolló” la cabeza en la piscina del hotel; y otro de los  bebotes-inadvertidamente- dejó su reloj Rolex en la habitación.
En el viaje al Norte argentino, en un ómnibus repleto de personas variopintas, también pasó de todo. Hubo pasajeros que sufrieron diversas alteraciones en la presión sanguínea que los dejó  alicaídos por un tiempo. Algunos, no hicieron todos los paseos    para poder reponerse. De todas maneras, en general, la mayoría soportó las alturas con hidalguía, buena voluntad y hojas de coca para evitar el apunamiento.
El viaje en sí, en lo que los agentes turísticos llaman “ómnibus semicama”- eufemismo para denominar a ese engendro que tiene asientos reclinables y apoyapiés, pero en el cual  después de unas cuantas horas de viaje uno no encuentra acomodo posible-termina generando un ardiente deseo de poder explayarse-extendido completamente- en una deliciosa y   placentera cama horizontal. De todas maneras, como nos dieron un recibimiento amabilísimo que incluía hasta la bandera uruguaya con bailes y cantos típicos, los molidos viajeros resistimos un rato más hasta que nos asignaron las ansiadísimas habitaciones. Me tocó la número 315 y quedé muy feliz porque eso significaba que si quería  subir y bajar por escalera podía hacerlo sin grandes dificultades. Subí con el bolso de  mano porque la maleta-me aseguraron- la iban a dejar en la habitación. ¡Qué comodidad! ¡No tenía que andar tironeándola por ascensores y corredores!  Me sorprendió la comodidad de la habitación y la  amplitud de la cama-creo que fue uno de los hoteles más confortables del viaje- y después –cariñosamente- vi “mi maleta”. Busqué la llave del candado para abrirla. ¡Qué extraño! ¡No abría! La miré nuevamente sin comprenderla. ¿Era mi maleta? ¡Sí, era! ¿Por qué se resistía entonces? Después de unos instantes de confusión y forcejeos me di cuenta. Era mi maleta. ¡Sí!  ¡Pero no la llevaba yo sino mis parientes!  ¡Me habían dejado la maleta equivocada! Llamé a recepción, al guía coordinador, al guía local, y a mi hermana. Todos avisados, empezó la búsqueda de “la maleta extraviada”. En mi bolso de mano no tenía  ninguna ropa adecuada para cambiarme así que tenía que esperar  sí o sí a que “apareciera” mi otra maleta- es decir la que había llevado conmigo- Después de una hora –más o menos- de haber causado una verdadera conmoción en el hotel, en los guías, compañeros  y demás; después de haber molestado a todos y  a cada uno de los viajeros para ver si mi maleta había ido a parar a una habitación equivocada, vino mi hermana. Yo me había tirado un rato a descansar las piernas hinchadas. Hace años que me aqueja el “síndrome del turista”, como llaman los médicos a esta dolencia que deja a más de uno con “patas de elefante” y a otros, con mayores problemas. Comentábamos lo inusual de la situación porque las maletas viajaban con nosotros en el mismo ómnibus, por lo tanto, no habían “sufrido” ningún traslado. De pronto, Juanita, miró atrás de la cómoda  y me dijo: ¿-Y esa valija? Y ahí estaba, la muy ingrata, “acostada” en el porta-maletero que está para esos efectos. ¿Cómo no la vi? o ¿Por qué no la vi? Primeramente, porque “no estaba a la vista”,-alguna excusa tengo que tener-  Además,   porque yo estaba empecinada en que me habían traído “la maleta equivocada”. En realidad, así fue: me trajeron  la maleta equivocada y… ¡también la mía!  El episodio  de "la bobeta de la valija"  me sirvió para recibir  “cachadas” durante  el resto del viaje.
Al final, cuando nos volvíamos para Montevideo después del maravilloso viaje,  contentos y ahora ansiosos por reencontrarnos con “el paisito”, nuestro guía coordinador, nos “sometió” –con el ómnibus ya en marcha- a una especie de “control” de rutina-ya nos había hecho recomendaciones la noche de la “última cena” pero, con mucha experiencia en la materia, nos reiteró algunas “consignas”-:a) pasaporte o cédula en mano para el paso de frontera- ( ¡por favor!:no dejarla en la valija que iba en el compartimento de equipajes)- b) revisar bien la habitación para no dejar nada de nuestra propiedad en ella: anillos, relojes, celulares….
Y ahí saltó Joaquín:- ¡Yo dejé el celular! Todos-absolutamente todos, incluido el guía-, pensamos que nos estaba haciendo una broma; pero cuando gritó dos o tres veces lo mismo con cara de desesperación, nos dimos cuenta de que –realmente- se había dejado el celular en la habitación, más precisamente, en la mesa de luz. ¿Por qué? Porque lo había usado de “despertador”.
Volvimos al hotel a buscar el “móvil perdido”. Cuando Joaquín bajó del ómnibus se oyeron unos murmullos al fondo que terminaban en “udo” A la vuelta, él mismo, frente a todos, en el pasillo,  se autocalificó:
-¡Soy un boludo!
¡Todos nos reímos, pero, nadie lo desmintió!
Coqueta "kichinette" "empotrada" en un placar con microonda, cafetera, y ¡ vinito!




ALCIRA

  En estos tiempos navideños que corren, —y siempre— su ausencia es muy notoria porque con su amabilidad natural era el alma del taller Tuli...