lunes, 27 de octubre de 2014

SIETEOFICIOS YOUTUBE

Antigua máquina de cardar lana para los colchones. Imagen tomada de Internet.
Cuando la vi en una exposición se me estrujó el alma
De la  misma manera que ya no hay médicos que entiendan y sepan de todo, porque el que te atiende el hígado no sabe nada del corazón o de los pulmones y el de medicina general lo único que hace es recetas, y, con mucha suerte, te deriva para el que es más adecuado según lo que te duela- tampoco queda ya-lamentablemente- ningún “sieteoficios”.
¡Y qué útiles eran!
Mi padre, hasta con más de sesenta años se subía a las escaleras con una energía inusitada, descolgaba las puertas, las lavaba, las lijaba, las volvía a pintar y las dejaba impecables. También entendía de sanitaria, y no llamaba a nadie para “cambiar los cueritos” de las canillas, porque lo sabía hacer impecablemente bien. Además, reparaba todas las  canillas, les volvía hacer-con herramientas adecuadas que tenía en su galpón- las tuercas, las volvía a colocar y seguían funcionando de maravillas. Cocinaba, lavaba, -sin lavadora- planchaba.  En jardinería era un primor. Yo aprendí con él, el arte de cultivar hierbas aromáticas y flores. Nunca hubo necesidad de llamar a un jardinero ni a un quintero. En mi casa había flores,-yo cultivaba dalias de distintos colores- higueras, limoneros, parrales, lechugas, tomates, acelgas, espinacas, zapallitos, papas, cebollas, y todo lo que se pudiera plantar en almácigas bien cuidadas y atendidas- cada una de nosotras tenía la suya propia- nuestra huerta  daba una considerable cosecha que –incluso- alcanzaba para repartir entre los vecinos. Su último oficio reconocido fue el de colchonero. Ni que hablar del esmero de sus colchones de lana.  Le quedaban maravillosamente bien. Nos hacía renovaciones anuales de “dos capas”- un lado era de lana, y el otro de crin de caballo- el lado de lana era para el invierno, y el otro, para el verano porque era más fresco. Dicho sea de paso, tampoco quedan más colchoneros.  Quizás mi padre haya sido uno de los últimos. Murió en 1965. Después de su muerte ya no vi muchos más colchones de lana.  Cuando me casé en 1967, los muchachos a los cuales él les había enseñado el oficio, me hicieron uno. Pero después vinieron los otros y desplazaron para siempre a los “naturales”. Hace tiempo, en el Punta Carretas Shopping hicieron una exposición de “oficios extintos”. Cuando vi la máquina de cardar lana se me estrujó el alma.
Repito ya no quedan más “sieteoficios”. Desaparecieron con el progreso y la división de trabajo. Trabajo dividido. Muy dividido.
Hay empapeladores. Sí hay. Aguerrebere te da una lista de nombres-no recomienda a ninguno, arreglate como puedas- Hay que llamar uno por uno hasta dar con el que pueda venir a ver el trabajo. Más o menos unos seis o siete. El primero dice que no. Que él no es empapelador. Faltaba más. Él es DECORADOR y no “agarra trabajos chicos”. El segundo dice que  te va a llamar de noche. Y no llama. Vos lo esperás un par de noches. Y no llama. Seguís “lista abajo”. El tercero, tiene mucho trabajo. No puede agarrar más. Trabaja solo. El cuarto… y así sucesivamente. Por el sexto más o menos, te decidís a poner tu mejor voz de gata sobre el tejado de zinc caliente (después de tantos años, de impostación de voz, es un boleto hacerlo)  y el sexto dice que va a venir. Y viene. Mira para todos lados. Busca a la gata. No está. En su lugar estás vos, gorda,  con un batón, delantal de entrecasa, en chancletas, canosa y cara de pocos amigos. Desconcertado, el tipo mira lo que tiene que hacer. Te va a volver a llamar para pasarte el presupuesto. Te lo pasa y llorás amargamente. Lo que cobra es más que si te hiciera el apartamento de nuevo de punta a punta. Finalmente, lo aceptás. No te queda otro remedio. Pero claro hay que tener en cuenta que todo tiene “ritmo de ferretería”-dijera tu querido Cuque Sclavo- : hay que esperar unos quince días, porque ahora, “está haciendo un trabajo grande”.
  Hay sanitarios. Sí hay. Primero hay que localizar uno y lograr que te venga a ver el trabajo. Después de esto hay que sentarse para escuchar su cotización. Sí, cariño, sentate, porque de pie te vas a caer.  ¿Alguna vez  has solicitado sus servicios? Cobran más que un doctor especializado, hasta para hacer un pequeño trabajo de reparación mínima. Y los cuentos… ¡Insuperables! De pronto te ves envuelta en una serie de roturas de paredes, cambio de caños y demás que –finalmente- resultan innecesarios. Pero los cobran. Por otra parte, un arreglo que puede hacerse en tres horas, demora tres días. Hay que atender el celular, hay que salir a comer, hay que charlar con el portero, hay que hacer de todo y prolongar lo más que se pueda la consabida reparación.
Entonces, si no tenés a tu lado a un hombre con habilidad para todo-sí para todo porque tiene que saber hacer  de todo y, si sabe hacer de todo, también sabrá hacer bien lo que vos estás pensando- repito: si no lo tenés- apechugá,  encomendate a los santos apóstoles y recurrí a Youtube. No pruebes con reformar tu casa. Eso es demasiado. Empezá con  algo sencillito.  Poné por ejemplo: “cómo doblar la sábana de abajo” y verás personas de distintos orígenes mostrándote con una habilidad pasmosa  cómo se deja a la más   puta  sábana “bajera o ajustable”- que también así la llaman, de paso enriquecés tu vocabulario- sin ni siquiera una tímida arruguita. Ahora intentalo vos. Que nadie te vea. Puteá todo lo que quieras. Estás sola. Y si te queda más o menos,  y no quedás conforme, deshacé esos  nudos que le hiciste a la bajera  y empezá de nuevo. Hasta que te salga. Es cuestión-como casi todo en la vida- de práctica. Dale que podés. No te achiqués. Mientras tanto, para no ponerte mal, contate cosas graciosas, recordá algún dicho de tu viejo que siempre tenía uno para cada situación. Dale. Como aquel que se refería a las personas que habían padecido mucho-ya que estás con la sábana- y se le decía: “sufrida como sábana de abajo”. ¿Te acordás no?
Esta imagen no la saqué de Internet. Es la pileta de mi baño. De las pinzas,-me sirvió la francesa- es la de la izquierda-


Después que te atreviste con la sábana bajera y lograste doblarla prolijamente, te animaste y buscaste “cómo cambiar el filtro del grifo de las canillas”.  Encontraste un vídeo, donde te asesoraron bien porque lo primero que viste es que no lo podés destornillar con un “cuchillito”. No.  Necesitás una pinza o llave inglesa- o francesa- una de esas que tienen a su vez un dispositivo para agarrar el pico de la canilla por los bordes que especialmente están ahí para ser agarrados. Entonces sí. Afirmándote con todas tus fuerzas, el filtro se destornilla. Está hecho pelota por supuesto. Ahora le ponés el nuevo, lo ajustás lo mejor que puedas y… ¡Milagro! El agua vuelve a salir armoniosamente sin bañarte a vos y a todo lo que hay alrededor. ¿Viste? Y no me vas a negar que después de esta proeza no tenés ganas de salir al pasillo, tocar los timbres de todos los apartamentos y al que salga decirle: -¡Cambié el filtro de la canilla! ¡Me quedó bien! Y darte vuelta muy oronda mientras el otro se queda absolutamente pasmado.




martes, 21 de octubre de 2014

LA ABUELA ELIVIA

Piloteando "el caballito perdido"-en la vereda de la calle Cerro Largo-frente a lo que es hoy día el Palacio Peñarol.
En otro artículo  me referí a mi abuela adoptiva, la tana Lucía.  Esta vez rescato de la memoria a la única abuela que conocí, la madre de mi padre. Se llamaba Elivia Segovia, y era oriunda de los pagos de Treinta y Tres. Había tenido hijos que llevaban su apellido. Les llamaban “hijos naturales”, por  lo cual los habidos en matrimonio, si los hechos lingüísticos fueran simples serían los “artificiales”. Pero todos sabemos cómo y cuándo se usan los eufemismos, esos algodones verbales que disimulan situaciones penosas.
Yo era muy chica para andar preocupándome por esas cosas, y cuando crecí y “supe eso”  a mi padre nunca le pregunté nada, porque “de esas cosas no se hablaba”.
La abuela Segovia,  cuando no pudo trabajar  más de  peona de estancia, se vino para Montevideo donde se ganaba la vida con dos habilidades manuales muy apreciadas en la época: lavaba y tejía “para afuera”.
Era una mujer de  ojos verdes y cabellos de color castaño oscuro. Debía  haber sido atractiva en su juventud, para mí  era simplemente,  la abuelita.
Vivía en un apartamento de bajos   con patio grande donde estaba su útil número uno de trabajo: una antigua pileta de hormigón. La abuela Elivia olía siempre a lavanda. Terminaba los lavados con un enjuague que preparaba ella misma con esas flores. Todo su apartamento se impregnaba con ese olor a limpio que salía de  la ropa. Mi madre me llevaba a pasar el día y para mí era una verdadera fiesta, porque la abuela me había “agenciado”- y este término es de ella-  una tinita de lavar  con su correspondiente tablita de madera y a mí me encantaba jugar con agua. Me daba pequeñas cosas y yo,  imitándola a ella, me hacía unos lavados sensacionales, empapándome absolutamente toda de pies a cabeza. Lavar en la tina de juguete era uno de mis juegos predilectos. La abuela Elivia me gustaba porque preparaba unos maravillosos huevos fritos jugosos-además me servía  dos- y porque  hablaba “distinto”. Cuando terminaba la tarea del lavado, sacaba unas sillas al patio y me decía: “Vamos a echar un vintén de prosa”- y eso significaba que íbamos a conversar. Cuando los pañuelitos y medias que yo lavaba se secaban me decía: “¡Ah Tololo!” Y yo intuía que con esas palabras ponderaba mi labor como lavandera.

Antigua tina de latón y tabla de lavar 

Otra cosa que me gustaba mucho era ir con ella a entregar la ropa perfumada a las casas señoriales. La ropa la acondicionaba en un paquete enorme que ponía en una sábana impecable a la cual le ataba las cuatro puntas. El paquete lo colocaba en un equilibrio increíble sobre su cabeza, y así marchábamos las dos a “entregar”. En las casas ricachonas nos recibían por la puerta de servicio-que generalmente daba a la cocina- donde  nos atendían encopetadas empleadas uniformadas. Alguna amable me elogiaba el color de los ojos o los bucles rubios. Mi  abuelita indefectiblemente contestaba: “¡Es bien ruana, mismo!” ¿A quién habrá salido?” Y se reía de la ocurrencia. A mí no me afectaba para nada ni lo que decía ni como lo decía, porque la abuela era querible, y nada malo podía provenir de ella. Después de muchos años, cuando fui a Treinta y Tres y señalé en el campo a un caballo “rubio”,- provocando las carcajadas de los paisanos que me escucharon-, supe que ese “color” era el famoso “ruano”.
Otra cosa que la abuela sabía hacer maravillosamente bien era tejer. Hacía unas primorosas “mañanitas” de crochet que vendía a buen precio.
Para almacenar el dinero  de sus lavados y sus tejidos usaba un pañuelo donde ponía billetes y monedas y le ataba las cuatro puntas-como a los paquetes de los lavados-. “La alcancía” era su opulento sostén. A mí me tejía buzos o me hacía delantalitos con bolsillo central  en la pechera, y yo-copiona siempre- también tenía mi propio pañuelito-monedero aunque me faltaran muchos años para tener una alcancía natural tan opulenta como la de ella.
Con la abuela Lucía, aprendí que el camino de la conquista de un hombre era sexo, estómago y corazón; con la abuela Elivia aprendí tan bien a lavar que no hace muchos años que  compré mi primera lavadora.
 Hasta hace unos años tuve una pulsera con monedas de plata “de época” que valían veinte centésimos cada una, y que se apodaban “chanchitas”. Yo le tenía mucho cariño porque esas monedas eran el producto de mis ahorros “pañueriles”. La pulsera era recuerdo de mi abuela Elivia, la que olía a lavanda.  Lamentablemente, un ladrón que robó en mi casa se la llevó. Pero lo que no se pudo llevar  fue el recuerdo imborrable de la abuela Segovia que hoy rescato en este relato.


 Ya publicado en  “Memorios” el 12 de octubre de 2010, lo vuelvo a publicar  en “Cosas de Viejucín” porque la abuelita merece estar acá.

domingo, 12 de octubre de 2014

"FRAGILIDAD TU NOMBRE ES DE MUJER"


Imagen final de la película "Tan frágil como un segundo" - (Todas las imágenes las tomé de Internet)


Yo recomendaba a mis estudiantes que recordaran alguna frase  del texto a comentar, y que la incluyeran con la interpretación. Antes de Google e Internet, era una modalidad para  explorar si habían leído o no el capítulo o fragmento encomendado y si éste había llegado a ser entendido. No creo que esta táctica sirva ya  para nada, en vista de la cantidad de información que se puede  encontrar en lugares como “El rincón del vago”-excelentísimo para evitar la lectura exhaustiva-. En general, me hacían caso y me ponían alguna que otra cosita. Durante un tiempo coleccioné disparates graciosos como los que dieron lugar a los libros del maestro Firpo, pero después, cuando vi que la literatura ya no tenía la importancia curricular de antaño, tiré la selección al canasto, ya que en caso de quererla publicar, no serían muchos los que supieran de qué se trataba. De todas maneras, de vez en cuando me acuerdo de alguna “perla” memorable y me vuelvo a reír como si la estuviera leyendo por primera vez. A raíz del tema que hoy me convoca me acordé de una. Se trataba de comentar la relación de Hamlet y Ofelia. No siempre se conocen los usos de la época, por lo cual más de una vez, la clase de literatura tenía –necesariamente- que incluir explicaciones históricas sobre usos y  costumbres. La utilización de jovencitos para hacer el papel de las damiselas-por ejemplo- porque no era aún común que actuaran las mujeres- y que se puede percibir en el comentario que le hace Hamlet,  sobre el asomo de  barba,  a un  actor jovencito que ya estaba en la etapa de convertirse en un hombre. También expliqué el desprecio que se manifestaba por las mujeres que antes del matrimonio perdían la virginidad. Algo así se podría interpretar en algunas palabras de Hamlet a Ofelia: “Go to the convent!”- lugar donde internaban a las pecadoras-(evidentemente no la mandaba a rezar, sino a purgar sus pecados)   Un alumno quiso reproducirme otras palabras de Hamlet pero-desafortunadamente- no eligió la palabra adecuada y me escribió al parecer absolutamente convencido:
“FRIGIDEZ, TU NOMBRE ES DE MUJER”-
 -cuando correspondía
 “FRAGILIDAD, TU NOMBRE ES DE MUJER”-.
 Algo bastante diferente.
 La condición de “frágil”, que es lo que destaca Hamlet,   a su vez, puede variar de matices según el contexto pero casi siempre revela   situaciones de debilidad,  inconsistencia, endeblez, delicadeza o, vulnerabilidad.
 En la  película que fui a ver: Tan frágil como un segundo, aparece  en forma desgarradora,  la vulnerabilidad juvenil femenina.

Berenice Perciballe como Julieta 

La obra la realizó el equipo de cine DODECÁ con la participación  de excelentes representantes nacionales. (Todos sin excepción.)  El tema principal es la trata de mujeres, pero también se manifiestan otras podredumbres humanas de la sociedad en la que estamos inmersos.
Se señala que está basada en hechos reales, y de eso no caben dudas porque todos sabemos que la explotación sexual es una realidad nacional y universal. 
Programa del pre-estreno "Tan frágil como un segundo" 

Si bien el argumento se centra en las historias de Julieta y Sofía- jóvenes  de clases sociales diferentes-, es posible apreciar puntos de contacto en sus conflictos: las dos tienen aspectos donde se percibe la fragilidad: No hay una familia contenedora. Julieta, del interior, tiene madre y hermanos más chicos. A la madre le interesa el aporte económico que consigue prostituyéndose. El principal organizador es el novio”tío” cuya ambigua figura está encarnada a la perfección por el actor Álvaro Armad Ugón. Es un hijo de puta perfecto. (Entiéndase-por favor- que no me refiero al actor Álvaro Armand Ugón sino al personaje que cobra vida a través de él.)
¿Por qué es un perfecto hijo de puta? Porque por un lado, le brinda mimos, le dice que es linda, que está divina, le da plata cuando no la obtiene ( lógicamente para llevarle a la madre) pero por otro, es el que le procura la clientela, y –por supuesto- es el que lucra con ella.
En Julieta- y  en Sofía, -la otra joven de clase social alta- hay  carencias afectivas- por eso además de la prostitución, hay otras podredumbres humanas en danza por ahí, porque la falta de afecto  en estas edades, -quizás en todas, pero  mucho más en la primera juventud, en los albores del despertar sexual-, es indispensable una familia que “apapache”- voz indígena que significa “acariciar con el alma”-. La familia, sea biológica o adoptiva,- o, en su defecto, las figuras parentales eficaces, son las  más apropiadas para establecer firmes lazos de confianza, respeto, diálogo sincero desinhibido, pleno y confiado-.Cuando  no se da- y es el caso-  el caos ronda por las cercanías de estas vidas. Sin esa barrera contenedora las personitas quedan a la deriva y a total merced de los hijos de puta. Indefensas, invisibilizadas, -situación de todas ellas- convertidas en esclavas sexuales sin ningún tipo de derechos ni credibilidad. (La policía revictimiza a Julieta, enviándola a una correccional de menores,    cuando apenas había logrado escapar del prostíbulo y caminaba  en la noche, dolida y  desorientada.)
Julieta apenas escapada del prostíbulo-cárcel a punto de ser atrapada por la policía. 

La historia de Sofía corre por otros carriles pero lleva a la misma situación a través de otra modalidad de engaño: la fotografía –supuestamente- publicitaria. La película ha sido pensada hasta en macabros detalles que sensibilizan: Sofía tiene un gato tuerto, que conmueve  cuando la cámara lo enfoca. (Al menos a mí, que me gustan los gatos, me perturbó.)

Sofía y el "tuertito". (La foto está tomada del facebook de "Tan frágil como un segundo" )

En fin. No voy a abundar más. Cada espectador hará su evaluación después de verla. Fue presentada  en el marco del Festival de Cine como el primer largo metraje de Santiago Ventura, junto a Belén Baptista, co-guionista y actriz. Es  de esperar que se siga exhibiendo en otras salas.
Yo la catalogo como una película dura donde se exhibe la violenta frustración  de las que caen y son llevadas a una prisión-prostíbulo, donde se las maltrata y somete bochornosamente. Ni   siquiera pueden hablar entre ellas.   En la  mazmorra son obligadas a todo tipo de ignominiosas tropelías, no únicamente castigos físicos, corporales,  sino psíquicos donde se les destruye por completo la autoestima. (“Vos no pensás, putita de mierda, vos no tenés que pensar, para eso estoy yo”. Dice uno de los proxenetas.) No. No pueden pensar. No deben pensar. Los que quedamos pensando somos nosotros, los espectadores.
La escena en la que Julieta se tira del auto -en marcha- del “tío”- que la va a buscar a la salida del internado de menores- me dejó con todos los pelos de punta.
¿Podrá salir a flote? ¿Qué pasará con Sofía?
¿Lograrán evadirse para siempre de la condena?
Son preguntas que los espectadores sensibilizados y doloridos- también fragilizados y vulnerables-  nos quedamos haciendo.


martes, 7 de octubre de 2014

DEL BUEN PERIODISMO

Gay Talese por Band Shakbone
De vez en cuando, leo  periodismo literario, escrito por esos admirables maestros en el difícil arte de perseguir la información sin importar las distancias ni las circunstancias y trasladarlos en buena prosa al papel.  No me refiero a los  tiempos actuales-época de la inmediatez, del “todo ya”,  donde un simple rastreo por google nos pone en contacto con el mundo- sino a las décadas precedentes donde todo era a pedal y rastrear lo que se quería saber exigía esfuerzos inauditos porque  había que luchar mucho para conseguir la información confiable o fidedigna.
Hay que destacar, que en esos años, sin Internet y sin  Google, no era posible conseguir datos simplemente dando  unos teclazos.  Los verdaderos periodistas de esas épocas se dedicaron a buscar, indagar, investigar, empecinadamente, las más insólitas circunstancias de los seres humanos. Hicieron suya la máxima indicación que nos daban a las que  queríamos/ íbamos a ser escritoras. Sí. No se asombren,  desde niña quise  ser escritora o –por lo menos- periodista. La Licenciatura de Letras la inicié con la  secreta esperanza  de dedicarme algún día a escribir. No lo pude hacer-hasta ahora- porque la  vida  se me fue presentando variopinta y atravesada- no de acuerdo  a lo que yo quería sino a lo que los avatares de la existencia me deparaban-, y no fueron nunca los que a mí me hubieran gustado. Cada vez que intenté vivir de la escritura- redactora publicitaria, periodista, novelista, cuentista; les aseguro que lo intenté varias veces-  se me presentaba alguna otra alternativa menos riesgosa para ganarme la vida-porque me la tuve que ganar desde muy temprano- y los vericuetos de la existencia me fueron derivando hacia otro destino que fue  el profesorado. Reitero: no era lo que quería hacer porque era muy tímida, y, por lo tanto, muy insegura para hablar en público, pero cuando empecé se me dio tan bien que al final me dediqué a dar clases  y las ínfulas de escritora se me fueron pasando. Pero eso  sí. Estudié periodismo- entre tantas otras cosas con títulos y titulillos que obtuve y fui acumulando y que  cuelgan en mi lambriz  frente al escritorio-. De esos primeros pininos recuerdo aquel viejo asunto de las preguntas con W (en inglés) y una premisa-que  mucho después averigüé que era de William Maxwell Aitken-   que me sigue pareciendo válida hasta ahora:

“Si un perro muerde a un hombre no es noticia, pero si  un hombre muerde a un perro, eso sí que es noticia.”

Es cierto. La noticia no es lo común y corriente, sino lo insólito, lo que se sale de lo “normal”, y, por eso, el  buen periodista debe encontrar  “lo otro”-como decía Felisberto Hernández.

OTRA MANERA DE MIRAR, OTRA MANERA DE CONTAR: Gay Talese
Gay Talese, nació en Ocean City, Nueva Jersey, es  hijo de padres de ascendencia itálica que se dedicaban a la costura, se le considera un periodista singular y es famoso a nivel mundial por su particular estilo de mirar y contar. Sin lugar a dudas,  buscó siempre, por todos lados, a los  “hombres que mordieran a los perros”.   Es decir, se dedicó a hacer lo que otros no hacían. Por ejemplo, escribió  sobre “los perdedores” o “fracasados”- por lo tanto, tomó las historias desde un ángulo que no era el habitual. Así leemos su exhaustiva investigación sobre la jugadora  china de fútbol femenino Liu Ying que falló el penal del Mundial del año 1999 donde resultó vencedor el equipo de los Estados Unidos. A tanto llegó la meticulosidad de Talese que se pagó él mismo el viaje a China durante seis meses para entrevistar a Liu, a la madre, familiares, entrenador, compañeras y yo creo que si hubiera encontrado a un perro chino  que hablara inglés, lo habría tenido en cuenta también.

Dos libros imperdibles de Gay Talese 

Escribió varios libros, entre ellos, “La mujer de tu prójimo” y “Vida de un escritor”. Verdaderas obras de arte de la narración.
Del segundo libro mencionado saqué esta cita-que me encantó- donde cuenta  cómo trabaja:
A menudo me sumerjo al mismo tiempo en dos o tres temas que no tienen relación, y paso de uno a otro cuando siento que estoy empantanado y creo que es mejor dejar a un lado lo que estoy haciendo y retomarlo en algún momento del futuro. En 1974 comencé a describir muchas escenas y situaciones de las que había sido testigo en distintos restaurantes, pero todo el conjunto parecía demasiado fragmentado y difuso. Así que concentré mi atención en otro tema que tenía en consideración y finalmente en 1979, logré llevarlo hasta el final. Fue La mujer de tu prójimo, uno de los cuatro libros que comencé y completé entre otros libros que no terminé. Mi curiosidad me lleva en distintas direcciones, pero hasta que no invierto gran cantidad de tiempo- meses, años- no tengo la certeza de que el tema elegido sea capaz de mantener mi interés. Algunas veces arrojo a la basura varios borradores de lo que he escrito, mientras que otras los conservo, los archivo, los vuelvo a leer uno o dos años después, los reescribo y tal vez vuelvo a archivarlos, o decido que después de todo no valen la pena, así que los rompo y me deshago de ellos para siempre. “(página 112)

LO INSÓLITO
En estos tiempos que corren, cuando nos  enteramos que aún quedan lugares en el planeta donde  a las mujeres se les cercena el clítoris,  cuesta creer que estemos metidos de pleno en el siglo XXI. En realidad, con esa brutal ablación, lo  que se les mutila a las mujeres es-nada más y nada menos- que la capacidad de experimentar goce sexual. “El timbre”, como le llama una mexicana amiga mía al clítoris, no tiene ninguna otra función. No sirve ni para la reproducción ni para la micción. Está por ahí arriba, -No. En el ombligo no. Busque con paciencia señor, vea alguna lámina o postal donde pueda ubicarlo, por favor. Mírese algún videíto de Youtube que -por  ahora- circulan sin censura. No sea lelo. No quede como un pasmado. Avívese. Si no lo hace vendrá otro que satisfará a su amigovia, señora o lo que sea, de eso no le quepan dudas. (Por supuesto, los cercenadores hijos de puta le temen a eso). Y si no me cree, léase alguna versión de “Las mil y una noches” donde verá que los sultanes, le  dejaban “el timbre”  a alguna de sus favoritas-tampoco la pavada, vio- pero castraban a los esclavos, y también les cercenaban la lengua-  otro órgano  que bien usado puede llevar al éxtasis-. ¿Que cuando leí Las mil y una noches? ¡Uhhhh!  ¡Hace muchos muuuuuuchos años! Estaba –también- en la biblioteca de mi madre. Ahora, tengo una versión más completa).
Lo cierto es que la amputación del “botón mágico” no es  nueva en Occidente. Hubo médicos que la practicaron a las que –supuestamente- sufrían de histeria. Lisa y llanamente: se trataba de mujeres insatisfechas sexualmente cuyos “nervios” estallaban por ese descontento. Por supuesto, que la operación daba resultado porque “muerto el perro se acaba la rabia”. También Freud se equivocó.  El orgasmo clitoridiano o clitoriano- de las dos formas lo llaman-  no es –para nada- “infantil”. (Que me perdone el  maestro, pero las “niñas” no experimentan orgasmos porque no están aún preparadas para tenerlos). En las mujeres adultas, el clítoris responde  a un buen estímulo. En la vagina, únicamente por “extensión” se va a sentir placer, porque –lamentablemente- no tiene la misma cantidad de terminaciones nerviosas que tiene el clítoris que tiene montones y  es todo  un campeón. Mucho más que un pene, aunque  les cueste admitirlo a ellos. Insisto, entonces,-con absoluto conocimiento de causa-: a las mujeres se les cercena el clítoris para impedirles el goce sexual. El botoncito en cuestión, una especie de “penecito” arrepentido, (¡Ay si me agarra Freud!) solo cumple con esa función. Que no es poca cosa.  Y punto.
¿A qué se debe este preámbulo? A uno de los temas que trató Gay Talese en su libro “Vida de un escritor”.
Porque a las mujeres se las mutila aún hoy en  día para que no gocen. (Ni solas, ni acompañadas- sepamos y digamos de una vez por todas, que el clítoris acepta gustoso la masturbación…. Por aquello de: “si no hay pan, buenas son tortas”).  De vez en cuando, sale algún artículo de protesta, (contra la mutilación y también  contra la masturbación)  pero –hasta el momento- no ha bastado para detener los atropellos. (Aclaro que con “atropellos” me refiero a la mutilación-únicamente-)  En cambio, si  una mujer, se defiende de un marido violador, se arma un escándalo de padre y señor mío.
Ese fue el  famoso caso de John y Lorena Bobbit que ocurrió el 23 de junio de 1993 en Manassas, Virginia, Estados Unidos.

John y Lorena Bobbit de jóvenes- imágenes sacadas de Internet -

Gay Talese lo presenta así: (el subrayado es mío):

“Entre la gente sobre la que había estado leyendo en la prensa durante el verano anterior había una pareja de individuos que fueron identificados por la revista Time como “la pareja más desavenida de América” John y Lorena Bobbit, cuya incompatibilidad alcanzó proporciones épicas a comienzos de una mañana de junio de 1993 cuando, después de que John pasara la noche bebiendo y supuestamente violara a Lorena al llegar a casa, ella se vengó levantándose de la cama, yendo a la cocina a buscar un cuchillo y rebanándole la mayor parte del pene mientras él dormía. Como estaba interesado en el tema ya mencionado de los fracasados, y teniendo en cuenta que pocas personas representaban el tema con la distinción de este ex infante de marina de Estados Unidos de veintiséis años- quien, después de perder su miembro masculino durante dos horas, quizás había perdido también para siempre el placer de su uso cabal a pesar de los ingentes esfuerzos que hicieron los cirujanos para reimplantárselo- estaba ansioso por reunirme con John Bobbit antes de tratar de entrevistar a su impetuosa esposa de veinticuatro años. Pero mi interés por ella aumentó después de que supe que, aunque había nacido en Ecuador y había sido criada en Venezuela, Lorena Bobbit (cuyo apellido de soltera era Gallo) afirmaba que parte de las raíces de su familia estaban en el Sur de Italia.”

John Bobbit y su ex-esposa Lorena Gallo- imágenes más actuales sacadas de Internet 


A este insólito caso de cercenamiento masculino, Talese le dedicó los capítulos 22, 23, 24, 25, 26 y 27 de su libro. No los voy a aburrir con las minucias de los pormenores. Solo señalo que el libro vale la pena leerlo completo. Sin embargo, me tomé una  libertad para dejarlos pensando. Subrayé tres palabras: “supuestamente”-  adverbio que trasmite la idea de que el propio Gay Talese, dudó de que –realmente- John hubiera violado a su esposa- es decir, que  la hubiera obligado a mantener relaciones sexuales sin su consentimiento- la segunda palabra es “fracasados”- corroboro con ella, ese gusto especial del buen periodista  por buscar al “hombre que muerde al perro”.  Y la tercera, es  la que califica a Lorena de “impetuosa”.  Evidentemente  es todo un juicio valorativo. No sé si se le escapó, si es error de la traducción,  o si lo escribió así, convencido. Lo cierto es que no he visto ningún artículo- de Talese o de algún otro buen periodista-  que haya hecho una buena investigación  sobre  la mutilación femenina. Por lo menos, yo no lo he leído señor Talese,  y ya que le gustó el tema de los fracasados, no estaría mal que se  hiciera una investigación-como esas exhaustivas que usted realiza- sobre el cercenamiento femenino, ya que se ocupó-y preocupó- tanto por el  de John Bobbit.












lunes, 29 de septiembre de 2014

MEMORIAS


El o  la casete-se fue tan rápidamente que  el género quedó ambiguo-
  conserva hasta el precio en pesos uruguayos 


Hace un tiempo, comenté con alguien,  algunos episodios de un pasado común, esa especie de “burbuja” de nuestra primera juventud en la que caminamos juntos durante un tiempo. Lo cierto es que muchas de nuestras memorias no coinciden, por algún misterio que no logro descifrar, parece que se extraviaron en los avatares de la existencia una buena cantidad de pormenores. Yo conservo  "mi burbuja" propia de memorias y tengo derecho a ella, incluso, la puedo  modificar, y contarla como se me cante. Para eso es mía y de nadie más. En realidad, en eso consiste buena parte de la literatura: contamos/narramos/escribimos para seguir adelante. Es nuestra manera de permanecer un poco más. 
Es evidente que  nuestra memoria es selectiva. Tiene  recovecos donde se pierden detalles y, en cambio,  se ganan otros.
También me ha pasado algo similar al reencontrarme con antiguas compañeras de la  escuela, del  liceo, o de la universidad con las que dejamos de vernos durante muchísimos años. Si bien vivimos la misma época, fuimos a la misma escuela, o liceo, concurrimos a las mismas clases, tuvimos los mismos profesores, fuimos a los mismos bailes y tuvimos los mismos novios (Sí. hubo  algún “Don Juan” que tenía la idea de que “en la variación estaba el gusto”) aún así,   cada una atesoró una  “burbuja”  propia y coincide poco, o casi nada con la de otra. ¿Me dejó a mí y salía contigo, o salía con las dos al mismo tiempo? Salía con las dos al mismo tiempo. No. No creo. Sí. Creelo porque es así. 
En las memorias entran también los lugares, los paseos,  los libros, las películas, y-además- la música que escuchábamos. Indudablemente, hubo varios grupos que marcaron nuestra juventud, como “Los Iracundos”- en primer lugar, porque eran de Paysandú y-además- cantaban en español, lo que nos facilitaba mucho más aprender las letras- y, en mi caso, todo el rock argentino- porque cantaban en español y porque sus letras y músicas eran sumamente pegadizas- Mientras estudiaba inglés me fui aficionando a escuchar canciones en ese idioma para practicar la comprensión auditiva. Lo hago hasta ahora. Sobre todo, cuando los cantantes tienen buena pronunciación. 
Aprovechando la tarde soleada después que se fue una amiga que vino a almorzar, emprendí una limpieza de mis casetes- antiguallas  que aún conservo-. (Aunque yo uso el masculino el género quedó ambiguo, y no creo  que se modifique porque ya prácticamente pasaron al olvido).  Tengo-también- un reproductor doble-vean la foto- que supo ser una  novedad en la década del 80 del siglo pasado.
Aunque no lo crean ¡aún funciona! y no lo hace del todo mal. Supo ser toda una
revelación en la década del 80 del siglo pasado. Con doble "casetero" y todo. 

 Mi(s) “walkman(s)”, y el “discman” murieron, pero éste, más o menos funciona aún. Seleccioné  uno de Frank Sinatra que le gustaba mucho a mi esposo, y lo puse. En una primera instancia, me hizo acordar al texto que escribió uno de mis periodistas predilectos- del cual tengo que escribir en cualquier momento- Gay Talese. El texto en cuestión se llama “Frank Sinatra está resfriado” y se encuentra en Internet. Es una joyita literaria del periodismo. Se los aseguro. Gay nunca pudo obtener una entrevista con Frank Sinatra que según todo lo que se cuenta no era lo que se dice “accesible” para los periodistas, por lo cual, escribió la crónica, sin entrevistarlo a él, pero sí a unos cuantos que lo rodeaban, logrando así una pieza literaria  muy singular. No me quiero ir por las ramas: el asunto es que el casete de Frank, sonaba horrorosamente- realmente, como si estuviera resfriado, y,-además- en cámara lenta. Me acordé que cuando se “atoraban” los casetes, una posible solución era hacerlos ir para atrás y para adelante, varias veces, para que la cinta se “desempastara”. ¡ Y funcionó! Pude escuchar a Frank cantando naturalmente como lo hacía en su mejor época. Y después seguí con otros, seleccionando lo que quería escuchar, haciéndolos ir para atrás y para adelante, dándolos vuelta, volviéndolos a poner….. Fue  una muy agradable manera de estimular la memoria con lo que supo ser toda una “novedad” y que ahora, ya, relegados a la categoría de “antigüedad” - muy pocos- saben apreciar.




jueves, 18 de septiembre de 2014

"DOULA"- NUEVO NOMBRE PARA UN VIEJO OFICIO-

La partera Élida Tabárez es la primera a la derecha.
Si alguien reconoce a  los otros integrantes de la
foto, les agradezco que me lo hagan saber. 
En estos tiempos que corren cuando vemos con alarma que se mueren niños recién nacidos por inadecuada atención, por llevarlos y traerlos de Artigas a Salto, de Salto a Montevideo, y que no se les haga un análisis exhaustivo para detectar si están quebrados o qué,  me acordé- siempre me acuerdo- de la tarea de mi madre y mi madrina, que se desempeñaban como parteras en un tiempo en que no había ni remotamente todos los recursos que-supuestamente- tenemos ahora.
 En esa época, a mediados del siglo pasado,  las parteras no eran universitarias sino personas que habían recibido una preparación especial en la Facultad de Medicina- a cargo de médicos o especialistas-  para asistir a las embarazadas.  Cumplían funciones en la Maternidad de un hospital y –además- tenían en la casa de cada una, un consultorio equipado con una cama con cuna adosada, donde se atendía a las señoras que venían a “tener familia”. Como comprenderán, a mí nunca me pudieron hacer el cuento de que a los bebés los traía la cigüeña desde París. Desde bien temprano me había dado cuenta de que a los niños, los parían las mujeres sufriendo intensos dolores  hasta que sus alaridos eran sustituidos por los vagidos del niño recién nacido.

 Era la época en que los bebes se fajaban y quedaban convertidos en  unos extraños chorizos de lana con ojos.
"El recién nacido" de  George de le Tour-
La otra mujer  ¿Será una doula?
Se puede apreciar al niño absolutamente fajado-incluso brazos y manos- 


 Se les ponía una primera batita de tela muy suave, más la ropa adecuada según la estación.  También se usaba un “ombliguero”-para cuidar el recién cortado ombligo hasta que se caía, después un pañal de tela blanca,-no existían aún los desechables- , además los fajaban  con vendas hasta la tiesura. A continuación se les envolvía en un rebozo grueso, si era invierno, o en un rebozo liviano si era verano. Había que tener gran cuidado para manipularlo, y sobre todo no había que presionarle de ningún modo la cabecita, que tenía aún la mollera blanda. Cuando estaba convenientemente equipado, usualmente el niño dejaba de llorar. Increíblemente.
Virgen con niño totalmente fajado- Velázquez- 

Las parteras, como mi madre y mi tía (en realidad era mi madrina, pero siempre fue considerada por mi madre como una hermana y para mí fue mi tía del alma)  tuvieron según los lugares y las épocas, diferentes nombres. Mis amigos españoles me dijeron que allá las llaman “comadronas”, una amiga peruana las llama  “obstetrices”.  Recuerdo que acá, en el campo, también se las llamaba “comadronas” y en algunos casos, “madamas”. La palabra “madama” es  bastante ambigua porque también se denominaban  así a las que regenteaban un prostíbulo. Lo cierto es que mi madre y mi tía, no regentearon nunca ninguno. Aunque eso creyeran- y dijeran- las vecinas de La Paz, Canelones, localidad donde fui a vivir -obligada por la repentina muerte de mi madre-  con mi padre y su nueva familia. Pese a su  pacífico nombre, el sitio  estaba repleto de una desproporcionada cantidad de víboras humanas. A cual más chusma y más hija de puta. Yo aprendí a defenderme con uñas y dientes  de la maledicencia, pero muchas veces triunfaba, porque las sierpes propagaban los rumores que se les ocurrían,  y generalmente,  dejaban  el prestigio de mi madre, - y, por lo tanto, el mío propio-  por el piso, por eso,  cuando podía, les huía como a la peste.
En la actualidad, a las antiguas parteras, obstetrices, madamas o comadronas, se las llama “doulas”. Mi madre y mi tía aunque no eran universitarias,-como ya dije-  habían sido preparadas por  los propios ginecólogos para que fueran sus colaboradoras y eran- realmente “doulas” porque asistían a las mujeres en  todo el proceso, e incluso, muchas parturientas  se quedaban como “pensionistas” hasta  sentirse fuertes  y sin las presiones de la atención a un recién nacido que cuando tiene lo que se llama “el sueño cambiado” duerme de día y berrea toda la noche. Allí estaba la “doula” que lo levantaba, lo acunaba y le hablaba o cantaba  hasta que se calmaba. Ambas, mi madre y mi tía eran especialistas en la materia. Y yo también aprendí. Por lo menos, mi hermana menor, a quien cambié,  cuidé, arropé, di biberón y paseé, no quería dormir con nadie más-para gran consternación de la otra hermana que quería el privilegio de escuchar la radio a la hora de la siesta-. Pero no. Juanita sólo se dormía conmigo. “Charlábamos”-más bien era yo la que le hablaba mientras ella me respondía con gorgoritos- le cantaba las canciones que pasaban en la radio, y se dormía pacíficamente. Yo siempre he creído, que al haber ayudado a atender a  tantos bebes que nacían en mi casa o en la de  mi tía- yo vivía entre una casa y la otra- adquirí una  predisposición especial para cuidar  niños con muy buen resultado. No siempre es así. He visto a más de una madre malhumorada e impaciente cuando el muchachito berrea en la cuna solicitando mimos- tan necesarios como la alimentación-. No todas las  mujeres tienen inclinación para prodigar cuidados ni para la maternidad. Es más bien una imposición social.  Pero ese es un tema para desarrollar en otro momento. 
  Según la definición que encontré en Internet,-en el diccionario aún no figura- una doula es: “una asistente sin titulación oficial que proporciona apoyo físico y emocional a las mujeres durante el embarazo, el parto y el posparto”. Estas prácticas antiguas daban y -están volviendo a dar- una gran  confianza a las parturientas  durante ese período tan especial. No importa cuántos hijos tengan, con cada parto viene un nuevo  mundo a descifrar. Y el nuevo ser forma parte de ese otro universo. Cada niño es distinto, y hay que aprender qué cosas le gustan, qué otras no, y qué hacer cuando quiere jugar-por ejemplo- y el ser humano a su cargo, quiere –y debe- dormir.
Curiosamente, por esas extrañas vicisitudes del destino, mi hermana menor Juanita- la que yo cuidaba de bebita- está haciendo,muy feliz, el curso de preparación para doula. Ella es titulada como enfermera y como Licenciada en Enfermería  o nurse- según la denominación anterior-, y siempre tuvo  predisposición por  todo lo relacionado con la neonatología. Digo, “curiosamente” porque Juanita no es hija de mi madre-compartimos el padre, pero somos de madres distintas-. En realidad, si vamos a lo genético la que tendría que haberme preparado para “doula” soy yo. En cambio, mi inclinación-que nunca supe de quién o de dónde la saqué-  me llevó para el lado de las letras.

Con el nuevo nombre de doula  renació, entonces,  una beneficiosa tradición de asistencia. En un mundo tan miserable, tan caótico, tan violento, realmente me enorgullezco por haber tenido- y tener- familiares cercanos con esa extraordinaria vocación para el bien y la solidaridad.





lunes, 15 de septiembre de 2014

DIFERENTES

Estigma Informe sobre una verdad y una mentira ( hay que descubrirlas) 
Rosa Montero escribió ELOGIO DEL AMANTE JOVEN- la supuesta invisibilidad de la mujer al alcanzar la madurez-,como todo lo que escribe ella vale la pena,  si quieren leerlo, está publicado en el Diario El País de Madrid. Dice por ejemplo:
“(…) y así siempre nos ha parecido tan normal que una chica joven quede prendada de un señor mayor, pero siempre hemos visto como “anormal”  la fórmula contraria.”
Y es cierto. Se ha considerado “normal” que una chica joven salga  con un veterano, pero no tanto que una mujer madura lo haga con un mozalbete. Rosa nombra a unas cuantas mujeres célebres que tienen parejas más jóvenes, entre ellas: Susan Sarandon, Demi Moore y Madonna.
Y como yo mencioné en mi crónica anterior  a Aaron Taylor Johnson-el jovencísimo (nació en 1990)  bombón de chocolate blanco- también aportaré estos datos: Aaron está casado con Sam Taylor Wood- artista, fotógrafa- que tiene 23 años más que él. Es decir, que si calculamos las edades, él tiene actualmente 24, (¡Sí, es muy joven!) Ella 47. Aaron podría cantarle perfectamente aquella canción de Sandro que decía: “me doblas en edad”.  Indudablemente Sam es una mujer atractiva y también muy valiente: ha superado el cáncer dos veces. La primera vez, de colon, en la segunda fue sometida a  una mastectomía de pecho. Es, por cierto, una mujer diferente y se merece decididamente el premio del joven amor de Aaron.

El jovencísimo Aaron - no creo que haya nadie que me diga que  no es un bombón-

Aquí viene, entonces, el tema de hoy. No.  No me conseguí ningún jovencito aún. No se asusten. Siempre tuve la idea de que se generarían problemas por aquello de “El que se acuesta con niños, amanece meado”. ¿Qué acontecimientos vivimos, que leímos, qué películas nos gustaron, qué expresiones fueron de uso en  mi tiempo y no en el de él?  Además,  podría significar el bochorno de  tener a un hombre  con un físico cuidado mientras una se afana  lastimosamente como una jamona encorsetada, (tendría que usar los camisones con agujero central-como los que me mostró una vez mi abuela tana-) Horror de los horrores.
En realidad, no era por este lado que quería encarar esta crónica de hoy,  sino desde otro ángulo de  “los diferentes”.
Lógicamente que una mujer que encara una relación con  alguien mucho más joven es singular, pero, de a poco, este hecho se va aceptando socialmente-aunque sea a regañadientes- en cambio,  con otras diferencias la sociedad no es tan permisiva.

Hace unos días fui a la presentación del libro “Estigma -informe sobre una verdad y una mentira-” de la colega Silvia Prida. Se trata de una obra teatral unipersonal cuyo tema principal- por lo menos para mí- es la lucha que hay que librar en la sociedad para lograr el reconocimiento  y el lugar adecuado cuando hay de por medio una discapacidad. Es decir, cuando hay una “diferencia” que de una u otra manera excluye o margina a alguien de los considerados “normales”.  Es la propia Rosa Montero la que dice que hay un malentedido con la palabra “normal”:
Pensamos que “normal” equivale a abundante, a habitual, a mayoritario. Pero no; en realidad, nos remite a la norma, a la ley, al mandato social.”

Agradecimiento escrito por Natalia 

Todos tenemos diferencias o carencias. En mi caso, yo no habría podido hacer una carrera universitaria si no hubiera contado con la colaboración de más de un profesor que disimuló o, pasó por alto, alguna de mis carencias. En dibujo, por ejemplo. Nunca pude pasar de un ranchito torcido con un arbolito desolado y sin raíces.  El bueno de Dumas Oroño, me consoló-cuando abochornada porque no podía hacer lo que él me pedía,  le dije que iba a estudiar Literatura-:
“Entonces, pintarás con palabras”.
Y sí. Con palabras sí. Constituyeron siempre mi modo de expresión. Las palabras sí,-y sobre todo si son escritas-  son lo mío. Pero con lápices y colores jamás.  Por lo tanto, también soy diferente.
¿Pero qué pasa cuando esa “diferencia” nos acorrala, nos margina, nos invisibiliza-como dice Rosa-  y nos apabulla tanto que nos deja sin poder cumplir nuestros sueños?
La única posibilidad que queda es  la lucha tenaz. La búsqueda de caminos, la necesidad de que haya instituciones que acepten e integren de verdad en trabajo colectivo e individual, a  esas personas que quieren realizarse en lo que realmente quieren hacer y ser.
La protagonista de “Estigma”  que en la ficción se llama Fernanda Magariños,  quería ser actriz desde niña. La obra plantea su lucha por lograrlo. Tendrán que verla para saber cuáles fueron las dificultades. Yo no se las voy a contar. Verán que después de múltiples y esforzadas luchas  de la familia,  y de ella misma por conquistar sus derechos en un mundo que más que nada le  cierra las puertas, el éxito corona tantos denodados esfuerzos.
 Si tienen oportunidad de ir a ver la obra,  no se la pierdan. Después  piensen. Recapaciten sobre ese “informe de una verdad y una mentira”. Luchen desde el lugar que les toque  para que no quede nunca más ninguna exclusión. No hay que claudicar de ninguna manera.
Y en cuanto a los amores jóvenes- esos que elogia Montero y que me dieron pie para escribir esto- piensen en las palabras finales del artículo:
“Cuando escucho a una mujer madura quejarse de que ha alcanzado la edad de la invisibilidad, de que ya no la miran, siempre me siento tentada de decirle: te equivocas, cariño, quizá seas  tú la que no ves. Siéntete segura de ti misma y mira a los más jóvenes.”

Maitena y su genialidad 

Y bueno, Rosita. (¿No te parece exagerada la diferencia de 20 años?)

Si consigo  un  joven bombón-  libre como un pájaro-   y con una  enorme disposición para el amor y  la ternura, te lo comentaré. Te lo prometo.




martes, 9 de septiembre de 2014

AVANT: JULIO BOCCA Y LA COLMENA DEL SODRE

ANUNCIO DEL ESTRENO DEL DOCUMENTAL AVANT

En los últimos tiempos he visto documentales que no se pueden encasillar en lo que tradicionalmente se consideró de esa categoría: ya comenté mis impresiones sobre “El Manual del  Macho Alfa”, ahora voy a contarles algo sobre “AVANT”.
Todos los uruguayos sabemos que el bailarín argentino Julio Bocca fue convocado para dirigir el Ballet Nacional del Sodre, y con esa dirección, asumir todas las responsabilidades que conlleva esa función en este país. Nada fácil lidiar con problemas de carácter sindical cuando se tiene un estreno en puertas y todo tiene que salir a pedir de boca. (Sin  intencional alusión al apellido de Julio, pero podría ser.)
Lo primero que se me ocurre para comentar esta singular película es la palabra “construcción”. Está en construcción el SODRE. Vemos sus paredes despintadas, sus pisos en obra, sus empleadas de limpieza sacando manchas y polvo, y,  como detalle sugestivo, una pared descascarada que tiene pintadas las palabras “Ballet Nacional”.
 Están también  “en construcción” sus bailarines, los vemos ensayando, respondiendo de la mejor manera posible a un Julio que se presenta como suave, pero,  al mismo tiempo, demandante. Los jefes de esta clase son temibles, porque por una parte como  son tan gentiles,  por más que uno se malhumore no es posible mandarlos a rodar, y por otra parte, al exigir la  perfección con una seductora sonrisa, no hay-tampoco- manera de decirles que no. Al menos hay que intentarlo. Cualquiera que haya  dado pasos de baile  sabe que no basta con que salgan de manera automática. Lógicamente el automatismo hay que lograrlo, pero además, después que se aprendió, hay que dotarlo de gracia. Y la conjunción-nada fácil- sólo se logra con sangre, sudor y lágrimas. Vemos a la delgada bailarina sudando a la gota gorda en un ensayo, y a un partenaire que habla en inglés cumplir de manera instantánea con lo que le pide Julio. Se lo indica y lo hace. Así. De primera. Pero eso no es lo más común. Lo más común es ensayo, ensayo y más ensayo. Hasta que salga bien. Porque tiene que salir bien.
Algún bailarín viene a confesarse y lo atiende con su característica deferencia pero –al mismo tiempo- con una sinceridad apabullante. Sí. Es joven- aún. Esa juventud es la que hay que aprovechar al máximo  porque no se puede bailar -como profesional-toda la vida. Lamentablemente, es una carrera corta. 
Julio Bocca, el líder de la colmena del SODRE 

Cuando Julio Bocca se retiró de los escenarios  me quedó muy grabada su idea: “se quería ir del escenario, bailando, no caminando”. Y lo cumplió con creces. ¿Por qué me quedaron sus palabras? Porque yo también estaba por retirarme de la carrera docente. En mi caso, había llegado a los  sesenta años,-la edad de la sabiduría según los orientales- y  tenía más que suficientes años de trabajo para jubilarme, y la docencia, si uno no quiere terminar hecho un  pingajo humano rezongón -sin valor para nada y para nadie-  es una carrera que tampoco puede prolongarse  toda la vida.

Julio no es el único que está al pie del cañón, él trabaja en equipo. De una u otra manera los embarca a todos. Señala que lo que quiere es que cuando él se vaya, el SODRE siga trabajando para alcanzar cada vez más niveles de excelencia.  En resumidas cuentas, entonces, el filme muestra al SODRE y al trabajo encabezado por el líder Julio Bocca, como una bulliciosa  colmena. Todos trabajan, todos hacen, todos colaboran, cada uno en lo suyo, y, como debe ser, los problemas se van solucionando, de una manera o de otra, los bailarines se van perfeccionando, las jóvenes se convierten en solistas, y desde esa posición dan lo mejor de sí. Todo lo que estaba por hacerse ha ido tomando forma. El teatro también. Y funciona para regocijo de todos los que hemos podido ir a ver las exquisitas  obras puestas en escena. Un verdadero deleite para los sentidos y para el alma. Gracias Julio, a ti y a todo el enjambre. Que la colmena siga produciendo la exquisita miel del arte.



ALCIRA

  En estos tiempos navideños que corren, —y siempre— su ausencia es muy notoria porque con su amabilidad natural era el alma del taller Tuli...