martes, 22 de septiembre de 2015

ANIMALES

Carátula de uno de los populares discos de Julio Jaramillo- el que dio su apellido al perro de mi hermana-
(Imagen tomada de Internet)



Los hay de toda clase y pelaje-o sin pelo- y se dejan llevar más que nada por sus instintos. Algunos decididamente no me gustan. A muchos les temo por su ferocidad, y no considero que puedan ser domésticos, es decir aptos para vivir conmigo en una misma casa. Tampoco considero a ninguno como mascota; si vive con personas indudablemente los dueños tendrán que inculcarle buenas costumbres. Generalmente, responden a sus dueños, y exhiben lo que son ellos. Sin palabras, hablan de su educación, de sus modales y de sus horarios.
De la misma manera que los seres humanos nos buscamos unos a otros y congeniamos sí o no de acuerdo a nuestras afinidades o divergencias, también ocurre algo similar en el terreno de entendernos con los otros animales. No debemos olvidarnos de que, aunque nos creamos superiores, somos ni más ni menos que animales, supuestamente racionales. Hasta por ahí nomás. ¿No? Basta con echar un vistazo a “cómo está el mundo” para darnos cuenta de que prevalece cualquier cosa menos lo que realmente debería importar: la armonía y la comprensión.
Hace muchos años, una de mis hermanas apareció con un pequeño cachorro en una caja de zapatos. Tuvo que insistir mucho para obtener el permiso para quedarse con él porque mi padre decía que iba a ser muy grande. Al final, triunfó la insistencia de la porfiada niña. Le pusimos de nombre “Jaramillo”- el apellido de un cantante melódico que estaba de moda-. Con el tiempo Jaramillo se convirtió en una bestia descomunal que comía por tres, rompía todas las cadenas y se escapaba. Su mayor diversión consistía en voltear viejas. No las mordía, únicamente las empujaba con su corpachón y las tumbaba. Al poco tiempo, mi padre se lo dio a un quintero amigo que necesitaba un perro guardián- con su acostumbrada sinceridad, le informó a mi hermana que el Jaramillo había crecido mucho y que necesitaba espacio para ser feliz, nuestra casa no era un lugar adecuado para él, sufría y se escapaba porque sufría-. Mi hermana se quedó muy triste pero comprendió.
Yo nunca tuve un perro. No me gustan y yo a ellos, tampoco. Es-y no hay dudas- cuestión de piel. Los huelo, les veo los colmillos, el pelo erizado y no preciso más. Tampoco ellos. Nos repelemos visceralmente. No sé porqué.  Como tampoco sé porqué no me gusta el arroz con leche. Se sabe que en cuestión de gustos, hay variedades infinitas, tanto en cuestión de animales como de personas. Todas hemos experimentado alguna vez en la vida la sensación de que ese mozo era el de nuestros sueños, y bastó un simple rozar de manos o  un beso para saber que no. Que no era el de  nuestros sueños. Y no encontramos explicación posible. Como tampoco la hay cuando nos gusta. En fin. Yo sé que me entienden.
Tuve un gato barcino. Ya estaba en la casa de mi padre cuando yo llegué. Nos gustamos y nos quisimos de inmediato. Siempre andaba huyendo de una de mis hermanas porque le hacía de todo, pero conmigo hizo amistad. Un día traje un cajoncito chico  y le pedí a mi padre  que era colchonero, que le hiciera un almohadón de retazos de cotín. Le dejaba una puerta abierta al patio para que saliera cuando quisiera. Me dieron permiso para tenerlo, pero con la condición de que no se subiera a mi cama. Así fue durante unos días, pero esa disciplina no duró mucho, en invierno, se subía y dormía conmigo, cómodamente apoltronado. Cuando sentía en las primeras horas de la mañana que había trajín en la casa, silenciosamente se retiraba a su cama propia. Era un acuerdo tácito. Y tuvimos muchos así. Yo llegaba del liceo, cumplía la tarea de lavar y secar los platos y me iba a estudiar al altillo donde mi padre tenía el escritorio. Aparecía silenciosamente por la azotea, se colaba por la ventana y se sentaba en uno de los sillones  mientras yo leía. No molestaba, no maullaba. Era un gato entero de la cabeza a los pies; “completo y orgulloso”-como señala Neruda-.

Estudiando a la persona

Un día desapareció y no lo vi nunca más. Mi padre me dijo- no sé si para consolarme- que cuando se enferman se van a morir fuera de la casa.
Me acordé de mi Pancho- así se llamaba- el día que fui a conocer la casa donde está viviendo mi sobrino. La dueña tiene dos gatos: uno no es demasiado sociable, apareció, saludó y se fue. La gata, en cambio, dio unas cuantas vueltas y se quedó. Después se subió a mi falda; le acaricié la cabeza, me estudió un poco, y me brindó su confianza, sentándose cómodamente y quedándose un buen rato conmigo. Por eso, también  me acordé de la “Oda al gato” que escribió magistralmente Pablo Neruda:
Los animales fueron
imperfectos,
largos de cola, tristes
de cabeza.
Poco a poco se fueron
componiendo
haciéndose paisaje,                        
Decidió que la persona es confiable
adquiriendo lunares, gracia, vuelo.
El gato
solo el gato
apareció completo
y orgulloso:
nació completamente terminado,
camina solo y sabe lo que quiere.
(fragmento de “La Oda al gato” Pablo Neruda)

Me gustan los gatos, y también las personas  que tienen algo felino; los colmillos, la piel, el andar, la sinuosidad y la elegante manera de querer, dando cuando quiere,  lo que quiere. 
Neruda lo describe poéticamente con rasgos muy precisos:
(…) “Un pequeño emperador sin orbe/, conquistador sin patria/, mínimo tigre de salón (…), fiera independiente de la casa, vestigio de la noche/perezoso, gimnástico, y ajeno/profundísimo gato/policía secreta de las habitaciones”.
El que tuvo o tiene  uno, sabe muy bien lo que es un gato compinche y  querendón.

Ahora sí. Está absolutamente cómoda, sin lugar a dudas

Y si la compañía es una persona felina, ¡felicidades! Tiene junto a  usted  a  un emperador doméstico, que la mimará con parsimonia, y que así como es de completo, no la decepcionará jamás.



sábado, 12 de septiembre de 2015

RICKI LA ROCKERA Y EL AMOR QUE NO DEJA CAER


Meryl Streep como  la rocquera Ricki en la peluquería (Imagen tomada de Internet)

Meryl Streep en la peli   Ricki and The Flash” asume el  papel de una madre que abandonó a su familia para seguir su sueño rockanrolero. Un tema similar fue planteado en “Directo al Corazón” donde  tuvimos  la oportunidad de ver a Al Pacino haciendo el papel de un viejo rockero que deja de lado toda su vida de aparente éxito para encontrar el sentido de su vida. No es el caso de Ricki. Toca en un boliche con su banda “The Flash” y   en ese ambiente, su música  es aceptada y  aplaudida, pero no le ha dado ni siquiera, un nivel económico medianamente aceptable ya que durante el día trabaja de cajera en un supermercado. Además,  es mujer y el planteo viene –precisamente- porque tampoco ha sido para nada una madre tradicional ya que  sus hijos fueron criados por el padre y su segunda mujer.
Ricki señala irónicamente ese difícil y nunca bien aceptado papel de “mujer emancipada rockanrolera”. Esa discriminación no se produce cuando el rockanrolero es  un  hombre. Más o menos dice así:
“( Mick Jagger) tiene siete hijos con cuatro  mujeres distintas. No los crió él, sino un batallón de niñeras, pero siendo mujer del rock, no te vayas a olvidar de un cumpleaños porque te crucifican.”.
Tuvo dos hijos y una hija. Es esta última la que produce el cortocircuito: es abandonada por su marido; entonces el padre llama  a Ricki para informarle el lamentable estado en el que se encuentra. Y ella acude, con su guitarra, su campera de cuero, sus botas, su pelo largo-como se usaba en los 70: con un costado con trencitas-  y todo su aspecto de rockera vieja. Sin un mango. Es él el que se encarga de pagarle hasta el auto que la conduce a la casa. Allí Ricki se deslumbra con todo lo que ve: la mansión fastuosa, - evidentemente montada para impresionar-.  La  – o las- heladeras- desbordando de alimentos de todo tipo. Además,  por todos lados, se exhibe todo  lo que brinda un buen poder adquisitivo. Sin embargo, pese a todo eso, la hija se ha querido suicidar, y la rockera vieja deja  paso a la madre. Y es la madre la que se ocupa de que la muchacha se bañe, se corte el pelo, coma, y en fin, vuelva de una u otra manera a la vida. Es una película con estereotipos. Eso sí. Tenemos el papel de Meryl Streep- como la rockanrolera que dejó todo para perseguir el sueño de hacer y vivir de su música; el papel tradicional de ama de casa-que asumió la segunda- y que desempeña a la perfección a juzgar por los suculentos desayunos que produce-; el papel tradicional de “padre proveedor”, de excelente nivel económico que ha dado todo el confort posible a  la familia; y los tres hijos con sus diversidades. Incluso uno de ellos, gay declarado. Una situación que su madre ignoraba también, por haber estado ausente de sus vidas. Son estereotipos. Pero la película se deja ver   y oír, porque Meryl canta y lo hace bien. Es estupenda la versión que hace de la canción de Bruce Springsteen: “My love will not let you down” (Mi amor no te dejará caer) Y no. El amor no deja caer nunca.
Cuando la rockera deja paso a la madre, tampoco. Aunque no sea la madre ama de casa, la que cocina, la que lava, la que plancha, la que va a buscar a la escuela, esta madre rocanrolera también tiene su lugar en el mundo. Y lo tiene porque aún así como es, quiere a sus hijos, los comprende, los “apapacha”  y ellos se dejan. Porque una madre siempre se valora, sea como sea.
Pienso que un filme no necesariamente tiene que ser dramático, también puede ser como este, sin grandes pretensiones, pero con un argumento convincente que agrade.
No es una película para ganar un Oscar, pero-como la de Al Pacino- se deja ver con interés, tiene buena música, buena actuación y entretiene.





jueves, 10 de septiembre de 2015

EN EL TEMPLO BUDISTA DE MINAS

Casas de retiro en las serranías de Minas 

Hace años, en una materia obligatoria en la Universidad Católica, que se llamaba  primeramente: “Teología” y luego “Fenomenología de la Religión” aprendí o -reaprendí en algunos casos-, ciertos principios de diversas religiones o manifestaciones filosóficas, entre ellas el budismo. En general, lo que he notado, sin ser practicante de ninguna religión en particular, es que hay unas cuantas manifestaciones conceptuales que son similares en casi todas ellas.
En el ascenso se hace alguna parada para observar las casas de retiro

Se  sabe que la felicidad  no la produce la acumulación de riqueza, -aunque digamos en broma que  es mucho más cómodo subir una cuesta con un Mercedes Benz que en una  bicicleta-. Sin embargo, estamos al corriente de   que no todos los seres que tienen grandes posesiones materiales son felices, porque habitualmente, viven obsesionados por hacer más y más dinero y sobre todo, dejan el alma para  tener más cosas  y ostentar más que los demás. Yo veo a muchas mujeres manejando unas rutilantes camionetas cuatro por cuatro, pero con un gesto de acritud  en el semblante tan espantoso que me hace pensar que nunca jamás experimentaron la sensación de la plenitud de la vida.
Pema Gompo presidiendo la fila de visitantes 

Cuando hice el cursillo “El Arte de Vivir”, una de las instructoras nos contó que un día   habían salido a la calle y paraban a las personas pidiéndoles una sonrisa. Algunas los miraban como si fueran locos, otras sonreían sin saber porqué y se iban con la sonrisa pintada en los labios. Parece una locura, pero no lo es. Una sonrisa cambia la actitud con la que salimos a la calle y puede cambiar-también- un estado de ánimo. Ese que nos caracteriza a muchos uruguayos: “el enchufe”, que es el estar todo el día conectados con la bronca y salir a la calle con ella a cuestas para tirársela arriba a cualquier desgraciado que se nos cruce. Eso se ve muchísimo en todas partes. No es positivo, no promueve la felicidad ni mucho menos el entendimiento con los otros. Y, según la mayoría de las religiones y filosofías, hay que buscar y consolidar el amor de los unos por los otros.
El templo budista a la llegada 

El budismo sostiene que no es una religión sino una doctrina filosófica, un modo de vivir con desapego, en un lugar que propicie la meditación y donde se pueda aprender a reducir los estados mentales negativos para sustituirlos por otros armoniosos. Es al fin de cuentas,  una doctrina filosófica antigua, un proceso educativo, y  un adiestramiento espiritual.  
 Tengo en la memoria,  películas que tratan de esos seres que-según sus creencias-  en diferentes reencarnaciones, son los elegidos para continuar con la labor de propagar el bien.
En el templo budista de Minas, nos recibió en el camino, el instructor autorizado para Hispanoamérica,  cuyo nombre es Pema Gompo. (No creo que sea su nombre original, sino el asignado para su práctica budista. Bien sabemos que en muchas doctrinas se propicia el cambio de nombre de acuerdo a determinadas características.)
Él fue el encargado de darnos la charla informativa y de contestar las preguntas de los visitantes.
Hubo momentos en que no lo oí porque usó un micrófono que no funcionó la mayor parte del tiempo, así que algunas cosas las capté y  otras no. De todas maneras, lo más novedoso -para mí- fue el templo en Minas, no  tanto las explicaciones.  
No está permitido tomar fotos en el interior del templo, por esa razón no tengo ninguna.  Sólo fotografié el entorno, la llegada  y el templo desde el exterior.
Las preguntas que se le plantearon  al instructor fueron más que nada inquietudes existenciales: la muerte temprana de los  niños, el sufrimiento, las enfermedades, la pobreza, el dolor en general. Lo explican por  la reencarnación y la búsqueda de perfección espiritual vida tras vida. De nosotros depende el lograrla, y la actitud con la cual asumamos nuestra existencia, es la que nos orientará por el buen camino y hará que lo sigamos sin perdernos en vericuetos.
Aunque ellos son vegetarianos, en  nuestro almuerzo hubo trozos de carne asada, con tartas de verduras y ensaladas.  De postre,  nos dieron flan con dulce de leche. Me pareció muy acertado que no nos obligaran a seguir sus costumbres alimenticias. Yo detesto las prohibiciones en todos los aspectos, pero más que  nada en la alimentación  y las acepto a regañadientes únicamente por prescripción médica. No beben alcohol y no lo ofrecieron tampoco. Nos dieron jugo de frutas, café y té.
El paseo me pareció interesante, están organizados para recibir público, y tienen hasta una pequeña tienda de venta de objetos.
Muchas religiones y filosofías preconizan la vida ascética, la lectura de libros sagrados, la alimentación vegetariana, no dañar el entorno, y, procurar ser mejores personas haciendo el bien al prójimo.  Lo difícil es lograrlo.
Ya lo saben. Tenemos templo budista en Minas. Se pueden anotar para ir  por  un día para conocerlo o, si se sienten inspirados, para  hacer   unas jornadas de retiros espirituales. Si los alientan las buenas intenciones, puede ser positivo como labor espiritual. La búsqueda de la felicidad nos alienta a todos, y  –según ellos- se logra en la ayuda que le brindemos al prójimo. El desapego- que se aprende- puede hacer un enorme bien espiritual. No necesitamos tanto para vivir, se puede vivir con menos y dar más.
 Y es cierto. Podríamos y deberíamos ser mejores.




jueves, 3 de septiembre de 2015

CIRCUS CIRKOR CIRCO-CORAZÓN


La primera tejedora al comienzo de la obra 

Mientras la televisión nos impacta con imágenes aterradoras de 
niños buscando   refugio, junto con sus familias,-  que lamentablemente encuentran la muerte-, y mientras también en mi país se suceden uno tras otros hechos de una violencia que se ha escapado de las manos de los responsables, aparece una compañía de circo sueca que presenta-paradojalmente- un espectáculo que se llama  “Knitting Peace”- “Tejiendo la Paz”.

Tejedor en el espacio 

Para eso, recorren el mundo con este espectáculo que unió las palabras “circo” y “corazón”- en sueco- con la  delicada utopía  de cambiar el mundo en forma positiva. Los alienta el auténtico  deseo de lograrlo. Para eso tejen, para eso urden, y nos dejan alelados en la contemplación de una obra muy singular. Entrenan horas y horas  para darnos  este finísimo espectáculo que nos deja boquiabiertos y nos llama-indefectiblemente- a la reflexión. ¿Es posible “tejer la paz”? ¿Es posible que el ser humano deje de lado la  maldad y se vuelva comprensivo con sus congéneres?
Tejedor que además toca el violín en el espacio 

El hilo conductor del espectáculo es el tejido. Desde el comienzo aparece una de las intérpretes, en el escenario cerrado con una madeja que va desenredando y tejiendo frente al público. Todos tejen, la música y el canto alucinante de un violinista, que también urde, acompaña todas las magníficas escenas. El circo está presente en piruetas y acrobacias, pero es todo a través del tejido. 
El tejido como labor colectiva 

Me recordaron a Aracnea, la tejedora que quiso ser superior a Palas Atenea. Sin embargo a estos tejedores no los guía la ambición, ni la desmesura, ni la arrogancia sino el deseo vehemente de la paz entre los seres humanos. Lo que tejen, al final, se extiende hasta los espectadores, en largas hileras, todos participamos, todos urdimos. Está en nosotros lograr la paz y la armonía. Es un hermoso espectáculo que vale la pena ver para disfrutar y reflexionar.  
También se puede urdir magistralmente desde un aro. Arriba el violinista acompaña, en la madeja se espera





domingo, 30 de agosto de 2015

CARTAS Y ESQUELAS

CARTAS  (Imagen tomada de Internet) 


“Comprendo muy bien que muchos hombres hayan dejado mejores cartas que libros: es que quizás sin advertirlo, ponían lo mejor de sí en esos mensajes a amigos o amantes. Yo he escrito muchas cartas  y, fuera de las estrictamente circunstanciales (que no se pueden evitar muchas veces), he dejado en cada una de ellas mucho de mí, mucho de lo mejor o de lo peor que hay en mi mente y en mi sensibilidad.” (De una carta a Luis Gagliardi, 2 de junio de 1942, “Julio Cortázar de la A a la Z”, página 60)


En el siglo pasado, antes de la explosión tecnológica que nos proveyó  computadoras, tablets y  celulares inteligentes, que tienen múltiples formas de comunicación, desde los mensajitos de texto hasta los orales grabados y demás finezas de la comunicación actual, el medio más común de comunicarse con los que no estaban cerca era a través de cartas, y, cuando no había demasiado tiempo, esquelas. Las cartas demoraban una vida en llegar de un país a otro, y las noticias, que eran frescas en el momento de escribirlas, cuando llegaban a destino ya habían envejecido. Sin contar la cantidad de veces que se extraviaban y uno esperaba vanamente una respuesta o aunque más no fuera una comunicación breve para seguir con otra más.
Las esquelas tenían la virtud de ser más breves. Yo le escribí muchas a mi esposo, mientras trabajé con un cruel  horario que empezaba a las seis de la mañana y concluía a las dos de la tarde. Me levantaba a las cuatro  de la mañana y generalmente escribía mientras desayunaba. Hace unos días, buscando unos documentos,  descubrí un sobre donde  él había escrito uno de los apodos que me daba. Lo abrí y me encontré con varias esquelas que yo le había escrito hace más de cuarenta años. Además del papel amarillento, descubrí mi letra-diferente a la actual- la escritura presurosa y la ternura de algunas frases para que cuando se despertara sintiera que me había ido  a trabajar sí, -no tenía más remedio-  pero que, de algún modo, estaba ahí, en esas letritas chuecas que le decían esto o lo otro. Al releerlas me volví a descubrir.
Después de la relectura, con el corazón en la mano, las destruí. Marcaron nuestras vidas, pero fueron íntimas. Y así deben permanecer.
Siempre escribí muchas, ya que la escritura siempre fue mi particular modo de expresión. Sé  que si tengo que expresar  algún sentimiento, algún dolor, alguna necesidad, lo hago mejor por escrito. Aún lo hago, a través del e-mail, o de los otros artilugios tecnológicos que me  permiten comunicarme. El e-mail sustituyó a la carta. Sin lugar a dudas. Y tiene la ventaja de ser instantáneo. Si lo tecnológico anda bien, el email se recibe de inmediato. Una característica del avance actual.
Las redes sociales también permiten acercarse por medio de la escritura, y, además, nos permiten vernos.  Si bien hay que aprender a manejarlas con prudencia y lleva muchos años de práctica emplearlas bien, constituyen un estupendo adelanto tecnológico. También el Skype,- aunque es oral-,  si funciona adecuadamente tiene esa ventaja tan especial.
Un modo comunicacional que me permitió el reencuentro con personas que no veía desde muchos años atrás, y que me comunicó con otros que eran desconocidos pero simpatizaron con lo que escribí, es el BLOG. Exige cierta constancia para lograr formarse un grupito de lectores-no necesariamente seguidores- que se sienten identificados de una u otra manera con lo que se expone. Es halagüeño y-por cierto- aporta  algo que todos los que escribimos queremos: que nos lean.
El blog me permite encuentros y reencuentros-tanto como facebook; ya contaré alguno en otra oportunidad.
Me quedo por hoy en las cartas y las esquelas. También se prestan para formar parte de la ficción. Hay novelas escritas en forma de diario, y otras en las que se alternan cartas. Leí la semana pasada una de Isabel Allende que me entretuvo y me permitió reencontrarla: EL AMANTE JAPONÉS.
En este libro, las cartas forman parte de una  ficción con un argumento  que se sigue con interés. Hubo una carta de Ichimei, -el amante japonés- que me resultó conmovedora aunque es probable que  pueda ser consideraba cursi o naif:


11 de julio de 1969
Nuestro amor es inevitable, Alma. Lo supe siempre, pero durante años me rebelé contra eso y traté de arrancarte de mi pensamiento, ya que nunca podría hacerlo de mi corazón. Cuando me dejaste sin darme razones no lo entendí. Me sentí engañado. Pero en mi primer viaje a Japón tuve tiempo de calmarme y acabé por aceptar que te había perdido en esta vida. Dejé de hacerme inútiles conjeturas sobre lo que había pasado entre nosotros. No esperaba que el destino volviera a juntarnos. Ahora, después de catorce años alejados, habiendo pensado en ti  cada día de estos catorce años, comprendo que nunca seremos esposos, pero tampoco podemos renunciar a lo que sentimos tan intensamente. Te  invito a vivir lo nuestro en una burbuja, protegido del roce del mundo y preservado intacto por el resto de nuestras vidas y más allá de la muerte. De nosotros depende que el amor sea eterno.
Ichi


Para saber qué papel juega esta carta en el entretejido de la novela hay que leerla. El amor-burbuja es una magnífica sugerencia para desconectarse de lo cotidiano. Lógicamente, en su concepción tiene que ver que el amante sea  un jardinero japonés, y no uruguayo, argentino o chileno, - o de otra nacionalidad-, simplemente porque se le atribuye un suave espíritu amable,  inclinado  a favorecer el nacimiento de plantas y  flores que sabe cultivar con dedos verdes- de la misma manera que logra el florecimiento del amor erótico en  todas las etapas de la vida de Alma. También en la vejentud.
Y volviendo al tema que nos  ocupa, ya sea por medio de cartas, esquelas, mensajes de texto, emails, o whatsapp, - y todos los nuevos artilugios que nos podamos imaginar- buscamos esencialmente,  tender puentes entre unos y otros. Y el amor, es,  sin lugar a dudas,  el  puntal absolutamente  imprescindible para lograrlo.




viernes, 21 de agosto de 2015

NOSTALGIANDO CASAS

Un cambio radical para don Mario Vargas Llosa- Imagen tomada de Internet-
“Y no sé si les ocurre lo que a mí; yo me quedo con las casas donde he sido feliz, donde he asistido a la belleza, a la bondad, donde he vivido plenamente. Guardo la fisonomía de las habitaciones como si fueran rostros; vuelvo a ellas con la imaginación, subo escaleras, toco puertas y contemplo cuadros.”
(Julio Cortázar. “Casas” de “Cortázar de la A a la Z. Un álbum biográfico”. P. 65)


En estos tiempos que corren, con la famosa Noche de los Recuerdos que se viene con un feriado largo,  hay temas de toda índole. Uno podría ser escribir sobre los extraños vuelcos que se han dado en las parejas que parecían indestructibles en su permanencia-. Por ejemplo el caso que sorprendió a más de uno, el de Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura 2010, que ya había cumplido cincuenta años de casado. Sin embargo, a sus añitos, (79) decidió cambiar la pisada y en estos días se lo ve-muy acaramelado, por cierto-, con Isabel Preysler, (64) la  ex de Julio Iglesias y otras yerbas- que luce muy hermosa,- y, horror de los horrores, delgada- con  unos añitos menos  que la prima Patricia (70). Él ha declarado a las revistas del corazón que tiene derecho a ser feliz, ya que no le queda mucho tiempo. Con los ochenta pisándole los talones, es notorio que persiga ansiosamente la felicidad. Es probable que esté sufriendo el próximo paso de una década a la otra, y, como los años se vienen, sin que los pidamos ni podamos detener, se puede suponer que habrá experimentado lo  que cantaba Elvis: “It’s now o never”. Lo comprendo perfectamente. Yo también estoy por cambiar de década.   Pero no; no  voy a agarrar para ese lado.

Santa Fe 1239 Montevideo- la casa donde nací- 

Voy a nostalgiar por el lado de las casas. Por eso puse el epígrafe de Julio Cortázar. Yo viví en varias casas. La primera, donde nací, estaba-y está- ubicada en Montevideo, Santa Fe 1239. Fui un día con mi esposo a sacarle una foto. La dirección exacta la sé porque figuraba en mi antiguo álbum infantil— el facebook de papel del siglo pasado-. Tenía muchos datos, que mi madre iba anotando prolijamente mientras iba creciendo: cuánto había pesado, cuánto había medido, color del pelo, de los ojos, quienes habían sido mis padrinos, y por supuesto, dónde había nacido. No recuerdo para nada cómo era esa casa. Supongo que la dejé a muy temprana edad y no recuerdo si fui o no feliz en ella. Supongo que no, porque mi madre y mi padre se divorciaron apenas yo nací.
La casa de la infancia que  sí recuerdo fue un apartamento, el  número 3-  en la calle Cerro Largo 1640- enfrente al Palacio Peñarol- allí viví hasta los nueve años con mi  madre. Ese apartamento lo recuerdo al detalle y más de una vez, descolocado de la realidad, se me aparece  en sueños. Entrando por el corredor interior, es el último a  mano derecha.  La puerta de entrada era de madera y tenía una cadena. Después de franquear la puerta, a mano derecha había un patio interior-abierto- con baldosas amarillas. Las habitaciones eran tres sobre el lado izquierdo, en la primera, estaba el consultorio de mi  madre partera, le seguía la cocina, el baño, mi dormitorio, y a lo último el de ella. Todas las piezas estaban flanqueadas por un corredor que se ensanchaba para dar paso a la cocina y al baño. Allí había  un sofá donde yo solía sentarme a leer. Una de mis mayores felicidades desde siempre. Hace un tiempo, visité El Club Atlético Peñarol, y tuve ganas de pedirle a los habitantes que me dejaran pasar a verlo, pero me hizo desistir la puerta de calle enrejada, y la sensación de que en los tiempos que corren nadie me franquearía la entrada  aunque les jurara que viví ahí de niña y les describiera-uno por uno- los ambientes.
Sucesivamente me mudé- o me mudaron- a la casa de mi padre, y luego a la casa de mis  padrinos donde me casé.
Después viví en otros tres lugares.
En los primeros años de casada, viví en “El dedalito”- así le llamábamos al pequeño apartamento que alquilamos en la zona de El Prado-. No lo describo porque ya lo hice en otra nota. Fui feliz con altibajos, porque fue el “dedalito” de la dictadura. Por primera vez, experimenté la gracia de ser ama de casa- con poco tiempo de dedicación porque siempre trabajé afuera- pero con la compañía de mi esposo todo era más llevadero, porque él colaboraba en todo.
Después logramos “la primera vivienda propia”- un objetivo señalado por nuestros antepasados- y hace veinte años, este apartamento en Punta Carretas.

Nuestra primera propiedad horizontal- la de la época más añorada, por haber sido la más feliz-
En la puerta, se ve la chapa de abogado de mi esposo. 

Si tengo que elegir entre las casas que más nostalgias me provoca,  creo que sale ganando la  primera vivienda que fue nuestra. En esa época, sentíamos que teníamos toda la vida por delante y, quizás esa ilusión nos hacía felices. Estaba bien ubicada,  a media cuadra de Millán, y, de a poco, le fuimos dando vida. Lo primero fue la biblioteca. Me la  hizo mi padrino con soportes de Fumaya y estantes que él pulió y barnizó,  adquiridos en  un remate. Recuerdo que después que quedó instalada y que le puse los libros, me quedé un buen rato de noche, contemplándola como un tesoro recién descubierto. El barniz tenía un olor agradable que se diseminaba por toda la vivienda. Después cambiamos el antiguo dormitorio usado, por otro –también usado-,  pero más moderno de color blanco tiza; - una berretez que me encantaba- En uno de mis cumpleaños llegó – de sorpresa- mi  escritorio. Siempre me encantó recibir  sorpresas gratas;  mi marido lo sabía muy bien, y lo tenía en cuenta,  así que cuando tenía la más mínima oportunidad, me acercaba alguna alegría inesperada. El escritorio-nuevo- lo fue. Era de madera, grande, como el de un ejecutivo, sabía arrimarse de lo más confianzudo a la pared del ventanal sin ninguna timidez. Hasta su llegada, había utilizado-me corrijo: habíamos utilizado- la mesa del comedor de cármica, que era multiuso: allí comíamos, leíamos el diario, escuchábamos la radio, y también estudiábamos. Del mismo modo,  de sorpresa, llegó un televisor PUNKTAL –enorme, blanco y negro, con caja de madera-. A todo el mundo le sorprendía que hubiéramos pasado tantos años sin tener  uno. No era por snobs, sino porque preferimos pagar la cuota del Banco Hipotecario- que comía todos los días con nosotros-, antes que tener el  bobero.
Buscando la comodidad de  un garaje propio vinimos a dar a Punta Carretas.
 Pero la casa de mis recuerdos más gratos sigue siendo la de El Prado. Esa primera que fue nuestra. Donde fui feliz sin lugar a dudas. También como Cortázar, la recorro con la imaginación, subo la  escalera,  le toco las  puertas, le  miro  los cuadros,  y, sobre todo- me vuelvo a recostar, remolona, en el sofá-cama del comedor, para ser –otra vez -joven y  querida con pasión.


 



domingo, 16 de agosto de 2015

DE NOVELA

Dos novelas de imprescindible lectura 
A partir del 7 de agosto de 2015, se comenzó a celebrar en el Centro Cultural de España la llamada “Semana negra” con invitados extranjeros y nacionales. Variados. Tanto, que entre los extranjeros va a concurrir un ex delincuente devenido escritor: Daniel Rojo, apodado obviamente, “El Rojo”.
Hay autores que diferencian la novela policial de la novela negra y para ello se apoyan en la idea de que la “novela negra” es producto de la crisis. En fin.  Demos un vistazo  a algunos personajes de la novela negra. Es evidente que para que sea “negra” tiene que tratar de  delitos y, que para “descubrir” culpables es absolutamente ineludible la figura del investigador privado, detective, o policía. No hay duda de que son necesarios. No todos los autores encaran la creación de personajes de la misma manera, pero, creo que  Philip Marlowe  todavía sigue en el tapete como un modelo clásico. En general, en casi todos estos investigadores privados,  se puede constatar una manifiesta afición  por la bebida- si es bourbon mejor-  una buena dosis de cinismo, y una especie de inocencia que los lleva a cometer errores.

Encontramos novelas  que no admiten una casilla única. “El peso del corazón” de Rosa Montero, es una de ellas.  Nos volvemos a encontrar  con un personaje que Rosa quiere mucho: la célebre Bruna Husky de  “Lágrimas en la lluvia”.   Cuando hice el primer comentario lo titulé “La muy humana Bruna Husky”. (Si no lo leyeron y lo quieren leer está en este blog publicado el 11 de noviembre del 2012). Bruna es una detective. No voy a repetir acá lo que ya comenté, simplemente voy a recalcar que este personaje tecnohumano, androide, o replicante- de todas esas maneras es llamado- sigue en esta otra novela teniendo “esa humanidad” que se vio en el relato anterior. Por ejemplo: continúa siendo sumamente sexual.  Tiene muy  buen sexo con el sobón  o táctil que le mandan de “terapia”. Y  se lo come con fruición y sin ningún aderezo, pero el mayor  motivo de sus desvelos es el Inspector Paul Lizard,- que huele a bosque o a cedro-. Es “humana” por todos lados: experimenta  sensaciones gustativas, olfativas, tiene sentido estético-artístico- y, además, sentimientos. Por eso, después del sexo,   necesita ternura. No quiere que el tipo se levante, se lave y se vaya. Lo quiere tener a su lado, acariciándola y mimándola:

“De pronto, a Bruna le urgió obtener una prueba de que ella le importaba algo a él. Necesitaba un beso, un susurro, una caricia. Una mirada. Pero el corpachón del hombre sólo trasmitía ensimismamiento, indiferencia, frialdad.” (…)

(…) “Algo más, algo más. La androide necesitaba desesperadamente algo más que esta humedad pringosa, este vacío. Por el gran Morlay, necesitaba sentimientos. Que Lizard no se fuera. Que la abrazara. Que la quisiera.” (pág. 107)       

Los deseos de Bruna son los de cualquier mujer que se precie: que el sexo sea bueno, sí, claro,   pero que después se afiance en la ternura.
 Bruna concebida como una tecno-humana detective es alta, esbelta y de combate. Participa de investigaciones, a veces, con cierta torpeza o inocencia, que también exhiben-en otras novelas- muchos de sus colegas hombres.   
Otra característica que mantiene Bruna en esta segunda novela es el sentido de la finitud: las tecnohumanas monterianas  viven diez años. Nacen con 25 y mueren indefectiblemente a los 35. Ella cuenta día a día cuánto le queda de vida.
Yo me imaginé una Bruna Husky tipo "Mujer Maravilla" -que es de combate, a nadie le caben dudas, - pero lógicamente con su cabeza pelada y el tatuaje que le recorre el cuerpo desde la cabeza a los pies y le da toda la vuelta. Ataviada con un vestido ceñido  y sin bragas-tal cual la describe Rosa Montero, su creadora-. (Imagen de Internet) 


 Consulté en el Club de Libros Rosa Montero sobre el género de la novela “El peso del corazón”:

 ¡Hola gente! Acá en Montevideo, empezó hoy la llamada "Semana Negra"- en el CCE    (Centro Cultural de España). Nos visitan varios escritores extranjeros y nacionales que han escrito ese tipo de relatos. Yo me pregunto y les pregunto: 
"El peso del corazón" ¿Es una "novela negra" o es una novela de "ciencia ficción"? Salamandra Madrid ¿Tú qué dices? Bruna Husky es una detective, siempre anda envuelta en "casos", hay asesinatos, sexo, dobles y demás. ¿?


    Así me contestó Salamandra Madrid- seudónimo que usa Rosa Montero en su página-:    

Salamandra Madrid Jajaja, es ambas cosas; es una novela de ciencia ficción y también un thriller, y además es una novela política y una novela existencial y una novela de amor y.... Varias cosas a la vez. Un besote preciosa

Es indudable que las novelas que escribe Rosa son “multifocales”, y por lo tanto difíciles de encasillar.
Por eso, en la contratapa dice esto:

"El peso del corazón es un thriller, una novela de aventuras política y ecológica, de fantasía y ciencia ficción, un relato mítico, un cuento para adultos, una reflexión sobre la creación literaria, una metáfora sobre el peso de la vida y la oscuridad de la muerte…¡Y una historia de amor! "

Lo cierto es  que muchas  novelas actuales son así: variopintas y con personajes vulnerables.

La novela de Hiber Conteris, “El rastro de la serpiente”, tiene también características múltiples, aunque se afiance más firmemente en el género de la novela negra:

El rastro de la serpiente” se inscribe dentro del género novela negra ya frecuentado por su autor en El 10% de su vida, El séptimo año: la búsqueda de Ground Zero y en algunos cuentos. En esta ocasión, Conteris sitúa el escenario de su nueva novela en el estado de Ohio, Estados Unidos, donde dos antropólogos (uno mexicano, el otro rioplatense) en medio de un ambicioso proyecto que  intenta vincular las culturas indígenas y prehistóricas de ese estado con las culturas del valle de México, se ven involucrados en la desaparición de una seductora mujer, periodista y crítica de arte, cuya búsqueda está en manos del implacable comisario del condado donde se produjo el hecho. El lector se verá atrapado en una trama que mezcla la intriga policial con la exploración de las culturas selváticas de la región (el famoso monumento conocido como “el túmulo de la serpiente”) mediante un sostenido suspenso y una estructura narrativa que imita el ritual de los antiguos sacrificios de esas culturas.” (contratapa)

La novela se abre con un epígrafe que llama la atención:

"Hay tres cosas difíciles de conocer y una cuarta imposible: el rastro de una serpiente sobre la piedra, el del pájaro en el aire, el del navío en el agua, y el del hombre en la mujer". (Proverbio atribuido a Salomón)

En la cuarta premisa, se enfatiza la imposibilidad de conocer qué rastro deja el hombre en la mujer.  Sin embargo,  yo creo que si la relación  ha sido intensa,  y ha permanecido a través de los años, con seguridad que ha calado en la profundidad del alma. El "rastro"  no  será visto, pero sí intensamente sentido. Es más que probable que quede  aunque sea  imperceptible a simple vista,   en los dos. 

Los antropólogos de esta novela no son detectives, pero sí investigadores. Los personajes tienen nombres significativos,- y no es porque a mí se me haya ocurrido que los tengan sino porque algunos  están explícitamente explicados-:

Eilan Cester

"Su abuelo era galés, había druidas y nigromantes entre sus lejanos progenitores, había ciertamente un futbolista internacional, y sus padres habían consentido en ese absurdo nombre, Eilan, que nadie acertaba a comprender de dónde provenía o a qué santo invocaba, hasta que Cester explicaba que en gaélico, eilan, significaba isla y el onomástico le había sido impuesto por el centrofóbal o el abuelo, no lo sabía muy bien, en recuerdo de un arrecife de basalto frente a la nativa población de Fishguard, en el reino de Wales, desde donde sus antepasados se lanzaban a la pesca del arenque, la langosta, bogavantes y cuanto crustáceo cayera en la red o en el esparavel". “(p.37)

Soan

“Soan, Soan… - murmuró- (Cester) sabía que ese nombre me decía alguna cosa.
¿Qué le dice a usted? Para mí siempre fue un misterio.
Es el nombre genérico de la tradición de los instrumentos tajaderas de la India.
Repita eso.
Las tajaderas. ¿Sabe de qué se trata?
Algo que sirve para tajar, supongo.
Eso mismo. Se aplica a cierto tipo de cuchillas en forma de hoz o media luna. En la India hay toda una tradición muy antigua de esos instrumentos." (p.74)

Soan tiene además un cuerpo atractivo-  y se destaca en ella, más de una vez- su parecido con  la actriz Ali McGrawn  de Love Story:

“Se había entubado en un vestido enterizo de blouclé gris perla que resaltaba cada una de las anfractuosidades de su cuerpo y acentuaba los negros reflejos de ónice de la melena Ali McGraw y la intensa sugestión de los ojos basálticos.”  (p. 60)

Ali  McGraw con su gato. De la época de Love Story  Imagen tomada de Internet 


Patricio Adena

El  antropólogo mexicano, lleva un nombre connotativo-“patricio” significa de noble estirpe-  y su apellido remite a una cultura amerindia.

Just Priesthood

El comisario-sabueso, el sheriff  que quiere  resolver el enigma. Su nombre  Justo- no necesita explicación y su apellido significa: sacerdocio. (Averigüen porqué.) 

Sybil McPrey

La sirena, la nadadora,  o la mujer tiburón. Sybil significa profetisa, y el apellido remite a “presa”.

Hay-además de la trama policial con desaparición, investigación, sospechas y muerte, otra trama subyacente que se enlaza con   lo religioso desconocido. Hay referencias al misterio de los Hopewell –que no dejaron nada escrito- y también a la Iglesia Nativa Americana y sus ceremonias con el peyote.
El peyote fue tenazmente perseguido y prohibido por las autoridades estadounidenses y también  con la misma tenacidad, los indios se empecinaron en seguir usándolo. Finalmente, fue autorizado para  sus ceremonias religiosas-no sin cierta animadversión -
También está presente en esta novela esa persecutoria obsesiva, que se enreda con la trama principal.

Artículo tomado de Internet 

Hay también- no podía faltar- una historia de amor que se entrelaza y desvanece  entre el fragor de los acontecimientos. El centro primordial es Soan- “la que taja”, Patricio- “el de noble estirpe” y Eilan, “la isla” –aunque hay un cuarto más, no lo tomo en cuenta, porque lo esencial ocurre entre estos tres- Y les dejo que descubran con quién –supuestamente- se quedará “la que taja”.

“El rastro de la serpiente” entra más holgadamente en la categoría “novela negra” que “El peso del corazón”.  Y no les cuento nada más. Lean las novelas. Ambas se dejan leer con gusto.






jueves, 30 de julio de 2015

DE BOLEROS Y NOVELAS

Con título de bolero

La semana pasada un amigote me regaló una novela. Se trata del Premio Alfaguara de novela 2015, de la autora chilena Carla Guelfenbein. Se llama “Contigo en la distancia”- una  de las novelas con título de bolero-. Cuando me dio el libro me dijo: “como vos sos bastante romanticona a lo  mejor te gusta; a mí realmente me pudrió. Decime qué te parece”. No es la primera vez que alguien me da un libro para que brinde mi parecer,- pero esta vez me comprometió con eso de “romanticona”. Nunca leí nada de esta autora que ya escribió-según lo contratapa del libro cuatro libros anteriores- “El revés del alma”, “La mujer de mi vida”, “El resto es silencio” y “Nadar desnudas”. Me llamó la atención que sus estudios son de biología- estudió en la Universidad de Essex, en Inglaterra, y se especializó en genética de población-. También estudió Diseño, trabajó en una agencia de publicidad, y fue directora de arte y editora de la revista Elle. Y, por si fuera poco: escribe.  Una mezcolanza variopinta que me hizo pensar enseguida en una personalidad moderna, inteligente,  multifuncional y, además, flaca. De esas a las que les sale todo odiosamente bien.  Antes de empezar la lectura de la novela, busqué algo de información. En una entrevista comentó:

Yo soy acusada de escribir una literatura sentimental, así como me dicen que soy una escritora para mujeres. No pretendo defenderme, porque no soy la persona indicada para hacerlo. Mi convicción es que los sentimientos son parte intrínseca del ser humano, y que los grandes eventos de la historia, pero también los pequeños momentos de la vida, se mueven por una mezcla, no sé si equitativa, entre la mente y el corazón. Por lo tanto, los sentimientos no son un patrimonio de las mujeres.”

Con unos pocos datos más, por ejemplo, que es de familia judía,  me puse a leer la novela el fin de semana, con la idea de que me iba a encontrar con otra Corín Tellado- lo cual no me iba a disgustar; sobre todo desde que  supe que al gran  Julio Cortázar le gustaban las novelitas-rosa-, y además porque leí toneladas en mi  adolescencia. Sin embargo, a las pocas páginas me di cuenta de que esta novela era diferente. Tiene eso sí,  lugares comunes, por ejemplo: mujeres  delgadas-aunque sean viejas no han variado de peso- además, se mantienen ágiles, y dejan hasta a los más jóvenes por el camino- Usan el cabello largo con cola de caballo que anudan y desanudan con coquetería. Es evidente que el pelo largo-lacio-  forma parte de su atractivo erótico-(el que yo nunca pude ni  remotamente experimentar con mis crespos porque cuando usé el pelo largo, mi cola de caballo era más bien un plumero). El pelo largo que se suelta y se recoge,  no lo aprecié únicamente en esta novela, sino en otras -ya que la acusan de escribir “literatura para mujeres”,  aclaremos que también encontré esos chiches en novelas escritas por hombres-.) La novela está escrita con alguna complejidad que se va desentrañando a medida que se lee: separada en tiempo y espacio, por los mismos personajes que son a su vez los narradores.

Si no estuviera bien escrita, me habría aburrido, pero está armada con precisión y en  la evolución se nota que Carla Guelfenbein no es  una Corín Tellado cualquiera, porque en las novelitas-rosa de la susodicha, no recuerdo ninguna escena femenina masturbatoria  como la que se describe con pelos y señales  en esta.

No es –tampoco- la primera novela que recibe el nombre de un bolero famoso.  Yo ya leí “Arráncame la vida”, de Marcela Serrano. Y tengo pendientes  las de una escritora madrileña Silvia Grijalba, que, –inspirada en una abuela- escribió  “Tú me acostumbraste” y otra-también con título de bolero: “Contigo aprendí”.

“Contigo en la distancia” había nacido con otro título. Es probable que este otro del  conocidísimo bolero del cubano César Portillo de La Luz, sea más atractivo. El bolero aparece en la novela, como telón de fondo de Horacio Infante y Vera Sigall, -tan jóvenes y apasionados el uno por el otro, que  hasta lo bailan- pero en realidad, la trama nos lleva por otros vericuetos: Vera es  una misteriosa escritora ya “adulta mayor” que vive sola, se cae –o la caen- por las escaleras de su casa, Horacio es el escritor al cual estuvo unida apasionadamente en tiempos pretéritos, y las obras literarias de ambos  se “entrelazan” magistralmente.  Yo ya comenté en mi blog, en el texto que llamé “La escritora fantasma”- el caso-real- de una mujer, María de la O. Lejárraga, que escribió las obras de su marido Gregorio Martínez Sierra. Es decir, que era él el que figuraba como el escritor- pero,  la que escribía  era ella. 

Vera Sigall, no es exactamente una escritora fantasma, pero modificó  los poemas de Horacio Infante que logró triunfar a partir de esos poemas llamémosle: “intervenidos” o “entrelazados” con astucia por ella. Horacio no solo no le agradece lo que hace sino que se  enfurece y se separa de ella  para siempre. En la trama de la novela esa es la vuelta más sutil: ya que la  “intervención” de Vera cuya finalidad fue el juego y la mejora,  pudo desatar la ira y separar a dos seres que podrían haber compartido un rico tramo de sus existencias. (El marido de Vera muere, el hijo-que es un nexo entre los amantes- también- Quizás por esas muertes, podríamos pensar en Corín Tellado o en Abel Santa Cruz, ya que  la forma más efectiva de sacar  del medio a un personaje  es dejándolo inválido o mejor aún: matándolo. Este argumento  tiene más volteretas con más personajes, con hijos no biológicos y demás- que les dejo para cuando ustedes la lean, no esperen que les cuente más del argumento de ninguna manera-
En fin.  No me pareció  tan corintelladesca. Se deja leer. Al  fin  y al cabo, es cierto. Me gustan los boleros porque forman parte de los sueños inconfesados.

Fritz Perls- el creador de Gestalt- alguna vez aseguró que:

“Los sueños son cartas existenciales para abrir y aprender a leer”

Y yo creo que sí. Los míos podrían transformarse en una novela que podría llevar el título de otro bolero famoso- de los que más  me gustan- :“Voy a apagar la luz”. Les aseguro que ideas no me faltan. 

Les dejo la versión de "Voy a apagar la luz" de  Simone. 
Espero que les guste. A mí, mucho.













domingo, 19 de julio de 2015

A M I S T A D E S

Mis tiernos Tatitos

En este mundo moderno se han inventado días para todo: día del amigo, día del abuelo, día del padre, día de la madre, día de la secretaria. En fin. Un día para cada cosa y para cada persona. Por supuesto que tienen fines absolutamente comerciales: así lo indican las propagandas de todo tipo que circulan alrededor de cada fecha.

Mañana  -20 de julio- es EL DÍA DEL AMIGO.

 Mi  facebook ya comenzó a inundarse con distintos mensajes. Los hay de todo tipo. Desde los más cursis hasta los más graciosos. Yo agradezco los saludos,   aunque me gustaría que esas demostraciones de afecto fueran personalizadas. Es decir, que los abrazos y besos virtuales fueran de carne y hueso. Con crujidos incluidos- por la edad o por la efusividad- todo vale.
Mis amistades no son muchas. A través de los años, se ha hecho- sin que yo lo haya  planificado-, una criba natural. Me van quedando los buenos de verdad. Esos que ya fueron probados en las buenas y en las malas- sobre todo en estas últimas- Lamentablemente, a medida que van pasando los años, se me van yendo cada vez más rápidamente de este mundo. Otro motivo por el cual me van quedando cada vez menos.
Hace unos días una amiga- de esas incorruptibles- me preguntaba si alguna vez alguien me había hecho tanto daño como para dejarlo de tratar para siempre. Y sí.  Recordé –generalmente tengo buena memoria- tres casos de hace muchísimos años: dos mujeres, y un hombre.
Con las mujeres: hubo  desacuerdos serios en las maneras de pensar y tomar decisiones, además de  manifiestos celos profesionales. En vista de esos desacuerdos-insalvables- ellas dejaron de hablarme y armaron una campaña de maledicencia contra mi persona que me llevó a tener discrepancias con otros.  Las dos se arrepintieron. Acepté las disculpas, las veo de vez en cuando, nos saludamos, charlamos, pero no volvieron a ser aquellas “amigas del alma” que alguna vez creí que eran. En la amistad, se quebró una delicadísima y frágil pieza que no se puede reponer jamás: la confianza. En el caso del hombre,-que fue bastante más que un amigo-  fue allá lejos y hace tiempo: en los albores de mi adolescencia. Creí ser querida, apreciada, valorada, pero no fue así. De la misma manera, después de más de cincuenta años, en las vueltas de la vida, las redes sociales nos pusieron nuevamente en contacto. Él me buscó y se encontró con mi blog. Ahí quedaron sus comentarios. Volví a hablar con él, sé de sus andanzas, de su vida, de sus avatares, pero no accedí a verlo, ni tengo interés tampoco. No le guardo rencor a nadie, pero no puedo volver  restablecer un lazo que se cortó abrupta y violentamente. A mi edad, acepto las amistades que me valoran en mi  justa medida.  Salgo únicamente  con seres libres- y que sepan comprender mis rarezas-. Lo dice Rosa Montero y yo lo apruebo: “tener una pareja significa tener a alguien con quien compartir tus rarezas.”

Por eso, a las amistades que me quedan les digo- junto con Fito Paez-:

"Ya ves el tiempo pasó, la vida se nos vino encima. Tratame bien."

Me lo merezco. Y vos sabés que sí. Gracias.

Pinchá  si querés escuchar el tema. 




Fito Paez -imagen tomada de Internet- 






ALCIRA

  En estos tiempos navideños que corren, —y siempre— su ausencia es muy notoria porque con su amabilidad natural era el alma del taller Tuli...